miércoles, 29 de abril de 2020

Nuevos trabajos.

Queridos amigos, les muestro mis nuevos trabajos, espero les gusten y en próximas entradas, les mostraré el paso a paso que seguí para cada una de ellas. Bendiciones.

Santa Faustina Kowalska



Santa Beatriz de Silva



martes, 7 de abril de 2020

Semana Santa en época de cuarentena y pandemia de Covid-19 (Primera Parte)



Escrito por el Prof. Lic. Daniel Atapuerca

Jamás pensé vivir una semana santa así. Es la primera vez en mi vida que la vivo dentro de mi casa, aislado de mis seres queridos, perdiendo a algunos de ellos sin poderlos despedir y estando pendiente de los afectos, para saber si están bien o precisan cosas urgentes. Es una mezcla de sensaciones y vivencias que me hacen acordar que estoy frente al Cristo inocente a punto de vivir su vía crucis.


El Domingo de Ramos, veíamos cómo Jesús entraba en Jerusalén, era aclamado por la inmensa multitud y Él humilde, montado en un asno. Se escuchaba: “Hosanna al Hijo de David; bendito el que viene en nombre del Señor, hosanna en las alturas” (Mt. 21,9). Pero a pesar de tanta euforia, Jesús estaba absorto y ajeno a todo, ya divisaba con sus divinos ojos que la cruz, las traiciones, las injusticias y miserias de los hombres estaban cerca. A diferencia de Él, nosotros buscamos elogios, momentos de triunfos y alegrías, pero atención que como se nos dice en Proverbios 14, 13 “Cercano a la alegría está la tristeza” y este año 2020, se encargó de demostrárnoslo.

La humanidad se divertía con sus logros, con sus derechos inalienables que todo lo puede hacer sin respetar a nadie ni nada. El niño por nacer no es vida; el planeta debe ser contaminado y arrasado por el hombre, porque es superior a todo lo existente; yo primero, segundo y tercero, los demás que se arreglen como puedan; no preciso de Dios, no existe ni me ayuda, sólo me complica los pensamientos y mi forma de vivir; y podría seguir con frases de muchas personas que sin duda no conocen la Fe, la Esperanza y la Caridad.
Pero llegó el gran día de comenzar entre todos, de norte a sur y de este a oeste, el gran Vía Crucis de la humanidad, estas semanas cuarentenales y cuaresmales, que seguirán, Dios sabe hasta cuándo.

Nos olvidamos de la última cena por años, donde ese gesto de amor, entrega y caridad divina de Cristo a la humanidad, fue único e irrepetible, se quiso quedar entre nosotros para siempre. Pocas veces repetimos junto a San Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo quien vivo, porque es Jesús quien vive en mí” (Gal. 2,20). Nos olvidamos de comer y de beber, nos dedicamos a seguir disfrutando de nuestra entrada a Jerusalén, pero sin Él, sólo entre nosotros, como si fuésemos Él. Lo ignoramos, no lo respetamos, no lo aceptamos, nos burlamos, no lo quisimos ni lo precisamos. Qué gran error cometió la humanidad al dejar de lado al dador de Vida.

Llegó la traición de Judas, nuestra propia traición. Tantas veces repetimos “Amigo, ¿a qué has venido?” Mt. 26,50 y por el otro lado escuchábamos “¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?” Lc. 22,48, pero no nos importó. Qué distinto hubiera sido si tanto Judas como nosotros hubiéramos escuchado esas palabras de Jesús, si hubiéramos pedido perdón con arrepentimiento, seguro que el Corazón de Jesús nos hubiera perdonado y no nos hubiera dejado llegar al borde del abismo y escucharnos decir ahora, en forma desesperada “Señor, no te calles, ni te apartes de mí” Salm. 34,22

Nuestra avaricia de corazón es igual que la avaricia de Judas por esas míseras monedas, y se convirtió en ladrón Jn. 12, 6 y nos convertimos en entes sin principios, sin valores y sin espiritualidad, avaros en todo sentido.

Llegamos a Getsemaní, a ese huerto de los olivos en donde ya nos dijo Cristo hace más de 2000 años: “Velad y orad, para no caer en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil” Mc. 14, 38 Tampoco lo entendimos y seguimos durmiendo sobre los laureles, porque al fin y al cabo somos superiores a Él. Nos olvidamos que Cristo vio todo lo que iba a suceder, por eso le pide al Padre que pase de Él este sufrimiento, pero agrega: “Sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya” Lc. 22, 42, se ofreció al sacrificio porque quiso (Is.53, 7). En cambio, la humanidad del siglo XXI ha venido rechazando ese cáliz en forma constante. “A mí y a mi familia no, que sufran otros, pero yo no”, es lo que se escucha con mayor frecuencia, una falta de caridad sin límites, donde el eje central es el yo y no el nosotros. Esta pandemia de Coronavirus Covid-19 ha hecho que muchos inclinasen su cabeza ante Dios con resignación, en estos momentos de angustia y han sentido una luz y una paz interior que sólo la gracia divina puede dar. Despertaron del huerto y no se durmieron, porque descubrieron dónde estaba la Verdad, el Camino y la Vida.

Getsemaní era la hora del poder de las tinieblas. “Esta es vuestra hora, y el poder de las tinieblas” Lc. 22, 53 y la reacción de “sus amigos” fue la misma que la de los hombres del siglo XXI, “Entonces todos sus discípulos, abandonándole, huyeron” Mt. 26, 56 lo dejamos solo, muy solo y sin embargo Él nunca se fue ni nos dejó.

Si hubo una noche triste para Cristo, fue esa, como la nuestra cuando la pandemia del Coronavirus empezó en China. Él sabía lo que se venía, Él sabía nuestros pecados y nuestras debilidades, a diferencia de nosotros que seguíamos creyéndonos dioses, interpretamos al revés las palabras que están en el evangelio de San Mateo 22,21, le dimos al César lo que era de Dios y a Dios lo que era del César. Como Caifás, lo volvemos a proclamar reo de muerte Mt. 26, 63-66 y nos lo sacamos de encima, se lo entregamos a otro para que se encargue de Él. Fue injusto y lo sabía, pero no le importó, su soberbia y sus ansias de poder lo enceguecieron, como a muchos hombres actuales. Cuántos San Pedros, negando a Jesús hemos visto pasar por nuestras vidas, cuántas veces lo hemos negado nosotros mismos, por vergüenza, miedo o por quedar bien con otros hombres. Muchos sentimos cantar al gallo, pedimos perdón y lloramos como Pedro, otros siguieron sordos sin recordar a Lc. 22,34.

Fuimos Pilato, lavándonos las manos y Herodes entregándolo a Cristo a la muchedumbre, como si fuera uno más, como si fuera nadie. Dejamos todo en otras manos, nunca nos hicimos cargo de su inocencia, nunca lo defendimos. Sin embargo, y pudiéndolo hacer, jamás salió de escena, siguió con su obra maestra de Salvación. La humanidad aplaudía o se iba, como si no tuvieran nada que ver. Lo flagelamos, lo coronamos con insultos e injurias y nos burlamos de Él y su doctrina. La pasión continúa con Cristo, sin ningún extra que lo reemplace. Pero con un escenario distinto al de Galilea, esta vez fue el planeta entero.


Semana Santa en época de cuarentena y pandemia de Covid-19 (Segunda parte).



Escrito por el Prof. Lic. Daniel Atapuerca

Sí, esta vez la vía dolorosa se vio replicada en todos los continentes y en todos los países. Vimos al mismo Cristo de la pasión representado por miles de enfermos, de diversas creencias, razas, edades y status sociales. Los vimos en sillas de ruedas, en camillas, tirados por el suelo. Las calles de la vía dolorosa, se transformaron en largos pasillos de hospitales, en salas de centros geriátricos, y en casas de familias. Estos Cristos del año 2020, los vimos y vemos constantemente. Siguen con sus dolores, sus penas, sus angustias. Algunas veces son rechazados y como Pilatos o Herodes, muchos dirigentes políticos, los entregan a la buena voluntad de un respirador, si lo hubiera, pero involucrándose poco o nada.




Por suerte muchas mujeres y hombres ocuparon el lugar de San Simón el Cireneo. Están ahí enjugando lágrimas y calmando dolores. Haciendo de hijos, primos, hermanos o nietos de quien camina sólo con su dolor. Esos médicos, enfermeras, agentes sanitarios, sacerdotes / religiosas, personal de maestranza de los hospitales y centros de asistencia sanitaria, supieron y saben cómo representar ese papel de ángel guardián, para aliviar el dolor de los Cristos de hoy. Sus horas de trabajo abnegado, sus riesgos de vida, sus delicadezas hacen que esta vía dolorosa sea más suave.





Las buenas mujeres que estaban junto a Jesús, hoy lo son los miles y miles de hombres y mujeres que desinteresadamente donan su tiempo y su dinero para que otros sufran menos. La labor de Caritas y de la Cruz Roja en todo el mundo, están ocupando ese rol. Vemos jóvenes ayudando a los mayores con sus quehaceres diarios, su alimentación y su compañía a diario. Skype y los audios de Whatsapp están llevando consuelo a los nuevos Cristos, procurando que no lleguen a su crucifixión, tratando de evitar los dolores de las ausencias familiares y los afectos.



Esta semana santa, extraña, rara, poco común, se seguirá transitando por varios meses más. Lamentablemente no se termina el domingo. Pero como el Señor nos da la posibilidad de no perder la capacidad de asombro, vemos como muchas personas se han convertido, han cambiado sus formas de pensar y de ser para con los demás. Ojalá salgamos fortalecidos de esta pasión mundial, que no lleguemos a la crucifixión del planeta. Dios nos de las luces necesarias para resucitar en nuestros corazones la caridad, el diálogo, el respeto para con el planeta y las otras personas.


 Que renazca en nosotros la humildad, la sencillez y la prudencia. Que la solidaridad sea nuestra moneda corriente, que la vida sea respetada desde la concepción, que las personas mayores y enfermas sean nuestras prioridades y que el Señor, que ya sufrió voluntariamente por todos nosotros, nos otorgue la Paz y que su Buena Madre siempre nos guíe, nos cuide y proteja.


Feliz Pascua de Resurrección para todos nosotros.






sábado, 4 de abril de 2020

Oración a nuestra Buena Madre en tiempo de pandemia.


“Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.

Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.


Un sacerdote italiano internado por coronavirus le dio su respirador a un paciente más joven que él.




Coronavirus en Italia: un sacerdote le entregó su respirador a otro paciente y murió
Giuseppe Berardelli murió por coronavirus después de haberle dado su respirador a un paciente más joven que él y luego murió debido a la enfermedad, según informa la BBC.

24 de marzo de 2020 

           
Ante la falta de respiradores en los hospitales italianos -y en todo el mundo en general-, los feligreses del padre Giuseppe Berardelli, de 72 años, párroco de una iglesia de la ciudad de Casnigo, de la provincia de Bérgamo, le compraron uno para uso personal. Sin embargo, el sacerdote, al notar que otro paciente más joven internado junto con él también lo necesitaba, le entregó el suyo y falleció a las pocas horas.


El sacerdote murió el 15 de marzo en el hospital Lovere. Se trata de al menos uno de los sesenta presbíteros que ya murieron en Italia a causa de la pandemia, de acuerdo informa la Agencia Católica de Noticias.

Una vez conocida la noticia, además de los cientos de mensajes en redes sociales que alabaron el hecho como un acto de heroísmo, un sacerdote jesuita de Nueva York, James Martin, aseguró vía Twitter que "Él es un mártir de la caridad.


Además agregó como un plegaria: "Don Giuseppe Berardelli, patrono de los que sufren coronavirus y de todos los que los cuidan, ruega por nosotros". Muchos respondieron al tuit diciendo que el cura muerto era un "verdadero santo".

No se conoce ninguna información acerca del paciente que recibió el respirador de Berardelli.

El Coronavirus golpea duramente al clero italiano.





Cyprian Viet - Ciudad del Vaticano
4 de abril del 2020

Los sacerdotes italianos representan más del 1% de las víctimas de coronavirus en Italia, una enorme y reveladora proporción de los riesgos asumidos por los sacerdotes, que entran en contacto con los enfermos y continúan asegurando, en los cementerios, la bendición de los difuntos, no pudiendo presidir las ceremonias en las iglesias. 

Según un recuento establecido por "L'Avvenire", el diario vinculado al episcopado italiano, al menos 69 sacerdotes han muerto en Italia desde el comienzo de la pandemia.

El clero italiano vive un momento especialmente difícil, sobre todo en la diócesis de Bérgamo, una ciudad de Lombardía que se ha convertido en el epicentro de esta pandemia que está trastornando la vida de 60 millones de italianos. 

De 69 sacerdotes fallecidos, 23 están en esta diócesis. 

Esta cifra, establecida por L'Avvenire en la mañana del 26 de marzo, probablemente esté subestimada, porque no se han registrado todas las muertes que se han producido en las comunidades religiosas.

En todo el país, las comunidades cristianas están perdiendo pastores que se habían puesto al servicio de los más pobres. 

Sacerdotes ancianos y jubilados, pero también párrocos, capellanes de prisiones y responsables de la atención pastoral de los migrantes han sido afectados por el virus. 

Un ejemplo es Angelo Moreschi, Vicario Apostólico de Gambela en Etiopía, murió el 25 de marzo en Brescia.

El sacerdote más antiguo de la larga lista de fallecidos tenía 104 años. 

Fue ordenado apresuradamente y en privado en mayo de 1940, cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial, el obispo Mario Cavalleri también fue enterrado discretamente, en el contexto de otra "guerra mundial", la que se libró contra el coronavirus. Durante sus casi 80 años de sacerdocio, este sacerdote de Cremona había desarrollado numerosos proyectos de cooperación con la Costa de Marfil.

También han sido golpeados sacerdotes mucho más jóvenes. La diócesis de Parma está de luto por la muerte de un sacerdote de 55 años que, como muchos italianos, vivía con su madre enferma, a la que cuidó hasta dar su vida. En la misma ciudad, una comunidad de antiguos misioneros javerianos ya ha perdido 13 de sus miembros. En la diócesis de Piacenza, la muerte con unos días de diferencia de dos sacerdotes gemelos, de 87 años, causó una gran emoción. En toda Italia, los sacerdotes, plenamente integrados en la vida social y conocidos por su compromiso en el contacto con la población, pagan con su vida esta generosidad.

Una pandemia mundial que afecta particularmente a los sacerdotes.

En cuanto al resto del mundo, es difícil establecer estadísticas precisas, pero muchos esperan un porcentaje alto de mortalidad en el clero y en las comunidades religiosas. En Francia, por ejemplo, la primera muerte de Covid-19 reportada en el departamento de Ardèche la semana pasada fue la de un sacerdote de 78 años, el abad Marcel Saby. En otras diócesis, los sacerdotes son hospitalizados. En medio de este doloroso panorama, sin embargo, surgieron algunas buenas noticias, como el mes pasado en China la curación de un obispo de 98 años, considerado entonces como el decano de las personas curadas en ese país donde la pandemia comenzó en diciembre.

En Italia, el obispo de Cremona, Antionio Napolioni, afectado por el coronavirus, está ahora curado. Interrogado hace unos días por nuestros colegas del servicio italiano de Radio Vaticano, desde su cama de hospital, hizo una lectura espiritual de estos tiempos difíciles, confiando en que "como todo lo que desafía la inteligencia de los hombres, es una gran oportunidad para la conversión.


 Una Cuaresma más completa no podría habernos ocurrido, desde cierto punto de vista. Dramáticamente duro, pero por esta misma razón, perfecta".

En tiempos de pandemia, surge la ESPERANZA.





El actor, humorista y presentador cubano radicado en Miami, Florida, Alexis Valdés, decidió compartir en sus redes sociales un emotivo poema bajo el título de "Esperanza" lo escribió en medio de la pandemia.


Esperanza

Cuando la tormenta pase y se amansen los caminos, y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo.

Con el corazón lloroso y el destino bendecido nos sentiremos dichosos tan sólo por estar vivos.

Y le daremos un abrazo al primer desconocido y alabaremos la suerte de conservar un amigo.

Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos de una vez aprenderemos todo lo que no aprendimos.

Y no tendremos envidia pues todos habrán sufrido.

Y no tendremos desidia. Seremos más compasivos.

Valdrá más lo que es de todos, que lo jamás conseguido.

Seremos más generosos, y mucho más comprometidos.

Entenderemos lo frágil que significa estar vivos.

Sudaremos empatía por quien está y quien se ha ido.

Extrañaremos al viejo que pedía un peso en el mercado, que no supimos su nombre y siempre estuvo a tu lado. Y quizás el viejo pobre era tu Dios disfrazado. Nunca preguntaste el nombre porque estabas apurado.

Y todo será un milagro y todo será un legado.

Y se respetará la vida, la vida que hemos ganado.

Cuando la tormenta pase te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado.

                                                                                                              Alexis Valdés


 

Nuevos trabajos.

Comparto con ustedes algunos trabajos que salieron recientemente. En próximas entradas les mostraré el paso a paso de cada uno de ellos. Espero les gusten. Dios los bendiga.

María Rosa Mística



Santa Lucía



Madre Teresa de Calcuta



El Cura Brochero



San Luis Gonzaga