María
de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el día 4 de noviembre
de 1891, la menor de cuatro hermanos; fue bautizada en la Parroquia de San
Sebastián a los ocho días y confirmada en 1896. Hizo su primera comunión en
1902. Sus padres, don Luis y doña Cristina, eran los marqueses de Pidal.
Don
Luis había sido Ministro de Fomento y en aquellas fechas era Embajador de
España ante la Santa Sede. Fue educada en sus primeros años especialmente por
su abuela materna, Patricia Muñoz, y ya desde niña experimentó una llamada a
consagrarse al Señor en virginidad. Mientras estudiaba en casa, durante su
adolescencia y juventud se dedicó a obras de caridad, ayudando a muchas
familias necesitadas.
Leía
frecuentemente las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz y,
cautivada por sus vidas y experiencias espirituales, decidió entrar en las
Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid) donde ingresó el 12 de octubre de
1919 recibiendo el nombre de Maravillas de Jesús. Con este motivo D. Pedro
Poveda -que será canonizado juntamente con ella- le escribió una carta de
felicitación, a la que contestó agradecida. Tomó el hábito en 1920 e hizo su
primera profesión en 1921.
Allí
mismo, detrás de la celosía que da al sagrario de la Iglesia conventual,
recibió en 1923 la inspiración de fundar un Carmelo en el centro geográfico de
España, El Cerro de los Ángeles, donde se había levantado el monumento al
Sagrado Corazón de Jesús justamente el año en que ella había carmelita
descalza.
El
obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Eijo y Garay acogió y se entusiasmó con la idea
y en 1924 la Hermana Maravillas y otras tres monjas carmelitas de El Escorial
se instalaron provisionalmente en una casa de Getafe para atender desde allí la
edificación del Convento. En esa casa hizo su profesión solemne el 30 de mayo
de ese mismo año. En 1926 fue nombrada, por el obispo Eijo, priora de la
comunidad y el 31 de Octubre se inauguraba el nuevo Carmelo de El Cerro de los
Ángeles.
Como ya
entonces acudieron muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio en ello una señal
de Dios para fundar nuevas “casas de la Virgen”. En 1933, a petición del
obispo, misionero carmelita, Mons. Arana, fundó otro Carmelo en Kottayam
(India) enviando a ocho monjas. A ella no le permitieron ir sus superiores.
Durante
la persecución religiosa en España a partir de 1931 pasaba todas las noches
muchas horas orando desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado
Corazón, y solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con su comunidad,
exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada imagen, en
caso de ser profanada. En julio de 1936 las Carmelitas fueron expulsadas de su
Convento y llevadas detenidas a las Ursulinas de Getafe. Después se refugiaron
en un piso de la calle Claudio Coello, 33, de Madrid, donde pasaron catorce
meses de sacrificios, privaciones, registros y amenazas, deseando recibir la
gracia del martirio.
En 1937
la Madre pudo salir con su comunidad de Madrid y, pasando por Lourdes entró en
España para instalarse en el abandonado “desierto” de Las Batuecas (Salamanca),
que había podido adquirir antes de la guerra. Allí y a petición del obispo de
Coria-Cáceres fundó un nuevo Carmelo. En 1938 hizo voto de hacer siempre lo más
perfecto.
En
marzo de 1939 pudo volver a recuperar, totalmente destruido en la guerra, el de
El Cerro de los Ángeles, donde fue elegida nuevamente priora. En este tiempo
dio testimonio de fe, heroísmo y fortaleza, prudencia y serenidad y de una
extraordinaria confianza en Dios.
Desde
entonces y en muy pocos años realizó las fundaciones de otros muchos Carmelos:
en 1944 el de Mancera de Abajo (Salamanca); en 1947 el de Duruelo (Ávila), cuna
de la reforma carmelitana de San Juan de la Cruz; en 1950 traslada la comunidad
de Las Batuecas, -cediendo este “desierto” a los padres carmelitas descalzos-,
a Cabrera (Salamanca); en 1954 el de Arenas de San Pedro (Ávila); en 1956 el de
San Calixto, en la sierra de Córdoba; en 1958 el de Aravaca (Madrid); en 1961
el de La Aldehuela (Madrid), en el que es elegida priora y en él vivió hasta su
muerte; en 1964 el de Montemar-Torremolinos (Málaga).
Además,
con hermanas de algunos de los Carmelos fundados por ella, ayudó en 1954 al de
Cuenca (Ecuador), en 1964 al de El Escorial y en 1966 al de La Encarnación de
Ávila, donde había entrado y vivido Santa Teresa de Jesús durante treinta años.
En 1960, en Talavera de la Reina (Toledo),
edifica un convento, también con iglesia de nueva planta, para los padres
carmelitas descalzos. En su vida, además del P. Alfonso Torres, S.J. fueron sus
directores espirituales el P. Florencio del Niño Jesús, O.C.D., y el P.
Valentín de San José, O.C.D.
Desde
el Carmelo de La Aldehuela, la Madre Maravillas, donde pasó sus últimos catorce
años, continuó atendiendo las necesidades de todos esos Carmelos e, incluso
desde la clausura, realizó una labor social como la construcción de viviendas
prefabricadas y la ayuda en la construcción de una barriada de doscientas
viviendas. A sus expensas hizo edificar también una Iglesia y un colegio.
Sostuvo
económicamente a distintos seminaristas para que pudieran llegar a ser
sacerdotes, realizó una fundación benéfica para sostener a religiosas enfermas,
compró una casa en Madrid para alojar a las carmelitas que tuvieran necesidad de
permanecer algún tiempo en tratamientos médicos y costeó al Instituto Claune la
edificación de una clínica para religiosas de clausura. En la iniciativa y
desarrollo de estos servicios caritativos, que solía empezar sin medios
económicos, confiaba siempre en la Providencia de Dios, que nunca le faltó.
Se
sentía feliz de ser carmelita descalza, “hija de nuestra santa madre Teresa” y
consideraba un tesoro la vida y los textos de Santa Teresa de Jesús y San Juan
de la Cruz. Siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, que aconseja la
unión o asociación de monasterios de vida contemplativa, en 1972 obtuvo la
aprobación de la Santa Sede de la “Asociación de Santa Teresa”, integrada por
los Carmelos fundados por ella -y por otros que entonces se adhirieron- y, en
1973, fue elegida Presidenta.
En los conventos en que vivió había sido elegida
Priora de la Comunidad, -en total cuarenta y ocho años-, mostrando a la vez a
sus hermanas caridad y firmeza, ánimo y consuelo, pidiendo siempre el parecer
de las demás. Irradiaba paz y dulzura en sus palabras y gestos, de tal forma
que quienes la trataron salieron siempre agraciados con su testimonio de amor
Dios y de disponibilidad a la Iglesia como fiel hija suya.
La
Madre Maravillas de Jesús es una de las grandes místicas de nuestro tiempo.
Vivió una maravillosa experiencia de su unión con Dios, con una rica vida
interior como se refleja en las cartas íntimas a sus directores espirituales,
que sólo se han conocido después de su muerte. Pasó por la vivencia de “las noches”
y por el gozo del amor profundo de Dios y de su respuesta de amor a Él.
La
capacidad de contagiar el amor de Dios le provenía de su unión con Él y de su
gran capacidad y disposición para la oración. Expresaba: “Me abraso en deseos
de que las almas vayan a Dios”. Durante toda su vida se entregó amorosamente al
cumplimiento de la voluntad de Dios, y en la última etapa, ofreciendo su
enfermedad y dando testimonio: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando
Dios quiera” solía repetir a sus hijas.
Amó y vivió la pobreza y humildad
heroicamente, infundiendo este espíritu en sus hermanas. Destacó también por su
fidelidad al ideal teresiano.
Ya en
1962 había tenido un trastorno circulatorio del que se repuso. En 1972 sufrió
un paro cardíaco del que se recuperó, pero su salud quedó ya muy quebrantada.
En la solemnidad de la Inmaculada de 1974, recibió la Unción de los enfermos y
el santo Viático. Murió, a los 83 años, en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de
diciembre de 1974, rodeada de sus hijas y repitiendo: “¡Qué felicidad morir
carmelita!”.
Fue
beatificada en Roma por el Papa San Juan Pablo II el día 10 de mayo de
1998 y canonizada por el mismo Papa el 3
de Mayo de 2003 en Madrid. Sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo
de La Aldehuela (Madrid) y su memoria litúrgica se viene celebrando el 11 de
diciembre.
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