viernes, 18 de octubre de 2024

18 de octubre fiesta de SAN LUCAS EVANGELISTA.


El 18 de octubre la Iglesia celebra la fiesta de san Lucas, compañero de san Pablo y autor del tercer evangelio. Tradicionalmente se le atribuye una especial relación con la Virgen María, de quien se afirma pintó su primer retrato, conservado en la Basílica de San Pedro, en Roma. Por ello es considerado patrono de los Artistas, pero también de los médicos y los dentistas, que era su profesión.
Breves notas en las Cartas de San Pablo son las únicas noticias que la Sagrada Escritura nos presenta sobre San Lucas, el solícito investigador de la buena noticia y autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles. Por sus apuntes de viaje, es decir, por las páginas de los Hechos en los que San Lucas habla en primera persona, podemos reconstruir parte de su actividad misionera. Fue compañero y discípulo de los apóstoles. El historiador Eusebio subraya: “… tuvo relaciones con todos los apóstoles, y fue muy solícito”. De esta sensibilidad y disponibilidad suyas hacia el prójimo nos da testimonio el mismo San Pablo, unido a él por grande amistad.
En la carta a los Colosenses leemos: “Os saluda Lucas, médico amado…”.

La profesión médica nos hace suponer que él se dedicó mucho tiempo al estudio. Su formación cultural se nota también por el estilo de sus libros: su Evangelio está escrito en un griego sencillo, limpio y bello, rico en términos que los otros tres evangelistas no tienen. Hay que hacer otra consideración sobre su Evangelio, a más del hecho estilístico e historiográfico: Lucas es el evangelista que mejor que lo otros nos pintó la humana fisonomía del Redentor, su mansedumbre, sus atenciones para con los pobres y los marginados, las mujeres y lo pecadores arrepentidos. Es el biógrafo de la Virgen y de la infancia de Jesús. Es el evangelista de la Navidad. Los Hechos de los Apóstoles y el tercer Evangelio nos hacen ver el temperamento de San Lucas, hombre conciliador, discreto, dueño de sí mismo; suaviza o calla expresiones que hubieran podido herir a algún rector, con tal que esto no vaya en perjuicio de la verdad histórica.

Al revelarnos los íntimos secretos de la Anunciación, de la Visitación, de la Navidad, él nos hace entender que conoció personalmente a la Virgen. Algún exégeta avanza la hipótesis de que fue la Virgen María misma quien le transcribió el himno del “Magnificat”, que ella elevó a Dios en un momento de exultación en el encuentro con la prima Isabel. En efecto, Lucas nos advierte que hizo muchas investigaciones y buscó informaciones respecto de la vida de Jesús con los que fueron testigos oculares.
Un escrito del siglo II, el Prólogo antimarcionista del Evangelio de Lucas, sintetiza el perfil biográfico del modo siguiente: “Lucas, un sirio de Antioquía, de profesión médico, discípulo de los apóstoles, más tarde siguió a San Pablo hasta su confesión (martirio). Sirvió incondicionalmente al Señor, no se casó ni tuvo hijos. Murió a la edad de 84 años en Beocia, lleno de Espíritu Santo”. Recientes estudios concuerdan con esta versión.

San Lucas, el médico amado.

Nace de padres paganos en Antioquia y es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita. Es de cultura griega y dirigió su mensaje a gentiles cristianos. Posiblemente escribió entre 70 y 80.
Lucas recibió la fe alrededor del año 40. Habrá conocido a Pablo en Antioquía. Año tras año en intimidad de discípulo con el gran predicador de los gentiles, Lucas iba asimilando poco a poco el evangelio de Pablo. Su evangelio ofrecerá, por lo mismo, tantos puntos de contacto literarios y doctrinales con los escritos del apóstol que podrá hablarse de “Pablo iluminador de Lucas” en frase de Tertuliano. Ya antes de la muerte de Pablo, pudo correr de mano en mano, primero entre los cristianos de Roma y más tarde entre los de Acaya, Egipto, Macedonia el evangelio de Lucas.


Pablo lo describe como “Lucas, el médico querido” (Col 4,14). Desde su prisión de Roma Pablo dice a su discípulo Timoteo: “Sólo Lucas queda conmigo”. En los Hechos de los apóstoles, Lucas se incluye en los viajes de San Pablo: “fuimos a... navegamos a...” Según la tradición murió mártir en Acaya, colgado de un árbol. Sus reliquias se encuentran en la Basílica de Santa Justina, Padua, Italia.

Aunque lo dedique a Teófilo, Lucas apunta con su evangelio a un objetivo mucho más amplio que la simple formación cristiana. Con miras de universalismo, herencia de Pablo, Lucas compone su evangelio de cara al mundo gentil, cuyo movimiento en masa hacia el cristianismo se veía amenazado por las exigencias legales y sueños judíos, las fábulas de los herejes, la frivolidad peligrosa del ambiente pagano.
 Resalta el aspecto universal de la redención. La predicación a todas las naciones, comenzando por Jerusalén (Lc. 24, 46-47).

En su evangelio demuestra una gran estimación por la mujer y Jesús siempre les demuestra gran aprecio y verdadera comprensión. Lo han llamado “el evangelio de los de abajo”, porque allí aparece Jesús prefiriendo siempre a los pequeños, a los enfermos, a los pobres y a los pecadores arrepentidos.

También se ha llamado: “el evangelio de la oración”, porque presenta a Jesús orando en todos los grandes momentos de su vida e insistiendo continuamente en la necesidad de orar siempre y de no cansarse de orar. Otro nombre que le han dado a su escrito es el “evangelio de los pecadores”, porque presenta siempre a Jesús infinitamente comprensivo con los que han sido víctimas de las humanas pasiones. Es llamado el “evangelista de la misericordia”, por ser el único que nos trae las parábolas del hijo pródigo, de la moneda perdida, del buen samaritano, etc. Contiene un anuncio de la vida de Jesús que podemos considerar el más completo de todos y hecho a medida para los cristianos de origen no judío. No minimiza nunca la Cruz (nos deja la descripción más detallada de la agonía de Jesús) pero en él predomina el gozo: desde el nacimiento de Juan, con el cual “muchos se alegrarán”, al envío de los discípulos, que tras la Ascensión “volvieron a Jerusalén con gran alegría”.

Es muy probable que escuchara también a la Madre de Jesús, especialmente sobre la infancia del Señor; por ejemplo, es el único que cuenta la Anunciación. Precisamente por sus noticias sobre el Niño y su Madre, es el evangelista que más habla de la Virgen. En los Hechos de los Apóstoles, segunda parte de su evangelio, como historiador de la Iglesia naciente describe con entusiasmo la vida de la primitiva comunidad de Jerusalén, y presenta a Pablo como el prototipo del misionero; relata la misión de los Apóstoles como un prolongado viaje que empieza en Jerusalén y termina en Roma, capital del mundo conocido. Encontramos un resumen del libro en Hch. 1,8. En su estilo de griego y de literato, el mensaje de salvación canta un auténtico himno de acción de gracias, de alegría y de optimismo. Es el libro del testimonio, aparecido por el año 80. Cuatro temas se destacan en él: kerygma o primer anuncio evangélico, la catequesis o esclarecimiento sistemático de la fe, la formación de las primeras comunidades, y la misión encarnada principalmente en la figura de san Pablo.





miércoles, 16 de octubre de 2024

16 de octubre fiesta de San Gerardo María Mayela.


Así nace un santo.

Gerardo nace en 1726 en Muro, pequeña ciudad del Sur de Italia. Tiene la suerte de tener por madre a Benedecta, que le enseñará el inmenso e ilimitado amor de Dios. Se siente feliz porque sabe que Dios está cerca de él, y toda su vida tiene por lema “hacer la voluntad de Dios”, lo que Dios quiere. 

Con doce años se tiene que hacer cargo de toda la familia, al morir su padre. Se convierte en aprendiz de sastre con uno del lugar que lo maltrata. Tras cuatro años de aprendizaje, justo cuando estaba capacitado para abrir una sastrería propia, entra al servicio del Obispo de Lacedonia, hombre de duro carácter.

 Los amigos le aconsejan que no acepte aquel puesto, porque todos los sirvientes abandonaban el oficio tras pocos meses. Pero a Gerardo eso no le asusta, y permanece con él hasta su muerte, tres años después. Cuando Gerardo piensa que se trata de la voluntad de Dios acepta cualquier cosa. 

En este tiempo Gerardo pasa largos tiempos de oración, que se convertirán en la fuente de su propia vida.

En 1745, con 19 años, regresa a Muro estableciéndose como sastre. Su negocio prospera, pero es poco el dinero que gana. Regala prácticamente casi todo lo que tiene. Pone aparte lo que necesita para su madre y sus hermanas, y el resto lo da a los pobres. 

Para él, la caridad y la solidaridad cotidiana son un constante crecimiento en el amor de Dios. Su deseo de seguir a Cristo le lleva a pedir ser admitido por los Capuchinos, pero su petición es denegada por ser delgado y de débil salud.


Misionero Redentorista.

Los Redentoristas llegan a Muro en 1749. Gerardo participa activamente en la Misión Popular y es conquistado por la vida de los misioneros. Pide ser admitido como miembro del grupo, pero el Superior, Padre Cáfaro, lo rechaza a causade su salud enfermiza. 

Tanto insiste Gerardo a los misioneros que, cuando éstos están a punto de marcharse de la ciudad, el Padre Cáfaro aconseja a su familia que lo encierren en su habitación.

Con una estratagema que, en adelante, seguirá encontrando un eco especial en el corazón de los jóvenes, Gerardo anuda las sábanas de la cama y se descuelga por la ventana para seguir al grupo de misioneros. 

En la mesita deja un mensaje a su madre: “Voy a hacerme santo”. Recorre cerca de 18 kms. hasta alcanzar a los misioneros. “Llevadme con vosotros, dadme una oportunidad; y echadme a la calle si no valgo”, dice Gerardo. Ante tanta insistencia, al Padre Cáfaro envía a Gerardo a la comunidad redentorista de Deliceto, con una carta en que dice: “Les mando a otro hermano, que será inútil para el trabajo…”.

Gerardo se enamora total y absolutamente de la forma de vida que San Alfonso, el fundador de los Redentoristas, ha previsto para los miembros de su congregación. Hace su primera profesión como Hermano laico redentorista el 16 de julio de 1752. 

La etiqueta de “inútil” no le durará mucho. Gerardo desempeña todo tipo de servicios en la comunidad: jardinero, sacristán, sastre, portero, cocinero, carpintero y albañil. Además, sus palabras mueven el corazón de la gente en las misiones, comprometido con el anuncio de la Buena Noticia.

Paciente en la caridad y fuerte en la verdad.

En 1754, Gerardo experimenta una situación dolorosa, que muestra su extraordinaria confianza en Dios. Entre sus buenas obras está la de ayudar a las chicas que quieren ser religiosas. Neria Caggiano es una de estas chicas, pero después de tres semanas en el convento vuelve a casa, frustrada en su intento de ser religiosa. 

Para explicar su actitud, Neria decide salvar su propia reputación destruyendo a Gerardo. En una carta que dirige a San Alfonso, Neria acusa a Gerardo de mantener un romance con una joven. Gerardo es llamado por San Alfonso para que responda a tal acusación, y en lugar de defenderse, mantiene silencio para no parecer que se excusaba. 

El tiempo –dicen- pone a cada uno en su sitio, y no hay nada oculto que no llegue a saberse. Durante un año fue apartado de toda relación fuera de la comunidad y privado de participar en la Eucaristía. 

Pese a todo, confía en Dios y en que la verdad será conocida. Poco tiempo después, Neria enferma gravemente y escribe una carta a San Alfonso confesando que sus acusaciones contra Gerardo eran falsas.

Un santo famoso por sus milagros.

Pocos santos son recordados por tantos milagros como los que se le atribuyen a San Gerardo. 

Lo más importante eran sus milagros para ayudar a los demás como, por ejemplo, devuelve la vida a un chico que se había caído desde una roca; bendice la escasa cosecha de una familia pobre y les llegará hasta la próxima siega; multiplica el pan que reparte a los pobres; camina sobre las aguas para conducir un barco lleno de pescadores y llevarlo a puerto seguro.

Desde el comienzo, se le atribuyen muchos prodigios a favor de las madres, protegiéndolas en el embarazo, ayudándolas a tener un buen parto e inspirándolas en la educación de los niños. Las madres acudían con mucha confianza a él. Gerardo veía en cada nueva vida un don de Dios que se debe cuidar y proteger.

Una vida joven que se apagó.

En 1755 le sobreviene una hemorragia junto con disentería. Sobre su puerta pone el siguiente letrero: “Aquí se hace la voluntad de Dios, como Dios quiere y hasta cuando Él quiera”. 

Muere al amanecer del 16 de octubre de 1755, en la comunidad redentorista de Materdomini. Cuando muere Gerardo, el Hermano sacristán toca la campana a fiesta en lugar de hacerlo con el tañido de difuntos. 

Se cuentan por millares los que se acercan para pasar ante el cuerpo de “su santo” y para llevarse un último recuerdo del que tantas veces les ha socorrido. 

Tras su muerte, se producen milagros en toda Italia, todos atribuidos a la intercesión de Gerardo. En 1893, el Papa León XIII lo beatifica, y el 11 de diciembre de 1904 el Papa San Pío X lo canoniza, proclamándolo Santo de la Iglesia Católica.


El santo de las futuras madres.

Debido a los milagros que Dios ha obrado por intercesión de Gerardo en favor de las madres, las mamás de Italia pusieron gran empeño en que la Santa Sede nombrara a San Gerardo patrono suyo. 

En el proceso de beatificación se asegura que Gerardo era conocido como “el santo de los partos felices”. 

Muchos hospitales dedican su departamento de maternidad al Santo y distribuyen entre sus pacientes medallas e imágenes de San Gerardo con su oración propia. San Gerardo sigue siendo hoy un modelo para todos, especialmente para los misioneros redentoristas, por su búsqueda constante de la voluntad de Dios y por su amor a Jesucristo, crucificado y resucitado, Buena Noticia de la Salvación.

Oración por las mamás y los niños

Dios y Padre nuestro, tú sembraste en San Gerardo María Mayela
un amor increíble a tu Hijo Crucificado, con quien se identificaba,
ayúdanos a seguir siempre tus pasos
y ofrecerte nuestra vida sin guardarnos nada.
A ti te invocamos, Señor de toda vida,
que concediste a san Gerardo, a lo largo de su corta existencia,
un especial cuidado por la vida naciente y las mujeres embarazadas.
Este rasgo típico de su caridad constituye para toda la Iglesia
un estímulo a amar, defender y servir siempre a la vida humana.
Bendice, por intercesión de San Gerardo,
a todas las mujeres que esperar un nuevo nacimiento
y a los hijos que llevan sus entrañas,
para que ambos lleguen sanos a un feliz alumbramiento.
Y a toda tu Iglesia dale el don de amar,
anunciar, defender y ofrecer la vida,
que es el mismo Redentor Jesucristo,

que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

martes, 15 de octubre de 2024

15 de octubre Santa Teresa de Jesús.




"Nada te turbe, nada te espante.
Todo se pasa. Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene, nada le falta.
Sólo Dios basta."


Doctora de la Iglesia (1515-1582).

                                    

"En la cruz está la gloria, Y el honor,
Y en el padecer dolor, Vida y consuelo,
Y el camino más seguro para el cielo."



Reformadora del Carmelo, Madre de las Carmelitas Descalzas y de los Carmelitas Descalzos; "mater spiritualium" (título debajo de su estatua en la basílica vaticana); patrona de los escritores católicos y Doctora de la Iglesia (1970): La primera mujer, que junto a Santa Catalina de Siena recibe este título.


Nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. Su nombre, Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de  Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila Ahumada. En su casa eran 12 hijos. Tres del primer matrimonio de Don Alonso y nueve del segundo, entre estos últimos, Teresa.  Escribe en su autobiografía: "Por la gracia de Dios, todos mis hermanos y medios hermanos se asemejaban en la virtud a mis buenos padres, menos yo".

De niños, ella y Rodrigo, su hermano,  eran muy aficionados a leer vidas de santos, y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida por amor a Cristo reciben un gran premio en el cielo. Así que dispusieronse irse a tierras de mahometanos a declararse amigos de Jesús y así ser martirizados para conseguir un buen puesto en el cielo. Afortunadamente, por el camino se encontraron con un tío suyo que los regresó a su hogar. Entonces se dispusieron construir una celda en el solar de la casa e irse a rezar allá de vez en cuando, sin que nadie los molestara ni los distrajese.
 
La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años. Ella misma cuenta en su autobiografía: "Cuando empecé a caer en la cuenta de la pérdida tan grande que había tenido, comencé a entristecerme sobremanera. Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima Virgen y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como hija suya y que quisiera ser Ella mi madre en adelante. Y lo ha hecho maravillosamente bien".

Sigue diciendo ella: "Por aquel tiempo me aficioné a leer novelas. Aquellas lecturas enfriaron mi fervor y me hicieron caer en otras faltas. Comencé a pintarme y a buscar a parecer y a ser coqueta. Ya no estaba contenta sino cuando tenía una novela entre mis manos. Pero esas lecturas me dejaban tristeza y desilusión".

Afortunadamente el papá se dio cuenta del cambio de su hija y la llevó a los 15 años, a estudiar interna en el colegio de hermanas Agustinas de Ávila. Allí, después de año y medio de estudios enfermó y tuvo que volver a casa.

Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos "Las Cartas de San Jerónimo", y allí supo por boca de tan grande santo, cuán peligrosa es la vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el retirarse a la vida religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día sería religiosa.

Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. Él, que la quería muchísimo, le respondió: "Lo harás, pero cuando yo ya me haya muerto". La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en el mundo podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y entonces se fugó de la casa. Dice en sus recuerdos: "Aquel día, al abandonar mi hogar sentía tan terrible angustia, que llegué a pensar que la agonía y la muerte no podían ser peores de lo que experimentaba yo en aquel momento. El amor de Dios no era suficientemente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos".
La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila. Su padre al verla tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Ella tenía 20 años. Un año más tarde hizo sus tres juramentos o votos de castidad, pobreza y obediencia y entró a pertenecer a la Comunidad de hermanas Carmelitas.

Poco después de empezar a pertenecer a la comunidad carmelitana, se agravó de un mal que la molestaba. Quizá una fiebre palúdica. Los médicos no lograban atajar el mal y éste se agravaba. Su padre la llevó a su casa y fue quedando casi paralizada. Pero esta enfermedad le consiguió un gran bien, y fue que tuvo oportunidad de leer un librito que iba a cambiar su vida. Se llamaba "El alfabeto espiritual", por Osuna, y siguiendo las instrucciones de aquel librito empezó a practicar la oración mental y a meditar. Estas enseñanzas le van a ser de inmensa utilidad durante toda su vida. Ella decía después que si en este tiempo no hizo mayores progresos fue porque todavía no tenía un director espiritual, y sin esta ayuda no se puede llegar a verdaderas alturas en la oración.
 
A los tres años de estar enferma encomendó a San José que le consiguiera la gracia de la curación, y de la manera más inesperada recobró la salud. En adelante toda su vida será una gran propagadora de la devoción a San José, Y todos los conventos que fundará los consagrará a este gran santo.
Teresa tenía un gran encanto personal, una simpatía impresionante, una alegría contagiosa, y una especie de instinto innato de agradecimiento que la llevaba a corresponder a todas las amabilidades. Con esto se ganaba la estima de todos los que la rodeaban. Empezar a tratar con ella y empezar a sentir una inmensa simpatía hacia su persona, eran una misma cosa.

En aquellos tiempos había en los conventos de España la dañosa costumbre de que las religiosas gastaban mucho tiempo en la sala recibiendo visitas y charlando en la sala con las muchas personas que iban a gozar de su conversación. Y esto le quitaba el fervor en la oración y no las dejaba concentrarse en la meditación y se llegó a convencer de que ella no podía dedicarse a tener verdadera oración con Dios porque era muy disipada. Y que debía dejar de orar tanto.

A ella le gustaban los Cristos bien chorreantes de sangre. Y un día al detenerse ante un crucifijo muy sangrante le preguntó: "Señor, ¿quién te puso así?", y le pareció que una voz le decía: "Tus charlas en la sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa". Ella se echó a llorar y quedó terriblemente impresionada. Pero desde ese día ya no vuelve a perder tiempo en charlas inútiles y en amistades que no llevan a la santidad. Y Dios en cambio le concederá enormes progresos en la oración y unas amistades formidables que le ayudarán a llegar a la santidad.



Teresa tuvo dos ayudas formidables para crecer en santidad: su gran inclinación a escuchar sermones, aunque fueran largos y cansones y su devoción por grandes personajes celestiales. Además de su inmensa devoción por la Santísima Virgen y su fe total en el poder de intercesión de san José, ella rezaba frecuentemente a dos grandes convertidos: San Agustín y María Magdalena. Para imitar a esta santa que tanto amó a Jesús, se propuso meditar cada día en la Pasión y Muerte de Jesús, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Y en honor de San Agustín leyó el libro más famoso del gran santo "las Confesiones", y su lectura le hizo enorme bien.

Como las sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración y el enemigo del alma le aconsejaba que dejara de rezar y de meditar porque todo eso le producía aburrimiento, su confesor le avisó que dejar de rezar y de meditar sería entregarse incondicionalmente al poder de Satanás y un padre jesuita le recomendó que para orar con más amor y fervor eligiera como "maestro de oración" al Espíritu Santo y que rezara cada día el Himno "Ven Creador Espíritu". Ella dirá después: "El Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas".


Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Al principio se asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las cuales el demonio engañó con visiones imaginarias. Pero hizo confesión general de toda su vida con un santo sacerdotes y le consultó el caso de sus visiones, y este le dijo que se trataba de gracias de Dios.

Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: "No te dediques tanto a hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte con el mundo sobrenatural". En algunos de sus éxtasis se elevaba hasta un metro por los aires (Éxtasis es un estado de contemplación y meditación tan profundo que se suspenden los sentidos y se tienen visiones sobrenaturales). Cada visión le dejaba un intenso deseo de ir al cielo. "Desde entonces – dice ella – dejé de tener medio a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho". Después de una de aquellas visiones escribió la bella poesía que dice: "Tan alta vida espero que muero porque no muero".
 
Teresa quería que los favores que Dios le concedía permanecieran en secreto, pero varias personas de las que la rodeaban empezaron a contar todo esto a la gente y las noticias corrían por la ciudad. Unos la creían loca y otros la acusaban de hipócrita, de orgullo y presunción.

San Pedro Alcántara, uno de los santos más famosos de ese tiempo, después de charlar con la famosa carmelita, declaró que el Espíritu de Dios guiaba a Teresa.

La transverberación. Esta palabra significa: atravesarlo a uno con una gran herida. Dice ella: "Ví un ángel que venía del tronco de Dios, con una espada de oro que ardía al rojo vivo como una brasa encendida, y clavó esa espada en mi corazón. Desde ese momento sentí en mi alma el más grande amor a Dios".


Desde entonces para Teresa ya no hay sino un solo motivo para vivir: demostrar a Dios con obras, palabras, sufrimientos y pensamientos que lo ama con todo su corazón. Y obtener que otros lo amen también.

Al hacer la autopsia del cadáver de la santa encontraron en su corazón una cicatriz larga y profunda.

Para corresponder a esta gracia la santa hizo el voto o juramento de hacer siempre lo que más perfecto le pareciera y lo que creyera que le era más agradable a Dios. Y lo cumplió a la perfección. Un juramento de estos no lo pueden hacer sino personas extraordinariamente santas.



En aquella época del 1500 las comunidades religiosas habían decaído de su antiguo fervor. Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual ayudaba mucho a la relajación. Por ejemplo el convento de las carmelitas de Ávila tenía 140 religiosas. Santa Teresa exclamaba: "La experiencia me ha demostrado lo que es una casa llena de mujeres. Dios me libre de semejante calamidad".

Un día una sobrina de la santa le dijo: "Lo mejor sería fundar una comunidad en que cada casa tuviera pocas hermanas". Santa Teresa consideró esta idea como venida del cielo y se propuso fundar un nuevo convento, con pocas hermanas pero bien fervorosas. Ella llevaba ya 25 años en el convento. Una viuda rica le ofreció una pequeña casa para ello. San Pedro de Alcántara, San Luis Beltrán y el obispo de la ciudad apoyaron la idea. El Provincial de los Carmelitas concedió el permiso.

Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento general y el superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no era mujer débil como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos en el palacio del emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este quedó encantado de la personalidad de la santa y de las ideas tan luminosas que ella tenía y ordenó que no la persiguieran más. Y así fue llenando España de sus nuevos conventos de "Carmelitas Descalzas", poquitas y muy pobres en cada casa, pero fervorosas y dedicadas a conseguir la santidad propia y la de los demás.



Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los Carmelitas descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835 conventos en el mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490 conventos.

Por orden expresa de sus superiores Santa Teresa escribió unas obras que se han hecho famosas. Su autobiografía titulada "El libro de la vida"; "El libro de las Moradas" o Castillo interior; texto importantísimo para poder llegar a la vida mística. Y "Las fundaciones: o historia de cómo fue creciendo su comunidad. Estas obras las escribió en medio de mareos y dolores de cabeza. Va narrando con claridad impresionante sus experiencias espirituales. Tenía pocos libros para consultar y no había hecho estudios especiales. Sin embrago sus escritos son considerados como textos clásicos en la literatura española y se han vuelto famosos en todo el mundo.

Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron al día siguiente, el 15 de octubre. ¿Por qué esto? Porque en ese día empezó a regir el cambio del calendario,  cuando el Papa añadió 10 días al almanaque para corregir un error de cálculo en el mismo que llevaba arrastrándose ya por años.