lunes, 16 de septiembre de 2024

16 de octubre fiesta de Santa Margarita María de Alacoque.




Religiosa de la Orden de la Visitación. Apóstol de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, nació en Hautecour, Francia, el 22 de julio de 1647; murió en Paray-le-Monial, el 17 de octubre de 1690.

Sus padres, Claude Alacoque y Philiberte Lamyan, se distinguían menos por sus posesiones temporales que por su virtud, lo que les daba una posición honorable. Desde su tierna infancia Margarita mostró intenso amor por el Santísimo Sacramento, y prefería el silencio y la oración a las diversiones infantiles.

Después de su primera Comunión a la edad de nueve años, ella practicaba en secreto severas mortificaciones corporales, hasta cuando la parálisis la confinó a la cama por cuatro años. Al final de este período, habiendo prometido a la Santísima Virgen consagrarse a la vida religiosa, fue instantáneamente restaurada a perfecta salud. 

La muerte de su padre y la injusticia de un pariente sumió a la familia en la pobreza y la humillación, después de lo cual más que nunca encontró Margarita consuelo en el Santo Sacramento, y Cristo la hizo sensible a su presencia y protección.

Cuando Margarita tenía diez y siete años, la propiedad de la familia fue recuperada, y su madre le imploró establecerse en el mundo. Su ternura filial le hizo creer que su promesa de la infancia no le obligaba, y que podría servir a Dios en casa mediante penitencia y caridad con los pobres. 

Luego, aún sangrante de sus austeridades auto-impuestas, comenzó a disfrutar del mundo. Una noche a su regreso de un baile, tuvo una visión de Cristo como estaba El durante el azotamiento, reprochándole por su infidelidad después de que El le había dado tantas pruebas de Su amor. Durante toda su vida, Margarita llevó luto por dos faltas cometidas en esa época – el uso de algunos adornos superfluos y una máscara en el carnaval para complacer a sus hermanos. El 25 de mayo de 1671, ingresó al Convento de la Visitación en Paray-le-Monial, donde fue sometida a muchas pruebas para comprobar su vocación, y en noviembre de 1672, pronunció sus votos definitivos. 

Ella tenía una constitución delicada, pero estaba dotada con inteligencia y buen juicio, y en el claustro escogió para sí misma lo que era más repugnante a su naturaleza, haciendo de su vida una de inconcebibles sufrimientos, los cuales a menudo eran aliviados o instantáneamente curados por nuestro Señor, quien actuaba como su Director, se le aparecía frecuentemente y conversaba con ella, confiándole la misión de establecer la devoción a Su Sagrado Corazón. 

Estos extraordinarios sucesos atrajeron sobre ella la crítica adversa de la comunidad, que la trataba como una visionaria, y su superiora le ordenó vivir la vida común. Pero su obediencia, su humildad, y su invariable caridad hacia aquellas que la perseguían, finalmente prevalecieron, y su misión, llevada a cabo en el crisol del sufrimiento, fue reconocida aún por quienes habían mostrado hacia ella la más implacable oposición.


 María Margarita fue inspirada por Cristo para establecer la Hora Santa y orar postrada con el rostro en tierra desde las once hasta la medianoche en la víspera del primer Viernes de cada mes, para participar en la tristeza mortal que El soportó cuando fue abandonado por Sus Apóstoles en Su Agonía, y para recibir la Sagrada Comunión en el primer Viernes de cada mes. 

En la primera gran revelación, El le hizo saber su ardiente deseo de ser amado por los hombres y Su designio de manifestar Su Corazón con todos Sus Tesoros de amor y misericordia, de santificación y salvación. El designó el Viernes siguiente a la octava de la fiesta de Corpus Christi como la fiesta del Sagrado Corazón; El la llamó “la Amada Discípula del Sagrado Corazón”, y la heredera de todos Sus tesoros. 

El amor del Sagrado Corazón era el fuego que la consumía, y la devoción al Sagrado Corazón es el estribillo de todos sus escritos. En su última enfermedad rehusó todo paliativo, repitiendo frecuentemente: “Lo que tenga yo en el cielo y lo que desee yo en la tierra, eres sólo Tú, Oh mi Dios”, y murió pronunciando el Santo Nombre de Jesús.

La discusión sobre la misión y virtudes de María Margarita continuó durante años. Todas sus acciones, sus revelaciones, sus máximas espirituales, sus enseñanzas respecto a la devoción al Sagrado Corazón, de la cual ella era la principal exponente así como el apóstol, fueron sometidas al más severo y minucioso examen, y finalmente la Sagrada Congregación de ritos emitió voto favorable sobre las heroicas virtudes de esta sierva de Dios. 

En marzo de 1824, León XII la declaró Venerable, y el 18 de septiembre de 1864 Pío IX la declaró Beata. Cuando su tumba fue canónicamente abierta en Julio de 1830, tuvieron lugar dos curaciones instantáneas. 

Su cuerpo incorrupto, reposa bajo el altar de la capilla en Paray-le-Monial, y muchos favores destacados han sido obtenidos por peregrinos atraídos hacia ese lugar de todas partes del mundo. 

Su fiesta se celebra el 17 de octubre. Santa Margarita María fue canonizada por Benedicto XV en 1920.

En el año 2019 tuve la dicha de visitar el lugar de las apariciones y estar frente a los restos de Santa Margarita María de Alacoque, comparto con ustedes algunas imágenes de esa viaje de oración y paz.


 



 

domingo, 15 de septiembre de 2024

15 de septiembre conmemoración de la VIRGEN DE LOS DOLORES.



Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.
Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.

Un poco de historia

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.
Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.
Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

¿Qué nos enseña la Virgen de los Dolores?

La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.
Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.
Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.


Son siete los dolores de la Virgen:

1. Presentando a Jesús en el Templo.
2. Huyendo a Egipto.
3. Buscando a Jesús.
4. Viendo a Jesús camino al Calvario.
5. Viendo a Jesús Crucificado.
6. Estando al pie de la Cruz con el cuerpo de Jesús en sus brazos.
7. Dejando sepultado el cuerpo de Jesús.










sábado, 14 de septiembre de 2024

14 de septiembre fiesta de la EXALTACIÓN DE LA CRUZ.



Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.
Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.
El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.

Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.
La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.
Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).
En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.
Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.

"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

jueves, 12 de septiembre de 2024

12 de Septiembre fiesta del DULCE NOMBRE DE MARÍA.






Ha sido Lucas en su evangelio quien nos ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo "Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.

Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.

En el Cantar de los Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la mirra. "Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la mirra". "He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura". Los Magos regalan mirra a María como ofrenda de adoración. "Y entrando a la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra". La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.

EL NOMBRE Y LA MISION.

En la Historia de la Salvación es Dios quien impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión importante. A Simón, Jesús le dice: "Tú te llamas Simón. En adelante te llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi Iglesia". María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios, y, sin embargo, no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el nombre que tenía, y cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en las condiciones más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo. Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a toda la humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga. María fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.






miércoles, 11 de septiembre de 2024

11 de septiembre fiesta de San Juan Gabriel Perboyre.


Nació en Puech (Francia) en 1802. Desde temprana edad se manifestó su vocación y su destino. Frecuentaba las iglesias del lugar y, al parecer, uno de los sermones que escuchó le impresionó de tal manera que anheló desde aquel instante ser misionero y sufrir el martirio.
Poco después de cumplir quince años de edad ingresó en la congregación de san Vicente de Paul. En el transcurso del noviciado manifestó una conducta ejemplar; dedicaba todo el tiempo libre al estudio de los textos sagrados, la penitencia y la oración. A partir de 1823 insistió ante sus superiores en el deseo de dedicarse a las misiones de China.
En aquel tiempo el territorio de dicho país estaba vedado a los sacerdotes cristianos. Aquel que fuera descubierto tenía por delante la cárcel, las torturas y la muerte. Y aunque a Juan Gabriel Perboyre no le arredraba esta perspectiva, sus superiores no le otorgaron el ansiado permiso.

Después de cursar brillantemente los estudios de teología, se lo destinó como profesor al seminario de Saint-Flour. Tanto sobresalió en esta tarea, que años después, en 1832, fue designado subdirector del noviciado que los lazaristas tenían en París. Doce años tuvo que esperar para ver cumplidos sus deseos. En 1835 partió para Macao. Durante cuatro meses se aplicó al estudio del idioma chino, en el que alcanzó sorprendentes progresos con rapidez. Tuvo que disfrazarse y vestir a la usanza de los naturales del país; se hizo rapar la cabeza y se dejó crecer la coleta y los bigotes.
Le destinaron la misión de Honán. En el ejercicio de esta actividad se dedicó preferentemente a la salvación de los niños abandonados, de los que había gran número; los recogía, los alimentaba y educaba, instruyéndolos como podía en la doctrina. Viajaba a pie, a veces en lentos carros tirados por bueyes. Muchas veces se quedó sin comer, pasando las noches al descubierto, padeciendo el frío, el viento y la lluvia que lo calaba hasta los huesos; pero siempre con alegría, respirando el aire de la libertad, de la vocación conseguida y realizada, con la sangre ardiendo en el sacrificio y en la fe.

Dos años después fue enviado a la provincia de Hupeh, que sería el lugar de su martirio. En el año 1839 había irrumpido un violento brote de persecución. Por orden del gobernador la misión fue ocupada por las tropas. Los padres lazaristas que lograron escapar anduvieron errantes al sur del Yang-Tse Kiang, por los montes y las plantaciones de té y algodón. Deshecho de cansancio, Juan Gabriel Perboyre se detuvo en una choza, ocupada por un chino convertido que lo recibió con amabilidad. Mientras nuestro santo dormía, aquél lo delató a un mandarín, recibiendo en pago treinta monedas de plata. De aquí en más, el padre Perboyre recorrió un itinerario de sufrimientos. Fue llevado interminablemente de tribunal en tribunal, siendo azotado, escarnecido y torturado, puesto en prisión junto a malhechores comunes; con hierros candentes grabaron en su rostro caracteres chinos, pero fracasaron al querer que pisoteara un crucifijo.
Al año de ser capturado se dio fin a su martirio, en la capital, Wuchangfú, ahorcándolo en un madero con forma de cruz, el 11 de septiembre de 1840, junto con el padre Francisco Regis Clet, lazarista como él, después también beatificado.



Tuve la gracia de Dios de poder estar en París frente a sus restos y rezar por todos los misioneros del mundo que tan valientemente arriesgan su vida a diario para predicar el Evangelio. Comparto con ustedes algunas fotos de sus reliquias.