Una
orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola. Llamada por él “La Compañía
de Jesús” para indicar su verdadero jefe y su espíritu militar, el título fue
latinizado como “Societas Iesu” en la Bula de Paulo III que aprobaba su
creación y la primera fórmula de su Instituto (Regiminis militantis ecclesia”,
27 de Septiembre de 1540).
El término “Jesuita” (con origen en el Siglo XV, que
significaba alguien que usaba demasiado frecuentemente o se apropiaba el nombre
de Jesús) fue aplicado al principio como reproche a la Compañía (1544-52), y
nunca fue empleado por su fundador, aunque miembros y amigos de la Compañía
aceptaron con el tiempo el nombre en su buen sentido.
La Compañía figura entre
los institutos religiosos como una orden mendicante de clérigos regulares, esto
es, un cuerpo de sacerdotes organizados para el trabajo apostólico, siguiendo
una regla religiosa, y contando para su sostenimiento con limosnas [Bulas de
Pío V, “Dum indefessae”, de 7 de Julio de 1571; de Gregorio XIII, “Ascendente
Domino” (vid.), de 25 de Mayo de 1585].
Como
se ha explicado en el artículo “Ignacio de Loyola”, el fundador comenzó su
propia reforma, y el alistamiento de seguidores, totalmente poseído por la idea
de la imitación de Cristo, y sin ningún plan para una orden religiosa ni
propósito de atender a las necesidades de la época.
Inesperadamente impedido de
llevar a cabo esta idea, ofreció sus servicios y los de sus seguidores al Papa,
“Cristo en la Tierra”, quien en seguida le empleó en cuantas tareas eran más
apremiantes en ese momento.
Fue sólo después de esto y justo antes de que sus
compañeros empezaran a marchar por encargo del Papa a diversos países, cuando se
tomó la resolución de crear una orden, y cuando Ignacio fue encargado de
redactar unas Constituciones.
Esto lo hizo lenta y metódicamente, introduciendo
primero reglas y costumbres y viendo cómo funcionaban.
No
las codificó durante los primeros seis años. Luego se dieron tres años para
formular leyes, cuya sabiduría hubiera sido probada por la experiencia. En los
últimos seis años de la vida del Santo las Constituciones así compuestas fueron
finalmente revisadas y puestas en práctica en todas partes.
Esta secuencia de
acontecimientos explica de una vez cómo la Compañía, aunque dedicada al
seguimiento de Cristo, como si no hubiera otra cosa de qué preocuparse en el
mundo, está también excelentemente adaptada a las necesidades del momento.
Empezó a atenderlas antes de comenzar a legislar, y su legislación fue la
codificación de aquellas medidas que habían sido probadas por la experiencia
como aptas para preservar su previo principio religioso entre hombres
efectivamente dedicados a los requerimientos de la Iglesia en tiempos no
diferentes de los nuestros.
La
Compañía no se fundó con la finalidad confesada de oponerse al Protestantismo.
Ni las cartas papales de aprobación, ni las Constituciones de la orden
mencionan esto como objeto de la nueva fundación.
Cuando Ignacio empezó a
dedicarse al servicio de la Iglesia, probablemente ni siquiera había oído los
nombres de los reformadores protestantes. Su plan originario fue más bien la
conversión de los mahometanos, una idea que, pocas décadas después del triunfo
final de los cristianos sobre los moros en España, debe haber atraído con
fuerza al caballeroso español.
El nombre de “Societas Iesu” había sido llevado
por una orden militar aprobada y recomendada por Pío II en 1450, cuya finalidad
era luchar contra los turcos y ayudar a extender la fe cristiana. Los primeros
jesuitas fueron enviados por Ignacio a tierras paganas o a países católicos; a
países protestantes sólo por petición especial del Papa y a Alemania, la cuna
de la Reforma, a solicitud urgente del embajador imperial.
Desde el mismo
principio las labores misioneras de los jesuitas entre los paganos de la India,
Japón, China, Canadá, América Central y del Sur fueron tan importantes como su
actividad en países cristianos. Como el objeto de la Compañía era la
propagación y refuerzo de la fe católica en todas partes, los jesuitas se
esforzaron naturalmente en contrarrestar la extensión del Protestantismo.
Se
convirtieron en el principal instrumento de la Contrarreforma; la reconquista
de Alemania del sur y del oeste y Austria para la Iglesia, y la conservación de
la fe católica en Francia y otros países se debieron principalmente a sus
esfuerzos.
San
Ignacio de Loyola, no les exigió a los Jesuitas un hábito especial, como el que
ya tenían otras órdenes, sino que los instaba a que vistieran el hábito de los
clérigos honestos del lugar donde estuvieran, eso sí, de color negro.
El hábito
era un instrumento más de mortificación y alejamiento de las vanidades del
mundo, teniendo siempre en cuenta que los Jesuitas trabajaban para el mundo
pero no pertenecían a él. Antiguamente usaban “bonetes” y más tarde pasó a
formar parte de su vestimenta, una faja.
En síntesis el hábito jesuita es una
sotana talar negra, con faja. En la actualidad el clergyman sustituyó a todo
esto.
3 comentarios:
por que os jesuítas usam a faixa pendurada para o lado direito, e outras ordens para o lado esquerdo?
Hola Romano y gracias por escribir, la verdad que no te sé dar una respuesta, no tengo idea. Yo siempre supe que la faja iba a la derecha, pero trataré de averiguarlo. Bendiciones.
Grato Daniel.
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