"Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!
Jesús,
el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, nos ha nacido. Ha nacido en Belén de
una virgen, cumpliendo las antiguas profecías. La virgen se llama María, y su
esposo José.
Son
personas humildes, llenas de esperanza en la bondad de Dios, que acogen a Jesús
y lo reconocen. Así, el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, que
fueron corriendo a la cueva y adoraron al niño. Y luego el Espíritu guio a los
ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén, y reconocieron en Jesús al
Mesías. «Mis ojos han visto a tu Salvador – exclama Simeón –, a quien has
presentado ante todos los pueblos» (Lc 2,30).
Sí,
hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos.
A
Él, el Salvador del mundo, le pido hoy que guarde a nuestros hermanos y
hermanas de Irak y de Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los
efectos del conflicto que aún perdura y, junto con los pertenecientes a otros
grupos étnicos y religiosos, sufren una persecución brutal.
Que
la Navidad les traiga esperanza, así como a tantos desplazados, prófugos y
refugiados, niños, adultos y ancianos, de aquella región y de todo el mundo;
que la indiferencia se transforme en cercanía y el rechazo en acogida, para que
los que ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria
para sobrevivir a los rigores del invierno, puedan regresar a sus países y
vivir con dignidad.
Que
el Señor abra los corazones a la confianza y otorgue la paz a todo el Medio
Oriente, a partir la tierra bendecida por su nacimiento, sosteniendo los
esfuerzos de los que se comprometen activamente en el diálogo entre israelíes y
palestinos.
Que
Jesús, Salvador del mundo, custodie a cuantos están sufriendo en Ucrania y conceda
a esa amada tierra superar las tensiones, vencer el odio y la violencia y
emprender un nuevo camino de fraternidad y reconciliación.
Que
Cristo Salvador conceda paz a Nigeria, donde se derrama más sangre y demasiadas
personas son apartadas injustamente de sus seres queridos y retenidas como
rehenes o masacradas.
También
invoco la paz para otras partes del continente africano. Pienso, en particular,
en Libia, el Sudán del Sur, la República Centroafricana y varias regiones de la
República Democrática del Congo; y pido a todos los que tienen
responsabilidades políticas a que se comprometan, mediante el diálogo, a
superar contrastes y construir una convivencia fraterna duradera.
Que
Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito
y trata de personas, o forzados a convertirse en soldados; niños, tantos niños
que sufren abusos. Que consuele a las familias de los niños muertos en Pakistán
la semana pasada.
Que
sea cercano a los que sufren por enfermedad, en particular a las víctimas de la
epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea. Agradezco
de corazón a los que se están esforzando con valentía para ayudar a los
enfermos y sus familias, y renuevo un llamamiento ardiente a que se garantice
la atención y el tratamiento necesario.
El
Niño Jesús. Pienso en todos los niños hoy maltratados y muertos, sea los que lo
padecen antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres y
sepultados en el egoísmo de una cultura que no ama la vida; sean los niños desplazados
a causa de las guerras y las persecuciones, sujetos a abusos y explotación ante
nuestros ojos y con nuestro silencio cómplice; a los niños masacrados en los
bombardeos, incluso allí donde ha nacido el Hijo de Dios.
Todavía
hoy, su silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes. Sobre su
sangre campea hoy la sombra de los actuales Herodes. Hay verdaderamente muchas
lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.
Queridos
hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo ilumine hoy nuestros corazones, para
que podamos reconocer en el Niño Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, la
salvación que Dios nos da a cada uno de nosotros, a todos los hombres y todos
los pueblos de la tierra.
Que
el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos
corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud. Que este poder
divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de corazón de muchos hombres y
mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia, en la globalización de la
indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la
destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con
júbilo: «Nuestros ojos han visto a tu Salvador».
Con
estos pensamientos, feliz Navidad a todos".
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