En enero de 2018, el Señor
tiene otro gesto de gracia para conmigo y mi familia y es la de poder llegar a
la rue du Bac 140 de París, donde se encuentra la Capilla de la Medalla
Milagrosa, lugar en la que la Santísima Virgen se le aparece a Santa Catalina Labouré
el 18 de julio del año 1830 .
La Virgen
le revela que quiere “encargarla de una misión”, misión que le traerá muchas
pruebas: “Tendrás mucho que sufrir… Te verás atormentada por esa misión… te
contradirán…”
La humildad y sencillez de Santa Catalina, le permiten ver a esa
radiante y bella mujer en cuyo fondo pudo leer: “¡Oh María, sin pecado
concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti!” es la frase que aparecerá
luego acuñada en las medallas.
La Inmaculada Concepción sigue actuando, como en
Lourdes, para que la humanidad se convierta, rece y haga sacrificios para
salvar a las almas descarriadas.
Llegar a ese lugar, tan
sencillo, que de afuera no dice nada, porque lo primero que se ve es un pasillo
largo, en el que nos podemos encontrar con Hijas de la Caridad de distintas
nacionalidades que conversan y sonríen con todas las personas que se acercan al
lugar.
El ambiente es de paz, silencio, serenidad, oración y de peregrinaje.
Todas las razas, edades e idiomas se funden en una misma oración frente a la
imagen de la Santísima Virgen y las reliquias de San Vicente de Paúl, Santa
Luisa de Marillac (ambos fundadores de las Hijas de la Caridad) y de Santa
Catalina Labouré.
Dentro de la capilla, siempre
llena, uno ve los rostros cansados de muchas personas, de alegría de otros, de
agradecimiento y de ruego de los demás. Todo es armonía y solidaridad entre los
que estamos ahí.
La sonrisa es el idioma universal que usamos todos, porque
estar en el mismo lugar en el que la Virgen se ha aparecido, da esa serenidad y
alegría que no se puede describir.
A pesar de estar en el centro
de París, es un oasis de paz. Una experiencia que nunca olvidaré. Gracias Señor
por permitirme visitar esta casa de María.
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