Tres historias que nos harán pensar. Pasaron de tener todo a entregarse completamente a Dios y a sus hermanos.
José
Mojica
De
cantante y galán de cine a fraile franciscano.
El tenor y actor mexicano José Mojica, una de
las principales estrellas del cine hablado de los años 30, quien antes de
ordenarse como sacerdote cautivó al público tanto de este país como de Estados
Unidos por su galantería y voz, nació el 14 de septiembre de 1895.
José
vio la primera luz del mundo en San Gabriel, Jalisco. Al morir su padre
acompañó a su madre hasta la Ciudad de México, en donde estudió, primero en el
Colegio Saint Marie y después en la Academia de San Carlos.
Años
más tarde se matriculó en la Escuela Nacional de Agricultura; sin embargo, su
preparación no llegó a su fin debido a que el colegio fue cerrado a consecuencia
del movimiento revolucionario.
Este
paréntesis le sirvió para descubrir una de sus vocaciones: la ópera. En el aula
del maestro José Eduardo Pierson tomó clases de canto al mismo tiempo que en el
Conservatorio Nacional de Música.
Luego
de varios ensayos pudo mostrar su arte y talento el 5 de octubre de 1916,
cuando debutó como tenor en el Teatro Arbeu con "El barbero de
Sevilla".
Pero
su ambición no quedó ahí, ya que su anhelo era triunfar también en Estados
Unidos. Por esta razón viajó a Nueva York, en donde a la par de realizar
audiciones tuvo que trabajar como lavaplatos en un restaurante para poder
subsistir.
Tiempo
después se le presentó una oportunidad en una compañía de ópera que le dio
papeles secundarios.
Gracias
al tenor italiano Enrico Caruso, quien lo escuchó cantar, pudo iniciar una
nueva vida como cantante de ópera y opereta, ya que lo recomendó en la Compañía
de Opera de Chicago.
Mojica
completó su formación con clases de canto, danza, idiomas y actividades
deportivas: gimnasia e hipismo.
Con
el paso del tiempo se convirtió en un actor de moda y fue así como trabajó en
el Metropolitan Opera House. Cuando cantó a lado de Mary Garden "Pelleas
et Melisande", de Claude Debussy, saltó a la fama de manera espectacular.
Actuó
después en la gran ópera al lado de Amelita Galli-Cursi, Martinelli, Lilly Pons
y otras notables figuras.
Posteriormente
fue contratado en exclusiva por la firma Edison, con la que grabó numerosos
discos de varias obras operísticas y música tradicional mexicana. El
interpretar de manera frecuente estos géneros dio a Mojica celebridad y también
nuevas oportunidades en el mundo del espectáculo.
En
1930 comenzó su incursión en el cine hablado y fue precisamente en Hollywood
donde tuvo su primera oportunidad. La película en la que debutó fue "El
precio de un beso", de James Tinling y Marcel Silver, y en la que además
actuó Antonio Moreno.
Sin
embargo, sus mejores películas fueron "El rey de los gitanos" (1932);
"La cruz y la espada" (1937) y "El capitán aventurero"
(1938), estas últimas realizadas en México.
Encasillado
en el papel de galán cantante, José Mojica deleitó al público de la época,
adelantándose de ese modo a estrellas estadounidenses como Nelson Eddy o Howard
Keel.
De
las películas que rodó en Los Angeles se recuerdan "Cuando el amor
ríe" (1930), de David Howard y William J. Scully; "Hay que casar al
príncipe" (1931), de Lewis Seiler; "La ley del harem" (1931), de
Seiler; "El caballero de la noche" (1932), de James Tinling; "El
rey de los gitanos" (1933), de Frank Strayer, y "La cruz y la
espada" (1933), de Frank Strayer.
Después
de vivir ese periodo en Estados Unidos, el tenor volvió a México para rodar
"El capitán aventurero" (1938), de Arcady Boytler, que fue una
adaptación de la pieza "Don Gil de Alcalá", de Manuel Penella.
Así
mismo participó en la cinta de éxito "La canción del milagro" (1939),
de Rolando Aguilar. En 1942 viajó a Buenos Aires, Argentina, en donde
protagonizó "Melodía de América", de Eduardo Morera; en este filme es
significativa su interpretación del bolero "Solamente una vez", de
Agustín Lara.
Ese
mismo año su vida dio un cambio sustancial: Mojica ingresó al Seminario
Franciscano del Cuzco, en Perú, y adoptó el nombre de Fray José Francisco de
Guadalupe. En 1947 confirmando su anhelo religioso se ordenó sacerdote en el
Templo Máximo de San Francisco de Jesús, en la ciudad de Lima.
Sin
embargo, dicho acontecimiento no supuso el final de su trayectoria artística,
toda vez que con el objetivo de reunir fondos para la fundación de un seminario
en Arequipa, recorrió Iberoamérica dando conciertos y protagonizando espacios
radiofónicos.
Llegó
a participar en una película española "El pórtico de la Gloria"
(1953), producida por Cesáreo González y dirigida por Rafael J. Salvia, quien
además escribió el guión inspirado en un argumento del propio sacerdote.
Un
singular cancionero animó la citada película, en la que ahora el sacerdote
Mojica interpretaba composiciones de Leopoldo de la Rosa, Agustín Lara y
Ricardo Palmerín. Sin duda, un buen recordatorio de sus cualidades, muy
apreciadas por el público hispanohablante.
Tras
una vida dedicada a la música y la actuación, Fray José Francisco de Guadalupe
murió en Lima, Perú, el 20 de septiembre de 1974.
Dolores
Hart
Dolores
Hart, la actriz que eligió ser monja antes que estrella de Hollywood
En
el apogeo de su carrera, abandonó todo para seguir su vocación.
Historia de una
mujer que asombró al mundo no por sus escándalos sino por sus decisiones
1963.
Hall Wallis, el poderosísimo productor de Hollywood, está enfurecido. Frente a
él, la joven y bella estrella Dolores Hart, se niega a firmar el contrato que
le ofrece nada más y nada menos que con la Metro Goldwyn y por un millón de
dólares. Sin perder sus modales, intenta convencerla de que es una oportunidad
única, pero la joven no cambia de opinión.
El productor estalla y la amenaza:
"Firmá o te aseguro que nunca más trabajarás en Hollywood". Ante la
amenaza, la actriz se levanta y sonriente le susurra unas palabras al oído,
luego se retira de su oficina para nunca más volver.
Unos
días después, el productor sabrá que Dolores Hart una de las mejores actrices
de su generación, la primera que besó a Elvis en la ficción, filmó diez
películas, protagonizó un éxito en Broadway y está comprometida con el
multimillonario arquitecto Don Robinson, abandonó todo para entrar en un
convento de clausura. Entonces recuerda las palabras que ella le susurró:
"Dios es más grande que Elvis y Hollywood".
Dolores
Hart nació con el nombre de Dolores Hicks en 1938. Era la única hija de los
actores Bert y Harriet Hicks, que la tuvieron cuando tenían 17 y 18 años y se
divorciaron cuando cumplió 3. La niña creció en un hogar sin creencias
religiosas -tanto que cuando su abuela materna se enteró del embarazo de su
hija le sugirió abortar– y marcado por la inestabilidad.
Las vacaciones las
pasaba con su madre en California y vivía una parte del año en Chicago con sus
abuelos. Fueron ellos quienes la anotaron en la escuela católica San Gregorio,
no por convicción religiosa sino porque quedaba cerca de su casa.
En
la secundaria y en otra escuela católica, el Marymount College, descubrió que
le gustaba y mucho actuar. Comenzó la facultad y supo que buscaban una actriz
para la película Loving you. Se presentó
al casting donde debía compartir una escena con quien sería el protagonista.
Cuando lo vio le llamaron la atención dos cosas: sus patillas y que era
bellísimo. Hablaron unos minutos. Cuando volvió a su casa, sus amigas la
esperaban histéricas. ¿Trajiste un mechón de pelo? ¿Lo besaste? ¡Danos su
autógrafo!, exigían más que preguntaban.
Es que ese joven enloquecía no solo a
sus amigas, también a todas las chicas de su época. Bueno, a casi todas porque
hasta ese momento Dolores desconocía que ese muchacho que se había mostrado tan
dulce con ella era… Elvis Presley.
Dolores
y Elvis filmaron lo que durante mucho tiempo fue recordado como el beso más
largo de la historia. Duró apenas 15 segundos en pantalla pero llevó horas y
horas grabarlo. Era el primer beso de Elvis en la ficción y el primero de
Dolores en todos los aspectos.
Cada vez que sus labios se rozaban, los
protagonistas se sonrojaban ante el fastidio del director que gritaba "corten,
corten" y ordenaba volver a grabar. Entre escena y escena, Elvis la invitó
a salir, pero ella se negó. "No mezclo trabajo con placer y mañana me
levanto muy temprano", argumentó.
La
película con Elvis fue un éxito y al año siguiente, en 1958 la dupla se repitió
en King Creole. Siguieron otras películas como Where the boys are y Lisa. En
los estudios conoció actores increíbles que además eran sensuales y atractivos
como Marlon Brando, Montgomery Clift y Warren Beatty.
En
1959, interpretó en Broadway, The Pleasure of his Company que permaneció nueve
meses en cartel. La actriz estaba feliz pero agotada. Necesitaba urgente
descansar pero no sabía dónde.
Una amiga le dijo que conocía un sitio
tranquilo, rodeado de naturaleza, ignorado por los paparazzis y donde el
silencio era regla. ¿Dónde está ese paraíso?, preguntó. Ese "paraíso"
quedaba en Connecticut apenas a dos horas de Nueva York y se llama Regina
Laudis. Solo había un pequeño detalle, no era un hotel sino un convento de
monjas de clausura.
Pese
a su resistencia inicial, Dolores se animó a ir, le aseguraban tranquilidad y
buena comida así que tan malo no sería. Ese fin de semana compartió vida y
tiempo con las monjas, participó en sus momentos de oración, las observó
trabajar en el huerto, y respetó sus silencios.
Cada vez que las monjas unían
sus voces en el canto gregoriano sentía una emoción tan profunda como nueva.
Feliz y conmovida pidió hablar con la madre superiora. Preocupada le planteó
que a veces temía involucrase sexualmente con sus compañeros de set o tener
pensamientos "inapropiados". Lejos de escandalizarse y sobre todo
condenarla, la superiora lanzó una carcajada: "La castidad no impide
apreciar la belleza que Dios creó.
Trabajás con hombres bellísimos y sos una chica,
cómo no vas a fantasear con ellos". Cuando llegó el momento de partir,
Dolores quiso quedarse un poco más, pero la madre superiora le aseguró "no
es tu tiempo".
Dolores
volvió a Hollywood, siguió actuando, filmando, firmando autógrafos. Conoció a
Juan XXIII el Papa bueno, rodó cuatro películas más y afianzó su noviazgo con
Don Robinson, un brillante y millonario arquitecto.
Pero cada vez que deseaba
escapar del torbellino de las filmaciones volvía a la abadía Regina Laudis. En
ese lugar encontraba una paz absoluta y profunda, una paz inexplicable porque
como ella se preguntaba, ¿cómo se explica a Dios?
Al
cumplir los cinco años de noviazgo con Don, la pareja se comprometió. Ella
quería algo íntimo, pero la noticia trascendió tanto que Edith Head, la diseñadora
más importante de Hollywood, le realizó un vestido de novia. Don comenzó a
trabajar en la futura casa que compartirían mientras los productores la
apremiaban con la fecha de casamiento para enviar las participaciones. Sin
embargo, algo en su mirada reflejaba que su corazón andaba por otros rumbos.
Don
lo supo la tarde que Dolores se acercó con una carta en su mano. La madre
abadesa le decía que si deseaba entrar al convento, ahora sí estaba preparada.
Don sintió que su mundo se derrumbaba, no intentó luchar por su amada ni
convencerá de cambiar su decisión. Es que, ¿cómo no rendirse si el que
conquistó el corazón de tu novia no es Elvis ni Marlon Brando sino el mismísimo
Dios?
Fue
así como a los 24 años, en la cumbre de su gloria, Dolores Hart por elección y
vocación abandonó los focos de las cámaras para iniciar una vida de clausura
junto a las hermanas benedictinas. La decisión provocó la furia de algunos y la
incredulidad de casi todos. Hasta su mejor amigo, el padre Doody, le aseguro
que estaba loca y que era un delirio lo que deseaba hacer.
Nada sin embargo la detuvo, en junio de 1963,
la joven estrella vestida de novia entró al convento. La belleza y la serenidad
de su mirada mostraban y demostraban que una fuerza misteriosa –que los
creyentes llaman fe- la guiaba. se hizo pública su decisión de dejarlo todo
para convertirse en monja.
Más tarde explicó que todo cambió durante el rodaje
de Francisco de Asís, en la que interpretó a Santa Clara de Asís. A causa de
esta película tuvo un encuentro con el Papa San Juan XXIII en Italia, y se dio
el siguiente diálogo:
–
Dolores: “Soy Dolores Hart, la actriz que interpreta a Clara”.
–
San Juan XXIII: “No, usted es Santa Clara de Asís”.
Cuando
sus fans y amigos se enteraron de la noticia, quedaron en estado de shock y
algunos se enojaron con ella. Ella
cuenta que “Hasta mi mejor amigo que era un sacerdote, el Padre Doody, me dijo
‘estás loca, estás absolutamente loca para hacer esto’”
Un
amigo le escribió cartas airadas durante años después de que ella se unió al
convento, intentando disuadirla de que estaba desperdiciando su vida. ¿La
respuesta de Hart?
“Si
hubieras oído lo que yo he oído, seguro vendrías tú también”.
Los
primeros tiempos en el claustro no fueron fáciles. Pasó del glamour de
Hollywood a trabajar en la huerta y compartir el baño con otras diez personas.
Le costó dejar su vida, sentía que se había lanzado desde un piso 20 para
estrellarse de traste en el suelo. Sin embargo, experimentaba una paz interior
profunda y serena, esa que según aseguran los creyentes solo se obtiene
"cuando se cumple la voluntad de Dios".
Desde
entonces Dolores permanece en el convento. Sus días transcurren entre oraciones
y el trabajo en la huerta. Las religiosas que al principio la miraban con
desconfianza, la eligieron su Madre superiora. Era frecuente ver a Maria Cooper
–hija de Gary Cooper– Paul Newman y Patricia Neal visitarla cuando buscaban
algo de paz. Durante 47 años y hasta su
muerte Don siguió encontrándose con esa mujer a la que él siguió amando tanto
como ella amaba a Dios.
En
2012, las luces del espectáculo volvieron a iluminarla por un rato. Es que la
hermana Dolores rompió por un rato la clausura para asistir a la ceremonia de
los Óscar, para la presentación de un documental sobre la historia de su
vocación.
"Nunca
dejé Hollywood porque pensara que fuera un lugar de pecado, solo tenía otra
vocación" contestaba a los periodistas que en plena alfombra roja le
preguntaban por qué eligió ser religiosa. "Simplemente descubrí que
trabajar en el cine me daba mucho menos felicidad que la que vivía en el
convento", agregaba.
Para las personas de fe, Dolores Hart es alguien que
sintió el llamado de Dios y lo siguió. Pero para todos, incluso los que nos
cuesta creer o los que nos definimos agnósticos, Dolores es una mujer que
simplemente descubrió un lugar donde se sentía plena, serena y profundamente
feliz.
Edita
Majić
Cuando
Edita Majic, una actriz de teatro y cine, interrumpió bruscamente su exitosa
carrera en 2004 y decidió ingresar al monasterio de San José de las carmelitas
descalzas de Ávila, España, que conmocionó al público. Su decisión de dedicar
su vida a la fe y a Dios en un monasterio en el que no tenía calefacción en la
habitación o agua caliente, dormía en una celda, practicaba la pobreza y la
oración, estaba sorprendida por todo.
Ella
nació en Split – Croacia en el año 1970. Comenzó a estudiar pintura en la
Academia de Pedagogía de Split y luego pasó a la Academia de Arte Dramático
donde se enamoró de la actuación. Su primer gran papel fue en la obra de teatro
“Salomé”.
Luego recibió el premio a la mejor actriz joven croata por su papel
de Rebecca en la exitosa obra “Bitter, Bitter Moon”. Luego incursionó en el
cine donde recibió premios por las películas “Gato Negro” y”Kerempuh”. Su
último trabajo como actriz fue una serie francesa de dibujos animados llamada
“Mi pequeño querido planeta”.
En
abril de 2004 se retiró del mundo y se fue al monasterio de San José en la
ciudad española de Ávila, donde se convirtió en una monja carmelita.
Sor Edith
María de la Cruz (Edita) vivió el postulantado durante seis meses y luego tomó
el hábito marrón característico de las monjas Carmelitas, haciendo así sus
votos temporales por tres años. Luego hizo sus votos religiosos perpetuos y
recibió el velo negro de religiosa.
Sobre
su vocación ella dice lo siguiente:
“Desde
la perspectiva actual, puedo decir que antes no sabía que quien me llevaba a
través de la vida era Dios. Sin embargo, era Él. En todas las situaciones de mi
vida, en toda mi búsqueda estaba Él. Su presencia estaba allí y Él estaba
conmigo y me guiaba. Pero en aquel entonces no lo conocía ni sabía que estaba
presente. En el fondo sentía un deseo de aprender de la creación, del arte, de
la belleza, el amor, la verdad. Es decir, todos estos mis caminos eran en
realidad una búsqueda de Él. Al final, supe que lo buscaba a Él porque en Dios
encontré la respuesta a todas mis preguntas”.
Padre Joe Fitzgerald
Pasó
de ser atleta olímpico a sacerdote director de vocaciones.
El
director de vocaciones de la diócesis de Rockville Centre en Nueva York
(Estados Unidos), P. Joe Fitzgerald, fue un atleta que compitió en los Juegos
Olímpicos de Atlanta 1996, pero que hoy se dedica a guiar a aquellos que han
sentido el llamado al sacerdocio.
En
diálogo con el National Catholic Register, el P. Fitzgerald aseguró que
participar en las olimpiadas le generó gran emoción, pero era imposible
compararlo con el sacerdocio.
“Estoy
muy feliz con la decisión que tomé. En mi partido final de balonmano marqué
ocho goles y nunca miré atrás. Estoy totalmente en paz con haber dejado el
deporte y buscar el sacerdocio. Hay algo en mi vocación que nunca podría haber
logrado con el balonmano o en cualquier otro deporte”, aseguró.
“La
vida de un sacerdote, bien vivida, es muy satisfactoria porque el sacerdocio
es, como decía San Juan María Vianney, el amor del corazón de Jesús”, agregó.
Con
respecto a la preparación que deben tener los atletas que participarán en las
Olimpiadas Río 2016 explicó que a pesar de todo el trabajo realizado, “las
prácticas, las pruebas y las medallas no definen quiénes son. Su más grande
título, sin importar las medallas que puedan ganar, es ser un hijo de Dios.
Sabiendo esto, deben competir, no para su propia gloria, sino para la gloria de
Dios”.
“Me
hubiera gustado haber entendido esto mucho antes, pero tomé demasiado en serio
el deporte y a mí mismo”, agregó.
El
P. Fitzgerald formaba parte del equipo de balonmano de Estados Unidos junto a
su hermano Thomas. Viajaron a decenas de países para las competencias y
regresaron a casa tras participar en el escenario deportivo más grande del
mundo en Atlanta 1996.
Antes
de entrar en el Seminario de la Inmaculada Concepción en el año 2001, el P.
Fitzgerald se desempeñó como ministro de la juventud en la parroquia Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro en Lindenhurst (Nueva York).
“Fue
durante un servicio de adoración eucarística cuando se hizo tan clara la
vocación sacerdotal que no era suficiente hablar de ser un seguidor de Cristo;
tuve que serlo verdaderamente”, expresó.
El
P. Fitzgerald fue ordenado el 9 de junio de 2007, y ahora, como director de
vocaciones busca “animar a otros hombres a compartir esta vida de generosidad y
amor que permite el sacerdocio”.
“Los
31 hombres valientes que estudian para nuestra diócesis es el número más grande
que hemos tenido en 30 años, y probablemente será más grande aún, cuando los
hombres estén más abiertos a lo que Dios tiene reservado para ellos”, agregó el
sacerdote.
El
presbítero considera que el primer paso esencial para escuchar la llamada de
Dios es “apagar la tecnología” y entrar en "una cultura de silencio".
“No
podemos rezar bien o incluso pensar bien cuando el ruido distrae nuestra
atención a cada paso. Es muy fácil que nuestro tiempo se sature de todo tipo de
información inútil que nos impide entrar en un diálogo con Dios”, aseguró.
En
su opinión, la relación de una persona con Dios debe ser “reforzada por la
Eucaristía, las Sagradas Escrituras y la adoración eucarística”.
Finalmente
dijo que se debe estar cerca de aquellos que viven la vocación que uno está
considerando. “Hay que ver de cerca lo que es aquella posible vocación, en mi
caso fue estar cerca de los sacerdotes y ver lo que hacían diariamente en la
Iglesia”, resaltó.
Padre Philip
Mulryne O.P.
De
futbolista a sacerdote: jugó en el Manchester United y en su Selección, pero
decidió dedicar su vida a la religión.
Philip
Mulryne se codeó con grandes estrellas, pero tras retirarse optó por una vida
espiritual y hasta hizo votos de pobreza, obediencia y castidad.
Como
futbolista profesional, Philip Mulryne tuvo una destacada carrera: debutó en
1997 en el Manchester United, brilló en el Norwich de la Premier League y se
convirtió en una pieza clave de la selección de Irlanda del Norte durante
varios años. Sin embargo, tras su retiro en 2009, optó por un camino poco
acostumbrado para los deportistas.
El
ex jugador fue ordenado sacerdote de la orden dominicana de la iglesia católica
en Dublin. Mulryne decidió alejarse de los flashes, de la fama y del dinero
para dedicar su vida a la religión. Su cambio ha sido radical: el voto de
pobreza también es parte de su nuevo camino.
Cuando
tenía 14 años, en su Belfast natal, Mulryne jugaba para el equipo de fútbol de
su parroquia. Allí fue descubierto por un enviado del Manchester United, quien
lo invitó a hacer una prueba para "Los Diablos Rojos". El joven quedó
y, tiempo más tarde, firmó su primer contrato para hacer su debut como
profesional en 1997.
Pero
el mediocampista estaba relegado por grandes figuras de aquel tiempo como David
Beckham, Paul Scholes, Andy Cole y Ole Gunnar Solskjaer. Debido a la gran
cantidad de estrellas que tenía el United, no pudo tener continuidad y fue
transferido al Norwich City.
Sus
buenas actuaciones le valieron la convocatoria a la Selección mayor de Irlanda
del Norte, donde jugó 27 partidos y marcó tres goles. Sobre el final de su
carrera, pasó por otros equipos como Cardiff City, Leyton Orient y King's Lynn.
En su mejor momento, llegó a firmar contratos por 600 mil libras al año.
Tras
retirarse en el 2009, a los 31 años, Mulryne comenzó su camino religioso.
Ingresó en el seminario de San Malaquías en Belfast y estudió filosofía. Luego,
se trasladó al Pontificio Colegio Irlandés, en Roma, para formarse en teología.
Fue en ese momento cuando decidió dedicarse por entero a lo espiritual y se se
unió a los dominicanos y tras varios años de estudio, fue ordenado sacerdote en
una misa multitudinaria.
Akiko
Tamura
Cómo
una prestigiosa médico cirujana acabó siendo carmelita descalza en España
Akiko
Tamura había salvado vidas en el quirófano. Durante años ejerció como cirujano
del tórax, pero en su interior sabía que Dios le pedía más. A pesar de estar
feliz con su vida y su profesión, desde que hizo la primera comunión supo que
el Señor le pedía todo.
Al
principio “la idea de ser carmelita descalza me parecía una auténtica
payasada”, pero Dios le hizo ver que, con 37 años, la quería en el Convento del
Buen Pastor que esta congregación tiene en Zarautz, Guipúzcoa en España.
El
padre de Akiko, de origen japonés, se convirtió al catolicismo del budismo
sintoísta gracias a la oración de su madre, católica y española.
“Cuando
mi padre se bautizó, sus hermanas –mis tías- cuentan que cambió a mucho mejor.
Había encontrado a Dios”, explica.
Cuando
Akiko tenía cinco años le diagnosticaron a su abuela, que vivía en Tokio,
cáncer de ovario terminal. Junto con su padre y un hermano viajaron para estar
con ella en los últimos momentos.
“Cuando
mi abuela estaba muriendo pidió ser bautizada y fue mi padre quien lo hizo.
Después ella murió. Ese momento me impactó mucho. Después me contaron que
durante su enfermedad, mi abuela tuvo un crucifijo y una estampa de San
Josemaría debajo de su almohada”.
Akiko
nació en Madrid y decidió estudiar medicina en la Universidad de Navarra en
España, aunque su sueño era cursar la carrera en Estados Unidos, pero consideró
que entre sus prioridades estaba discernir qué quería Dios de ella.
Terminó
la carrera y comenzó a preparar el MIR, un examen final que los estudiantes de
medicina deben realizar en España para comenzar a trabajar como Médico Interno
Residente en un hospital y en una especialidad que se le asigna según la
calificación en ese examen.
“Durante
el tiempo de preparación al examen MIR viví en una residencia con las
adoratrices, ese fue mi primer contacto con la vida religiosa. Aunque nunca
pensé que acabaría siendo monja y menos de clausura”.
Comenzó
a trabajar como cirujana torácica en Madrid y durante todo ese tiempo “rezaba a
Dios para que me hiciera ver qué quería de mí”.
Durante
los años de discernimiento, Akiko asegura que de una manera u otra le han
acompañado la imagen del Jesús de la Divina Misericordia y la Virgen de
Medjugorje.
Intentó
leer a Santa Teresa de Jesús para acercarse a la realidad de las carmelitas ya
que poco a poco esa idea iba tomando forma en su mente y en su corazón, pero
desistió de leer a la mística.
Mientras
tanto, “me encontraba a pacientes a los que le había salvado la vida y pensaba
que ahí era donde Dios me quería”.
Hasta
que un Jueves Santo, mientras conducía estaba rezando el rosario y le volvió a
preguntar a Dios “¿qué quieres de mí?”. “En ese momento supe que era ser
carmelita descalza. Tuve una profunda paz de saber que estaría cantando para
Dios como un pajarito y que Dios estaría siempre conmigo”.
Durante
los oficios del Jueves Santo, Akiko no podía parar de llorar al repetir “Jesús
fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz”.
En
abril de 2012 comunicó a su familia su decisión y en agosto de ese año entró en
el Convento del Buen Pastor de Zarautz, en Guipúzcoa, (España), desde allí
asegura que “si dejas que Dios entre en tu vida se producen milagros en ella.
Yo cada mañana pienso y me digo: Soy carmelita, soy feliz y soy libre y no lo
cambiaría por nada del mundo”.
1 comentario:
Qué experiencias más conmovedoras
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