Esta imagen de Santa Bernadette Soubirous o más conocida
como Bernardita de Lourdes, la he realizado con la técnica de telas encoladas y
masillas epoxídicas, y su casa final es Michigan, Estados Unidos, en la casa de
los franciscanos conventuales de esa ciudad. Es la misma técnica que se ha
utilizado para hacer la imagende Santa Inés, Madre Teresa o San Juan Pablo II,
etc., con lo que les doy la pauta de las múltiples imágenes artesanales, e
irrepetibles que se pueden hacer. ¿Cómo se hace? te lo cuento ahora por si no
leíste el anterior:
1) Se parte de un soporte (que
puede ser de alambre, madera, plástico, cartón, telgopor, etc.) En este caso es
una estructura de plástico, recubierta en telas. Se le van marcando las partes
del cuerpo. TENER EN CUENTA LAS PROPORCIONES!!!!!. Para eso te recomiendo que
veas el artículo de QUI DOCET, DISCIT (septiembre de 2011) que habla sobre las
proporciones corpóreas más comunes. Si hiciera falta, se van añadiendo pequeñas
almohadillas con algodón para darle volumen a las partes del cuerpo. Como es
una mujer, le damos un poco más las caderas y marcaremos la zona de los pechos.
Se pinta la cara y las manos. Se añade la cabeza que se fija con masilla
epoxídica. Esta estructura está fija a una base de madera barnizada.
2) Se sigue con la cabeza y las
manos Vamos pensando cómo va a ir ubicada la ropa (para esto es preciso ver
estampas para que sea más real) y las actitudes de la imagen (esto lleva
bastante tiempo). Lo bueno que poseemos fotos reales de Santa Bernardita, es
cuestión de buscarlas. Se va pensando en todos los detalles que se le quieren
hacer (ubicación de las manos, de los pies, cofia, velo, etc.). Yo la haré con
las manos juntas y entre ellas un rosario.
3) Se diagrama la vestimenta de
Santa Bernardita en tela de algodón o lino (NO SINTÉTICO) y se le pasa una
mezcla de cola de carpintero, tiza, enduído y colorantes. Por lo menos 2 manos.
Dejar secar muy bien entre tela y tela, lo mismo cuando se pinta. Lo adherimos
todo muy bien al cuerpo y lo dejamos secar. Nos vamos a ayudar haciendo algún
“andamio” con palitos, hilos, alfileres, etc. Para que fragüe todo en el lugar
correcto. La secuencia es: mangas, túnica, cubre pecho, toca, cofia y velo.
Mucho cuidado al pintar, ya que estamos trabajando con negro y blanco. Siempre
recomiendo empezar por el más claro.
4) Sacar el papel adherente de la
base y seguir decorando con otros detalles (aureola, cinturón, rosario, etc.).
Retocar con pigmentos al tono las marquitas que hubiéramos dejado y todo el
perfilado es retocado para crear sombras.
RECOMENDACIÓN: procuren no agregarles demasiadas cosas a las imágenes,
traten de hacerlas lo más fiel que puedan, por eso recurran a algún buscador
para ver estampas o fotos si las hubiera como es este caso.
El paso a paso:
Una breve biografía de Santa Bernadette Soubirous:
Nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres
supremamente pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda
(nombre que ella empleará después cuando sea religiosa) pero todos la llamaban
Bernardita.
Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un
sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del
hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de
alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación
donde moraba.
En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la
dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en
invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la
enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y
falta de respiración.
Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su
vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se
cumplieron aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre, el árbol que más quiere,
más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15).
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo:
"Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las
vanidades del mundo". Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir
ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el
catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás
decía una mentira.
Un día ve unas ovejas con una mancha verde sobre la lana y
pregunta al papá: ¿Por qué tienen esa mancha verde? El papá queriendo
chancearse, le responde: "Es que se indigestaron por comer demasiado
pasto". La muchachita se pone a llorar y exclama: "Pobres ovejas, se
van a reventar".
Y entonces el señor Soubirous le dice que era una
mentirilla. Una compañera le dice: "Es necesario ser muy tonta para creer
que eso que le dijo su padre era verdad". Y Bernardita le responde: ¡Es
que como yo jamás he dicho una mentira, me imaginé que los demás tampoco las
decían nunca!
Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del
mismo año, la Santísima. Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las
apariciones las podemos leer en detalle en el día 11 de febrero.
Nuestra Señora le dijo: "No te voy a hacer feliz en
esta vida, pero sí en la otra". Y así sucedió. La vida de la jovencita,
después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y
humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan
grande que se ganó enorme premio para el cielo.
Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que
la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada.
Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a
nadie. Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros
ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia
ella las miradas.
Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda
exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos
tenían un brillo que admiraba a todos.
Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le
preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que
ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se
estremecía y a veces se echaba a llorar. "Vaya ", le decía la señora,
¡tenga valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los
visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara
ningún sacrificio.
Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que
masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el señor. alcalde le dijo: ¿Es
que la confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a
usted si le sirven lechugas en el almuerzo? "Claro que sí" ¿Y es que
lo confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde
pero no era tonta.
Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de
la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil.
Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a
punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos,
pero enseguida curó.
En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y
después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad. Cuando le
llegaban los más terribles ataques exclamaba: "Lo que le pido a Nuestro
Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para
soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la
Santísima. Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión
de los pecadores".
Uno de los medios que Dios tiene para que las personas
santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les
llegue la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos
puestos y que al hacerles la persecución piensan que con esto están haciendo
una obra buena.
Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de
religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella
hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y
continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco.
Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para
que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la
que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la
hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba
muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios: "No te haré feliz
en esta vida, pero sí en la otra".
Duró quince años de religiosa.
Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero fue tratada con
mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9 años padeció noche y
día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el
invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su
vida era un continuo sufrir.
Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que
fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por
allí. Ella repetía: "Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando
se ha visto una vez a la Santísima. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier
sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es".
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le
pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego
le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se
le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan
altísimo puesto en el cielo.
Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a
visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al
Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría
personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe: "Santo Padre, qué
atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el
Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta
pobre enferma". A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición
especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el
Santo Padre.
El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: "Yo vi la
Virgen. Sí, la vi, la vi ¡Que hermosa era!" Y después de unos momentos de
silencio exclamó emocionada: "Ruega Señora por esta pobre pecadora",
y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35
años.
A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre
inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le
pedían su ayuda. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío XI la declaró
santa.
Bernardita: tú que tuviste la dicha de ver a la Madre de
Jesús aquí en la tierra, haz que nosotros tengamos la dicha de verla y
acompañarla para siempre en el cielo.
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