Escrito por el Prof. Lic. Daniel Atapuerca
Sí, esta vez la vía dolorosa se vio replicada en todos los continentes y en todos los países. Vimos al mismo Cristo de la pasión representado por miles de enfermos, de diversas creencias, razas, edades y status sociales. Los vimos en sillas de ruedas, en camillas, tirados por el suelo. Las calles de la vía dolorosa, se transformaron en largos pasillos de hospitales, en salas de centros geriátricos, y en casas de familias. Estos Cristos del año 2020, los vimos y vemos constantemente. Siguen con sus dolores, sus penas, sus angustias. Algunas veces son rechazados y como Pilatos o Herodes, muchos dirigentes políticos, los entregan a la buena voluntad de un respirador, si lo hubiera, pero involucrándose poco o nada.
Por suerte muchas mujeres y hombres ocuparon el lugar de San Simón el Cireneo. Están ahí enjugando lágrimas y calmando dolores. Haciendo de hijos, primos, hermanos o nietos de quien camina sólo con su dolor. Esos médicos, enfermeras, agentes sanitarios, sacerdotes / religiosas, personal de maestranza de los hospitales y centros de asistencia sanitaria, supieron y saben cómo representar ese papel de ángel guardián, para aliviar el dolor de los Cristos de hoy. Sus horas de trabajo abnegado, sus riesgos de vida, sus delicadezas hacen que esta vía dolorosa sea más suave.
Las buenas mujeres que estaban junto a Jesús, hoy lo son los miles y miles de hombres y mujeres que desinteresadamente donan su tiempo y su dinero para que otros sufran menos. La labor de Caritas y de la Cruz Roja en todo el mundo, están ocupando ese rol. Vemos jóvenes ayudando a los mayores con sus quehaceres diarios, su alimentación y su compañía a diario. Skype y los audios de Whatsapp están llevando consuelo a los nuevos Cristos, procurando que no lleguen a su crucifixión, tratando de evitar los dolores de las ausencias familiares y los afectos.
Esta semana santa, extraña, rara, poco común, se seguirá transitando por varios meses más. Lamentablemente no se termina el domingo. Pero como el Señor nos da la posibilidad de no perder la capacidad de asombro, vemos como muchas personas se han convertido, han cambiado sus formas de pensar y de ser para con los demás. Ojalá salgamos fortalecidos de esta pasión mundial, que no lleguemos a la crucifixión del planeta. Dios nos de las luces necesarias para resucitar en nuestros corazones la caridad, el diálogo, el respeto para con el planeta y las otras personas.
Que renazca en nosotros la humildad, la sencillez y la prudencia. Que la solidaridad sea nuestra moneda corriente, que la vida sea respetada desde la concepción, que las personas mayores y enfermas sean nuestras prioridades y que el Señor, que ya sufrió voluntariamente por todos nosotros, nos otorgue la Paz y que su Buena Madre siempre nos guíe, nos cuide y proteja.
Feliz Pascua de Resurrección para todos nosotros.
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