Los
disparos rompían el silencio de la noche. Una silueta trataba de atravesar un
río que parecía más profundo que nunca. La mujer, cargando tres pequeños hijos,
intenta huir de la persecución de Missouri y llegar al norte de Illinois.
Comenzaba
la Guerra Civil y ella era una esclava. Con todas las fuerzas que una madre
puede reunir cuando trata de salvar a sus hijos, Martha Jane Chisley alcanza la
orilla, cae de rodillas y reza “Somos libres; nunca olvidemos la bondad del
Señor”.
Uno
de los niños, bautizado en la iglesia de San Pedro de Brush Creek de Missouri
como Augustine por su tío, había nacido hacía poco, el 1 de abril de 1854,
esclavo al igual que sus padres. Católicos y formados en la Santa fe, contaban
con un padre bueno y honesto. Peter Paul Tolton era muy querido por sus dueños,
para quienes trabajó duro. Su amos, Stephen y Savilla Elliot fueron los
padrinos de Augustine y le sostuvieron en brazos al recibir las aguas
salvíficas.
Siete años después estallaba la Guerra y el pequeño Gus, como
llamaban cariñosamente a Augustine, dormía cuando Peter susurraba a su esposa
los planes para convertirse en soldado de la Unión. Los Elliot liberaron a
todos sus esclavos y les permitieron ir donde quisieran. Llenos de fe, tras
profundos abrazos y tiernos besos se separaron para no verse más.
Charley,
Augustine y Anne no volverían a recibir las caricias de su padre ni jugarían
con él o se colgarían de sus fuertes brazos: Peter yace en una tumba sin
nombre, soñando un mundo donde sus hijos serían libres.
Cuando
los Tolton llegan a Quincy, Illinois, se encuentran con el mismo prejuicio
racial y se les condena a vivir en un barrio segregado. Esto no derrumbó la
fuerza interior de la madre, que buscó trabajo y trabajó duro para apoyar la
nueva vida que le ofrecía – con la gracia de Dios – a sus hijos. Lo primero que
hicieron fue buscar la iglesia local – San Pedro – y juntos adoraron al
verdadero Dios.
El párroco escocés, Brian McGirr, inmigrante como ellos, les
abrazó con ternura, conmovido por la devoción de la familia liberada. Invitó a
Augustine a asistir a la escuela parroquial en invierno, cuando la fábrica
permanecía cerrada.
Esta
decisión enfureció a la comunidad. Los demócratas no querían que sus hijos se
educaran con un niño negro. Los demás parroquianos hervían de resentimiento y
desprecio racial. El irlandés les entendía como nadie y, mantuvo firme su
decisión de que estudiase allí.
Con vigor predicó ante la congregación –
influida por la cultura protestante racista – hablándoles con suavidad sobre el
Padre de todos los hombres y la salvación universal, recordándoles que todo
cuánto hagamos al prójimo se lo hacemos a Dios mismo y en especial a los
menores entre nosotros. El niño continuó luego estudiando en forma privada con
los sacerdotes. El pequeño Gus creció en gracia, fuerza y altura. A los nueve años era un muchacho inteligente, alegre y brillante que agradaba a todos por su buen corazón.
Junto a sus hermanos Martha y Charley, se entregó al trabajo en una fábrica de tabaco – la Herris Tobacco Company – para ayudar a mantener a su familia. Sus patrones gustaban mucho de él por su vida virtuosa y el vigor con que se desempeñaba, dando ejemplo a sus pocos años de trabajo duro y fuerte.
El pequeño Charley murió al poco tiempo.
Los
republicanos derrotaron a los demócratas esclavistas y la Guerra Civil terminó:
los esclavos al fin eran libres.
La luz que llegaba a los Tolton y los otros
esclavos era clara, pero el pequeño Gus comprendió que todos sus hermanos
liberados tendrían muchas necesidades ahora y, en especial, llevarían una vida
difícil y llena de privaciones.
Augustine
llevaba en su sangre la fuerza idealista de su padre, pero en lugar de ir por
la vía pública o política, en él ardía el amor de Dios y la vida religiosa.
Los
Tolton eran conocidos por su vida piadosa y él no era menos: pese al duro
trabajo compartía su tiempo ayudando en la Iglesia, participando de sus
ceremonias y luego servía en la Santa Misa y se convirtió en pequeño catequista
seglar.
El formidable Padre McGirr no ignoraba la virtud de Gus ni sus
cualidades humanas.
Un
día vio a Gus rezando ante el Altar, como de costumbre, pero los penetrantes
ojos del religioso notaron algo diferente. Con caridad paterna le abordó cuando
terminaba sus oraciones. En la expresión del niño había confusión. El sacerdote
le invitó a abrir su corazón, como desde hacía tiempo deseaba que lo hiciera.
Gus, con los ojos brillando y una amplia sonrisa radiante de alegría, le
confesó que él sólo deseaba ser sacerdote y pedía con el fervor de la mujer
cananea del Evangelio.
El
Padre McGirr emprendió la tarea de convertirle en sacerdote. Gus estaba
admirado y feliz. Pero los seminarios de todo el país se negaron a aceptarle e
incluso las órdenes religiosas cerraron sus puertas ante la petición: ningún
espacio en la nación tenía antecedentes de recibir en sus miembros a un joven
negro. Gus, esclavo liberado recientemente, no dejó de rezar y pedir a los
Cielos esa gracia.
Gus
regresó a la fábrica de cigarros y trabajó muy duro. Sus patrones le dieron un
pequeño consuelo ascendiéndole. El tiempo que le quedaba lo pasaba en la
Iglesia, ayudando en la Santa Misa. Sólo su cariñosa madre y el buen Padre
McGirr conocían el secreto de su corazón, toda la tristeza que cabía en él que
se ocultaba tras su franca y contagiosa sonrisa.
El sacerdote también rezaba
sin cesar: sabía que el corazón humano era débil, que la Santa Iglesia es
intachable en su conducta con todos los hermanos y hermanas en Cristo, pero que
son los hombres los que la componen y son pecadores, tan débiles como cuanto
consientan en pecar. Él rezaba, ofrecía sacrificios y la Santa Misa. Y, sobre
todo, esperaba confiado en la Misericordia de Dios y en Su Santa Madre.
Augustine
asistió y se graduó en el Colegio San Francisco Solano – hoy Universidad Quincy
– fundada por un pequeño grupo de franciscanos alemanes.
Gus
nunca pudo estudiar en algún seminario de los Estados Unidos. Pero la luz del
Cielo le iluminó y abrió una generosa puerta en un seminario pontificio en
Roma. El 21 de febrero de 1881, Augustine Tolton tomó un barco y abandonó
América, destinado a ser luego misionero en tierras africanas.
Él amaba su
estadía en la Roma eterna y sus compañeros de seminario le amaban también,
tanto como sus profesores, que le tenían en la más alta estima. Bajo la mirada
del Papa, Gus conoció la vida libre de prejuicios raciales. Y él correspondió a
todos los favores divinos y humanos apostando todo su esfuerzo en el estudio y
oración. Se convirtió en un erudito.
Aunque había aprendido alemán en Quincy,
en la Pontificia Universidad Urbaniana y enfrentado a ser misionero necesitaba
dominar el francés y el italiano, además de un perfecto latín y griego. Por los
requisitos de la destinación probable, dominó las lenguas y culturas regionales
del África.
El
Domingo de Resurrección de 1886, con 31 años, fue consagrado sacerdote por
manos de Lucido María Cardenal Parocchi, Secretario del Santo Oficio, antigua
Inquisición. El varón de Dios le impulsó a servir a los hombres y amarles hasta
dar la vida si fuese necesario para alcanzar su salvación. Recientemente había
participado en el cónclave del Papa León XIII y poco después se le nombró
Cardenal Camarlengo.
No
fueron años de preocupación como los que marcaron su infancia. Ahora sólo le
inquietaba el destino al que sería enviado. Y la respuesta vino por donde menos
esperaba: Roma no veía problemas con que fuese enviado hacia donde venía y le
destinaron a los Estados Unidos.
En
julio de 1866, Quincy bullía de agitación: el chico negro que había dejado la
parroquia, a sus compañeros de trabajo y a sus amigos ahora regresaba revestido
de sotana negra y borde rojo. Una multitud ruidosa y alegre fue a la estación a
esperarle. Sólo un alma no se unió a la muchedumbre y se mantuvo apartada,
llorando al ver cómo su amado hijo volvía ahora hecho un sacerdote de Cristo.
Eran el ejemplo de sus padres y el ambiente católico del hogar los que dieron
ese fruto precioso y el alimento de su vocación. Visto el júbilo, sintió que
sería como un Domingo de Ramos para su hijo: hoy recibían al amigo, al erudito
abierto y generoso, piadoso y celoso del bien de las almas, que luego sería
perseguido, difamado, insultado y rechazado como el Señor mismo.
Había
hecho su primera misa pública en la iglesia de San Bonifacio en Quincy y trató
de abrir una escuela parroquial. Se unieron en su contra sacerdotes y parroquianos
(muchos de ellos de origen alemán), influidos por la cultura de la ex colonia
inglesa, los pastores protestantes negros y los prejuicios culturales para
conseguir la remoción del joven religioso.
Intentó
organizar la iglesia y escuela de San José en Quincy, pero el decano del
colegio saboteó al Padre Tolton, queriendo obligarle a que no aceptara a
feligreses blancos allí. No alcanzaron a pasar tres años desde su regreso
triunfal cuando el Padre Tolton estaba sentado en un tren nocturno, en un coche
separado para negros, rumbo a Chicago, donde se le asignó el cuidado de la
gente de su raza.
El
joven sacerdote se encomendó a la Divina Providencia y con él a la creciente
población negra de la zona más pobre del sur de la ciudad. Dirigió una sociedad
misionera – la de San Agustín – que se reunía en un sótano de la Iglesia de
Santa María. Frente a la miseria, pidió y obtuvo autorización de su Obispo para
recaudar fondos y construir una nueva iglesia. Con celo apostólico recorrió las
calles, pidió y recibió fondos más que suficientes para su parroquia.
Con
el apoyo de una filántropa, la señora Anne O’Neill y la hija de un banquero, la
iglesia de Santa Mónica fue levantada en las calles 36 y Dearborn. El santuario
de la iglesia llegó a contar con 850 feligreses. En su inicio pasó de los 30 a
los 600 fieles. El éxito entre la comunidad negra llamó la atención de la
sociedad, especialmente de la jerarquía católica. Fue llamado “el buen padre
Gus”, y era reconocido por su talento musical y la elocuente piedad de sus
sermones.
Los
periódicos comenzaron a hablar de él. Un artículo de 1893 en Lewiston Daily
Sun, escrito mientras trabajaba para establecer la iglesia de Santa Mónica
decía: “El padre Tolton (…) es un orador fluido y elegante y tiene una voz
cantante de excepcional dulzura, lo que muestra una buena ventaja en los cantos
de la Misa Mayor. No es inusual ver a muchos blancos entre su congregación”. En
1894 La Verdadera Sabiduría y Crónica Católica le describen como “infatigable”.
Más
que sólo erigir un templo, como sacerdote le preocupaban las almas de la
población afrodescendiente. Sabía que sus parroquianos eran mayoritariamente
pobres y sin educación, ex esclavos que sufría mucho más los efectos de la
depresión y la violencia. Se encaminó en especial hacia aquellos que por tantas
razones renunciaban a vivir. Como sacerdote acudió junto a ellos para
recordarles que, por la gracia de Dios, había algo que nadie, ninguna potencia
ni situación, podía arrebatarles: su fe católica.
Por
esos días un sacerdote visitante se reunió con el Padre Tolton y se quedó junto
a él para asistir en el apostolado. A diferencia de las parroquias más ricas de
la ciudad, el párroco vivía muy modestamente. La madre del Padre Tolton se
había trasladado para servir como ama de llaves.
De ambos recibió una cálida
bienvenida. El sacerdote no sólo era muy culto y santo, sino que además era
mortificado – jamás se quejaba de nada -, paciente y fervoroso, orando por todo
y en cada circunstancia.
Terminada la cena, el joven sacerdote se puso de pie,
tomó un rosario colgado de un clavo en la pared, y junto a su madre se
arrodilló en el suelo de piedra para rezar con la misma devoción y gratitud con
que lo rezaban desde que huyeron de la esclavitud años atrás.
A esa altura ya era amigo y confesor de Santa Katharine Drexel – la hija de los banqueros que ayudó a financiar Santa Mónica – fundadora de las Hermanas del Santísimo Sacramento para indios y gente de color. Ella fue su aliada y hermana de apostolado, quien le comprendía y veneraba.
Ella, que gastó su herencia
personal de 20 millones de dólares de la época, formó la primera escuela de las
Hermanas del Santísimo Sacramento para indios americanos, la escuela india de
Santa Catherine en Santa Fe, Nuevo México, además de otras escuelas para los
indios americanos del este del río Mississippi y para los afroamericanos del
sur de los Estados Unidos.
Tenía
43 años y asistía a un retiro para sacerdotes cuando el Padre Tolton regresaba
en tren y se sintió mal. Le habían forzado poco antes a tomar una licencia por
salud a causa de una misteriosa enfermedad y la ola de calor de ese año le
golpeó gravemente. Saliendo de la estación, le vieron tropezar y caer en la
calle. Mientras llegaba la ambulancia, la multitud citadina se reunió para ver
el insólito espectáculo de un hombre negro vestido de sacerdote con una sotana.
En el Hospital de la Misericordia el capellán le administró los últimos
sacramentos y junto a las religiosas que rezaron ante él se encontraba, de
rodillas, su madre. El 9 de julio de 1897, el Padre Augustine Tolton entregó su
alma a Dios después de gastar su vida al servicio del rebaño que se le
encomendó. A su funeral asistieron más de 100 sacerdotes y cientos de dolidos
fieles.
Su
voluntad había sido ser enterrado en Quincy, donde le devolvieron, y ser
enterrado en una humilde tumba en el templo de San Pedro que le recibió tras
escapar de la esclavitud, en la iglesia donde él sirvió en Misa y conoció su
vocación sacerdotal, donde daba el catecismo después de las duras horas de trabajo
en la fábrica. Sorprendió, sin dudas, a los presentes que les escogiera para
descansar allí, precisamente entre quienes le rechazaron, difamaron y
persiguieron.
Olvidaban que décadas atrás una esclava negra huía junto a tres
hijos y fue en esa tierra donde encontró libertad y esperanza para los suyos.
Su madre siguió trabajando como ama de llaves de un sacerdote y catorce años
después, con igual vida piadosa y santa, entregó su alma al Señor.
Santa
Katharine Drexel, hija y heredera espiritual, fundó cuatro años después la
Xavier University en Luisiana y la Xavier University Preparatory School en
Nueva Orleans, junto con numerosas capillas, conventos, y monasterios. En 1955,
cuando murió, más de 500 Hermanas enseñaban en 63 escuelas en todo el país.
Recientemente,
tras el estudio de las virtudes heroicas del Padre Tolton, se le proclamó
Siervo de Dios. La iglesia de Santa Mónica, que tanto esfuerzo, tiempo y
sacrificio tomó al Padre Augustine, el primer sacerdote negro de la historia de
Estados Unidos, se convirtió en misión de la iglesia de Santa Isabel y en 1924
fue cerrada como iglesia nacional. Los feligreses negros prefirieron continuar
en sus parroquias más cercanas. Décadas después finalmente fue derrumbada.
La
Academia Católica Augustus Tolton se inauguró en el otoño de 2015 en Chicago,
Illinois. Es la primera escuela de STREAM en la Arquidiócesis de Chicago. Con
un enfoque en ciencias, tecnología, religión, ingeniería, artes y matemáticas,
se distingue como una escuela primaria de primer nivel en Chicago. La Academia
Tolton está situada en la iglesia de San Columbano.
Proceso
de Canonización
Una
comisión teológica de nueve miembros en el Vaticano votó por unanimidad el 5 de
febrero que la causa de la santidad de Tolton, que comenzó en 2010, avanzará y
se presentará a la Reunión Ordinaria de Cardenales y Arzobispos, que anunció la
archidiócesis de Chicago la semana pasada.
Allí
los miembros tomarán una votación final antes de presentar un Decreto de
Virtudes Heroicas al Papa Francisco para su aprobación.
El
padre Tolton recibiría el título de "Venerable" después de la
aprobación de ese decreto, que indica que "vivió las virtudes teológicas
de la fe, la esperanza y la caridad y las virtudes cardinales de la prudencia,
la justicia, la fortaleza y la templanza a un nivel heroico",
Arquidiócesis dijo.
Tolton
será declarado "bendito" una vez que se confirme que Dios ha
concedido un milagro a través de su intercesión. Un segundo milagro es
típicamente requerido para la canonización.
El
fallecido cardenal Francis George de Chicago anunció la causa de canonización
de Tolton en marzo de 2010, y Tolton recibió la designación de "Siervo de
Dios", un título otorgado por el Vaticano una vez que comenzó la causa de
la santidad, en febrero de 2011.
Un
comité de seis funcionarios del Vaticano aprobó por unanimidad como
históricamente correcto un documento conocido como la posición que resume la
vida, la virtud y los supuestos milagros de Tolton en 2018.
La
situación, enviada a Roma en septiembre de 2014, fue el resultado de una
extensa investigación realizada en Chicago e incluyó “documentos,
publicaciones, correspondencia, recortes de periódicos y hechos históricos de
la época en que vivió”.
La
Congregación para las Causas de los Santos en Roma inauguró oficialmente Las
Actas de la Investigación Diocesana sobre la vida y las virtudes de Tolton en
marzo de 2015, y en abril de 2015 la Congregación aprobó la validez jurídica de
la Investigación Diocesana.
El
Vaticano concedió un obstáculo nihil al obispo Thomas Paprocki de Springfield,
Illinois, en junio de 2016 para permitir que la diócesis exhumara los restos de
Tolton. El cuerpo de Tolton se envolvió posteriormente con un nuevo conjunto de
vestimentas sacerdotales y se reenvió a su tumba.
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