Por Mons.
Juan Antonio Martínez Camino Obispo Auxiliar de Madrid. Diario ABC.
¿Quiénes
son los mártires del siglo XX? ¿Por qué son beatificados por la Iglesia? ¿Qué
aportan estos actos a la sociedad de nuestros días?
El
13 de octubre de 2013 pasó a la historia de la Iglesia como un día memorable:
en Tarragona tuvo lugar el acto pontificio de la beatificación de 522 mártires
del siglo XX en España.
Fueron
beatificados 3 obispos, 97 sacerdotes y 3 seminaristas diocesanos, 412
consagrados y consagradas, y 7 laicos. Su edad media era de 43 años. Con ellos,
los santos y beatos mártires del siglo XX son 1523. Como es sabido, el total de
eclesiásticos asesinados en los años treinta está en torno a los siete mil, de los
cuales 12 eran obispos, unos 4000 sacerdotes seculares y cerca de 3000 mil
religiosos y religiosas. Los laicos que fueron muertos por el hecho de ser
católicos se cuentan también por miles.
Los
mártires del siglo XX son personas de la misma fibra espiritual que los de los
primeros siglos y los de todas las épocas. Son cristianos que, llegada la hora
de la verdad, prefirieron morir a traicionar su fe. En el año 259, al obispo de
Tarragona, Fructuoso, y a sus diáconos Augurio y Eulogio, el gobernador romano
les pedía que quemaran incienso en honor del Emperador, reconociendo así su
divinidad. No lo hicieron, y fueron quemados vivos ellos en el anfiteatro de la
ciudad.
En
1936, al joven sacerdote menorquín, Juan Huget, de 23 años, el militar llegado
a su pueblo de Ferreríes le exigió que, si no quería morir, escupiera el
crucifijo que llevaba en la sotana que le acaban de arrancar. No lo hizo, y fue
asesinado a sangre fría, de un tiro en la cabeza.
Los
perseguidores siempre tienen una excusa política: puede ser "traición a
Roma" o "traición a la revolución", pero siempre hay en el
corazón de los mártires un amor más fuerte que la muerte y en la intención de
los verdugos, un odio objetivo a la fe profesada por sus víctimas.
Para
los romanos, la fe cristiana era causa nefanda de corrupción del civismo de los
súbditos de Roma y de disolución del Imperio. Los revolucionarios de la Europa
del siglo XX pensaban que la fe cristiana era "el opio del pueblo", o
bien, un veneno para el "superhombre".
El
Estado totalitario y los extremistas religiosos, supuestamente creadores del
"hombre nuevo", ocupaban de hecho el lugar de Dios y violentaban, por
tanto, la conciencia de quienes no podían reconocer otra divinidad que la de
Aquél que ha creado el cielo y la tierra, y revelado plenamente su omnipotencia
en la debilidad de la Cruz.
El
siglo XX es el siglo de los mártires. Los totalitarismos de uno y otro signo
han sido terriblemente eficaces en el intento de doblegar las conciencias y de
aniquilar pueblos, clases, razas o iglesias. Los mártires cristianos no son las
únicas víctimas del siglo de la violencia sistemática al servicio de ideologías
inhumanas. Todas las víctimas han de ser reconocidas. Se cuentan por decenas de
millones.
La Iglesia las reconoce a todas y desea que se
guarde vigilante memoria de todas. Además, beatifica y canoniza a algunos de
sus hijos que murieron por el sólo hecho de ser cristianos, "firmes y
valientes testigos de la fe", como reza el lema de Tarragona. No sólo lo
hace la Iglesia Católica. Por ejemplo, la Iglesia Ortodoxa Rusa ha canonizado
ya 1100 nuevos mártires; fue la que más sufrió el martirio en el siglo XX: unos
250 obispos y 200.000 monjes y clérigos fueron asesinados por ser tales.
La
veneración de los mártires acompaña a la Iglesia desde sus orígenes. "Si a
mí me han perseguido, también lo harán con vosotros". Jesús hace
referencia con estas palabras al misterio de la iniquidad. El mal no puede ser
vencido con el mal, sino con el bien. Por eso, el Salvador aceptó la
persecución y la anunció a sus discípulos.
La Iglesia venera a los mártires más que a los
otros santos. Ellos se han configurado con Jesucristo en su muerte salvadora.
Sobre los sepulcros de los mártires se celebra el sacrificio de la Misa que
actualiza el sacrificio de la Cruz. Ellos completan de modo muy especial
"lo que falta" a la pasión salvadora del Señor. ¿Y qué le falta? El
testimonio supremo del amor que los bautizados ofrecen al Señor aceptando la muerte
y ofreciendo perdón, como el mismo Cristo.
La
Iglesia no vive de opiniones acomodadas a los cánones de lo ideológicamente
correcto; vive de la comunión de los santos, que ninguna vergüenza de la sangre
de los mártires debería poner en cuestión.
La
sociedad de nuestros días está muy necesitada de fuentes profundas de
humanidad. El hastío de vivir que embarga a tantos jóvenes y mayores no viene
sólo ni principalmente de las malas condiciones económicas impuestas por la
crisis. Del hastío a los odios sociales la distancia puede ser corta. Al
beatificar a los mártires, la Iglesia no apunta a los culpables de sus muertes;
apunta al potencial de humanidad que se encierra en aquellas vidas entregadas.
Los
mártires son ejemplo de generosidad, porque son ejemplo de fe. Ellos habían
encontrado el tesoro de su vida en el amor de Dios: lo tenían todo. No tenían
que buscar nada más. Podían dar la vida y otorgar perdón. Pero no son sólo
ejemplo, son también poderosos intercesores en el combate de la fe y en la
búsqueda de la paz.
Fritz
Gerlich, historiador y periodista, miembro de la resistencia contra Hitler,
fusilado el 30 de junio de 1934 en el campo de concentración de Dachau.
Erich
Klausener, político y miembro de la resistencia contra Hitler, asesinado por
las SS el 30 de junio de 1934 en su despacho, por orden de Hermann Göring y
Heydrich.
Otto
Neururer, cura párroco tirolés arrestado por “injuria al matrimonio alemán”,
fue colgado desnudo por los pies muriendo al cabo de 34 horas de agonía por
exceso de sangre en el celebro el 30 de mayo de 1940. Fue el primer sacerdote
asesinado en un campo de concentación.
Maximiliano
Kolbe, sacerdote polaco, fallecido en el pabellón del hambre en Auschwitz, al
sustituir voluntariamente a otro prisionero.
Bernhard
Lichtenberg, sacerdote católico, deán de la catedral de Berlín, detenido tras
defender a los judíos; fallecido en el transporte al campo de concentración de
Dachau.
Petrus
Mangold, sacerdote franciscano, fallecido en 1942 en Dachau.
Adalbert
Probst, Presidente de la Asociación Deportiva Católica (DJK-Sportverband),
fusilado el 2 de julio de 1934.
Edith
Stein, filósofa y monja carmelita de origen judío, asesinada en la cámara de
gas de Auschwitz el 9 de agosto de 1942.
Franz
Reinisch Sacerdote ejecutado el 21 de agosto de 1942, fue un miembro del
Movimiento de Schoenstatt , se negó a tomar el juramento de lealtad a Hitler ,
por el que fue ejecutado por decapitación.
August
Froehlich, clérigo católico asesinado en el Campo de concentración de Dachau.
Titus
Brandsma, sacerdote carmelita y profesor de filosofía, ejecutado por inyección
letal el 26 de julio de 1942.
Georg
Häfner, párroco carmelita que se negó a hacer el saludo nazi. Fue ejecutado el
20 de agosto de 1942, actualmente beato.
Alois
Andritzki, cura diocesano asesinado en Dachau el 3 de febrero de 1943 por su
oposición al nazismo.
Maria
Restituta Helena Kafka, enfermera y monja franciscana, denunciada por un médico
cercano a la SS, y decapitada en marzo de 1943 en Viena.
Franz
Jägerstätter, campesino austríaco que se negó a cumplir el servicio militar
obligatorio nazi por objeción de conciencia, a la vez que solicitó se le destinara
al servicio de ambulancias. Sentenciado a muerte y decapitado en 1943, fue
declarado beato por la Iglesia católica.
Johannes
Prassek, sacerdote alemán y uno de los mártires de Lübeck decapitados el 10 de
noviembre de 1943.
Jacobo
Gapp, presbítero austriaco quien por criticar fuertemente el nacionalsocialismo
fue perseguido.Se dirigió a Francia y España pero apresado por unos
emisarios.Fue decapitado el 13 de agosto de 1943.
Józef
y Wiktoria Ulma, matrimonio polaco acribillado el 24 de marzo de 1944 junto con
sus 6 niños (y esperaban el séptimo hijo) por esconder a 8 judíos.
Omelián
Kovch, el 25 de marzo de 1944 este sacerdote católico del rito greco-ucraniano
fue gaseado en el campo de concentración de Majdanek en Polonia, por refugiar
judíos.
Salvador
Montes de Oca, obispo venezolano fusilado en Italia el 17 de junio de 1944.
Placido
Cortese, padre franciscano italiano que se dedicó a prestar ayuda a los
refugiados, prisioneros y perseguidos políticos (judíos, eslovenos y otros ).
Fue arrestado y torturado por la Gestapo, asumiendo toda la responsabilidad sin
revelar a sus colaboradores. Murió un mes después de su arresto, en noviembre
de 1944.
Dragutin
Jesih, sacerdote croata, que fue ejecutado el 27 de noviembre de 1944 por la
milicia pro nazi Ustace, por dar refugio a judíos en su casa y otros lugares.
Ángela
María Autsch, una religiosa trinitaria alemana, detenida por los nazis por
haber dicho que Hitler es un azote para Europa. Murió en diciembre 23 de 1944,
en Auschwitz.
Odoardo
Focherini, periodista y padre de familia, muerto el 27 de diciembre de 1944 en
Hersbruck —un subcampo anexo al campo de concentración de Flossenbürg— por
salvaguardar a judíos.
Sára
Salkaházi, húngara perteneciente a la Sociedad de Hermanas Sociales. Fue traicionada
y delatada por dar refugio y sacar clandestinamente judíos. Fusilada el 27
diciembre de 1944, fue declarada Justa entre las Naciones, y es beata de la
Iglesia católica.
Alfred
Delp, jesuita alemán, ejecutado el 2 de febrero de 1945 por pertenecer a la
resistencia al nazismo. Declarado Justo entre las Naciones.
Richard
Henkes, sacerdote palotino alemán quien murió en Dachau a causa de fiebre
tifoidea el 22 de febrero de 1945 al ofrecerse cuidar enfermos contagiados con
dicha enfermedad.
Los
ciento ocho mártires de Polonia, asesinados por los nazis, entre ellos obispos,
curas diocesanos, sacerdotes religiosos, seminaristas, religiosas y laicos.
Marcel
Callo, joven laico francés, fue arrestado por pertenecer a la Juventud Obrera
Cristiana, murió enfermo el 19 de marzo de 1945, en el campo de concentración
de Mauthausen en Austria.
Mártires de Dachau
El siglo XX ha dado miles de mártires católicos que por defender su fe y sus obras de caridad en favor de sus hermanos, como fue el caso de los siete trapenses asesinados en Argelia el 21 de mayo de 1996.
La lista sería interminable, pero ellos representan a la Iglesia fundada por Cristo, fueron testigos fieles del Evangelio y de sus enseñanzas. Han pasado haciendo el bien y sin embarga pocas páginas han ocupado en los medios de comunicación, es lógico, ellos no sirven para criticar y defenestrar a la Iglesia, es por eso que siempre se busca a Judas Iscariote (el apóstol traidor) y se olvidan a los otros once.
No hay comentarios:
Publicar un comentario