A
lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario pone al
demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de bendiciones a
quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha seguido
promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los pastorcillos de Fátima.
El
Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las gracias
de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su conducto, ya que
fue por ella que nos llegó la salvación.
Todo
cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya que requiere
del empleo simultáneo de tres potencias de la persona: física, vocal y
espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la mente.
Rezar
el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es una manera
de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos.
El amor y la piedad no se
cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque siempre
contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los días, la Virgen nos llenará de
gracias y nos ayudará a llegar al Cielo. María intercede por nosotros sus hijos
y no nos deja de premiar con su ayuda.
Al
rezarlo, recordamos con la mente y el corazón los misterios de la vida de Jesús
y los misterios de la conducta admirable de María: los gozosos, los dolorosos,
los luminosos y los gloriosos.
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