En
plena Revolución Francesa, las cuatro hermanas, de acuerdo con el criterio de
su regla, se negaron a prestar el juramento de fidelidad que exigía la
Convención a clérigos y religiosas y, por lo tanto, se las apuntó en la lista
de sospechosos.
Pocos
meses más tarde, el 14 de febrero de 1794, fueron detenidas por infidelidad.
Con base en cierto documento que había sido introducido clandestinamente en el
convento por alguno de sus enemigos, fueron interrogadas sobre «sus actividades
contrarrevolucionarias».
El
tristemente célebre sacerdote renegado Joseph Lebon, solicitó a la Convención
el envío de las cuatro hermanas a la ciudad de Cambrai, para ser juzgadas por
él.
Las prisioneras llegaron a Cambrai el 26 de junio y, el mismo día,
comparecieron ante el tribunal donde se acusó a la superiora Magdalena de ser
«una piadosa contra-revolucionaria» y a las otras tres como sus cómplices, por
lo que fueron condenadas a muerte, sin apelación.
Sin
tardanza, las cuatro hermanas de la caridad fueron conducidas al cadalso y las
gentes se detenían a mirarlas, conmovidas, porque todas ellas iban cantando a
voz en cuello el Ave Maria.


Tras
la ejecución de las cuatro religiosas y ante críticas tan violentas que
amenazaban con transformarse en ataques armados, Lebon se vio obligado a
detener la matanza y, menos de seis semanas después, su propia cabeza cayó en
el cesto. Las cuatro hermanas de la caridad fueron beatificadas por el Papa Benedicto
XV el 13 junio en 1920.
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