
Micaela se educó en las religiosas Ursulinas
de Pau durante dos o tres años, pero al quedarse huérfana de padre en 1822, ya
había regresado al hogar familiar.
De su madre recibió una educación piadosa y
de acuerdo a la clase social a que pertenecía. De su padre heredé el carácter
altivo y noble que aquel poseía Ella nos dice que tenía "un genio dulce,
amable, amiga de la paz en todo, holgazana, golosa, zalamera, muy compasiva y
amiga de reconciliar los hermanos y criadas era en extremo viva y ligera para
todo".
De sus ocho hermanos, unos murieron
prematuramente y el único varón que quedaba, Diego, estaba siempre ausente de
la familia por sus negocios y cargos diplomáticos. Esto la obligó a ocuparse dé
los intereses familiares, desarrollándose así en ella un carácter enérgico y
unas dotes de gobierno y organización. Ella nos dice también que no le gustaba
"nada que no fuera verdad", la expresión de su carácter franco y
abierto. "Historia, vidas de Santos, viajes, bordar, coser, pintar,
escribir, y muchas novenas y un sinnúmero de rezos, todo esto lo hacía sin
descanso, pues era víctima del orden. Su madre, previsora, les hacía «aprender
a planchar, a guisar, como un oficio, por lo que pudiera suceder.

La formación cultural de Micaela fue vulgar,
como era costumbre en su época; su preparación doctrinal es pobre, carece de
base bíblica y adolece del individualismo algo sentimental propio del siglo
XIX. Las luchas políticas, con sus alternativas de gobierno entre absolulistas
y liberales, marcan la vida social española y tienen su repercusión en la vida
familiar, y mucho más todavía en la vida de las instituciones de tipo social y
religioso.
Tal fue la madera con que se labro la Madre Sacramento
y el ambiente en que se desarrolló su vida y su obra. Más adelante veremos cuál
fue el secreto de esa vida, el impulso que la hizo crecer y fructificar.
PREPARANDO
LAS VÍAS DEL SEÑOR.
Micaela,
como toda mujer, deseaba amar. Por eso, ella se sintió feliz cuando el amor
llamó a las puertas de su corazón. Francisco Javier Fernández de Henestrosa,
hijo del marqués de Villadarias, parecía el llamado a unir a ella su destino
Casi tres años duraron esas relaciones, que al fin se deshicieron, por razones
muy humanas en apariencia, pero en realidad porque otros eran los planes de
Dios. Ni fue esa la única vez que el amor solicitó a Micaela, pero nunca llegó
a realizarse, aun cuando la futura Fundadora se creía entonces llamada al
matrimonio. No conocía todavía los caminos del Señor.
La vida de Micaela discurrió durante bastantes
años por los cauces comunes a toda vida de mujer de su edad y condición. Es
piadosa, pero con un cristianismo vulgar,
te se alimenta de rezos y novenas y que sabe compartir su tiempo con las
distracciones ce una sociedad frívola por parte, y las obras de caridad por
otra. Es verdad que la
Eucaristía la había ya cautivado y que de joven había pasado
muchas horas junto al Sagrario, pero todavía Cristo no se había posesionado de
su corazón. Aún quedaba sitio para muchas otras cosas.
Vanidades de mujer, sin trascendencia creía
ella. Micaela quería seria primera en vestir el moaré que venía de París y el
traje tenía que ser a la última moda. Airosa amazona, le gustaba salir a
caballo con una escolta, entre la que parecía, y sentía el placer de ser
admirada y querida. Esta vida de mundo tuvo su apogeo en el año 1846 en que
estuvo en Paría, año que ella llama “perdido”, en el que gastó en lujo, bailes
y distracciones, en una vida enteramente disipada, aunque no mala, y de la que
ella no conocía los peligros.

Ya en su juventud tuvo en su palacio de
Guadalajara una escuela de doce niñas pobres,
cuidaba enfermos en sus casas y les repartía ropas y alimentos. Y
durante el cólera de 1834 asistió a los atacados por la terrible epidemia con
un valor admirable, acudiendo al hospital y asistiéndolos en sus propias casas,
hablándoles “de Dios y de la
Virgen ” y no dejó de ir mientras duró el cólera.
A la muerte
de su madre (año 1841), nos dirá ella, escogí a la Santísima Virgen
el mismo día, para que la reemplazara y la hice una entrega formal de todo mi
ser. Además, por distraerme de estas penas tan hondas en un corazón, me ocupé
en obras de caridad. En Madrid junté señoras, diez o doce, y pusimos la Junta de socorros a
domicilio, después… la Junta
para el socorro de las monjas, y así fui haciendo obras de caridad.
Entre éstas no podemos silenciar, por la
importancia decisiva que tienen en su futura vocación las visitas al Hospital
de San Juan de Dios. La primera se remonta al 6 de febrero de 1848. Es llevada
a dicho hospital por su amiga Ignacia Rico de Grande por encargo del P. Eduardo
José Rodríguez de Carasa, S.J., confesor de su madre y a quien ésta encargó
antes de morir velara por su hija. Allí enseñaban doctrina a las enfermas
varias señoras pertenecientes a la Congregación de la Doctrina Cristiana
y allí conoció Micaela la suerte de muchas pobres jóvenes que, por miseria e
ignorancia, habían caído en el vicio y la depravación.
Así llegó Micaela al año 1847, fecha clave en
su vida. A instancias del P. Carasa, hace con él, en el mes de abril, unos
ejercicios espirituales, que van a cambiar el rumbo de su existencia. Un mes
después, en la fiesta de Pentecostés, ya en París, recibe una gracia decisiva;
a partir de ese momento va a Ser el Señor quien la dirija. Dejémosla hablar:
“sentí un trastorno muy grande y una luz interior que obró en mí efectos muy
marcados... Sentí un cambio de inclinaciones y una fuerza Superior para
vencerme en todo, presencia de Dios continua. Un ansia que me devoraba por
hacer oración, de modo que la hacía
cinco o siete horas al día, que me producía gran dolor de mis pecados...
Después me quedó un vehemente deseo de hacer penitencias y la hice continuada
por espacio de cinco años seguidos”.
UNA CASA
PARA LAS JÓVENES.
En el Hospital de San Juan de Dios se abren
los ojos de Micaela. Ella no sabía que “hubiera esta clase de mujeres en el
mundo". La chispa brotó al contacto de una pobre joven, victima engañada
por la seducción. En el hospital, enferma, lloraba su desgracia. No es más que
la repetición de tantas y tantas historias. Micaela escucha y su corazón
generoso busca el remedio. Aquella joven volverá a su hogar, dignificada por
el arrepentimiento. Pero,... ¡cuántas dificultades para ello! La idea se abre
paso. Es preciso darles una mano para salir de su infortunio. Una Casa donde
pudieran donde pudieran vivir una temporada, instruyéndolas en la Religión , mientras
hallábamos modo de colocarlas o volverlas a sus Casas".

Pero Micaela tiene todavía poco tiempo para él
y mucho para el mundo. Es ardua tarea y surgen las primeras dificultades, que
afronta no obstante con valor. Vende su caballo de montar para reunir fondos, y
llora al desprenderse de él. Micaela es mujer ante todo, pero mujer tocada por
la gracia de Dios. Marcha a París. El colegio va de mal en peor. A su regreso
sólo quedan tres colegialas y peligra la obra, pero su vida ha cambiado ya. Se
hace cargo de la casa que abandona la junta de señoras. Empiezan para ella las
contradicciones. “Al quedarme yo sola tuve honda pena, lloré...” Todavía no
tiene valor para dejarlo todo. Se vale de maestras, de religiosas. Nuevos
sufrimientos. Se ve calumniada, arruinada,
despreciada, abandonada por todos. Pero es el Señor quien la conduce,
quien le asegura "a ti quiero yo en mi obra'. Duda todavía. No tenía
valor, ni me sentía inclinada a variar de vida,
nos dirá ella. Pero si Dios lo quiere he de dejar yo de hacerlo aunque
me cueste la vida.
Y el 12 de octubre de 1850 hace el gran
sacrificio. Deja las comodidades de su casa, el cariño de sus hermanos, los
halagos de la sociedad, para vivir con sus chicas en el colegio, decidiéndose a
servir al Señor “como Él quería".
Sólo un amor le sostiene, pues con él nada temía y sentía valor y fuerza para
todo pues de la oración sacaba fuerzas y una gran confianza en Dios.

En 1854 consigue una ayuda económica de la Beneficencia , que le
permite respirar más holgadamente. Se le han unido ya algunas maestras que van
a perseverar. Son muchas las jóvenes que se han salvado ya del naufragio de la
vida. La obra se consolida. Lo que parecía una locura es ya una realidad
prometedora.
EL
SECRETO DE UNA VIDA.
La vida de Micaela tuvo un secreto que
la transformó en la
Madre Sacramento. Fue para ella faro luminoso que le mostró
el camino, impulso vivificador que la alentó siempre.
Fortaleza invencible en los momentos
difíciles. En efecto, es la
Eucaristía quien explica la vida de esa mujer y su obra
fecunda en la Iglesia.
“Si el Señor sale, yo voy tras de Él! pues nada me hará dejarlo por mucho que
me hagan sufrir, pero sin El, no estaré ni una hora, dice ella misma en una de
las muchas persecuciones que tuvo que sufrir por parte de los buenos, cuando el
párroco quería quitarle el Sacramento de su Colegio. “Me mueve el deseo que
tengo impreso en mi corazón de amar a Dios por haberse quedado con nosotros
toda la vida en el Sacramento. ¡Esto me saca a mí de quicio o de juicio!
De hecho, a partir de aquel Pentecostés de
1847, fue Cristo su maestro, ese Cristo que ella va a recibir todos los días en
la comunión. La esperaba con ansia e impaciencia, jamás a sangre fría y hay
veces que de la oración saco más deseo, y se me hace larga y penosa la noche,
que es como una distancia inmensa que me separa de unirme a mi Dios", nos
dice.

Cristo, allí presente, es para ella la
manifestación del amor divino, un amor que ha llegado a la locura de encarnarse,
morir en una cruz y permanecer resucitado con nosotras para ser el Pan de Vida
y Bebida de salvación. “Me fui a comulgar, y al pensar en el acto de amor que
el Señor hacía conmigo, en venir a mi pecho, deseé amarle con vehemencia; esto
me hizo feliz. En la
Eucaristía encuentra el misterio pascual y allí, junto al
Corazón divino, aprendo a amar a los hombres, concretamente a sus chicas,
porque sabe cuánto las ama Cristo, que por ellas ha dado toda su sangre. El
valor redentor de la Pascua
de Cristo sigue actuando en ellas por la Eucaristía , a través de la obra apostólica de la Madre Sacramento.
La vida de Micaela está marcada por la Eucaristía. Ello
lo va a registrar en todas sus manifestaciones. Todavía en París, eso mismo
año, y más tarde en Bruselas y en España, se afanará por extender el culto
eucarístico, trabajará por las iglesias pobres y fundará una congregación
religiosa eucarística y apostólica, en la que se hace esclava del Sacramento y
de la Caridad. Su
insignia será la custodia y su nombre Sacramento.
Hemos llegado al año 1856, el colegio de
Micaela ha crecido. Ya no es una vana ilusión. Tiene con ella algunas
colaboradoras. Pero, ¿subsistirá? Comprende la necesidad de formar una
comunidad que de estabilidad a la obra. Pero si aquello no tiene ni nombre
siquiera, le contesta Ana Ballesteros, a la que invita a seguirla. No importa,
ya se lo pondremos, responde la fundadora en ciernes. Y, en efecto, Ana se
quedó en el colegio con el nombra de Hermana Caridad, y la pequeña Comunidad se
llamó “Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad ". Ya había
surgido la congregación religiosa, casi sin saber cómo, ni cuándo, como todas
las obras de Dios. Micaela se ha
convertido ya en la
Madre Sacramento. Aquel mismo año escribe unas constituciones
que no serán aprobadas por el Cardenal Arzobispo de Toledo hasta el 25 de abril
de 1858, por la Santa Sede
el 23 de septiembre de 1861 por cinco años y a perpetuidad el 24 de noviembre
de 1866, un año después de la muerte de la fundadora.
Al colegio de Madrid siguen pronto
otros: Zaragoza (1856) Valencia (1858), Barcelona (1861), Burgos (1863), Pinto,
filial de Madrid (1864) y Santander (1865). Otras ciudades reclaman la
fundación de un colegio: Pamplona, Vitoria, San Sebastián, Valladolid, Murcia.
El fallecimiento de la Madre Sacramento
hace fracasar estos proyectos; algunos se realizarán años más tarde. Las
vocaciones se han multiplicado. Antes de morir la fundadora hay ciento
cincuenta y seis religiosas.
El nombre del instituto expresa
perfectamente su espiritualidad y sus fines. La esclavitud de la Eucaristía , que
configura la personalidad de la Madre Sacramento , toma forma de adoración. En
espíritu y en verdad. Unida a Cristo en todo momento, la Adoratriz adora al
Padre. Acto de adoración y vida de adoración Pero adoración redentora, como la
de Cristo.
No podía ser de otro modo para esclava de
la eucaristía. Amar a Dios, pero amarle también por aquéllas que no le conocen
ni le aman. Enseñarles a apreciar el amor de Dios, a amarle a su vez, evitar
que le ofendan. “Si estas hijas llegasen a comprender lo bien que Dios las ama
y mira por ellas”.... ¡Cómo se lo pagarían, amándole a su vez sin límites ni
restricciones, dándole en pago todo su corazón! Pues bien, hermanas mías, a esto
estamos llamadas las esclavas: a amarle por ellas, interín les enseñamos lo que
es Dios, y lo que ellas le deben... Esto quita el juicio y anima y excita a
seguir a un Dios tan amante con nosotras en escogernos para su santa empresa de
salvarle almas y las nuestras con ellas. Por un pecado que lleguemos a evitar
somos felices y le amaremos en pago.
Es la segunda faceta de la vida eucarística de
la Madre Sacramento :
Esclava de la Caridad.
Como Cristo adora al Padre en el Gólgota muriendo en la cruz
y resucitando al tercer día, ella adora también al Padre consumiéndose en
servicio de sus chicas, de aquellas jóvenes que, caídas en el pecado, son
incapaces de levantarse por sí mismas, y haciendo que la victoria de la
resurrección se manifieste también en ellas. Esto lo realizará por medio de
colegios internos de formación religiosa social y profesional, donde las
jóvenes pueden rehacer una vida rota por el desorden, o preservarlas de
peligros graves de caer en él. También la fundadora prevé establecimiento de
otras obras de preservación inmediata, para liberar a las jóvenes del riesgo de
la miseria y la ignorancia, como son las escuelas para las niñas de las clases
sociales menos protegidas.
Ser esclavas de Jesús y de la Caridad no es un nombre
vacío; es real y verdadero. Bien lo sabe la Madre Sacramento.
El amor de Cristo es exigente. Amar a Cristo significa amar también a los
hombres. Por eso ella se ha hecho esclava de la Caridad.
De joven, había practicado muchas obras de
caridad. Eran fruto de un incipiente amor a Dios, alimentado por un corazón
compasivo. Ante todo sus colegialas,
llegó a amarlas tanto que las hizo sus hijas. Y eran una necesidad para su
corazón. Cuántas colegialas podrían hablar aquí del heroísmo de su Madre.
Aquella joven con sarna, que ella cura durante la noche, para que nadie se
entere, sin importarle el peligro del contagio, y la joven curó de cuerpo y
alma. Y la joven atacada de cólera. Tenía la Madre Sacramento
un remedio eficaz, que le han regalado para ella. Yo he de estimar más mi vida
que la de una colegiala? Oh no! se decía. Y se lo dio todo. Se salvó y también
su alma. Y la casa de ladrones, la gatera, las casas públicas, que la vieron
entrar, decidida, exponiendo su vida y su honra para salvar a víctimas
indefensas. Y la consiguió, sin arredrare ante amenazas ni insultos.
No son sólo las colegialas reciben los
beneficios de Su Bondad. Esta trasciende las puertas del colegio, visita
hospitales y cárceles. Durante muchos años fue Micaela Hermana Mayor de la Congregación de la Doctrina Cristiana ,
asistiendo a las enfermas en el hospital de San Juan de Dios.

Jamás murmuraba ni dejaba conocer
los defectos de los demás, recomendando siempre a sus hijas el amor. Como eco
de San Pablo nos dice: “La caridad todo lo sufre, todo lo tolera, todo lo juzga
bueno y de nadie piensa mal”.
De tal manera practicó la Madre Sacramento
la esclavitud de la caridad, que pudo escribir, casi al final de su vida: “ Voy
a todas partes coma indigna sierva del que pasó haciendo bien, para prestar
servicios en nombre de la caridad, y no para exigir Sacrificios". Y es
porque había comprendido las palabras de San Juan: “Quien no ama no conoció a
Dios, porque Dios es amor” (III Jn 3,8) Su muerte sellará una vida de caridad.
HACIA LA CUMBRE.
Año 1847... Pentecostés, fecha clave...
la fuerza de la
Eucaristía... Pero el milagro no se realizó de repente. Anos
de forcejeo entre la gracia y la naturaleza. Tiempo en que Cristo va echando
las redes y la cautiva a través de aquellas gracias extraordinarias, que hacen
decir al confesor de Bruselas: “Es usted la niña mimada del Señor. Y ella se va
desprendiendo poco a poco de sus bienes y de su vida.
Y son los sufrimientos
ocasionados por un mayordomo y una criada, que ella acepta con resignación. Y
es aquella promesa de no faltar al señor para que El no le falte en la
comunión. Y tantas otras cosas que la van despojando poco a poco. El P. Carasa,
su confesor, la va guiando con prudencia.
Hace al Señor voto de castidad y rechaza
varias propuestas matrimoniales porque no quería mas esposo que Dios. Y decide
quemar las naves y entrar Hija de la
Caridad y luego Salesa. Pero no, Micaela. No es eso lo que el
Señor te pide. El colegio te espera, la empresa va a ser difícil, pero ella
contará con la fuerza de la oración. Cinco y siete horas diarias. Ha
descubierto el secreto y cambia los rezos por la oración, "y se me pasaba
este tiempo sin sentir, y estaba todo él de rodillas.
He descubierto también otra
palanca para ir hacia Dios: la mortificación. Al final, el P. Carasa tiene que frenar esa ansia de
penitencia. El P. Claret, que le sucede a su muerte en la dirección espiritual
de la Madre
Sacramento , le dará nuevas alas los últimos años de su vida
Pero aún no está todo hecho. Todavía le
queda a la Madre
Sacramento dura batalla que librar, en la que, como siempre, el
señor luchará por ella. Es su propio temperamento, eso tan nuestro que nos
acompaña siempre. Sí, porque Micaela tiene un genio muy vivo que le hace sufrir
y desedifica a veces. Es por ello criticada y pide al Señor que se lo
modifique. “No, Micaela, no, te conviene ese genio para humillarte', le dice el
P. Claret. Pero la transformación se realizó y la fundadora, sin perder la
energía de carácter se convirtió en un
manso cordero.
Pero si el Señor fue pródigo con ella, ella no
dejó de corresponder con fidelidad. En últimos años de su vida los sella con
dos votos que añade a los de religión: el de no cometer pecado venial
deliberado y el de hacer siempre lo más perfecto. Los cumplió con tanta
exactitud que pudo exclamar casi al final de su vida: No creo haber cometido
desde que los hice - los ejercicios- en
1847 un pecado mortal con conocimiento de tal, y desde entonces no he resistido
jamás a lo que Dios ha marcado querer de mi, y he hecho sacrificios de todo género,
bien penosos".
Las
colegialas son la razón de ser de la Madre Sacramento. “Por ellas he fundado...” nos dirá. "Son
ya una necesidad para mi corazón”. El
amor fue la base de su sistema pedagógico. Las amo así, tal como eran, y precisamente
porque eran desgraciadas. Y por eso supo ganar su corazón. Salía frecuentemente
en busca de la oveja descarriada y cuando la encontraba le decía: “Hija mía,
abandona la vida que llevas; si no tienes otros medios para comer y vestir, yo
te los proporcionaré. Ven conmigo a mi casa yo seré tu madre" y la
invitación fue muchas veces escuchada
Pero la Madre Sacramento
no quería ganarlas para un amor humano, sino para el divino. Era su aspiración,
las amaba mirando a Cristo, que por ellas derramó su sangre. Con un desinterés
total, limpio de todo egoísmo o amor propio. "Nuestro trabajo no es para
el mundo ni por la gloria que sus elogios nos pueden dar” decía a sus hijas
Adoratrices. Y enseñó a las jóvenes a amar a Dios. Muchas respondieron a esta
llamada formando familias cristianas o llevando la luz de la fe a lugares
descreídos, otras ingresaron en la vida religiosa y en el claustro llevaron una
vida de perfección.
También sabía la Madre Sacramento
que sólo se corrige quien quiere corregirse. Por eso exigía que la entrada en el
colegio fuera libre, que estuvieran arrepentidas, y por eso el mayor castigo
era el despido del Colegio.
Todo castigo corporal está prohibido en
el colegio, saber escuchar a cada una en particular, pero, cuántas dificultades
tenían las pobres jóvenes para rehacer su vida. Y por eso procura rodear a las
colegialas de un clima de alegría y de paz. Juega con ellas cuando es necesario
y les procura todo el bienestar posible.
Parte muy importante en esta reeducación la da
la Madre Sacramento
al trabajo. Frecuentemente la miseria ha conducido a las jóvenes a la
degradación; el vicio ha creado hábitos de vagancia que hay que desarraigar. De
aquí que hay que acostumbrarlas al trabajo, "con el cuál han de ganar
después su subsistencia. Quiere prepararlas para la vida. Son los oficios
propios de su tiempo coser, zurcir, guisar, planchar, bordar, hacer guantes; y
también hacer flores y encajes, y aun la música. Como instrucción intelectual
se les enseñará a leer y escribir, no olvidemos que estamos a mediados del
siglo XIX, en que abundaba el analfabetismo, sobre todo en la mujer. La ilusión
de la Madre
Sacramento fueron los talleres profesionales, para los cuales
le regalaron máquinas, pero que no pudo instalar como deseaba por falta de
local.
Otra ilusión de la fundadora fue el poder dar
a las colegialas una dote a su salida del colegio. No solo permitió nunca la
situación económica de la casa, pero siempre se preocupó, como algo muy
importante de la reinserción familiar y social de las jóvenes.
Mil ciento dieciocho colegialas pasaran por la
casa de Madrid en vida de Santa María Micaela. Muchas le deben su bienestar y,
lo que es más, su salvación eterna.
APOSTOLADO
SOCIAL.
También debemos señalar su apostolado
con la Familia Real ,
particularmente con la
Reina Isabel II, que le ocupó buena parte de su tiempo en los
últimos años de su vida.
.jpg)
También las Escuelas Dominicales de
España le deben su existencia. Trajo de Bruselas la idea y no descansó hasta
implantarla en Madrid, Zaragoza, Valencia y Murcia, y de allí se extendieron
por todo el país. Aunque, como siempre, quiso permanecer en la sombra, hoy la
historia abre camino a la verdad. Las conferencias de San Vicente de Paúl la
contaron igualmente entre sus miembros e intervino en la fundación de las de
Zaragoza.
No podemos tampoco omitir la labor
desarrollada por la
Madre Sacramento como escritora. Nos ha dejado varios
documentos con la historia de su vida y de sus fundaciones, con los favores y
luces que recibía del Señor, escritos por obediencia a sus confesores. Esta
faceta de su vida es aún poco conocida aunque su autobiografía ha sido ya
publicada y pronto seguirán otros escritos y el epistolario, dando así una
aportación positiva a la espiritualidad de nuestro tiempo
Estamos en 1865. La epidemia de
cólera agita a España. En algunos lugares con mayor intensidad; entre estos,
Valencia. En los primeros días de agosto, la Madre Sacramento
se encuentra en Guadalajara, procurando adelantar los apuntes de su vida Tiene
que regresar a Madrid por encontrarse indispuesta. Allí le informan que la Superiora de Valencia
está enferma y la comunidad acobardada. Decide ir allí para animarlas y
consolarlas. Madre Sacramento, ¿no te detiene el cólera? consulta
reservadamente. "Lo más prudente es quedarse. Lo más perfecto ir”. Y se
fue.
Casi extraña esa cautela en la
fundadora, que tantas veces había arrostrado el peligro de la epidemia sin
vacilación. ¿Sabía que iba a morir? Muchos indicios lo hacen suponer.
El 21 de agosto por la noche, sale de
Madrid. La despedida de sus hijas, tanto de Madrid como de Pinto, es
emocionante; es la despedida de la madre, que sabe que no va a volver. La
acompaña la H. Catalina
de Cristo. A un amigo íntimo, Enrique Ojero, que había acudido a la estación
con su esposa para despedirla le dijo: "Ojero, le encomiendo a usted a mis
hijas". En Aranjuez pretenden disuadiría de continuar su viaje: ¿Va a
morir por las desamparadas? Son mis hijas. En Albacete, el Comisario de
Gobierno, superviviente de la enfermedad reinante, quiso detenerla. Ella
contestó: "Ese miedo, o mas bien, esa poca fe, la tienen ustedes los que
no hacen las cosas por Dios y están pegados al mundo y por eso les asusta la
muerte; pero los que servimos a Dios, a nada tememos y fiamos de Él.
El
22 llegó a Valencia, con un calor abrasador. Recibió la Sagrada Comunión
y visitó a las enfermas. Había ya cinco hermanas coléricas y más colegialas. La Superiora con tifus.
Todas se reanimaron al verla. A alguna profetizó que curaría, como así fue. Al
día siguiente fue a visitar a Nuestra Señora de los Desamparados, al prelado de
la Diócesis
y a D. Juan Montañés, protector del colegio y luego se encerró en casa
constituyéndose en enfermera de todas.
El día 24 era jueves. Por la mañana
acompañó al médico en la visita, ayudándole a curar varias enfermas. Ya no se
encontraba bien. A la una la enfermedad se presentó con síntomas alarmantes. No
se encontraba médico. Siguieron horas de angustia para las hermanas. Una
consulta médica quitó toda esperanza. El caso era muy grave. Se piden oraciones
por telégrafo. La madre sufría horriblemente, pero con una calma admirable.
"A las doce ya no me dolerá nada", profetizó la enferma. El P Vinader,
S..J. acude a confesarla y la acompaña hasta su muerte. A las 8 de la noche el
viático, "gracias, Dios mío.

.jpg)
Pasaron los años, la fama de Santidad de
la Madre Sacramento
aumentaba cada día. En 1889 se inició el proceso de beatificación y
canonización. El 7 de julio de 1925
es beatificada por Pío XI y el 4 de
marzo de 1934 inscrita en el catálogo de los Santos.
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