
Su camino, `el camino de los Coches', el más común. Nada de éxtasis, nada de
milagros en vida, sino una unión con Dios cada vez más profunda en el silencio,
en el trabajo, en la oración, en la obediencia. De esa unión venía la exquisita
caridad que ella demostraba a los pobres, a los enfermos, a los médicos, a los
superiores, a todos”.

Este era el “camino
más común” para las muchachas vénetas antes que llegara la industrialización a
esa región.
A los 17 años de edad obtuvo el permiso de ingresar entre las
Maestras de Santa Dorotea en Vicenza, en donde hizo el noviciado y sus primeros
votos temporáneos.
Después pasó a Treviso, en donde prestó sus humildes y
eficaces servicios en el hospital hasta su muerte, el 20 de octubre de 1922.
Se
graduó de enfermera para poder ser más útil a los enfermos, a quienes asistía
hasta de noche en remplazo de sus cohermanas.
En su diario escribió: “Quiero
ser la servidora de todos, porque estoy convencida que así debe ser; quiero
trabajar, sufrir, y dejar toda la satisfacción a los demás”.

No le
faltaron las ocasiones de sufrimiento.
A
los 22 años fue operada de un tumor, pero siguió desempeñando sus habituales
ocupaciones soportando el gravamen de trabajo durante la primera guerra
mundial. Por los continuos bombardeos los enfermos fueron trasladados a
Brianza, y sor Bertila los siguió.

Fue
beatificada el 8 de junio de 1952 por el Papa Pío XII y canonizada por el Papa
San Juan XXIII el 11 de mayo de 1961.
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