«Este ángel bueno de Brasil
realizó una labor apostólica impresionante. Fundadora de las Hijas de María
Siervas de los Pobres, puso en marcha colegios, bibliotecas, uniones obreras
católicas, albergues, etc., además de una extraordinaria red hospitalaria»
María Rita de Souza Brito
Lopes Pontes nació en Salvador de Bahía, Brasil, el 26 de mayo de 1914. Era la
segunda de cinco hermanos. Su progenitor, Augusto, era dentista y profesor de
la facultad de Odontología. Su madre, Dulce María, murió a los 26 años después
de dar a luz a la benjamina.
Entonces la futura beata tenía 6. Su padre iba a
estar a su lado siempre, animándola y ayudándola en sus iniciativas apostólicas
hasta el fin de sus días. Él mismo fue impulsor de importantes obras de acción
social. De tres de los hijos habidos en el matrimonio: Augusto, Dulce y María
Rita, se hicieron cargo sus tías.
Los tres hermanos tomaron la
primera comunión en 1922. Cinco años más tarde, en plena adolescencia, Dulce
sintió cómo se despertaba su interés por la vida religiosa.
Se adentró en
lugares deprimidos de la ciudad junto a una de sus tías y, a partir de
entonces, la marginalidad y pobreza que vio a su alrededor le conmovieron
poderosamente; tanto que ya no pudo apartarlas de su mente.
Introdujo en sus acciones
cotidianas la ayuda a quienes sufrían múltiples carencias, dándole prioridad. Y
para ello convirtió el sótano de su casa en un lugar asistencial, que fue
sumamente apreciado por los que no tenían recursos para afrontar sus difíciles
jornadas.
Hacía todo lo que podía para paliar tan graves deficiencias. Les
proporcionaba alimentos, ropa, medicinas…
En 1932, después de haber
cursado estudios en la Escuela Normal de Bahía, profesó como terciaria
franciscana. Se vinculó a este carisma conducida por su director espiritual, el
padre Hildebrando Kruthaup, ofm.Tomó el nombre de Lucía.
Pero al año siguiene
ingresó en el Instituto de lasHermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción
de la Madre de Dios. De esta Orden le habían hablado en el convento de Nuestra
Señora del Destierro en 1929.
Y al realizar los votos en
agosto de 1934, eligió el nombre de Dulce en honor a su madre. Modelo para su
vida fue Teresa de Lisieux. Estaba convencida de que debía imitar su conducta:
«Creo que soy como el pequeño amor de mi pequeño corazón, que por más amor que
tenga es poco para un Dios tan grande […]. A ejemplo de santa Teresita, creo
que deben ser agradables al Niño Jesús todos los actos pequeños de amor por
menores que sean».
Durante tres meses del año
1934 realizó una intensa actividad apostólica. Fue destinada a Salvador, y en
el Hospital Español desempeñó diversos oficios, desde enfermera a portera, y
también sacristana.
Hizo un curso que la capacitó para la farmacia. Además,
impartió clases en el colegio de Santa Bernadete, y trabajó con los obreros de
Itapagipe. Con la firme convicción de que «el amor supera todos los obstáculos,
todos los sacrificios», no halló barreras para un apostolado admirable, fecundo
y eficaz. Luchó en todo momento sin desfallecer por el bien de los
desfavorecidos.
Si se pudiera hablar en
términos de curriculum, el suyo es impresionante: la fundación de las Hijas de
María Siervas de los Pobres, colegios, bibliotecas, uniones obreras católicas,
albergues, el colegio San Antonio para hijos de los trabajadores residentes en
el barrio de Massaranduba, en Salvador, en el que también se dio formación a
los adultos, etc., además de una extraordinaria red hospitalaria, y todo ello
hallándose con su capacidad respiratoria al 30% durante los 30 últimos años de
su vida.
Era, sin duda, la gracia de Dios que la fortalecía y dilataba sus
posibilidades de forma constante, sosteniéndola por encima de las penalidades y
problemas que se le presentaron.
El origen del St. Anthony’s
Hospital, que inauguró con 150 camas en 1959, fue el fruto de su tesón, ya que
tras poner en marcha el sindicato de trabajadores de San Francisco, en Bahía,
se dedicó a recoger a personas enfermas y a darles cobijo en una isla de
Salvador de Bahía, en casas que nadie habitaba.
Cuando la obligaron a
desalojarlas, echó mano de sus arrestos, que le sobraban, y las trasladó a un
antiguo mercado de pescado, hasta que los expulsaron de allí. Sin perder jamás
la confianza en Dios, condujo al gallinero de su convento a 70 personas
enfermas.
Después de su apertura, este
hospital llegó a contabilizar 3.000 pacientes diarios. Sus numerosas
fundaciones se hallan aglutinadas bajo el nombre de Obras Sociales «Hermana
Dulce». En 1979 el cardenal arzobispo de Salvador, Brandão Vilela, le pidió que
abriese fundación en Alagados.
El reconocimiento por su
asombrosa labor propició que en 1988 fuese presentada como candidata al Premio
Nobel de la Paz. Tuvo el consuelo de encontrarse con Juan Pablo II en dos
ocasiones. La primera en julio de 1980, y la segunda en octubre de 1991, cuando
se hallaba en el hospital donde permaneció 16 meses. El pontífice, que tan bien
conocía el dolor en carne propia, hizo notar: «Este es el sufrimiento de los
inocentes. Igual al de Jesús».
Dulce fue una religiosa
fidelísima a su regla en momentos en los que en su congregación había quienes
propugnaban que aquélla se mitigara. Una mujer de oración, sacrificada y
penitente, que difundió entre los pobres, los operarios y los enfermos su amor
al Sagrado Corazón de Jesús y a la Inmaculada.
Murió en el convento de San
Antonio el 13 de marzo de 1992. El sepelio, realizado en medio de la
consternación de la gente que la consideraba Madre de los pobres y ángel bueno
de Brasil, fue una explosión de gratitud. Conducida en un coche de bomberos,
fue escoltada por los cadetes de la policía militar y seguida por una imponente
procesión de 6 km.
Así homenajeaban a la que ya
había entrado de forma triunfante en la gloria. Su cuerpo permanece incorrupto.
Fue beatificada en Salvador de Bahía por el cardenal Geraldo Majella Agnelo, en
representación de Benedicto XVI, el 22 de mayo de 2011. El 13 de octubre de 2019 el Papa Francisco la canonizó.
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