Patrona de
los Padres Redentoristas y de Haití.
El icono
original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.
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Historia
En el siglo
XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía
la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy
piadoso y devoto de la
Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura,
no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de
los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el
cuadro de la Virgen
se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.
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Cae la
pintura en manos de una familia
Tenía el
mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un
rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le
dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro.
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Pero la Divina Providencia
no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino
para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el
mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole
que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible
sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen , pero ella se le
burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa,
por lo que las cosas quedaron igual. Nuestra Señora, por fin, se le volvió a
aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que
irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días
murió.
La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí
misma de que estaría más protegida en su propia casa.
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La mamá de
la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que
vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y
ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara
con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y
visiones.
Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos
dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a
invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara.
Accede
la viuda a entregar la pintura
Se
encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura,
cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo
que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia
que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era
la de S. Mateo, el Apóstol.
La señora
se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los
encargados de la iglesia. Ella le informó acerca de todas las circunstancias
relacionadas con el cuadro.
La pintura fue llevada a la iglesia en procesión
solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia
la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que
tenía paralizado.
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En 1798,
Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron
incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto
de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la
de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se
perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos,
justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro.
Cuando el
Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los
agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta.
María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada
en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula.
Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada.
Hallazgo
de un sacerdote Redentorista
Mientras
tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas,
estableció su cede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia
de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un
estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se
encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la
pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
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Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael
Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los
Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la
pintura milagrosa.
Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a
quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de
los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que
Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides".
El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego.
Por medio
de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no
obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada
públicamente en la iglesia.
Ese mismo
año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura
de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia
de la pintura y del deseo de la
Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de
Letrán.
El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había
sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar
ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció
que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los
fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la
pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.
Los Padres
Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto
a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia
de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de
conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión,
decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Pío IX. Le narró la
historia de la milagrosa imagen y sometió su petición.
El Santo
Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen
y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el
cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán.
También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes.
Aparece
y se venera, por fin, el cuadro de Nuestra Señora
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A petición
del Santo Padre, los Redentoristas obsequiaron a los Agustinos una linda
pintura que serviría para reemplazar a la milagrosa.
La imagen
de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevado en procesión solemne a lo
largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocado sobre el
altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. La
dicha del pueblo romano era evidente. El entusiasmo de las veinte mil personas
que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio
testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios
A toda hora
del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la
pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus
oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos
milagros y gracias.
Hoy en día,
la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el
mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han
establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes.
Signos de
la imagen de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro
Aunque su
origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el
decimotercero o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa
pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo
San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una
pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron
la ciudad.
Fue pintado
en un estilo plano característico de iconos y tiene una calidad primitiva.
Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la
“Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”.
Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras
las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su
virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.
Las letras
más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el
arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre,
instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como
“San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles
no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los
cubre.
Cuando este
retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista
redondeó la cabeza y el velo de la
Madre para indicar su santidad. Los halos y coronas doradas
fueron añadidas mucho después.
El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da
realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion
(velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha
unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su
humanidad. En este retrato la
Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo
porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar.
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El pequeño Jesús tiene en el rostro una
expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que
mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en
su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la
redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías.
En su doble
denominación, esta bella imagen de la
Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de
Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra.
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