
En
el siglo IV era costumbre, en esta fecha, celebrar en Roma tres santas misas:
una en la basílica de San Pedro en el Vaticano; otra, en la de San Pablo «extra
muros»; y la tercera en las catacumbas de San Sebastián, donde, en la época de
las invasiones, según la tradición, habrían sido escondidos durante un tiempo
los cuerpos de los dos Apóstoles.
San Pedro:
Pescador
de Betsaida, fue elegido por Cristo como piedra fundamental de la Iglesia. San
Pablo, cegado en el camino de Damasco, de perseguidor de los cristianos se
convirtió en Apóstol de los gentiles. Ambos concluyeron su existencia con el
martirio en la ciudad de Roma. Por medio de ellos, el Señor «entregó a la
Iglesia las primicias de su obra de salvación».
"Tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno
no prevalecerán contra ella; y te daré las llaves del reino de los cielos: todo
lo que atares en la tierra, atado quedará en los cielos; y lo que tú desatares
sobre la tierra, quedará también desatado en el cielo". Estas palabras son
las que más definitivamente reflejan la importancia de san Pedro.
Dios
ayudó a su apóstol para que pudiera proseguir su misión. Misión no fácil, que
implicaba un itinerario complejo y arduo. Misión que se concluirá con el
martirio en Roma, donde aún hoy la tumba de Pedro es meta de incesantes
peregrinaciones de todas las partes del mundo.
San Pablo:
"Saulo, Saulo, ¿por
qué me persigues? …. Levántate, entra en la ciudad y
se te dirá lo que debes hacer" (Hch 9, 4-6).
Pablo
fue conquistado por la gracia divina en el camino de Damasco y de perseguidor
de los cristianos se convirtió en Apóstol de los gentiles. Después de
encontrarse con Jesús en su camino, se entregó sin reservas a la causa del
Evangelio.

Su espíritu viajero contribuyó en buena parte a mantener esta cohesión. También a Pablo se le reservaba como meta lejana Roma, capital del Imperio, donde, juntamente con Pedro, predicaría a Cristo, único Señor y Salvador del mundo. Por la fe, también él derramaría un día su sangre (sufrió el martirio de la decapitación), uniendo para siempre su nombre al de Pedro en la historia de la Roma cristiana.
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