Una de las autobiografías más famosas del
mundo, las Confesiones de San Agustín, comienza de esta manera: “Grande eres Tu,
Oh Señor, digno de alabanza. Tú nos has
creado para Ti, Oh Señor, y nuestros corazones estarán errantes hasta que
descansen en Ti” (Confesiones, Capítulo 1). Durante mil años, antes de la
publicación de la Imitación
de Cristo, Confesiones fue el manual más
común de la vida espiritual. Dicho libro ha tenido más lectores que cualquiera
de las otras obras de San Agustín. El mismo escribió sus Confesiones diez años
después de su conversión, y luego de ser sacerdote durante ocho años. En el
libro, San Agustín se confiesa con Dios, narrando el escrito dirigido al Señor.
San Agustín le admite a Dios: “Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua,
siempre nueva. Tarde te amé” (Confesiones, Capítulo 10). Muchos aprenden a través de su autobiografía
a acercar sus corazones al corazón de Dios, el único lugar en donde encontrar
la verdadera felicidad … ¿Quién fue este ‘pecador que llegó a ser un santo’ en la Iglesia ?
Los primeros años
San Agustin nació en Africa del Norte
en 354, hijo de Patricio y Santa Mónica. El tuvo un hermano y una hermana, y
todos ellos recibieron una educación cristiana. Su hermana llegó a ser abadesa
de un convento y poco después de su muerte San Agustín escribió una carta
dirigida a su sucesora incluyendo consejos acerca de la futura dirección de la
congregación. Esta carta llego a ser posteriormente la base para la “Regla de
San Agustín”, en la cual San Agustín es uno de los grandes fundadores de la
vida religiosa.
Patricio, el padre de San Agustín fue pagano
hasta poco antes de su muerte, lo cual fue una respuesta a las fervientes
oraciones de su esposa, Santa Mónica, por su conversión. Ella también oró mucho
por la conversión de su entonces caprichoso hijo, San Agustín. San Agustín dejó
la escuela cuando tenía diez y seis años, y mientras se encontraba en esta
situación se sumergió en ideas paganas, en el teatro, en su propio orgullo y en
varios pecados de impureza. Cuando tenía diez y siete años inició una relación
con una joven con quien vivió fuera del matrimonio durante aproximadamente
catorce años. Aunque no estaban casados, ellos se guardaban mutua
fidelidad. Un niño llamado Adeodatus
nació de su unión, quien falleció cuando estaba próximo a los veinte años. San
Agustín enseñaba gramática y retórica en ese entonces, y era muy admirado y
exitoso. Desde los 19 hasta los 28 años, para el profundo pesar de su madre,
San Agustín perteneció a la secta herética de los Maniqueos. Entre otras cosas,
ellos creían en un Dios del bien y en un Dios del mal, y que solo el espíritu
del hombre era bueno, no el cuerpo, ni nada proveniente del mundo material.
La conversión de San Agustín
A través de la poderosa intercesión de
su madre Santa Mónica, la gracia triunfó en la vida de San Agustín. El mismo
comenzó a asistir y a ser profundamente impactado por los sermones de San
Ambrosio en el Cristianismo. Asimismo, leyó la historia de la conversión de un
gran orador pagano, además de leer las epístolas de San Pablo, lo cual tuvo un
gran efecto en el para orientar su corazón hacia la verdad de la fe Católica.
Durante un largo tiempo, San Agustín deseó ser puro, pero el mismo le manifestó
a Dios, “Hazme puro … pero aún no” (Confesiones, Capítulo 8). Un día cuando San Agustín estaba en el jardín
orando a Dios para que lo ayudara con la pureza, escuchó la voz de un niño
cantándole: “Toma y lee; toma y lee” (Confesiones, Capítulo 8). Con ello, el se
sintió inspirado a abrir su Biblia al azar, y leyó lo primero que llego a su
vista. San Agustín leyó las palabras de la carta de San Pablo a los Romanos
capítulo 13:13-14: “nada de comilonas y
borracheras; nada de lujurias y desenfrenos … revestíos más bien del Señor
Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.”
Este acontecimiento marcó su vida, y a partir de ese momento en adelante el
estuvo firme en su resolución y pudo permanecer casto por el resto de su vida.
Esto sucedió en el año 386. Al año siguiente, 387, San Agustín fue bautizado en
la fe Católica. Poco después de su bautismo, su madre cayó muy enferma y
falleció poco después de cumplir 56 años, cuando San Agustín tenía 33. Ella le
manifestó a su hijo que no se preocupara acerca del lugar en donde sería
enterrada, sino que solo la recordara siempre que acudiera al altar de Dios.
Estas fueron unas palabras preciosas evocadas desde el corazón de una madre que
tenía una profunda fe y convicción.
Obispo de Hipona
Luego de la muerte de su madre, San Agustín
regresó al Africa. El no deseaba otra cosa sino la vida de un monje – vivir un
estilo de vida silencioso y monástico. Sin embargo, el Señor tenía otros planes
para el. Un día San Agustín fue a la ciudad de Hipona en Africa, y asistió a
una misa. El Obispo, Valerio, quien vio a San Agustín allí y tuvo conocimiento
de su reputación por su santidad, habló fervientemente sobre la necesidad de un
sacerdote que lo asistiera. La congregación comenzó de esa manera a clamar por
la ordenación de San Agustín. Sus plegarias pronto fueron escuchadas. A pesar
de las lágrimas de San Agustín, de su resistencia y de sus ruegos en oposición
a dicho pedido, el vio en todo esto la voluntad de Dios. Luego dio lugar a su
ordenación. Cinco años después fue nombrado Obispo, y durante 34 años dirigió
esta diócesis. San Agustín brindó
generosamente su tiempo y su talento para las necesidades espirituales y temporales
de su rebaño, muchos de los cuales eran gente sencilla e ignorante. El mismo
escribió constantemente para refutar las enseñanzas de ese entonces, acudió a
varios consejos de obispos en África y viajó mucho a fin de predicar el
Evangelio. Pronto surgió como una figura destacada del Cristianismo.
El amor de San Agustín hacia la verdad
a menudo lo llevo a controversias con diversas herejías. Por ejemplo, las
principales herejías contra las cuales habló y escribió fueron las de los
Maniqueos, de cuya secta había pertenecido anteriormente; de los cismáticos
Donatistas que se habían apartado de la iglesia; y, durante los veinte años
restantes de su vida, contra los Pelagianos, que exageraban la función del
libre albedrío para hacer caso omiso a la función de la gracia en la salvación
de la humanidad. San Agustín escribió mucho acerca de la función de la gracia
en nuestra salvación, y más adelante obtuvo el título de doctor de la Iglesia especialmente
debido a sus intervenciones con los Pelagianos. En esta línea, el mismo
escribió mucho también acerca del pecado original y sus efectos, del bautismo
de niños pequeños y de la predestinación.
Escritos
San Agustín fue un escritor prolífico, que
escribió más de cien títulos separados. Según lo mencionado anteriormente, San
Agustín escribió su famosa autobiografía titulada Confesiones. El mismo escribió además un gran tratado
durante un período de 16 años titulado Sobre la Trinidad , meditando sobre
este gran misterio de Dios casi diariamente. San Agustín escribió además la Ciudad de Dios, que comenzaba
como una simple y breve respuesta a la acusación de los paganos de que el
Cristianismo era el responsable de la caída de Roma.
Dicha obra fue escrita entre los años 413-426,
y es una de las mejores obras de apologética con respecto a las verdades de la
fe Católica. En ella, la ‘ciudad de Dios’ es la Iglesia Católica.
La premisa es que los planes de Dios tendrán resultado en la historia en la
medida en que las fuerzas organizadas del bien en esta ciudad derroten
gradualmente a las fuerzas del orden temporal que hacen la guerra a la voluntad
de Dios. Una línea de este libro se puede apreciar a continuación: “Por tanto
dos ciudades han sido construidas por dos amores: la ciudad terrenal por el
amor del ego hasta la exclusión de Dios; la ciudad celestial por el amor de
Dios hasta la exclusión del ego. Una se vanagloria en si mismo, la otra se
gloría en el Señor. Una busca la gloria del hombre, la otra encuentra su mayor
gloria en el testimonio de la conciencia de Dios” (Ciudad de Dios, Libro 14).
Conclusión de su vida
En 430 San Agustín se enfermó y
falleció el 28 de agosto de ese mismo año. Su cuerpo fue enterrado en Hipona, y
fue trasladado posteriormente a Pavia, Italia. San Agustín ha sido uno de los
más grandes colaboradores de las nuevas ideas en la historia de la Iglesia Católica.
El es un ejemplo para todos nosotros – un pecador que se hizo santo y que nos
da esperanza a todos. San Agustín es actualmente uno de los treinta y tres
doctores de la Iglesia. Su
fiesta se celebra el 28 de agosto.
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