sábado, 1 de octubre de 2011

SANTA CLARA DE ASÍS



Esta imagen de Santa Clara de Asís la he realizado con la técnica de telas encoladas y masillas epoxídicas . Es la misma técnica que se ha utilizado para hacer la imagen del Patriarca San José, Santa Teresita, Padre Damián, etc., con lo que les doy la pauta de las múltiples imágenes artesanales, e irrepetibles que se pueden hacer. ¿Cómo se hace? te lo cuento ahora por si no leíste el anterior:
1)    Se parte de un soporte (que puede ser de alambre, madera, plástico, cartón, telgopor, etc.) En este caso es un tallado en yeso betalfa. Se le van marcando las partes del cuerpo. TENER EN CUENTA LAS PROPORCIONES!!!!!. En otro artículo  (VER QUI DOCET, DISCIT) te cuento sobre las proporciones corpóreas más comunes.  Se ponen los ojos de vidrio, como ya te enseñé en otras imágenes.


 


2)    Se sigue con la cabeza y las manos Vamos pensando cómo va a ir ubicada la ropa (para esto es preciso ver estampas para que sea más real) y las actitudes de la imagen (esto lleva bastante tiempo).
3)    Se va pensando en todos los detalles que se le quieren hacer (ubicación de las manos, de los pies, manto, etc.). Prestar atención porque Santa Clara lleva entre sus manos una custodia o bien un ramo de lirios y un báculo. Esta la haremos con una custodia, es importante ya saber dónde la vamos a ubicar.
4)    La custodia es lo primero que vamos a hacer, hay que tener cuidado con las dimensiones de la misma. La realicé en masilla epoxídica y pequeñas piedritas brillantes y se pintó con goma laca y purpurina dorada. Ya se le añaden las manos, siempre fijándonos en la altura del cuerpo. Lleva mucho trabajo ya que tiene que ser una imitación de orfebrería.

 



5)    Si hiciera falta, se van añadiendo pequeñas almohadillas con algodón para darle volumen a las partes del cuerpo. Como es una mujer, le damos un poco más las caderas y marcaremos la zona de los pechos. Se pinta la cara y las manos. Se añade la cabeza que se fija con masilla epoxídica.

 


     6)    Se pinta la base imitando suelo, mármol, madera, etc. y se le da varias manos de  barniz. Se la protege con papel adherente para que no se ensucie. En este caso haré una imitación mármol.

7)    Se diagrama la vestimenta de Santa Clara en tela de algodón o lino (NO SINTÉTICO) y se le pasa una mezcla de cola de carpintero, tiza, enduído y colorantes. Por lo menos 2 manos.

 






8)    Dejar secar muy bien entre tela y tela, lo mismo cuando se pinta, DEJAR SECAR MUY BIEN ENTRE MANO Y MANO.
9)    Mucha PACIENCIA!!! Porque lleva doble velo (blanco y negro), y la toca babero va por fuera de la capa marrón.

 


  



10) Lo adherimos todo muy bien al cuerpo y lo dejamos secar. Nos vamos a ayudar haciendo algún “andamio” con palitos, hilos, etc. Para que fragüe todo en el lugar correcto.
11) Sacar el papel adherente de la base y seguir decorando con otros detalles (aureola, cinturón, rosario, manto con cubre cabeza , etc.).

 




 


12) Retocar con pigmentos al tono las marquitas que hubiéramos dejado y todo el perfilado es retocado con dorado y otros colores para crear sombras.

RECOMENDACIÓN: procuren no agregarles demasiadas cosas a las imágenes, traten de hacerlas lo más fiel que puedan, por eso recurran a algún buscador para ver estampas o fotos si las hubiera.

  



Una breve biografía de Santa Clara de Asís:
Clara significa: vida transparente.

Nació en Asís, Italia, en 1193. Su conversión hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San Francisco de Asís. Cuando ella tenía 18 años San Francisco predicó en Asís los sermones de cuaresma y allí insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes materiales. En secreto se fue a buscar al santo para pedirle que la instruyera en el modo de lograr conseguir la perfección cristiana. Él le dijo que había que desprenderse de todo, la animó a dejar la vida de riquezas y comodidades que llevaba y dedicarse a una vida pobre, de oración y penitencia.
El Domingo de Ramos del año 1212 Clara asistió a la celebración pero estaba tan emocionada y fuera de sí que no pasó a recibir la palma. Entonces el señor obispo se fue para la banca donde ella estaba y le puso en sus manos la palma bendita. Y aquella noche, a medianoche, acompañada de una sirvienta, salió secretamente de su casa, (rica mansión de familia muy acomodada) y se fue a dos kilómetros de distancia, donde San Francisco vivía pobrísimamente en un sitio llamado La Porciúncula. Allá la estaba aguardando el santo, el cual salió a recibirla junto con sus frailes, llevando lámparas encendidas y cantando de alegría.
De rodillas ante San Francisco, hizo Clara la promesa de renunciar a las riquezas y comodidades del mundo y de dedicarse a una vida de oración, pobreza y penitencia. El santo, como primer paso, tomó unas tijeras y le cortó su larga y hermosa cabellera, y le colocó en la cabeza un sencillo manto, y la envió a donde unas religiosas que vivían por allí cerca, a que se fuera preparando para ser una santa monja.
Cuando los hermanos que eran muy ricos y esperaban casar a Clara con algún millonario hacendado, se dieron cuenta de la ausencia de la muchacha se dedicaron a buscarla por todas partes. Al fin la encontraron en el convento en donde se había refugiado y quisieron llevársela a la fuerza. Ella se agarró a los manteles del altar, que se rasgaron ante tanta violencia de los atacantes, y cuando se la iban a llevar, Clara se descubrió la cabeza rapada y les dijo: "Por amor a mi Cristo Jesús he renunciado totalmente a todo amor por lo material y mundano". Los hermanos al verla así y tan resuelta, desistieron de tratar de llevársela.
San Francisco hizo que Clara se fuera a vivir junto a la Iglesia de San Damián en Asís, en una pobre y humilde casita. Y he aquí que su hermana Inés y su propia madre decidieron irse también de monjas con ella. Y muchas muchachas más se dejaron atraer por esa vida de oración y recogimiento, y así pronto el convento estaba lleno de mujeres dedicadas a la santidad. Francisco nombró a Clara como superiora de la comunidad, y aunque ella toda la vida trató de renunciara al puesto de superiora y dedicarse a ser una sencilla monjita de segundo orden, sin embargo por cuarenta años será la priora del convento y las monjitas no aceptarán a ninguna otra en su reemplazo mientras ella viva, y es que su modo de ejercer la autoridad era muy agradable y lleno de caridad. Servía la mesa, lavaba los platos, atendía a las enfermas, y con todas era como una verdadera mamacita llena de compresión y misericordia.
A los pocos años ya había conventos de Clarisas en Italia, Francia, Alemania y Checoslovaquia. Y estas monjitas hacían unas penitencias muy especiales, inspiradas en el ejemplo de su santa fundadora que era la primera en dedicarse a la penitencia. No usaban medias, ni calzado, se abstenían perpetuamente de carne, y sólo hablaban si las obligaba a ello alguna necesidad grave o la caridad. La fundadora les recomendaba el silencio como remedio para evitar innumerables pecados de lengua y conservarse en unión con Dios, y alejarse de dañosas distracciones del mundo, pues si no hay silencio, la mundanalidad se introduce inevitablemente en el convento.
No contenta con las mortificaciones que las demás monjitas hacían, Santa Clara ayunaba a pan y agua los cuarenta días de cuaresma y los días anteriores a las grandes fiestas. Y muchos días los pasó sin comer ni beber nada. Dormía sobre una dura tabla y por almohada tenía un poco de pasto seco. San Francisco y el obispo de Asís le mandaron que no dejara pasar un día sin comer aunque fuera un pedazo de pan. Poco a poco la experiencia le fue enseñando a no ser demasiado exagerada en penitencias porque se le dañaba la salud. Y más tarde escribirá a sus religiosas: "Recuerden que no tenemos cuerpo de acero ni de piedra. Por eso debemos moderar los exagerados deseos de hacer penitencias, porque la salud puede sufrir daños muy serios".
Siguendo las enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar. Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió: "Santo Padre: le suplico que no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo". A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: "Mi padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros". Hoy las religiosas Clarisas son 18,000 en 1,248 conventos en el mundo.
Una vez llegaron unos soldados mahometanos, terribles anticatólicos, a atacar el convento, destrozar y matar. Las monjitas se fueron a rezar muy asustadas; y Santa Clara que era extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos sintieron en ese momento tan terrible oleada de terror que salieron huyendo sin hacerles mal. Otra vez los enemigos atacaban la ciudad de Asís y querían destruirla. Santa Clara y sus monjitas oraron con toda fe ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron sin saber por qué.
27 años estuvo enferma nuestra santa, pero su enfermedad la soportaba con paciencia heroica. En su lecho bordaba y hacía costuras, y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó: "Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado, como la que tiene esta santa monjita". Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos. San Francisco ya había muerto, y tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Ángel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba. La santa repetía: "Desde que me dedique a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan".
El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, se fue al cielo a recibir su premio. Un día como hoy fue sepultada. Santa Clara bendita: no dejes nunca de rogar a Dios por nosotros.

QUI DOCET, DISCIT (RESTAURAR UNA IMAGEN)


Muchas veces nos preguntan: ¿Me podrías arreglar una imagen que se me rompió? ¿Cuánto sale una restauración de una estatua que era de mi abuela y está rota? Etc. La verdad es que si no veo la pieza no lo sé. Es muy distinto restaurar una pieza descascarada, ajada por los años a otra que le faltan partes o a otra que tiene sus piezas pero está rota. NUNCA DIGAN NUNCA PERO NUNCA DIGAN SÍ, antes hay que ver para poder evaluar.
 

Muchas imágenes religiosas son antiguas y de poca calidad (ya que el yeso envejece y de desgrana fácilmente) pero guardan un valor afectivo incalculable. Este es el caso que les voy a contar hoy. Una amiga de la parroquia, Ángela, es ya mayor, ronda los setenta y algo de años y me trae una imagen que era de una de sus tías fallecidas… ni quiero calcular los años… y me la entrega antes de la Misa y me dice: “precisa terapia intensiva” hacé lo que puedas y me quedé con la estatua de la Virgen de Pompeya durante toda la ceremonia. Al llegar a casa la veo y evalúo. Tiene faltantes de piezas, manos sobre todo, muchas desdascaduras en la pintura y un yeso viejísimo (hoy en día con el yeso betalfa no ocurre eso).
 



Manos a la obra. Lo primero que hice fue sacar toda la pintura vieja y levantada, para ello usé un bisturí con hoja nueva. En segundo lugar hacer las piezas faltantes con masilla epoxídica y adherirlas a la imagen. Con enduído fui tapando los agujeros y rellenando las partes de pintura que fui sacando. Después de unos días “a lijar”, primero con lija mediana y luego con lija muy fina. Dos buenas manos de goma para fijar el polvillo y darle más resistencia al yeso. Por último preparé los pigmentos naturales con goma laca y la pinté siguiendo el patrón original de colores. La verdad que dio mucho trabajo, pero la cara de Angelita al verla terminada bien lo valió. Su alegría era incontenible, lo mismo que sus lágrimas. Muchas veces el valor de la estatua religiosa pasa por el corazón y los pensamientos de las personas y no por el costo de la pieza en sí.






Las imágenes muestran el antes y el después desde diversos ángulos de la imagen. Espero les sirva y que se animen a restaurar alguna estatua viejita que tengan en casa y dejarla a “nuevo”. La paciencia todo lo alcanza, decía Santa Teresa de Jesús, a tenerlo en cuenta a la hora de trabajar.
 












Les cuento algo sobre el origen de esta advocación:

En el año 79, una erupción del Vesubio (volcán cercano a Nápoles) sepultó bajo su lava la fastuosa ciudad de Pompeya, donde la aristocracia romana tenía sus fincas de recreo. 
A comienzos del siglo XIX, descubiertas las ruinas de la ciudad, se instalaron en el valle cercano varias familias de campesinos que levantaron humildes viviendas y una pobre capilla. 
En el año 1872 Bartolo Longo, abogado de la Condesa de Fusco dueña de esas tierras, visitó la región con motivo de la renovación de los arriendos. Estando allí se enteró que por esos lares los malhechores hacían de las suyas ya que no había policía; el único que imponía un poco de respeto era el cura de la capilla, pero al fallecer éste pocos siguieron firmes en su fe. 
Una noche, Longo vio en sueños a un amigo muerto años atrás el que le pidió que propagara el rezo del Rosario para la salvación de aquella gente. A la mañana siguiente se levantó con la firme decisión de hacer lo que su amigo le había pedido. A partir de entonces, recorrió las casas de los campesinos recomendando el rezo del Rosario y repartiendo imágenes religiosas. También se abocó a la ardua tarea de restaurar la vieja capilla y en 1873 organizó la primera fiesta de la Virgen del Rosario en la pequeña iglesia. 
En el año 1878 Longo obtuvo en un convento de Nápoles un muy deteriorado cuadro de Ntra. Sra. Del Rosario acompañada con Santo Domingo de Guzmán  y Santa Rosa de Lima, pero en su restauración el pintor cambió, no se sabe por qué, a la Santa Limeña por la italiana Santa Catalina de Siena.       
        Puesta sobre el altar del templo aún inconcluso, la sagrada imagen pronto comenzó a obrar prodigios.  Una de las curaciones más importantes fue la del Beato Bartolo Longo, quién mientras estaba enfermo escribió la novena a la Virgen. Hoy en día la cantidad de milagros ha superado los 40.000, todos ellos documentados en el periódico "Il Rosario e la Nuova Pompei". Los milagros están fundamentados en certificados médicos y otros documentos fidedignos.