martes, 21 de mayo de 2024

21 de mayo fiesta del Beato Franz Jagerstatter, padre de familia mártir asesinado por los nazis.


Franz nació 20 de mayo de 1907 en Sankt Radegund, distrito de Braunau am Inn, Alta Austria, fue agricultor y se casó con Franziska Schwaninger el Jueves Santo de 1936. 

Su esposa era una mujer muy devota y por su influencia se convirtió en el sacristán de la iglesia del pueblo, donde empezó a memorizar la Biblia y conocer la vida de los santos.

En 1938, cerca del día del nacimiento de la mayor de sus tres hijas, los alemanes invadieron Austria en el marco de la Segunda Guerra Mundial.




La Iglesia Católica en Austria había advertido contra el nazismo durante años. Los católicos en Alemania se enfrentaban a graves restricciones, incluyendo la prohibición de la Misa -excepto los días domingos- incluso para las solemnidades más sagradas y días festivos.

En 1937 Pío XI publicó la encíclica Mit Brennender sorge (Con ardiente inquietud), que trataba sobre las tensas relaciones entre la Iglesia y la Alemania nazi.


Jagerstatter fue la única persona en todo su pueblo que repudió y votó contra la anexión de la Alemania nazi a Austria en 1938. 

Estaba consternado al ver que muchos católicos apoyaban los nazis. Incluso un cardenal exigió que todas las parroquias izaran la bandera nazi en sus iglesias para el cumpleaños de Hitler.

"Difícilmente podría existir una hora más triste para la fe cristiana en nuestro país", escribió el padre de familia.




Franz sintió en aquel momento que no podía llamarse a sí mismo un discípulo de Cristo si aceptaba los mandatos de un régimen al que consideraba “satánico”.

Al principio parecía que ser agricultor le impediría luchar por el ejército de Alemania ya que se requería producir cantidades masivas de alimentos. Por desgracia, en 1943 la necesidad de más soldados creció, y Jagerstatter fue llamado al servicio activo.

Se dirigió al centro de inducción y anunció que no iba a luchar, por ello fue enviado a la prisión militar de Linz. "Estoy convencido de que lo mejor es decir la verdad, aunque me cueste la vida", escribió.

 
Amigos, familiares e incluso el obispo local visitaron a Jagerstatter en prisión, tratando de convencerlo para que se enliste, pero ninguno le dio un argumento convincente para que desista de sus convicciones morales y religiosas al hacer uso de la objeción de conciencia.

En vez de ello, todos trataron de convencerlo de que Dios no iba a hacerlo responsable por hacer lo que le ordenaban. No lo convencieron.

"Desde la muerte de Cristo, casi cada siglo ha sido testigo de la persecución de los cristianos; siempre ha habido héroes y mártires que dieron su vida -a menudo en formas horribles- por Cristo y su fe. Si esperamos llegar a nuestra meta algún día, entonces nosotros también debemos llegar a ser héroes de la fe", escribió Franz Jagerstatter.

Franz estuvo de mayo a agosto de 1943 en la misma prisión que el reconocido pastor luterano y mártir Dietrich Bonhoeffer, además supo de un sacerdote que había sido martirizado en la misma prisión por las mismas razones que él y muchos otros.

Esa convicción le costó la vida. Fue trasladado a Berlín donde fue condenado a muerte por sedición. Sus últimas palabras registradas antes de la guillotina fueron: "Estoy completamente unido en unión interior con el Señor”.

Durante el Concilio Vaticano II, el testimonio de Jagerstatter ayudó a dar forma a la sección del documento Gaudium et spes que habla de los objetores de conciencia a la guerra.


Fue beatificado 50 años después de su muerte por el Papa Benedicto XVI. Su esposa de 94 años, sus hijas, nietos y bisnietos asistieron a la ceremonia.


Su esposa Franziska durante la celebración de la beatificación.



21 de mayo fiesta de San Eugenio de Mazenod.


CARLOS JOSÉ EUGENIO DE MAZENOD llegó a un mundo que estaba llamado a cambiar muy rápidamente. Nacido en Aix de Provenza al sur de Francia, el 1 de agosto de 1782, parecía tener asegurada una buena posición y riqueza en su familia, que era de la nobleza menor. 

Sin embargo, los disturbios de la Revolución francesa cambiaron todo esto para siempre. Cuando Eugerio tenía 8 años su familia huyó de Francia, dejando sus propiedades tras sí, y comenzó un largo y cada vez más difícil destierro de 11 años de duración.

Los años pasados en Italia.

La familia de Mazenod, como refugiados políticos, pasaron por varias ciudades de Italia. Su padre, que había sido Presidente del Tribunal de Cuentas, Ayuda y Finanzas de Aix, se vio forzado a dedicarse al comercio para mantener su familia. Intentó ser un pequeño hombre de negocios, y a medida que los años iban pasando la familia cayó casi en la miseria.

 Eugenio estudió, durante un corto período, en el Colegio de Nobles de Turín, pero al tener que partir para Venecia, abandonó la escuela formal. Don Bartolo Zinelli, un sacerdote simpático que vivía al lado, se preocupó por la educación del joven emigrante francés. Don Bartolo dio a Eugenio una educación fundamental, con un sentido de Dios duradero y un régimen de piedad que iba a acompañarle para siempre, a pesar de los altos y bajos de su vida. 

El cambio posterior a Nápoles, a causa de problemas económicos, le llevó a una etapa de aburrimiento y abandono. La familia se trasladó de nuevo, esta vez hacia Palermo, donde gracias a la bondad del Duque y la Duquesa de Cannizzaro, Eugenio tuvo su primera experiencia de vivir a lo noble, y le agradó mucho. Tomó el título de "Conde" de Mazenod, siguió la vida cortesana y soñó con tener futuro.

Vuelta a Francia: el Sacerdocio.

En 1802, a la edad de 20 años, Eugenio pudo volver a su tierra natal y todos sus sueños e ilusiones se vinieron abajo rápidamente. Era simplemente el "Ciudadano" de Mazenod, Francia había cambiado; sus padres estaban separados, su madre luchaba por recuperar las propiedades de la familia. 

También había planeado el matrimonio de Eugenio con una posible heredera rica. Él cayó en la depresión, viendo poco futuro real para sí. Pero sus cualidades naturales de dedicación a los demás, junto con la fe cultivada en Venecia, comenzaron a afirmarse en él. 

Se vio profundamente afectado por la situación desastrosa de la Iglesia de Francia, que había sido ridiculizada, atacada y diezmada por la Revolución.

Él llamado al sacerdocio comenzó a manifestársele y Eugenio respondió a este llamado. A pesar de la oposición de su madre, entró en el seminario San Sulpicio de París, y el 21 de diciembre de 1811 era ordenado sacerdote en Amiens.

Esfuerzos apostólicos: los Oblatos de María Inmaculada.

Al volver a Aix de Provenza, no aceptó un nombramiento normal en una parroquia, sino que comenzó a ejercer su sacerdocio atendiendo a los que tenían verdadera necesidad espiritual: los prisioneros, los jóvenes, las domésticas y los campesinos.

 Eugenio prosiguió su marcha, a pesar de la oposición frecuente del clero local. Buscó pronto otros sacerdotes igualmente celosos que se prepararían para marchar fuera de las estructuras acostumbradas y aún poco habituales. Eugenio y sus hombres predicaban en Provenzal, la lengua de la gente sencilla, y no el francés de los "cultos". Iban de aldea en aldea, instruyendo a nivel popular y pasando muchas horas en el confesonario. 

Entre unas misiones y otras, el grupo se reunía en una vida comunitaria intensa de oración, estudio y amistad. Se llamaban a sí mismos "Misioneros de Provenza".

Sin embargo, para asegurar la continuidad en el trabajo, Eugenio tomó la intrépida decisión de ir directamente al Papa para pedirle el reconocimiento oficial de su grupo como una Congregación religiosa de derecho pontificio. Su fe y su perseverancia no cejaron y, el 17 de febrero de 1826, el Papa Gregorio XII aprobaba la nueva Congregación de los "Misioneros Oblatos de María Inmaculada". 

Eugenio fue elegido Superior General, y continuó inspirando y guiando a sus hombres durante 35 años, hasta su muerte. Eugenio insitió en una formación espiritual profunda y en una vida comunitaria cercana, al mismo tiempo que en el desarrollo de los esfuerzos apostólicos: predicación, trabajo con jóvenes, atención de los santuarios, capellanías de prisiones, confesiones, dirección de seminarios, parroquias. 

Él era un hombre apasionado por Cristo y nunca se opuso a aceptar un nuevo apostolado, si lo veía como una respuesta a las necesidades de la Iglesia. La "gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la santificación de las almas" fueron siempre fuerzas que lo impulsaron.

Obispo de Marsella.

La diócesis de Marsella había sido suprimida durante la Revolución francesa, y la Iglesia local estaba en un estado lamentable. 

Cuando fue restablecida, el anciano tío de Eugenio, Fortunato de Mazenod, fue nombrado Obispo. Él nombró a Eugenio inmediatamente como Vicario General, y la mayor parte del trabajo de reconstruir la diócesis cayó sobre él. En pocos años, en 1832, Eugenio mismo fue nombrado Obispo auxiliar. 

Su ordenación episcopal tuvo lugar en Roma, desafiando la pretensión del gobierno francés que se consideraba con derecho a intervenir en tales nombramientos. Esto causó una amarga lucha diplomática y Eugenio cayó en medio de ella con acusaciones, incomprensiones, amenazas y recriminaciones sobre él. 

A pesar de los golpes, Eugenio siguió adelante resueltamente y finalmente la crisis llegó a su fin. Cinco años más tarde, al morir el Obispo Fortunato, fue nombrado él mismo como Obispo de Marsella.

Un corazón grande como el mundo.

Al fundar los Oblatos de María Inmaculada para servir ante todo a los necesitados espiritualmente, a los abandonados y a los campesinos de Francia, el celo de Eugenio por el Reino de Dios y su devoción a la Iglesia movieron a los Oblatos a un apostolado de avanzada. Sus hombres se aventuraron en Suiza, Inglaterra, Irlanda. 

A causa de este celo, Eugenio fue llamado "un segundo Pablo", y los Obispos de las misiones vinieron a él pidiendo Oblatos para sus extensos campos de misión. Eugenio respondió gustosamente a pesar del pequeño número inicial de misioneros y envió sus hombres a Canadá, Estados Unidos, Ceylan (Sri Lanka), Sud-Africa, Basutolandia (Lesotho). 

Como misioneros de su tiempo, se dedicaron a predicar, bautizar, atender a la gente. Abrieron frecuentemente áreas antes no tocadas, establecieron y atendieron muchas diócesis nuevas y de muchas maneras "lo intentaron todo para dilatar el Reino de Cristo". 

En los años siguientes, el espíritu misionero de los Oblatos ha continuado, de tal modo que el impulso dado por Eugenio de Mazenod sigue vivo en sus hombres que trabajan en 68 países.

Pastor de su diócesis.

Al mismo tiempo que se desarrollaba este fermento de actividad misionera, Eugenio se destacó como un excelente pastor de la Iglesia de Marsella, buscando una buena formación para sus sacerdotes, estableciendo nuevas parroquias, construyendo la Catedral de la ciudad y el espectacular santuario de Nuestra Señora de la Guardia en lo alto de la ciudad, animando a sus sacerdotes a vivir la santidad, introduciendo muchas Congregaciones Religiosas nuevas para trabajar en su diócesis, liderando a sus colegas Obispos en el apoyo a los derechos del Papa. 

Su figura descolló en la Iglesia de Francia. En 1856, Napoleón III lo nombró Senador, y a su muerte, era decano de los Obispos de Francia.

Legado de un santo.

El 21 de mayo de 1861 vio a Eugenio de Mazenod volviendo hacia Dios, a la edad de 79 años, después de una vida coronada de frutos, muchos de los cuales nacieron del sufrimiento. 

Para su familia religiosa y para su diócesis ha sido fundador y fuente de vida: para Dios y para la Iglesia ha sido un hijo fiel y generoso. Al morir dejó a sus Oblatos este testamento final: "Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por la salvación de las almas".

Al declararlo santo la Iglesia, el 3 de diciembre de 1995, corona estos dos ejes de su vida: amor y celo. Y este es el mayor regalo que Eugenio de Mazenod, Oblato de María Inmaculada, nos ofrece hoy.


21 de mayo fiesta de San Cristóbal Magallanes y compañeros mártires.



La persecución religiosa de México se extendió, en diferentes oleadas a lo largo de casi tres decenios del siglo XX. En 1911, apenas vencieron las fuerzas revolucionarias de Madero, sobre las de Porfirio Díaz, comenzó para los católicos un periodo de dos años en los que gozaron de igualdades jurídicas y políticas.

En 1913, fue asesinado el presidente Madero, y fueron acusados los católicos y su jerarquía de se causantes o apoyar el asesinato, con lo cual fueron victimas de una cruel persecución por las fuerzas revolucionarias. Venció el ejército de Carranza en 1914, que redactó la Constitución anticlerical de 1917, donde se exiliaron a los obispos y la mayoría de los religiosos y el clero; se destruyeron iglesias y se prohibió el culto.

En 1920, con la llegada del general Obregón se pusieron las bases para la paz religiosa, ablandando la censura, permitiendo el regreso de los obispos y el clero. En 1925, el presidente Calles, originó el cisma y volvió a la persecución religiosa, que originó un levantamiento del pueblo mejicano, llamados "cristeros" que reivindicaba la catolicidad del pueblo de Méjico, una parte del clero rural tuvo que ver en este levantamiento, y todo ello originó una fuerte persecución.

Los obispos, la mayoría en el exilio, estuvieron divididos, y una parte no fue partidaria de la lucha armada. La Santa Sede a pesar de condenar la Constitución de 1917, no apoyó a los "cristeros". El 1929, la Santa Sede consiguió y firmó con el gobierno mejicano "un modus vivendi" que comprometió al gobierno a firmar una amnistía a los clérigos y fieles y a deponer las armas a los cristerios. Hasta 1992, hubo en Méjico un estado laico, anticlerical, pero se "toleraba" a la Iglesia, hasta que se establecieron las relaciones diplomáticas con el Vaticano.

Víctimas de la persecución religiosa, de 1915 a 1937, dieron su vida por Cristo 22 presbíteros y 3 laicos, cuyas memorias y biografías se encuentran a lo largo del año. Los encabeza Cristóbal Magallanes. Fueron beatificados por Juan Pablo II en 1992, y canonizados el 21 de mayo de 2000.

Los mártires fueron: David Galván Bermúdez (1915). Luis Batís Sáinz, Manuel Morales, Salvador Lara Puente, David Roldán Lara (1926). Cristóbal Magallanes Jara, Agustín Caloca Cortés, José María Robles Hurtado, Román Adame Rosales, Julio Álvarez Mendoza, Pedro Esqueda Ramírez, Rodrigo Aguilar Alemán, Jenaro Sánchez Delgadillo, José Isabel Flores Valera, Sabás Reyes Salazar, Mateo Correa Magallanes, David Uribe Velasco, Margarito Flores García, Miguel de la Mora y el beato Miguel Agustín Pro Juárez (1927). Justino Arona Madrigal, Atiliano Cruz Alvarado, Tranquilino Ubiarco Robles, Toribio Romo González, Jesús Méndez Montoya (1928). Pedro Maldonado Lucero (1937).





lunes, 20 de mayo de 2024

20 de mayo fiesta de San Arcángel Tadini.



Nació en Verolanuova (Brescia, Italia), el 12 de octubre de 1846. Su padre, secretario del Ayuntamiento, se casó en primeras nupcias con Giulia Gadola, con quien tuvo siete hijos y de la que quedó viudo a los 39 años. Después se casó con su cuñada, Antonia Gadola, madre de Arcángel, el cual fue de salud delicada y precaria. Hizo los estudios primarios en su pueblo natal y luego en el instituto de Lovere, como sus hermanos. 

En 1864 ingresó en el seminario de Brescia, donde se encontraba también su hermano Julio. En aquel período sufrió un accidente que lo dejó cojo para toda la vida.

En 1870 recibió la ordenación sacerdotal. Eran tiempos duros a consecuencia de la lucha por la unificación de Italia y de las tensiones entre el Estado y la Iglesia, caracterizados por una gran pobreza del pueblo, los enfrentamientos políticos y las primeras tentativas de industrialización; pero, al mismo tiempo, había grandes manifestaciones de caridad cristiana y de una profunda religiosidad popular.

Durante su primer año de ministerio, la enfermedad lo obligó a permanecer con su familia. De 1871 a 1873 fue vicario cooperador en Lodrino, pequeña aldea de montaña, y luego capellán en el santuario de Santa María de la Nuez, barrio de Brescia. En ambos lugares fue, al mismo tiempo, maestro nacional. Su atención a las necesidades de la gente constituyó uno de los rasgos característicos de su ministerio sacerdotal, desde el comienzo:  cuando, a causa de un aluvión, muchos de sus feligreses perdieron todos sus bienes, organizó en la casa parroquial un comedor para 300 personas y dio cobijo a los que se habían quedado sin casa.

 En 1885 fue enviado a Botticino Sera como coadjutor. A los 41 años de edad fue nombrado párroco arcipreste de aquella iglesia. Celebró allí sus 25 años de párroco, poco antes de fallecer.

Amaba a sus feligreses y no escatimaba ningún esfuerzo con tal de lograr que crecieran humana y espiritualmente. Formó un coro, una banda musical y varias hermandades; reestructuró la iglesia; daba la catequesis apropiada a cada persona; y cuidaba con esmero la liturgia. Prestaba atención especial a la celebración de los sacramentos. Preparaba las homilías teniendo presente la Palabra de Dios, la doctrina de la Iglesia y el camino espiritual de sus fieles.





Su atención pastoral, en tiempos de la primera revolución industrial, se centró, sobre todo, en la pobreza. Se dio cuenta de que la Iglesia era interpelada por los que sufrían en las fábricas, en las hilanderías y en los campos. Siguiendo el ejemplo de otros sacerdotes, fundó la Asociación obrera de mutuo socorro, que garantizaba a las obreras una ayuda en caso de enfermedad, accidente laboral, invalidez o vejez. 

Los trabajadores más explotados eran las jóvenes; por eso, a ellas dedicó la mayor parte de sus fuerzas. Impulsado por la encíclica Rerum novarum del Papa León xiii, e interpretando los signos de los tiempos, proyectó y construyó una fábrica de tejidos con su patrimonio familiar. En 1895 quedó concluida, con instalaciones y maquinaria de vanguardia. Tres años más tarde, adquirió con un préstamo la casa anexa con el fin de hacer una residencia para las obreras.

Para educarlas fundó, con muchas dificultades, la congregación de las religiosas Obreras de la Santa Casa de Nazaret. Estas religiosas entraban a trabajar en las industrias con las obreras para compartir sus fatigas y tensiones, ganándose el pan con el trabajo; se preocupan de las muchachas y las educan con el ejemplo.

A sus religiosas, y también a las familias, don Arcángel propuso como modelo la Sagrada Familia de Nazaret, en la que Jesús, José y María trabajaron y vivieron con humildad y sencillez. 

Nuestro Señor no sólo se sacrificó en la cruz, sino que antes, durante 30 años, no se avergonzó de utilizar los instrumentos de carpintero, ni de tener las manos encallecidas y la frente bañada de sudor. Les enseñaba a aceptar la fatiga y las dificultades, ya que nos permiten cooperar en la redención.

A pesar de su frágil salud, don Arcángel sacaba fuerzas de su íntima unión con el Señor, acompañada por la penitencia y la oración. Su confianza en la Providencia era ilimitada. Su humildad y obediencia a sus superiores brillaban en las dificultades.

Debido a sus iniciativas, don Tadini fue objeto de calumnias e incomprensiones, incluso en el ámbito de la Iglesia. En realidad, anticipó los tiempos:  intuyó que la religiosa, obrera entre las obreras, podía facilitar una comprensión más positiva del mundo del trabajo, ya no considerado como un lugar contrario a la Iglesia, sino como un ambiente necesitado de fermento evangélico, un mundo con el cual encontrarse más que oponérsele.

Era consciente de que su obra era precursora, pero estaba firmemente convencido de que no era suya, sino de Dios:  "Dios la ha querido, la guía, la perfecciona, la lleva a término". Don Tadini, hombre emprendedor, fue un sacerdote auténtico, supo conjugar sabiamente riesgo y fe, amor a los hombres y amor a Dios, austeridad y ternura.

La muerte lo sorprendió, el 20 de mayo de 1912, cuando el sueño de su vida aún no se había realizado, pero, como semilla caída en tierra fértil, dio abundantes frutos.





Fue beatificado por el Papa San Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999. Con su canonización, Benedicto XVI lo pone como ejemplo a los sacerdotes, lo indica como intercesor a las familias y lo presenta como protector a los trabajadores.