Franz
nació 20 de mayo de 1907 en Sankt Radegund, distrito de Braunau am Inn, Alta
Austria, fue agricultor y se casó con Franziska Schwaninger el Jueves Santo de
1936.
Su esposa era una mujer muy devota y por su influencia se convirtió en el
sacristán de la iglesia del pueblo, donde empezó a memorizar la Biblia y
conocer la vida de los santos.
En
1938, cerca del día del nacimiento de la mayor de sus tres hijas, los alemanes
invadieron Austria en el marco de la Segunda Guerra Mundial.
La
Iglesia Católica en Austria había advertido contra el nazismo durante años. Los
católicos en Alemania se enfrentaban a graves restricciones, incluyendo la
prohibición de la Misa -excepto los días domingos- incluso para las
solemnidades más sagradas y días festivos.

Jagerstatter
fue la única persona en todo su pueblo que repudió y votó contra la anexión de
la Alemania nazi a Austria en 1938.
Estaba consternado al ver que muchos
católicos apoyaban los nazis. Incluso un cardenal exigió que todas las
parroquias izaran la bandera nazi en sus iglesias para el cumpleaños de Hitler.
"Difícilmente
podría existir una hora más triste para la fe cristiana en nuestro país",
escribió el padre de familia.
Franz
sintió en aquel momento que no podía llamarse a sí mismo un discípulo de Cristo
si aceptaba los mandatos de un régimen al que consideraba “satánico”.
Al
principio parecía que ser agricultor le impediría luchar por el ejército de
Alemania ya que se requería producir cantidades masivas de alimentos. Por
desgracia, en 1943 la necesidad de más soldados creció, y Jagerstatter fue
llamado al servicio activo.
Se
dirigió al centro de inducción y anunció que no iba a luchar, por ello fue
enviado a la prisión militar de Linz. "Estoy convencido de que lo mejor es
decir la verdad, aunque me cueste la vida", escribió.
Amigos,
familiares e incluso el obispo local visitaron a Jagerstatter en prisión,
tratando de convencerlo para que se enliste, pero ninguno le dio un argumento
convincente para que desista de sus convicciones morales y religiosas al hacer
uso de la objeción de conciencia.
En
vez de ello, todos trataron de convencerlo de que Dios no iba a hacerlo
responsable por hacer lo que le ordenaban. No lo convencieron.
"Desde
la muerte de Cristo, casi cada siglo ha sido testigo de la persecución de los
cristianos; siempre ha habido héroes y mártires que dieron su vida -a menudo en
formas horribles- por Cristo y su fe. Si esperamos llegar a nuestra meta algún
día, entonces nosotros también debemos llegar a ser héroes de la fe",
escribió Franz Jagerstatter.

Esa
convicción le costó la vida. Fue trasladado a Berlín donde fue condenado a
muerte por sedición. Sus últimas palabras registradas antes de la guillotina
fueron: "Estoy completamente unido en unión interior con el Señor”.
Durante
el Concilio Vaticano II, el testimonio de Jagerstatter ayudó a dar forma a la
sección del documento Gaudium et spes que habla de los objetores de conciencia
a la guerra.
Fue
beatificado 50 años después de su muerte por el Papa Benedicto XVI. Su esposa de 94 años, sus hijas,
nietos y bisnietos asistieron a la ceremonia.
Su esposa Franziska durante la celebración de la beatificación.
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