María
Josefa Sancho de Guerra fue una mujer sencilla y fuerte de nuestro pueblo que
consagró toda su vida a imitar a Jesús virgen, pobre y obediente.
“Mi vida
está en Dios y es para Dios”.
“Sean
compasivas con los enfermos, en el lecho del dolor, todos son igualmente
necesitados”.
Son
expresiones que recogen el fruto de la inspiración del Espíritu Santo a Santa
María Josefa del Corazón de Jesús al darse cuenta del sufrimiento y soledad de
los enfermos.
Quiso ser
enfermera de Cristo y así lo trasmite a sus hijas las Siervas de Jesús.
Nace en
Vitoria (Álava) España, el 7 de septiembre de 1842.

VOCACION.
A los 18
años hizo el propósito de ser religiosa. Se inclina por la vida contemplativa
pero una grave enfermedad se lo impide.
En un
segundo intento entra en una congregación de vida activa, las Siervas de María,
era el 3 de diciembre de 1865 y tenía 22 años.
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FUNDADORA.
Fiel a los
consejos del Santo y dócil a la moción del Espíritu, con la dispensa y
autorización del Excmo. Sr. Cardenal de Toledo, sale de las Siervas de María el
año 1871 para enriquecer a la Iglesia con un nuevo Instituto dedicado a ejercer
la caridad con los enfermos, con los necesitados y donde iba a santificarse de
modo muy alto, como el mismo Padre Claret le había dicho.
María
Josefa comienza este nuevo camino fundacional con otras cuatro compañeras. En
un principio piensan ir a Barcelona pero las mediaciones humanas, de las que
Dios se sirve para realizar sus designios de amor, las hacen cambiar de rumbo y
dirigirse a Bilbao. Era el 23 de Julio de 1871.
No quería continuar. Fue su oración del huerto.
Pero gracias al apoyo y aliento de sus compañeras sigue adelante y al término
del viaje, la noche cedió y esta intrépida mujer llega a Bilbao, la ciudad que
tanto querrá siempre.
A los dos
días se encuentran por primera vez con D. Mariano José de Ibargoingotia. Este
santo sacerdote que tanto la ayudaría, aquel día la recibe con recelo. La novedad
en los caminos del espíritu siempre provoca recelos como también las grandes
obras con frecuencia son precedidas de grandes dificultades que los santos
superan fiándose de Dios en el día a día.
PRIMEROS
PASOS DEL INSTITUTO

Con el
tiempo consiguen la finca de la calle de la Naja, ya que las vocaciones
aumentaban y el piso de la Ronda quedaba pequeño. Las llamaban de muchos
sitios, cada vez eran más los que pedían sus servicios.
Las jóvenes que seguían
a María Josefa, imitando su entusiasmo y celo por la salvación de las almas,
estaban inaugurando la espiritualidad de las Siervas de Jesús: ser reflejos de
la misericordia del Corazón de Jesús con los enfermos.

Habían
transcurrido 15 años desde aquel día en que, para gloria de Dios, comenzaron su
andadura en Bilbao.
En mayo de
1887, después de terminar los Ejercicios Espirituales dirigidos por el P. Tomás
Gómez, jesuita, fundador de la Universidad de Comillas, hicieron la Profesión
Perpetua, María Josefa y las cuatro coofundadoras.
El
Instituto se consolidaba y María Josefa, que en religión toma el nombre de Sor
Corazón de Jesús, extiende su obra por España y América.
Fueron 42
fundaciones llevadas a cabo durante su vida. No sin dificultades, el AMOR Y
SACRIFICIO se siente en todos los lugares donde, estas mujeres valientes,
generosas y enamoradas de Dios, llevan a los enfermos la buena noticia del
evangelio.
La primera
fundación de Madre Corazón, como popularmente se la conocía, fue el hospital de
Castro Urdiales (Santander). Su última fundación fue en Concepción (Chile),
haciendo así realidad su sueño de fundar en América.
ENFERMEDAD
DE MARÍA JOSEFA

Como san
Pablo escribía, alentaba y con mil detalles importantes o sencillos, se hacía
presente en las comunidades.
En enero de
1911 surgió una nueva complicación y la dolencia cardiaca se une una infección
pulmonar, a partir de ahora pasará los días y las noches, sentada en un sillón,
limitada para siempre, como los miles de enfermos a los que consagró su vida y
su tiempo. Las hermanas la quieren rodear de atenciones y comodidades pero ella
repite: Dejadme morir como una pobre religiosa…Tratadme como a los pobres,
quiero morir como he vivido…
El 20 de
marzo, al día siguiente de la fiesta de San José, al que había tenido gran
devoción, entró en agonía de una manera sencilla como su vida, serena como su
corazón. Sus últimas palabras después de haber recibido la Unción de los
Enfermos fueron: Ya está todo.

En el año
1992 fue beatificada por San Juan Pablo II y canonizada por el mismo Papa el día 1
de octubre de 2000.
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