lunes, 26 de mayo de 2025

26 de mayo fiesta de Santa Mariana de Jesús (Ecuador).



Su nombre completo era Mariana de Jesús Paredes Flores; nació en Quito (Ecuador) en 1618. A los cuatro años quedó huérfana de padre y madre, al cuidado de su hermana mayor Jerónima y de su cuñado, quienes la quisieron como a una hija.

Desde muy pequeñita Mariana de Jesús demostró inclinación hacia la piedad, aprecio por la pureza y por la caridad hacia los pobres. A los siete años invitaba a sus sobrinas, que eran casi de su misma edad, a rezar el rosario y a hacer el vía crucis.

El sacerdote que le hizo el examen de religión para ser admitida a hacer la Primera Comunión, se quedó admirado de lo bien que Marianita, de apenas ocho años de edad, comprendía las verdades del catecismo.

Su cuñado al darse cuenta de los grandes deseos de santidad y oración que Marianita de Jesús tenía, trató de que la recibieran en una comunidad religiosa; pero las dos veces que lo intentó se presentaron contrariedades imprevistas que le impidieron estar en el convento. Entonces ella se dio cuenta de que Dios la quería santificar quedándose en el mundo.

Marianita aprendió música, tocaba la guitarra y el piano; y había aprendido a coser, tejer y bordar, para no perder tiempo en la ociosidad. Tenía una armoniosa voz y sentía una gran afición por el canto, y cada día se ejercitaba un poco en este arte; le agradaba mucho entonar cantos religiosos que le ayudaban a meditar.

En el solar de la casa de su hermana construyó una habitación separada, para rezar, meditar, y hacer penitencia. Para recordar frecuentemente que iba a morir y que tendría que rendir cuentas a Dios, en su habitación se despojó de todo mueble, con la única compañía de una calavera, y se consiguió un ataúd en el que dormía varias noches de la semana.

Su día lo repartía entre la oración, la meditación, la lectura de libros religiosos, la música, el canto y los trabajos manuales; su meditación preferida era pensar en la Pasión y Muerte de Jesús.

En el templo de los padres de la Compañía de Jesús, Santa Marianita, encontró un virtuoso sacerdote, el pintor y poeta jesuita Hernando de la Cruz, que hizo de director espiritual y le enseñó el método de San Ignacio de Loyola, que consiste en examinarse la conciencia tres veces al día.
 
Marianita de Jesús se propuso cumplir aquel mandato de Jesús: "Quien desea seguirme que se niegue a sí mismo". Y desde niña empezó a mortificarse en la comida, en el beber y el dormir. En el comedor colocaba una canastita debajo de la mesa, y sin que se dieran cuenta, echaba buena parte de esos alimentos en el canasto, y los regalaba después a los pobres.

Uno de los sacrificios era no tomar ninguna bebida en los días de mucho calor. Pero la animaba a esta mortificación el pensar en la sed que Jesús tuvo que sufrir en la cruz. Se colocaba en la cabeza una corona de espinas mientras rezaba el rosario. Muchísimos rosarios los rezó con los brazos en cruz.

Ayunaba frecuentemente; no obstante Marianita, se propuso como sacrificio no salir de su casa sino al templo y cuando alguna persona tuviera alguna urgente necesidad de su ayuda. Así que el resto de su vida estuvo recluida en su casa; solamente salía a la Santa Misa cada mañana, y volvía luego a vivir encerrada, dedicada a las lecturas espirituales, a la meditación, a la oración, al trabajo y a ofrecer sacrificios por la conversión de los pecadores.

Santa Marianita recibió de Dios el don de consejo y así sucedía que los consejos que ella daba a las personas les hacían inmenso bien. También le dio a conocer Nuestro Señor varios hechos que iban a suceder en lo futuro, y así como ella los anunció, así sucedieron. Tenía un don especial para poner paz entre los que se peleaban y para lograr que ciertos pecadores se convirtieran y dejaran su vida de pecado.

A un sacerdote inteligente pero muy vanidoso, le dijo después de un brillante sermón: "Mire Padre, que Dios lo envió a recoger almas para el cielo, y no a recoger aplausos de este suelo". Y el presbítero dejó de buscar la estimación al predicar.


En una enfermedad le sacaron sangre a Mariana de Jesús, y la muchacha de servicio echó en una maceta la sangre que le habían sacado, y en esa matera nació una bella azucena; con esa flor la pintan a ella en sus cuadros. Esta santa fue azucena de pureza durante toda su vida, y se la llama la Azucena de Quito.

Por aquella época Sucedieron en Quito fuertes terremotos, que destruían casas y ocasionaban muchas muertes. Un padre jesuita dijo en un sermón: - "Dios mío: yo te ofrezco mi vida para que se acaben los terremotos". Pero Mariana exclamó: - "No, señor. La vida de este sacerdote es necesaria para salvar muchas almas. En cambio yo no soy necesaria. Te ofrezco mi vida para que cesen estos terremotos". La gente se admiró de esto. Y aquella misma mañana al salir del templo ella empezó a sentirse muy enferma; pero desde esa mañana ya no se repitieron los terremotos.

Una terrible epidemia estaba causando la muerte de centenares de personas en Quito. Santa Mariana de Jesús ofreció su vida, y todos sus dolores, para que cesara la epidemia; y desde el día en que hizo ese ofrecimiento terminó la plaga y ya no murió más gente de ese mal.

Por eso el Congreso del Ecuador le dio en el año 1946 el título de "Heroína de la Patria".

Acompañada por tres padres jesuitas murió santamente el viernes 26 de mayo de 1645. Desde entonces los quiteños le han tenido una gran admiración. Su entierro fue una inmensa ovación de toda la ciudad. Y los continuos milagros que hizo después de su muerte, obtuvieron que el Papa Pío IX la declarara beata en 1853, y el Papa Pío XII la declarara santa el 4 de junio de 1950, siendo la primera santa ecuatoriana se la considera Patrona del Ecuador.


No hay comentarios: