miércoles, 2 de julio de 2025

2 de julio fiesta de Nuestra Señora del Huerto.


A fines del siglo XV una devota mujer de Chavari, en la provincia de Génova, mandó pintar sobre el muro de un huerto una bella imagen de la Madre y el Niño, en señal de gratitud por haber sido salvada del flagelo de la peste.
En 1493 una grave epidemia de cólera  azotó a la ciudad de Génova, alcanzando la vecina localidad de Chiavari donde María Turquina Quercio, piadosa mujer del suburbio de Rupinaro, prometió a la Virgen una señal de público reconocimiento si la mantenía inmune a la peste.
Superado el flagelo, María Turquina encargó al artista Benedicto Borzone pintar sobre un muro del huerto ubicado entre el Palacio de Gobierno y el puerto, una imagen de la Santa Madre y el Niño junto a San Sebastián y San Roque, santos protectores de los enfermos. La imagen debía ser venerada por los transeúntes que, en su diario trajín, no tenían tiempo de entrar al templo para orar.
Poniendo todo su empeño Borzone logró expresar de manera admirable la bondad de la Santísima Virgen y la fuerza de su protección, obteniendo el bello y colorido retrato que conocemos.
Con el paso de los años el huerto fue transformado en depósito y chiquero pero la bella pintura siguió allí, manteniendo su aspecto y tonalidad y llamando poderosamente la atención de quienes pasaban por el lugar.
En 1528 la peste volvió a castigar la Liguria, abatiéndose con especial fuerza en Chavari, hecho que acrecentó la devoción por la imagen. Por esa razón, las autoridades de la ciudad decidieron construirle un altar que permitiese a los fieles inclinarse y orar ante ella.

Apariciones y milagros

La noche del 18 de diciembre de 1609, Gerónima Turrio, una lavandera del barrio de Rupinaro, rezaba frente a la Virgen cuando, repentinamente, la pintura comenzó a irradiar una luz intensa. El prodigio se conoció en los alrededores y al cabo de un tiempo, cientos de peregrinos comenzaron a acudir al lugar para implorar gracias.
La fama de Nuestra Señora del Huerto se vio reforzada el 2 de julio de 1610 cuando, en horas de la mañana, se le apareció a Sebastián Descalzo, un humilde poblador de las inmediaciones, quien en esos momentos caminaba desde su casa al suburbio de Carasco, recitando sus oraciones.

Transitaba Sebastián la plaza de la ciudad  cuando vio frente a sí a la Virgen bendita luciendo un hermoso manto celeste. Poco después, comenzaron los milagros. Una rajadura que atravesó el muro de un extremo a otro de la pintura, se reparó sola, sin la intervención de ningún albañil. Otro día, frente a su imagen, dos enemigos acérrimos fray Miguel Raggio y Battino Marini, se reconciliaron dándose el abrazo de la paz y al cabo de un tiempo se producían curaciones, se solucionaban diferendos y se concedían peticiones, todo por medio de la Virgen del Huerto.

Santa Patrona de Chiavari
El 7 de marzo de 1634 el Consejo de Gobierno de la ciudad declaró a la Virgen del Huerto patrona de la población y del distrito de Chiavari y el 8 de septiembre el sector de la pared donde se hallaba pintada la imagen fue trasladado al Altar Mayor del santuario, inaugurado el año anterior.
En 1769 Nuestra Señora del Huerto fue solemnemente coronada con oro del Capitolio Vaticano y su iglesia entregada a la congregación de los Carmelitas Descalzos quienes la tuvieron en su poder hasta 1797, cuando al proclamar Napoleón la República Ligur, se alejaron.
En 1892, instituida la nueva diócesis de Chiavari, S.S. León XIII elevó el santuario a Catedral designando dos años después a su primer obispo, Monseñor Fortunato Vinelli. El 3 de julio de 1907 San Pío X la elevó a Basílica.

Hijas de María Santísima del Huerto

En 1829 San Antonio María Gianelli, obispo de Bobbio, se inspiró frente a la sagrada imagen para fundar la congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, venerable instituto que, desde Italia y España hasta Palestina y la India, pasando por América del Sur y las tierras del Congo, difundió por el mundo su sagrada devoción.



martes, 1 de julio de 2025

El hábito Mercedario.



Orden de Nuestra Señora de Merced.

Congregación de hombres fundada en 1218 por San Pedro Nolasco, nacido en 1189, en Mas-des-Saintes-Puelles, departamento de Aude, Francia.





Se unió al ejército de Simón de Montfort durante el ataque a los Albigenses. Fue designado tutor del joven rey Jaime I de Aragón, que había accedido al trono después de fallecer su padre, Pedro II, muerto en la batalla de Muret. Pedro Nolasco siguió a su pupilo hasta la capital, Barcelona, en 1215.

 A partir del año 1192 algunos nobles de la ciudad habían formado una confraternidad con el fin de cuidar a los enfermos en hospitales y también para rescatar a los cristianos cautivos de los musulmanes.

Pedro Nolasco tuvo una visión de la Santa Virgen en la que le pidió que fundase una orden dedicada especialmente a la redención de cautivos. Su confesor, San Raimundo de Peñafort, el canónigo de Barcelona, le alentó y asistió en este proyecto al tiempo que el rey Jaime I le ofreció su protección.

 Los citados nobles ya se habían convertido en los primeros monjes de la orden y habían establecido su cuartel general en el convento de Santa Eulalia de Barcelona, erigido en 1232.




 La Orden estaba formada por clérigos y laicos o caballeros. Los monjes vestían hábito blanco, compuesto de túnica, cinturón, escapulario, capilla y escudo de la orden.

Estos religiosos siguieron la regla elaborada para ellos por San Raimundo de Peñafort. La orden fue aprobada primero por Honorio III y después por Gregorio IX (1230), ésta última a petición de San Raimundo Nonato presentada por San Pedro Nolasco, concediéndose la Bula de confirmación la cual prescribía la regla de San Agustín, la nueva regla incluida en las Constituciones (1235).

San Pedro fue el primer superior adoptando el título de General e instituyó el oficio de Redentor, título dado al monje enviado a las tierras de los musulmanes para tratar el rescate de presos.







En virtud de su "cuarto voto", cada mercedario profesaba "quedar en rehenes, si fuere preciso, en lugar de un cautivo, sobre todo si su fe peligraba". Hoy sigue vigente este cuarto voto. El santo fundador murió en 1256, siete años después de haber sido reelegido como superior. Guillaume Le Bas le sucedió.


Con los años se fueron formando otras Congregaciones femeninas de Mercedarias, algunas de vida activa y otras contemplativas. Muchas de ellas conservaron el hábito tradicional, otras lo adaptaron y algunas ya visten de seglares.






El hábito Benedictino y de las órdenes que siguen la regla de San Benito.


MONJES BENEDICTINOS


La Orden de San Benito (en latín: Ordo Sancti Benedicti), (O.S.B.) es la orden religiosa, perteneciente a la Iglesia Católica Romana, dedicada a la contemplación, fundada por Benito de Nursia, que sigue la Regla dictada por éste a principios del siglo VI para la abadía de Montecassino. Benito de Nursia contribuyó decididamente a la evangelización cristiana de Europa, por lo que es patrón de Europa.

Actualmente la Orden está extendida por todo el mundo, con monasterios masculinos y femeninos.

Siguiendo su ejemplo e inspiración, diversos fundadores de órdenes religiosas han basado la normativa de sus monasterios en la Regla dejada por Benito, cuyo principio fundamental es Ora et labora, es decir, Oración y Trabajo.


Los monasterios benedictinos están siempre dirigidos por un superior que, dependiendo de la categoría del monasterio, puede llamarse prior o abad; este es escogido por el resto de la comunidad. 

El ritmo de vida benedictino tiene como eje principal el Oficio Divino, también llamado Liturgia de las Horas, que se reza siete veces al día, tal como San Benito lo ordenó. 
Junto con la intensa vida de oración en cada monasterio, se trabaja arduamente en diversas actividades manuales, agrícolas, etc., para el sustento y el autoabastecimiento de la comunidad.


Un poco de historia

En la Edad media, entre los siglos XX y XII, proliferaron en Europa monasterios y nuevas corrientes monásticas como: los Camaldoli, Valleumbrosa, los Silvestrinos, Monte Oliveto y el Císter.

Estos monjes pertenecen a la Orden de San Benito. San Benito de Nursia era un abad que vivió como ermitaño durante tres años. 

Al cabo del tiempo decide fundar la orden benedictina con el fin de construir monasterios autosuficientes y acabar con la vida atrevida de sus compañeros.

En el siglo 11, el mundo estaba en crisis y la decadencia había llegado a todos los estratos de la sociedad. 

Además el dinero acumulado por los monjes y la dependencia y avasallamiento a que se veían sometidos por la nobleza, trajo consigo los deseos de reformas.

La orden creada por San Benito tuvo varias reformas debido a la desaparición de la disciplina en los monasterios. La primera se llamó la cluniacense, llegando a difundirse por gran parte de los monasterios existentes durante la Edad media. La segunda reforma de la orden Benedictina fue la cisterciense, palabra que provenía de Císter, que en francés se traduce como Cíteaux. Este fue el lugar en donde se levantaron los primeros monasterios de esta corriente.

El objetivo principal fue poner en práctica la Regla de San Benito y regresar a la vida contemplativa.

Reglas benedictinas (La Santa Regla)

Inspirado por Dios, San Benito escribió un Reglamento para sus monjes que llamó "La Santa Regla" y que ha sido inspiración para los reglamentos de muchas comunidades religiosas monásticas. Muchos laicos también se comprometen a vivir los aspectos esenciales de esta regla, adaptada a las condiciones de la vocación laica.


La síntesis de la Regla es la frase "Ora et labora" (reza y trabaja), es decir, la vida del monje ha de ser de contemplación y de acción, como nos enseña el Evangelio.

Algunas recomendaciones de San Benito:

La primera virtud que necesita un religioso (después de la caridad) es la humildad.

La casa de Dios es para rezar y no para charlar.

Todo superior debe esforzarse por ser amable como un padre bondadoso.

El ecónomo o el que administra el dinero no debe humillar a nadie.

Cada uno debe esforzarse por ser exquisito y agradable en su trato.

Cada comunidad debe ser como una buena familia donde todos se aman.

Evite cada individuo todo lo que sea vulgar. Recuerde lo que decía San Ambrosio: "Portarse con nobleza es una gran virtud".


El verdadero monje debía ser "no soberbio, no violento, no comilón, no dormilón, no perezoso, no murmurador, no denigrador… sino casto, manso, celoso, humilde, obediente".



Hábito

En la Edad Media los monjes benedictinos llevaban camisa de lana y escapulario. El hábito o vestidura superior es negro, por lo que el pueblo los llamó los monjes negros, en oposición a los cistercienses, que llevan túnica blanca y escapulario negro, denominados los monjes blancos.

Así también existen monjes que usan el hábito blanco no por contraposición sino por inspiración tal es el caso de los monjes benedictinos olivetanos según cuenta la tradición la Santísima Virgen le ofreció el hábito blanco y la regla de San Benito a su fundador San Bernardo Tolomei.

Hay también otras congregaciones que conjugan el hábito blanco con el escapulario negro. Pero todos observan la regla de San Benito, en sus diferentes carismas.


 








Cómo viven los monjes en la actualidad



Hoy subsiste como la Orden Benedictina independiente que se divide en dos ramas: Orden del Císter y Orden cisterciense de la Estrecha Observancia.

Alrededor del mundo existen muchos monasterios benedictinos:

• Monasterios masculinos: 335 (270 abadías, 15 prioratos y 50 casas independientes) donde viven 8000 monjes.

• Monasterios femeninos: 840 abadías y monasterios donde conviven unas 1600 monjas y hermanas.


Los monasterios fueron creados para que monjes y hermanos tuvieran un lugar donde poder retirarse a meditar y orar, alejado de las ciudades y del bullicio. 

Estos establecimientos fueron llamados “ciudades de Dios”. Para poder subsistir por sigo mismos, necesitaron elaborar su propia comida, labrar sus tierras y crear nuevas herramientas. 

Los monjes desarrollaron un sinfín de aportaciones a la humanidad: copiando los escritos greco-romanos para que no se perdieran, ideando herramientas para la canalización del agua, ya que los monasterios siempre eran construidos en los altos de las montañas o en niveles elevados y otras contribuciones.

Las monjas siguen la misma Regle de San Benito y con respecto al hábito siguen los mismos patrones que los monjes, en ellas se agrega la cofia y el velo.








Monjes y monjas cisterciences

 Aunque siguen la regla de san Benito, los cistercienses no son propiamente considerados como benedictinos. Fue en el IV Concilio de Letrán en 1215 cuando la palabra «benedictino» apareció para designar a los monjes que no pertenecían a ninguna orden centralizada, por oposición a los cistercienses.




Monjes y monjas Trapenses

 Nacen como una ramificación de la Orden del Císter, que a su vez se originó de la Orden de San Benito.