martes, 2 de septiembre de 2025

2 de septiembre fiesta de San Salomón Leclercq, religioso lasallano.




Nicolás, hijo de comerciantes, dócil y reservado, nació en 1745 en Boulogne sur Mer, importante puerto vecino al canal de la Mancha, creció en una familia acomodada, numerosa y de firmes principios religiosos: una madre presente y alegre, un padre recto y honesto en sus operaciones comerciales de productos alimentarios y de vino, además propietario también de dos salinas en La Rochelle.

Por motivo de ser parte de un hogar religioso, los padres eligen la escuela lasallana, orientada al fortalecimiento de las actividades del cálculo, muy apropiadas para dar concreción al programa escolar de los hijos de los comerciantes, además de los artesanos y pobres. Su mismo padre ya había sido alumno en ella y la tenía en estima y aprecio.

A los 16 años, concluye la escuela y con miras a un empleo en la empresa familiar, es enviado a Devres, no lejos de Boulogne y luego a París para un tiempo de “prácticas”. Pero justamente, en el tumulto de la capital, donde impera la intolerancia religiosa y los jóvenes – como aquellos que se alojan con él en la pensión Vessette – es donde madura el rechazo hacia una vida desmedida y mundana y crece la nostalgia de una vida en plenitud.

El regreso a casa y la determinación: “quiero ser como mis maestros, los Hermanos de las Escuelas Cristianas, hacer mía su piedad, austeridad, el servicio a los jóvenes”, provoca que a los 21 años ingresara al noviciado, con la alegría de un camino pleno y verdadero, testimoniado por las cartas que escribe a su familia, gran don del cielo. Allí recibe el nombre de Hermano Salomón.

Sus éxitos comenzaron a destacarse; maestro a sus 23 años, primero en Rennes y luego en Rouen y llegar a tener hasta 130 alumnos en clase, acompañando a cada uno de ellos desde la mañana hasta el atardecer. En este espacio aprende el sufrimiento, a relacionarse con ternura, misericordia, autoridad, cambiando su innata timidez en alegría y sana preocupación no sólo por enseñar, sino más aún por acompañar con paciencia, vistas las carencias de las familias de origen, hacia horizontes de sentido.

A sus 27 años, emite los votos perpetuos y pocos meses después recibe su nuevo destino como maestro de novicios, donde dedicó sus esfuerzos a la: capacidad de discernimiento y de acompañamiento de los futuros religiosos, a los cuales trasmite el sentido profundo de los reglamentos y constituciones lasallanos, introduciéndoles en la práctica constante de la virtud.

Con 32 años lo encontramos como administrador en Mareville, un gran complejo educativo, con cerca de 1.000 alumnos, entre ellos 150 muchachos “difíciles” enviados por los tribunales, un noviciado y una comunidad de 40 Hermanos. Además de algunas enseñanzas, sobre todo se dedicó a administrar; Un cambio repentino de vida, que lo devuelve a las cosas del mundo, fuerte de prudencia y equilibrio, como le había enseñado su padre.

Después de nueve años allí, es enviado a enseñar matemáticas en el escolasticado de Melun, escuela de formación de los maestros lasallanos, donde permanece 5 años. La rectitud de su razonamiento, la sencillez, la discreción y la gran competencia que apasionaba a sus alumnos lo llaman para ser secretario personal del Director.

Dos años después estalla la revolución. El Hermano Salomón continuó con su trabajo y junto con otros hermanos se niega a prestar juramento al Estado. Se suprimen las congregaciones y también las escuelas de los Lasallanos, por lo que son expulsados de sus casas en condiciones de pobreza total y regresan a sus familias de origen aquellos que pueden.

En este periodo, el Hno. Salomón se encuentra con el P. Clorivière, jesuita, y comparte con él su intuición: transformar los institutos religiosos en tiempo de persecución en lo que posteriormente serán los institutos seculares, viviendo la propia vocación en el mundo. En el bosque de Senart hace un retiro antes del calvario.

 Posteriormente, llega el momento culminante de la Revolución Francesa, que suspende los derechos personales en nombre de la democracia y de la igualdad. Ante toda esta polémica, los religiosos con quienes más pagan y el 15 de agosto de 1792 su última carta: ante la tempestad, el Hermano permanece sereno, preocupado más por la familia y por sus Hermanos que por sí mismo: “Suframos con alegría y agradecimiento por las cruces y las aflicciones que nos son enviadas. Por mi parte no soy digno de sufrir por Él, puesto que hasta este momento no he experimentado nada malo, mientras hay tantos confesores de la fe que se encuentran en dificultad”.
 
Pocas horas después es arrestado por un tropel de 50 hombres y junto con 166 sacerdotes y religiosos “refractarios” es encarcelado en el convento de los Carmelitas de París. Interrogado durante la noche, pasa los últimos días sin comida. Es el Hermano Abram, prisionero con él que logrará escapar, quien relata los últimos momentos vividos como si fueran unos ejercicios espirituales lasallanos: desprendimiento de los bienes materiales y preparación para el martirio.

El 2 de septiembre fue su última oportunidad para retractarse y prestar el juramento a la Constitución Civil del Clero y en su descanso que fungía como su salida al jardín para la tradicional hora al aire libre, en dos grupos sucesivos, les acompañaron los sicarios, quienes a una orden convenida, comienzan a matar a golpes de espada, fusil y pistola.

Fueron beatificados el 17 de octubre de 1926 por el Papa Pío XI junto con un grupo total de 191 víctimas de las masacres de septiembre. Primer mártir lasallano, el Hermano Salomón será seguido luego por otros tres Hermanos muertos en aquellos años en los pontones de Rochefort y beatificados en 1995.




Fue canonizado por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016 en la Plaza de San Pedro, Roma.

lunes, 1 de septiembre de 2025

El hábito Agustino.





Desde el siglo XIII los Agustinos vestían un hábito negro de lana, un material más modesto y menos costoso del lino. 

Las primeras disposiciones a propósito de este hábito  fueron dictadas en 1244 por el  Cardenal Riccardo Annibaldi y confirmadas por el mismo en los decretos del 1253 y del 1255. 

En estas disposiciones se hace notar que el hábito agustino debia estar compuesto de la siguiente manera: 



-por la  cogulla (o saya) ancha y estrecha en los flancos con un cinturón de cuero

-por la capilla o capucho

-por el  escapulario blanco cerrado con una cuerda

-por el bastón, elemento distintivo del hábito de los eremíticos visto que al principio la Orden agustina estaba relacionada con el eremetismo. El uso del bastón fue abolido después de la Grande Unión del 1256.

-por zapatos de cuero negro Leyendo las disposiciones del Cardenal nos podemos dar cuenta de cómo era el hábito de los  Novicios en el tiempo de prueba:

-túnica y escapulario blancos

-manto negro largo hasta los tobillos

-cinturón

Según una antigua leyenda, Mónica quedando viuda, habló con la Virgen para pedirle consejo de cómo se tendría que vestir después de la muerte de su esposo y de su hijo. La Virgen  se le apareció con un hábito negro y modesto, cerrado en los flancos con un largo cinturón de cuero. 

María le donó su cinturón recomendándole de llevarlo siempre y de exhortar a hacer lo mismo a todos  aquellos que quisieran tener su protección.

Desde aquel día, Mónica, su hijo Agustín y todos los que siguieron su regla iniciaron a vestirse  de esta manera.

Entre los siglos XIV y XVI se delineó el hábito agustino: al principio, por el estilo y la forma, recordaba a la indumentaria usada por los eremíticos. Posteriormente, se alinearon al utilizo del hábito como el de las órdenes mendicantes.

A partir del siglo XVII el hábito de los Agustinos fue cambiado y renovado: la cogulla era más ancha y llena de arrugas, la capilla o capucho era más grande hasta cubrir completamente los hombros, las mangas eran más anchas, el cuello de la saya fue adornado con un collar blanco y se cubría la cabeza con un sombrero negro a forma de  solideo.

Durante los siglos desde el XVIII hasta el XX el vestido agustino no tuvo ningún cambio, después del Concilio Vaticano II fue introducido el clergyman.

Debate con los Dominicos por el uso del hábito.

El debate entre los Dominicos y los Agustinos a propósito del hábito, nació alrededor  del 1256, año de la Grande Unión. Algunos frailes Agustinos, como los Boniti y los Brettinesi, vestian una saya y escapulario blancos (vestidos claustrales) usados también afuera de los monasterios propio como los frailes predicadores. 










Por eso el Papa Alejandro IV, para evitar que las dos órdenes  fueran confundidas, escribió una bulla, la Meminimus nos del 1259 y prohibió a los Agustinos de portar hábitos similares a los de los Dominicos. Sin embargo, a pesar de esta prohibición no obtuvo ningún resultado en la manera de vestir de los agustinos.

De esta forma, a finales del siglo XVI y al inicio del siglo XVII aumentaron mucho las protestas de los Dominicos contra el uso del hábito blanco de los Agustinos hasta que el Papa Clemente VII en 1597 se pronunció a favor de los primeros. 

Pero la oposición de los Agustinos condujo al Papa a tomar una decisión definitiva en 1603, las dos órdenes podían utilizar el hábito blanco para el interior. Para el exterior  y las funciones solemnes, el hábito negro.

San Agustín y los Agustinos.

San Agustín, está considerado entre los más importantes Padres de la Iglesia Latina. Era un hombre de pasión y de fe, de profunda inteligencia e incansable cura pastoral. 

Fue el autor de muchas obras  y el mismo Possidio, su primer biógrafo, se maravillaba de cómo un sólo hombre hubiera podido escribir tanto en su vida. Sus textos de naturaleza teológica, mística y filosófica contribuyeron a la construcción de las bases del pensamiento cristiano y constituyen aún hoy en día, un punto de referencia  para muchos estudiosos. 

En particular las Confesiones, su obra más conocida, son una maravillosa autobiografía espiritual escrita como elogio hacia Dios.

El signo indeleble dejado en la cultura Occidental y en todo el mundo, hacen de San Agustín un Santo conocido por lo menos de fama,  también para aquellos que profesan una religión diferente al cristianismo.

San Agustín nace en África, en Tagaste, el 13 de noviembre del  año 354  en una familia de pequeños terratenientes. Gracias a su madre Mónica, mujer pasionaria y  ferviente católica, recibe una educación religiosa pero su juventud fue “infeliz y negativa” marcada por una profunda crisis moral y dominada por una inquieta búsqueda de placeres. 

Sólo después de haber leído el Ortensio de Cicerón, Agustín se apasiona a la filosofía empezando su camino de conversión. No encontrando satisfacción en la Sagrada Escritura, buscó la verdad en el maniqueísmo, una religión oriental fundada en el siglo III d.c. por Manes que se basaba en el principio fundamental del dualismo, es decir en la oposición entre los dos principios divinos del bien y del mal. 

Entendió rápidamente que la verdad tanto buscada no la podía encontrar en esta religión fuertemente anticatólica.

 Posteriormente  se traslada a Roma, donde una enfermedad  casi lo lleva a la muerte. Después de este hecho, se  muda a Milán para enseñar  retórica. 

Su  vida en esta ciudad fue fundamental para su conversión, ya que estando en este lugar  pudo escuchar los sermones de San Ambrosio, Obispo de Milán y  sobretodo tuvo la posibilidad de frecuentar al anciano cura San Simpliciano que había preparado al mismo Ambrosio para el episcopado. 

El encuentro con Ambrosio será muy importante para su camino de fe porqué gracias a sus palabras y enseñanzas, Agustín se abrirá hacia la fe cristiana como único camino hacia la verdad, mas tarde será bautizado por el mismo Ambrosio.

A pesar de que hubiera querido dedicarse completamente a las oraciones, a la penitencia y al estudio, una vez llegado a Hipona fue obligado a aceptar el sacerdocio por  voluntad del pueblo considerada como voluntad de Dios. 

Su labor fue fecundísima: transfirió a Hipona su monasterio y marcó los fundamentos para la renovación de las costumbres del clero gracias a su Regla reconocida como modelo a seguir a partir del  siglo XIII por la Orden de los Eremíticos agustinos. 

En el año 396 fue elegido obispo de Hipona llegando a ser un punto de referencia para toda la Iglesia del Continente  Africano. 

Se dedicó constantemente a la predicación, a la preparación del clero, a la organización de la vida monástica y a la defensa de la fe contra las herejías, hasta su muerte acaecida después de una grave enfermedad en el año  430, durante el asedio de los Vándalos, a la edad de 76 años.

Su cuerpo fue trasladado a Cagliari por el obispo Fulgenzio de Ruspe hacia los años 508 -517 junto a otras reliquias de obispos africanos. 

En el 725 el rey longobardo Liutprando rescató su cuerpo de los Sarracenos  en Cerdeña y lo trasladó a Pavía a la Iglesia de San Pedro en el Cielo de Oro, cerca de los lugares de su conversión.

Órdenes y Congregaciones Agustinas.

El término agustinos (nombre basado en la figura de San Agustín de Hipona, 354-430), puede aplicarse a grupos separados de institutos religiosos de la Iglesia católica. Hoy en día existen muchas Congregaciones religiosas que viven el carisma de San Agustín.

Órdenes religiosas mendicantes:

Orden de San Agustín (O.S.A.), fundada en 1244.

Orden de Agustinos Recoletos (O.A.R.), separada en 1588.

Orden de Agustinos Descalzos (O.A.D.), separada en 1610.

Órdenes de Canónigos Regulares.

Varias órdenes (o congregaciones de canónigos) agrupadas en la confederación Orden de Canónigos Regulares de San Agustín (C.R.S.A.).

Congregaciones Religiosas Clericales:

Congregación de los Agustinos de la Asunción (A.A.), fundada en 1845.

Órdenes religiosas agustinas en la Comunión anglicana (protestantismo).




El hábito Carmelitano.





AUTOR: P. Óscar I. Aparicio, Archivero General OCD


Nuestro hábito es de color marrón. Marrón carmelita que es una coloración que puede ser clara, acanelada, pardo bermejiza o pardusca.
 Los Carmelitas, con nuestro hábito, hemos dado origen a una variedad del propio color marrón.

Al principio y en el Monte Carmelo los primeros monjes vestían una túnica de lana "vulgar", no tintada; y un escapulario que comprendía también la capucha.
No eran tres prendas, como son ahora, sino dos. 

También tenían una capa de lana muy rudimentaria y que estaba barrada. La capa estaba cerrada completamente y sin capucha hasta que en 1287 se dispuso que se abriera, para mostrar el escapulario.

La túnica marrón mostraba la penitencia del fraile que lo llevaba; el escapulario era el yugo y la cruz de la obediencia y la capucha, algo propio de los niños, mostraba la vida de inocencia que debían tener los frailes. 

Posteriormente el escapulario pasó a ser símbolo de pertenencia y de protección de la Virgen María.

La capa barrada con siete barras, 4 blancas y 3 negras. Se puede referir a los siete dones del Espíritu; o las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales; o que las barras negras eran las quemaduras que sufrió la capa de Elías cuando era llevado en un carro al Cielo... Blanco de pureza y negro de penitencia.

La capa barrada cuando los Carmelitas entraron en Europa provocó las risas. Ya que era, como lo sigue siendo, una vestimenta, más de presidarios que de frailes... Así que cambiaron su capa barrada por la blanca en el Capítulo de Montpellier (1287).






Para nosotros los Descalzos el primer hábito, según la tradición, fue realizado por Santa Teresa de Jesús y sus monjas, y el primero en vestirlo fue San Juan de la Cruz en Duruelo y en 1568.

El hábito era el mismo que el de los Carmelitas, pero más estrecho y con la tela más basta. Símbolo de una vida más estrecha, en mayor penitencia.

Y al principio sin calzado (de ahí el nombre de Descalzos), luego unas simples alpargatas de esparto y ya en la Congregación Italiana y desde 1605, sandalias de cuero cerradas en los talones.

Los hermanos legos o conversos usaban el mismo hábito más corto y sin capucha y no llevaban capa blanca sino oscura.

Aunque poco a poco tendieron a vestir de la misma forma padres y hermanos y ya en 1927 visten con el mismo hábito y la misma capa.


Sirvan estas pocas letras para conocer la historia del hábito con su característico color marrón carmelitano.

1º de septiembre Jornada Mundial de oración por el Cuidado de la Creación.





El Papa Francisco declaró  el 01 de septiembre como la Jornada Mundial de la Oración por el Cuidado de la Creación, como lo ha hecho la Iglesia Ortodoxa desde 1989. Puedes leer la carta completa aquí.


Según el Santo Padre Francisco, “La Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebrará anualmente, ofrecerá a cada creyente y a las comunidades una valiosa oportunidad de renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la creación, elevando a Dios una acción de gracias por la maravillosa obra que Él ha confiado a nuestro cuidado, invocando su ayuda para la protección de la creación y su misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en el que vivimos.”



1º de septiembre fiesta de Santa Teresa Margarita (Redi) del Corazón de Jesús.


Nació en Arezzo, Italia, el 15 de julio de 1747. Era descendiente de una familia noble, los Redi, y le impusieron en el bautismo el nombre de Ana María. Los primeros años de su vida fueron premonitorios de su entrega como religiosa.

Tenía inclinación a la contemplación y a temprana edad se planteaba profundos interrogantes. Su madre le dio cumplida respuesta a la insistente pregunta que formulaba: «Decidme, ¿quién es ese Dios?», trasladándole la conocida definición «Dios es amor». La siguiente cuestión, una vez esclarecido quién era ese Ser que le atraía irresistiblemente, fue: «¿Qué puedo hacer yo para complacer a Dios?».

A dilucidarlo y a encarnarlo consagró su vida. Desde pequeña tuvo una clara intuición de la virtud que debía ejercitar, como se aprecia en la conversación que mantuvo con su padre: «He estado pensando en el texto que se ha predicado el domingo, el del siervo injusto. 

Llegamos ante el Rey de los cielos con las manos vacías, en deuda con él por todo: la vida misma, la gracia, todos los dones que nos prodiga… Todo lo que podemos decir es: ‘Ten paciencia conmigo, y te pagaré todo lo que debo’.

Pero nunca podríamos pagar nuestras deudas, si Dios no pone en nuestras manos los medios para hacerlo… Y, ¿cuántas veces nos alejamos y negamos a nuestro prójimo el perdón por un ligero error, negando nuestro amor, estando distantes, o incluso criticándolos y con rencores que enfrían la caridad?».

A los 10 años recaló en Florencia, ciudad en la que permaneció prácticamente toda su existencia, y donde la enviaron sus padres inicialmente para que recibiese la formación adecuada junto a las religiosas del convento de santa Apolonia. Fueron siete intensos años de preparación en los que acumuló grandes experiencias. Era modélica para sus compañeras que veían refulgir en ella muchas virtudes y cualidades.

Cultura e inteligencia no le faltaron, aunque, con humildad y silencio, se esforzó por mantener a resguardo de miradas ajenas las dotes naturales con las que había sido adornada. Cuando regresó a la casa paterna, tuvo una impresión de carácter sobrenatural y entendió que debía ingresar con las carmelitas. 

En 1765, atraída por el texto evangélico: «Dios es amor» (1 Jn 4,16), entró en el convento de santa Teresa de Florencia. Su acontecer estuvo signado por el lema:«Escondida con Cristo en Dios».


 Y este poderoso anhelo de vivir oculta en Cristo que anegaba su ser, le llevó a pedir que le dejaran ser una simple hermana lega. 

Su argumento era de una claridad meridiana: «Los méritos de una buena acción disminuyen cuando se expone a los ojos de otras personas, cuyos elogios, nos halagan o agradan demasiado nuestro amor propio y orgullo.

Por lo tanto, es necesario hacerlo todo sólo por Dios». Además, ella deseaba «imitar la vida oculta de la Sagrada Familia, la cual no difería en nada de las otras familias de la pequeña aldea de Nazaret». Los superiores tuvieron otro juicio.

 Y tras el noviciado y la profesión, momento en el que tomó el nombre que llevó hasta el fin de sus días, fue destinada al coro y a trabajar en la enfermería. Difundió el amor al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen del Carmen, por la que tuvo especial devoción.

Fue una gran contemplativa y mística. Se ha dicho de ella que pertenece «a la progenie espiritual sanjuanista más pura. La llama oscura del amor infuso que la abrasa y la consume, ilumina y dirige toda la vida, haciéndole tocar las cumbres de la vida trinitaria, desde donde se abre al más ardiente apostolado contemplativo». Su itinerario espiritual fue el de una severa ascesis y heroica caridad fraterna, rubricada por su gran alegría. «Padecer y callar» fue otra de las consignas que encarnó admirablemente. Se ocupó de disimular sus actos de virtud y las gracias con las que era bendecida.

Tenía espíritu de sacrificio y amaba profundamente el carisma carmelita, al que fue fidelísima en todo momento; incluso, superó con creces el espíritu de la regla. Su modelo de amor al Sagrado Corazón de Jesús fue santa Margarita María de Alacoque y siguió sus enseñanzas que la llevaron a incrementar su unión con la Santísima Trinidad.

Pío XI aludió a la santa con estas palabras: «Esta corta vida es toda una emulación para cuanto hay de bello, de más elevado y de más sublime… esa ansiedad, ese arranque hacia horizontes tan esplendorosos, nos brinda al mismo tiempo con otra visión: La de unos modales y seriedad angelicales, de una sencillez indescriptible, de una envidiable ignorancia de sí misma y de la propia grandeza».


A su vez, Pío XII manifestó: «Santa Margarita, ardiendo de amor divino, apareció como con vida más de ángel que de criatura humana, siendo ayuda de muchas almas para la consecución de la virtud». Fue siempre de frágil salud, y cuando tenía 23 años se le presentó una peritonitis, a consecuencia de la cual murió el 7 de marzo de 1770 teniendo el crucifijo fuertemente asido. Fue beatificada por Pío XI el 9 de junio de 1929, y él mismo la canonizó el 12 de marzo de 1934. Su cuerpo se halla incorrupto.