domingo, 31 de marzo de 2019

Tiempo de desolación y purificación de la Iglesia.



Si bien este es un blog de Imaginería religiosa, donde muestro y enseño el armado de imágenes religiosas, no puedo apartarme de mi rol de laico católico, que pertenece y sufre junto con sus hermanos de la Iglesia Católica Apostólica Romana los avatares de estos tiempos.

Por eso me pareció importante, hacer en esta Cuaresma del 2019, una reflexión de lo que nos está sucediendo como Iglesia, ya que el sentido y el desafío de la Cuaresma es meternos en lo más profundo de nuestra fe y retomar un camino que nos debería llevar a un “nuevo modo de vivir”.

Tenemos que aprender a estar en silencio, a meditar, a conversar con nuestro Dios Salvador, a leer y practicar lo escrito en las Escrituras, pero por sobre todo purificar nuestro corazón y nuestra mente. Una vez le preguntaron a Santa Teresa de Calcuta qué cambiaría de la Iglesia y ella contestó: “me cambiaría a mí misma”.

Ya rumbo a las seis décadas de vida, no recuerdo haber pasado por un período de desolación eclesial a nivel internacional tan fuerte como el que estamos viviendo en este siglo XXI. He vivido momentos muy dispares dentro de la iglesia, pero nunca como esta etapa de desolación y desprestigio tan feroz, donde las noticias escandalosas y amarillistas invaden todos los medios de comunicación, donde el único objetivo es la caza del cura y del religioso, sobre todo por los abusos de pederastía.

Quiero aclarar que no niego que estos aberrantes hechos hayan ocurrido, ocurrieron a lo largo de muchos años y en cantidad. Muchas personas de la Iglesia trataron de ocultar esta bomba, pero finalmente y gracias a Dios, explotó y con mayor poder de lo esperado, al punto tal que lo único que se escucha hablar de la Iglesia son todas cosas negativas, perversas, denigrantes. Han metido a todos en la misma bolsa y todos son castigados por igual. 

Me duele en el alma ver que ya son pocos los que se acuerdan de las obras de bien, de caridad, de amor verdadero que miles de hombres y mujeres, consagrados o no, que realizaron y realizan en la Iglesia con una entrega desinteresada en favor de los demás.

Ya nadie se acuerda de los cientos de hospitales, orfanatos, leprosarios, escuelas, hogares maternales y tantísimas obras sociales que mantiene la Iglesia en todo el mundo. Hoy en día lo importante es buscar y encontrar al Judas Iscariote que desprestigie a la Iglesia.





Recordando el evangelio de San Mateo 16:18 donde dice: “Mas yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”, pienso en la figura del Papa Francisco que está luchando para purificar la Iglesia, incluso contra fuerzas adversas muy cercanas a él, dentro del mismo seno de la Iglesia.

Sería iluso creer que este camino de purificación va a ser corto, aún queda mucho por destapar y conocer. Hace falta una buena limpieza dentro de nuestra Madre Iglesia. Los primeros pasos ya fueron dados:

El Papa y la jerarquía ya han expresado con humildad y sinceridad los abusos que se suscitaron dentro de la Iglesia. Se denunciaron y se está actuando en consecuencia. Ya no se puede tapar el sol con un dedo.

La Iglesia necesita atravesar el camino del arrepentimiento real y sincero, recordando que lo podrido caerá y nunca más se levantará. Es la única manera de ver florecer con toda vitalidad, fuerza y bienestar a la nueva Iglesia, la verdadera Iglesia fundada por el mismo Cristo, sencilla, orante, inmaculada y fiel a sus enseñanzas. Esa es la Iglesia que no tendrá fin y sobre la cual el demonio no tiene ningún poder.

Aquellas personas que se sienten abandonadas y desilusionadas por la Iglesia, o fueron víctimas de las miserias de algunos de sus miembros, sepan que en este siglo XXI, la postura de la Iglesia es otra, se ha comenzado un camino de renovación que ya no tiene vuelta atrás.

Será un camino difícil, duro, complejo, pero que va a ir adquiriendo cada vez más sentido a medida que se va acercando a la meta, que no es otra que la purificación de la Iglesia. Como les dije antes, la voluntad del Padre es que nos revistamos de humildad y fortaleza para atravesar el momento. 

Estamos obligados a enfrentar el miedo y la confusión. Tenemos que llevar como escudo la Fe, la Esperanza y la Caridad y sabernos hijos de María, nuestra Buena Madre, que nunca nos ha abandonado, ni nos abandonará.

El poder del Espíritu Santo sigue actuando en la Iglesia, es el que impulsa a las comunidades parroquiales, a las obras eclesiales en los cinco continentes, a las personas laicas o consagradas a seguir con sus trabajos desinteresados en favor de sus hermanos en bien de la Iglesia. 

Sigamos caminando juntos y demos buenos y abundantes frutos de santidad y fidelidad al Evangelio y mucho más en estos momentos donde vemos que la barca se hunde, no nos detengamos en mirarla, solamente miremos a Cristo, que viene junto a nosotros y que nuevamente nos pregunta ¿De qué temen? El Capitán nunca abandona la barca por más que la tempestad sea abrumadora.

Es momento de recordar las palabras de María en Fátima y Lourdes: “penitencia y oración” dos pilares sólidos que nos llevarán a la verdad, a la justicia y a la misericordia.

Que el Señor nos bendiga y nos colme con su Gracia.



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