
Hombre
influyente entre los políticos italianos, desempeñó también los cargos de
Senador y Embajador en Alemania.

Allí
se asoció a la Congregación Mariana y al Apostolado de la Oración, llegando a
comulgar diariamente.
Pier Giorgio desarrolló una profunda vida
espiritual que nunca dudó en compartir con sus amigos. La Santa Eucaristía y la
Virgen María fueron los dos polos de su mundo de oración.

Decidió
estudiar para ser ingeniero en minas en la Real Universidad Politécnica de
Turín, para poder "servir mejor a Cristo entre los mineros", como
dijo a un amigo. Sin embargo, sus estudios, que considera a su primera tarea,
no le alejaron de su actividad social y política. En 1919 se asoció a la
Federación de Estudiantes Católicos y a la Acción Católica.

“La
caridad no basta: necesitamos una reforma social”, solía decir trabajando para
ambas.
Los pobres y sus sufrimientos eran sus
dueños y él fue para ellos un verdadero servidor, viviendo esa opción como un
privilegio.
Esta caridad no era sólo para él entregar algo a los demás sino
entregarse él mismo por entero.
Ello se completaba con la comunión diaria con
Cristo en la Eucaristía y con la adoración nocturna, con la meditación del
himno a la caridad de San Pablo y con las palabras de Santa Catalina de Siena.
Solía sacrificar sus vacaciones en la casa de verano de los Frassati en Pollone
porque “si todos se van de Turín ¿quién se encargará de los pobres?”.
En 1921 le encontramos en Rávena,
ayudando con entusiasmo a organizar el primer congreso de Pax Romana,
asociación que se propone unificar a todos los estudiantes católicos del mundo
para trabajar juntos por la paz universal.

Solía ir al teatro, a la ópera y a los
museos; amaba el arte y la música y a menudo citaba trozos de Dante. Los
vehementes sermones de Savonarola y los escritos de Santa Catalina de Siena le
impulsaron a ingresar en la Tercera Orden de Santo Domingo, en 1922.
Quiso llamarse Jerónimo, no como el de la
Biblia, sino como su héroe, el predicador dominico y reformador del
Renacimiento florentino, Jerónimo Savonarola: "Soy un ferviente admirador
de ese fraile, que murió como santo en la hoguera", le escribió un día a
un amigo.
Como su padre, fue un acérrimo
antifascista y nunca escondió sus ideas políticas. A menudo se vio envuelto en
riñas con anticlericales comunistas primero y luego con fascistas.
Participando
en una demostración organizada por la Iglesia en Roma, sufrió la violencia de
la policía y se puso al lado de otros jóvenes aferrando la bandera que la
guardia real había arrancado de otras manos. Él la levantó aún más, usando el
asta para parar los golpes de los guardias.

Descuidando
su propia salud, a raíz de la muerte de su abuela, falleció tras seis días de
terribles sufrimientos, el 4 de julio de 1925, a los 24 años de edad. Su última
preocupación fueron los pobres. La víspera de su muerte, con una mano
paralizada, escribió un recado para un amigo, recomendándole las inyecciones de
Converso, un pobre que él atendía.
Su funeral fue impresionante: las calles
de la ciudad se llenaron de gente que su familia no conocía y que lloraba sin
consuelo: eran los pobres y necesitados que él había atendido sin desmayo
durante siete años; muchos de ellos quedaron sorprendidos al enterarse de que
el joven que conocían pertenecía a una familia tan pudiente.
Numerosos peregrinos, en especial
estudiantes y jóvenes, acuden a la tumba de Pier Giorgio para solicitar favores
y aliento para poder seguir su ejemplo.
El Papa San Juan Pablo II, después de
haber visitado su tumba en Pollone, en 1989 dijo: 'Quiero rendir homenaje a un
joven que supo ser testigo de Cristo con singular eficacia en este siglo
nuestro.
Yo
también conocí, en mi juventud, la benéfica influencia de su ejemplo, y cuando
estudiaba quedé marcado por la fuerza de su testimonio cristiano´.
El 20 de Mayo de 1990, en la Plaza de San Pedro, abarrotada por miles de fieles, el Papa San Juan Pablo II beatificó a Pier Giorgio Frassati, “el hombre de las ocho bienaventuranzas”. Sus restos mortales se trasladaron de la tumba de la familia del cementerio de Pollone a la Catedral de Turín.
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