martes, 9 de septiembre de 2025

9 de septiembre fiesta del Beato Federico Ozanam.


Profesor universitario, terciario franciscano.

Puesto que la mayoría de los santos canonizados son sacerdotes o religiosos/as algunos creen que los laicos no están llamados a la santidad. 

Error de graves consecuencias. Todo cristiano está llamado a ser santo, pues el amor y la gracia de Cristo obra en todos los hombres para poder amar hasta el extremo.

Por eso cuando el Papa San Juan Pablo II beatificó en Nuestra Señora de París a Antonio Federico Ozanam, laico y padre de familia, fue un acontecimiento que hizo escribir al cardenal Paul Poupart: “Quiero decirle al Santo Padre, después de la celebración, lo feliz que estoy porque nos ha dado como modelo a un joven profesor de universidad, padre de familia, radiante de inteligencia, de fe y de amor por los pobres. Dulce rostro de la Iglesia”. 

A este motivo hay que añadir otro gozo: a la beatificación asistió cerca de un millón de jóvenes.

Los padres del beato, Juan Antonio Ozanam y María Vantras, eran cristianos ejemplares y un matrimonio feliz, ambos de la ciudad francesa de Lyon. Refiriéndose a su madre escribirá un día Ozanam: “Sentado en sus rodillas aprendí a temerte, Señor, y en sus miradas conocí tu amor”.

El padre había participado en algunas campañas junto a Napoleón Bonaparte, pero no siguió la carrera militar ni las ambiciones bélicas del emperador. Su caridad lo llevó a apoyar a un pariente insolvente y así perdió los bienes de fortuna. 

Por fin decidió trasladarse a Milán, entonces bajo dominio francés, para enseñar lenguas clásicas. A la vez estudió Medicina y llegó a ser un médico prestigioso que atendía gratuitamente a muchos enfermos pobres. Esa caridad era compartida por su esposa que ayudaba a familias necesitadas.



Federico nació en Milán en 1813. Fue el quinto hijo de un total de nueve, de los que sobrevivieron sólo tres: Alfonso fue un sacerdote ejemplar, Carlos, que fue médico como su padre y él.

Pronto regresó la familia a Lyon. Desde los nueve años estudió en el College Royal. Federico era cariñoso, compasivo ante cualquier desgracia y de pureza angelical. Con todo, el futuro beato confesaba humildemente su carácter irascible, su pereza y su desobediencia. Si bien reconocía que de la pereza le curó su entrada en el colegio, y de su desobediencia el recibir la Primera Comunión dos años después.

Obtuvo excelentes notas en sus estudios y a los 13 años sintió su vocación literaria, tanto en prosa como en verso. En su adolescencia tuvo una crisis de fe. Su espíritu inquisitivo lo llevaba a dudas y vacilaciones. Sufrió por eso intensamente. Pero recobró la serenidad por su oración ferviente ante el Santísimo Sacramento y por las orientaciones de su profesor de Filosofía, el padre Noirot.

De esta prueba salió Ozanam decidido a consagrar su vida a la defensa de la verdad. Sendero arduo que le produjo humillación y desprestigio por parte de los intelectuales anticlericales que pululaban en Francia.

A los 18 años se trasladó a París para matricular en la Facultad de Derecho y de Literatura de la Sorbona. De dos mil setecientos estudiantes sólo una docena confesaba ser cristiano. 

Federico comenzó a rebatir oralmente y por escrito las acusaciones e insinuaciones anticristianas que los profesores difundían desde las cátedras. Muy pronto agrupó en torno suyo un nutrido grupo de amigos que discutían entre ellos cuestiones difíciles y controvertidas.

El anticlericalismo en París había ocurrido 15 meses antes de llegar Ozanam. Este momento –que continuó durante varios años– se caracterizó por asaltos sacrílegos a templos e instituciones, destrucción de símbolos cristianos, insultos y molestias a los sacerdotes. Por otra parte el libertinaje de los barrios parisinos era muy distinto al de una ciudad tradicional como Lyon.

Providencialmente Federico se encontró en París con su paisano, Andrés María Ampère, celebérrimo científico y ferviente cristiano. Este hombre bueno y generoso lo alojó en su propia casa, lo orientó en sus estudios y lo introdujo en los ambientes literarios. 

El joven estudiante valoraba especialmente los contactos con los escritores católicos como Montalember, el excepcional predicador dominico Lacordaire La Mennais (que después dejaría la Iglesia) y Chateaubriand, cuya obra El genio del cristianismo contribuyó a revalorizar el pensamiento cristiano y su influjo benéfico en la civilización. En él, Ozanam descubrió los valores cristianos de la historia de Europa, que luego presentó con métodos más depurados que los de aquel famoso autor.

Consciente de la necesidad de defender la fe católica, él y sus amigos llevaron a muchos, incluso a catedráticos, a convencerse de que se puede amar la religión al mismo tiempo que la libertad y sacar a los jóvenes estudiantes de la indiferencia religiosa.

Cursar simultáneamente Leyes y Literatura le exigía diez horas diarias de estudio, sin contar el tiempo de las clases. Con todo, dedicaba su tiempo a la oración y a las tareas de caridad y apostolado.

En 1836 obtuvo Federico el doctorado en Derecho y se dedicaba a obtener el doctorado en Letras, con una tesis en latín y otra en francés acerca del pensamiento y la obra literaria de Dante. En 1837 perdió a su padre a consecuencia de una caída cuando atendía a un enfermo pobre en una buhardilla. Poco antes había perdido a su segundo padre, el físico cristiano Ampère.

La defensa de la tesis sobre Dante, en París-1839, fue un éxito rotundo que bien apreciaron los famosos profesores del jurado. El ministro de Instrucciones allí presente, exclamó: “Esto sí que es elocuencia”. Ese mismo año murió su madre.
En su batalla cultural el joven Ozanam recibió una objeción que le hirió profundamente: “Dígannos qué es lo que hacen ustedes los estudiantes católicos a favor de los pobres”.

Desde aquel momento Federico dirigió a sus amigos de las conferencias de Historia y Filosofía la invitación: “Vayamos a ocuparnos de los pobres”. Así surgieron las famosas Conferencias de San Vicente de Paúl, en las que se unían armónicamente la fe, la caridad, la cultura y la acción social. 

Al principio (1893) eran sólo ocho universitarios, al cabo de ocho años, sólo en París, eran dos mil. Después de 20 años en toda Francia pasaban de 500 conferencias. 

La experiencia les enseñó que unas visitas amistosas y sin muestras de superioridad o paternalismo eran manifestaciones efectivas de la caridad cristiana. Siguiendo a San Vicente de Paúl, Ozanam exclamaba: “Esos pobres de Jesucristo son nuestros señores y maestros y nosotros no somos dignos de atenderlos”.

En 1840 el futuro beato obtuvo la cátedra de Literatura extranjera en la célebre universidad La Sorbona de París. 

Según el veredicto del jurado, “descollaba por sus conocimientos clásicos tan profundos, por su manera amplia y firme de interpretar a los autores y de concebir una idea, por la claridad de sus comentarios y de sus definiciones, por sus concepciones atrevidas y justas, y por su lenguaje, en el cual se combinan la originalidad y la razón, la imaginación y la seriedad”.

El Magisterio de Ozanam en La Sorbona tuvo resonancia en la sociedad intelectual europea. Acertó a resaltar el decisivo influjo del cristianismo, sin negar sus fallos, en la conformación de la cultura europea occidental. Sus clases eran apreciadas incluso por los no religiosos. Su modestia y apertura de criterio le ganaba el afecto de alumnos y colegas.

Federico se sintió llamado al estado laical y contrajo matrimonio con una joven de sus mismos ideales, Amelia Soulacroix, hija de un conocido profesor de Lyon.
Se casan en 1843 en una iglesia de Lyon. Las naves del templo estaban llenas de los familiares y de los miembros de las Conferencias de San Vicente de Paúl. La novia tenía 21 años y él 28.

El señor Soulacroix deseaba que permanecieran en Lyon, pero Federico veía su vocación en La Sorbona y la joven esposa lo aceptó. Viajaron a Nápoles y Sicilia, y en Roma los recibió paternalmente el Papa Gregorio XVI. En 1845 nació la hija ansiada, María.

En 1846 Ozanam recibió el título de Caballero de la Legión de Honor, pero ese mismo año tuvo una fiebre maligna y pertinaz que lo privaba de todas sus fuerzas y lo llevó al borde de la muerte. No podía visitar a los pobres pero asistía a los que lo visitaban y les suplicaba que rogaran por él. Mejoró por las prescripciones de su médico y los afectuosos cuidados de su esposa.

Los facultativos le prescribieron un año de reposo. El ministro de Instrucción le propuso un viaje de estudios históricos a Italia, de modo relajado. Él aceptó sobre todo para efectuar un estudio enriquecedor y provechoso.

El medio año en Italia fue una de las fases más dichosas de su vida. Le acompañaban su esposa e hija. En Roma lo recibió el Beato Pío IV, que iniciaba su pontificado. Visitaron Florencia, Monte Casino, Pisa, Bolonia, Venecia y Asís, cuna de san Francisco, a cuya Tercera Orden (hoy Orden Franciscana Seglar) pertenecía Federico.

Fruto de este viaje a Italia es el libro de valor perenne "Los poetas franciscanos de Italia en el siglo XIII". En él hay una exploración acerca de la persona y la obra de fray Jacopone da Todi, autor del Stabat Mater.

En 1848 fuertes impulsos revolucionarios transformaron la situación política de Francia. Ozanam trató de suscitar entre los católicos actitudes de apertura frente a los cambios políticos y sociales. Pero fue atacado por los católicos conservadores apegados a la monarquía tradicional. 

La muerte del arzobispo de París, monseñor Affre por una bala perdida cuando cruzaba las barricadas en busca de una reconciliación, fue para Ozanam un momento de gran dolor. Él era uno de los que había pedido al prelado esta intervención de la paz social.

Su débil constitución se resentía de tantos trabajos e inquietudes. Los médicos le prescribían cambios de clima y tiempo de reposo. Con su familia descansó en Bretaña y estuvo algún tiempo en Inglaterra.

En 1852 dio su última clase en La Sorbona. Nuevas prescripciones médicas lo llevan a los Pirineos. Allá mejoró.

Estando tan cerca de España, deseó llegar hasta Sevilla, pero sólo llegó a Burgos, donde visitó la Conferencia de San Vicente de aquella ciudad y la Catedral, la cual le impresionó enormemente.

En Toscana, desde enero de 1853, encontró mejoría, pero su cuerpo era ya demasiado frágil para seguir viviendo.

Junto al enfermo, además de su esposa e hija, se encontraban sus dos hermanos, Alfonso, el sacerdote, y Carlos, el médico. El 31 de agosto lo llevaron en barco a Francia según su deseo. Su muerte ocurrió en Marsella, la ciudad presidida por Nuestra Señora de la Garde y a cuya protección se había encomendado al iniciar el viaje a Italia.

Después de recibir con fervor la Unción de los enfermos, la Penitencia y el Viático, al atardecer del 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María (y en Cuba de Nuestra Señora de la Caridad), entregó su alma a Dios, tenía 40 años. A quien le preguntaba si tenía miedo de encontrarse con Dios, él le respondía: “¿Por qué iba a tenerle miedo? ¡Yo le amo!” Fue beatificado en 1997.

El viernes 22 de agosto de 1997, en el marco de las duodécimas Jornadas Mundiales de la Juventud, en la catedral de Nuestra Señora de París, San Juan Pablo II beatifica a Federico Ozanam.


No hay comentarios: