sábado, 4 de mayo de 2019

De las luces de neón y la fama al convento.


Tres historias que nos harán pensar. Pasaron de tener todo a entregarse completamente a Dios y a sus hermanos.

 

José Mojica

De cantante y galán de cine a fraile franciscano.

 El tenor y actor mexicano José Mojica, una de las principales estrellas del cine hablado de los años 30, quien antes de ordenarse como sacerdote cautivó al público tanto de este país como de Estados Unidos por su galantería y voz, nació el 14 de septiembre de 1895.

José vio la primera luz del mundo en San Gabriel, Jalisco. Al morir su padre acompañó a su madre hasta la Ciudad de México, en donde estudió, primero en el Colegio Saint Marie y después en la Academia de San Carlos.

Años más tarde se matriculó en la Escuela Nacional de Agricultura; sin embargo, su preparación no llegó a su fin debido a que el colegio fue cerrado a consecuencia del movimiento revolucionario.

Este paréntesis le sirvió para descubrir una de sus vocaciones: la ópera. En el aula del maestro José Eduardo Pierson tomó clases de canto al mismo tiempo que en el Conservatorio Nacional de Música.


Luego de varios ensayos pudo mostrar su arte y talento el 5 de octubre de 1916, cuando debutó como tenor en el Teatro Arbeu con "El barbero de Sevilla".

Pero su ambición no quedó ahí, ya que su anhelo era triunfar también en Estados Unidos. Por esta razón viajó a Nueva York, en donde a la par de realizar audiciones tuvo que trabajar como lavaplatos en un restaurante para poder subsistir.

Tiempo después se le presentó una oportunidad en una compañía de ópera que le dio papeles secundarios.

Gracias al tenor italiano Enrico Caruso, quien lo escuchó cantar, pudo iniciar una nueva vida como cantante de ópera y opereta, ya que lo recomendó en la Compañía de Opera de Chicago.

Mojica completó su formación con clases de canto, danza, idiomas y actividades deportivas: gimnasia e hipismo.

Con el paso del tiempo se convirtió en un actor de moda y fue así como trabajó en el Metropolitan Opera House. Cuando cantó a lado de Mary Garden "Pelleas et Melisande", de Claude Debussy, saltó a la fama de manera espectacular.

Actuó después en la gran ópera al lado de Amelita Galli-Cursi, Martinelli, Lilly Pons y otras notables figuras.

Posteriormente fue contratado en exclusiva por la firma Edison, con la que grabó numerosos discos de varias obras operísticas y música tradicional mexicana. El interpretar de manera frecuente estos géneros dio a Mojica celebridad y también nuevas oportunidades en el mundo del espectáculo.

En 1930 comenzó su incursión en el cine hablado y fue precisamente en Hollywood donde tuvo su primera oportunidad. La película en la que debutó fue "El precio de un beso", de James Tinling y Marcel Silver, y en la que además actuó Antonio Moreno.

Sin embargo, sus mejores películas fueron "El rey de los gitanos" (1932); "La cruz y la espada" (1937) y "El capitán aventurero" (1938), estas últimas realizadas en México.

Encasillado en el papel de galán cantante, José Mojica deleitó al público de la época, adelantándose de ese modo a estrellas estadounidenses como Nelson Eddy o Howard Keel.

De las películas que rodó en Los Angeles se recuerdan "Cuando el amor ríe" (1930), de David Howard y William J. Scully; "Hay que casar al príncipe" (1931), de Lewis Seiler; "La ley del harem" (1931), de Seiler; "El caballero de la noche" (1932), de James Tinling; "El rey de los gitanos" (1933), de Frank Strayer, y "La cruz y la espada" (1933), de Frank Strayer.

Después de vivir ese periodo en Estados Unidos, el tenor volvió a México para rodar "El capitán aventurero" (1938), de Arcady Boytler, que fue una adaptación de la pieza "Don Gil de Alcalá", de Manuel Penella.

Así mismo participó en la cinta de éxito "La canción del milagro" (1939), de Rolando Aguilar. En 1942 viajó a Buenos Aires, Argentina, en donde protagonizó "Melodía de América", de Eduardo Morera; en este filme es significativa su interpretación del bolero "Solamente una vez", de Agustín Lara.

Ese mismo año su vida dio un cambio sustancial: Mojica ingresó al Seminario Franciscano del Cuzco, en Perú, y adoptó el nombre de Fray José Francisco de Guadalupe. En 1947 confirmando su anhelo religioso se ordenó sacerdote en el Templo Máximo de San Francisco de Jesús, en la ciudad de Lima.

Sin embargo, dicho acontecimiento no supuso el final de su trayectoria artística, toda vez que con el objetivo de reunir fondos para la fundación de un seminario en Arequipa, recorrió Iberoamérica dando conciertos y protagonizando espacios radiofónicos.

Llegó a participar en una película española "El pórtico de la Gloria" (1953), producida por Cesáreo González y dirigida por Rafael J. Salvia, quien además escribió el guión inspirado en un argumento del propio sacerdote.

Un singular cancionero animó la citada película, en la que ahora el sacerdote Mojica interpretaba composiciones de Leopoldo de la Rosa, Agustín Lara y Ricardo Palmerín. Sin duda, un buen recordatorio de sus cualidades, muy apreciadas por el público hispanohablante.



Tras una vida dedicada a la música y la actuación, Fray José Francisco de Guadalupe murió en Lima, Perú, el 20 de septiembre de 1974.





Dolores Hart

Dolores Hart, la actriz que eligió ser monja antes que estrella de Hollywood
En el apogeo de su carrera, abandonó todo para seguir su vocación. 
Historia de una mujer que asombró al mundo no por sus escándalos sino por sus decisiones

1963. Hall Wallis, el poderosísimo productor de Hollywood, está enfurecido. Frente a él, la joven y bella estrella Dolores Hart, se niega a firmar el contrato que le ofrece nada más y nada menos que con la Metro Goldwyn y por un millón de dólares. Sin perder sus modales, intenta convencerla de que es una oportunidad única, pero la joven no cambia de opinión. 

El productor estalla y la amenaza: "Firmá o te aseguro que nunca más trabajarás en Hollywood". Ante la amenaza, la actriz se levanta y sonriente le susurra unas palabras al oído, luego se retira de su oficina para nunca más volver.

Unos días después, el productor sabrá que Dolores Hart una de las mejores actrices de su generación, la primera que besó a Elvis en la ficción, filmó diez películas, protagonizó un éxito en Broadway y está comprometida con el multimillonario arquitecto Don Robinson, abandonó todo para entrar en un convento de clausura. Entonces recuerda las palabras que ella le susurró: "Dios es más grande que Elvis y Hollywood".


Dolores Hart nació con el nombre de Dolores Hicks en 1938. Era la única hija de los actores Bert y Harriet Hicks, que la tuvieron cuando tenían 17 y 18 años y se divorciaron cuando cumplió 3. La niña creció en un hogar sin creencias religiosas -tanto que cuando su abuela materna se enteró del embarazo de su hija le sugirió abortar– y marcado por la inestabilidad.

 Las vacaciones las pasaba con su madre en California y vivía una parte del año en Chicago con sus abuelos. Fueron ellos quienes la anotaron en la escuela católica San Gregorio, no por convicción religiosa sino porque quedaba cerca de su casa.

En la secundaria y en otra escuela católica, el Marymount College, descubrió que le gustaba y mucho actuar. Comenzó la facultad y supo que buscaban una actriz para la película Loving you.  Se presentó al casting donde debía compartir una escena con quien sería el protagonista. 
Cuando lo vio le llamaron la atención dos cosas: sus patillas y que era bellísimo. Hablaron unos minutos. Cuando volvió a su casa, sus amigas la esperaban histéricas. ¿Trajiste un mechón de pelo? ¿Lo besaste? ¡Danos su autógrafo!, exigían más que preguntaban. 

Es que ese joven enloquecía no solo a sus amigas, también a todas las chicas de su época. Bueno, a casi todas porque hasta ese momento Dolores desconocía que ese muchacho que se había mostrado tan dulce con ella era… Elvis Presley.

Dolores y Elvis filmaron lo que durante mucho tiempo fue recordado como el beso más largo de la historia. Duró apenas 15 segundos en pantalla pero llevó horas y horas grabarlo. Era el primer beso de Elvis en la ficción y el primero de Dolores en todos los aspectos. 

Cada vez que sus labios se rozaban, los protagonistas se sonrojaban ante el fastidio del director que gritaba "corten, corten" y ordenaba volver a grabar. Entre escena y escena, Elvis la invitó a salir, pero ella se negó. "No mezclo trabajo con placer y mañana me levanto muy temprano", argumentó.

La película con Elvis fue un éxito y al año siguiente, en 1958 la dupla se repitió en King Creole. Siguieron otras películas como Where the boys are y Lisa. En los estudios conoció actores increíbles que además eran sensuales y atractivos como Marlon Brando, Montgomery Clift y Warren Beatty. 

En 1959, interpretó en Broadway, The Pleasure of his Company que permaneció nueve meses en cartel. La actriz estaba feliz pero agotada. Necesitaba urgente descansar pero no sabía dónde. 

Una amiga le dijo que conocía un sitio tranquilo, rodeado de naturaleza, ignorado por los paparazzis y donde el silencio era regla. ¿Dónde está ese paraíso?, preguntó. Ese "paraíso" quedaba en Connecticut apenas a dos horas de Nueva York y se llama Regina Laudis. Solo había un pequeño detalle, no era un hotel sino un convento de monjas de clausura.

Pese a su resistencia inicial, Dolores se animó a ir, le aseguraban tranquilidad y buena comida así que tan malo no sería. Ese fin de semana compartió vida y tiempo con las monjas, participó en sus momentos de oración, las observó trabajar en el huerto, y respetó sus silencios. 

Cada vez que las monjas unían sus voces en el canto gregoriano sentía una emoción tan profunda como nueva. Feliz y conmovida pidió hablar con la madre superiora. Preocupada le planteó que a veces temía involucrase sexualmente con sus compañeros de set o tener pensamientos "inapropiados". Lejos de escandalizarse y sobre todo condenarla, la superiora lanzó una carcajada: "La castidad no impide apreciar la belleza que Dios creó. 

Trabajás con hombres bellísimos y sos una chica, cómo no vas a fantasear con ellos". Cuando llegó el momento de partir, Dolores quiso quedarse un poco más, pero la madre superiora le aseguró "no es tu tiempo".

Dolores volvió a Hollywood, siguió actuando, filmando, firmando autógrafos. Conoció a Juan XXIII el Papa bueno, rodó cuatro películas más y afianzó su noviazgo con Don Robinson, un brillante y millonario arquitecto. 

Pero cada vez que deseaba escapar del torbellino de las filmaciones volvía a la abadía Regina Laudis. En ese lugar encontraba una paz absoluta y profunda, una paz inexplicable porque como ella se preguntaba, ¿cómo se explica a Dios?

Al cumplir los cinco años de noviazgo con Don, la pareja se comprometió. Ella quería algo íntimo, pero la noticia trascendió tanto que Edith Head, la diseñadora más importante de Hollywood, le realizó un vestido de novia. Don comenzó a trabajar en la futura casa que compartirían mientras los productores la apremiaban con la fecha de casamiento para enviar las participaciones. Sin embargo, algo en su mirada reflejaba que su corazón andaba por otros rumbos.





Don lo supo la tarde que Dolores se acercó con una carta en su mano. La madre abadesa le decía que si deseaba entrar al convento, ahora sí estaba preparada. Don sintió que su mundo se derrumbaba, no intentó luchar por su amada ni convencerá de cambiar su decisión. Es que, ¿cómo no rendirse si el que conquistó el corazón de tu novia no es Elvis ni Marlon Brando sino el mismísimo Dios?

Fue así como a los 24 años, en la cumbre de su gloria, Dolores Hart por elección y vocación abandonó los focos de las cámaras para iniciar una vida de clausura junto a las hermanas benedictinas. La decisión provocó la furia de algunos y la incredulidad de casi todos. Hasta su mejor amigo, el padre Doody, le aseguro que estaba loca y que era un delirio lo que deseaba hacer. 

Nada sin embargo la detuvo, en junio de 1963, la joven estrella vestida de novia entró al convento. La belleza y la serenidad de su mirada mostraban y demostraban que una fuerza misteriosa –que los creyentes llaman fe- la guiaba. se hizo pública su decisión de dejarlo todo para convertirse en monja. 

Más tarde explicó que todo cambió durante el rodaje de Francisco de Asís, en la que interpretó a Santa Clara de Asís. A causa de esta película tuvo un encuentro con el Papa San Juan XXIII en Italia, y se dio el siguiente diálogo:

– Dolores: “Soy Dolores Hart, la actriz que interpreta a Clara”.
– San Juan XXIII: “No, usted es Santa Clara de Asís”.

Cuando sus fans y amigos se enteraron de la noticia, quedaron en estado de shock y algunos se enojaron con ella.  Ella cuenta que “Hasta mi mejor amigo que era un sacerdote, el Padre Doody, me dijo ‘estás loca, estás absolutamente loca para hacer esto’”

Un amigo le escribió cartas airadas durante años después de que ella se unió al convento, intentando disuadirla de que estaba desperdiciando su vida. ¿La respuesta de Hart?
“Si hubieras oído lo que yo he oído, seguro vendrías tú también”.

Los primeros tiempos en el claustro no fueron fáciles. Pasó del glamour de Hollywood a trabajar en la huerta y compartir el baño con otras diez personas. Le costó dejar su vida, sentía que se había lanzado desde un piso 20 para estrellarse de traste en el suelo. Sin embargo, experimentaba una paz interior profunda y serena, esa que según aseguran los creyentes solo se obtiene "cuando se cumple la voluntad de Dios".

Desde entonces Dolores permanece en el convento. Sus días transcurren entre oraciones y el trabajo en la huerta. Las religiosas que al principio la miraban con desconfianza, la eligieron su Madre superiora. Era frecuente ver a Maria Cooper –hija de Gary Cooper– Paul Newman y Patricia Neal visitarla cuando buscaban algo de paz.  Durante 47 años y hasta su muerte Don siguió encontrándose con esa mujer a la que él siguió amando tanto como ella amaba a Dios.


En 2012, las luces del espectáculo volvieron a iluminarla por un rato. Es que la hermana Dolores rompió por un rato la clausura para asistir a la ceremonia de los Óscar, para la presentación de un documental sobre la historia de su vocación.

"Nunca dejé Hollywood porque pensara que fuera un lugar de pecado, solo tenía otra vocación" contestaba a los periodistas que en plena alfombra roja le preguntaban por qué eligió ser religiosa. "Simplemente descubrí que trabajar en el cine me daba mucho menos felicidad que la que vivía en el convento", agregaba.

 Para las personas de fe, Dolores Hart es alguien que sintió el llamado de Dios y lo siguió. Pero para todos, incluso los que nos cuesta creer o los que nos definimos agnósticos, Dolores es una mujer que simplemente descubrió un lugar donde se sentía plena, serena y profundamente feliz.



Edita Majić

Cuando Edita Majic, una actriz de teatro y cine, interrumpió bruscamente su exitosa carrera en 2004 y decidió ingresar al monasterio de San José de las carmelitas descalzas de Ávila, España, que conmocionó al público. Su decisión de dedicar su vida a la fe y a Dios en un monasterio en el que no tenía calefacción en la habitación o agua caliente, dormía en una celda, practicaba la pobreza y la oración, estaba sorprendida por todo.




Ella nació en Split – Croacia en el año 1970. Comenzó a estudiar pintura en la Academia de Pedagogía de Split y luego pasó a la Academia de Arte Dramático donde se enamoró de la actuación. Su primer gran papel fue en la obra de teatro “Salomé”.

 Luego recibió el premio a la mejor actriz joven croata por su papel de Rebecca en la exitosa obra “Bitter, Bitter Moon”. Luego incursionó en el cine donde recibió premios por las películas “Gato Negro” y”Kerempuh”. Su último trabajo como actriz fue una serie francesa de dibujos animados llamada “Mi pequeño querido planeta”.

En abril de 2004 se retiró del mundo y se fue al monasterio de San José en la ciudad española de Ávila, donde se convirtió en una monja carmelita. 

Sor Edith María de la Cruz (Edita) vivió el postulantado durante seis meses y luego tomó el hábito marrón característico de las monjas Carmelitas, haciendo así sus votos temporales por tres años. Luego hizo sus votos religiosos perpetuos y recibió el velo negro de religiosa.


Sobre su vocación ella dice lo siguiente:

“Desde la perspectiva actual, puedo decir que antes no sabía que quien me llevaba a través de la vida era Dios. Sin embargo, era Él. En todas las situaciones de mi vida, en toda mi búsqueda estaba Él. Su presencia estaba allí y Él estaba conmigo y me guiaba. Pero en aquel entonces no lo conocía ni sabía que estaba presente. En el fondo sentía un deseo de aprender de la creación, del arte, de la belleza, el amor, la verdad. Es decir, todos estos mis caminos eran en realidad una búsqueda de Él. Al final, supe que lo buscaba a Él porque en Dios encontré la respuesta a todas mis preguntas”.




Padre Joe Fitzgerald

Pasó de ser atleta olímpico a sacerdote director de vocaciones.

El director de vocaciones de la diócesis de Rockville Centre en Nueva York (Estados Unidos), P. Joe Fitzgerald, fue un atleta que compitió en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, pero que hoy se dedica a guiar a aquellos que han sentido el llamado al sacerdocio.

En diálogo con el National Catholic Register, el P. Fitzgerald aseguró que participar en las olimpiadas le generó gran emoción, pero era imposible compararlo con el sacerdocio.

“Estoy muy feliz con la decisión que tomé. En mi partido final de balonmano marqué ocho goles y nunca miré atrás. Estoy totalmente en paz con haber dejado el deporte y buscar el sacerdocio. Hay algo en mi vocación que nunca podría haber logrado con el balonmano o en cualquier otro deporte”, aseguró.

“La vida de un sacerdote, bien vivida, es muy satisfactoria porque el sacerdocio es, como decía San Juan María Vianney, el amor del corazón de Jesús”, agregó.

Con respecto a la preparación que deben tener los atletas que participarán en las Olimpiadas Río 2016 explicó que a pesar de todo el trabajo realizado, “las prácticas, las pruebas y las medallas no definen quiénes son. Su más grande título, sin importar las medallas que puedan ganar, es ser un hijo de Dios. Sabiendo esto, deben competir, no para su propia gloria, sino para la gloria de Dios”.

“Me hubiera gustado haber entendido esto mucho antes, pero tomé demasiado en serio el deporte y a mí mismo”, agregó.

El P. Fitzgerald formaba parte del equipo de balonmano de Estados Unidos junto a su hermano Thomas. Viajaron a decenas de países para las competencias y regresaron a casa tras participar en el escenario deportivo más grande del mundo en Atlanta 1996.





Antes de entrar en el Seminario de la Inmaculada Concepción en el año 2001, el P. Fitzgerald se desempeñó como ministro de la juventud en la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Lindenhurst (Nueva York).

“Fue durante un servicio de adoración eucarística cuando se hizo tan clara la vocación sacerdotal que no era suficiente hablar de ser un seguidor de Cristo; tuve que serlo verdaderamente”, expresó.

El P. Fitzgerald fue ordenado el 9 de junio de 2007, y ahora, como director de vocaciones busca “animar a otros hombres a compartir esta vida de generosidad y amor que permite el sacerdocio”.

“Los 31 hombres valientes que estudian para nuestra diócesis es el número más grande que hemos tenido en 30 años, y probablemente será más grande aún, cuando los hombres estén más abiertos a lo que Dios tiene reservado para ellos”, agregó el sacerdote.

El presbítero considera que el primer paso esencial para escuchar la llamada de Dios es “apagar la tecnología” y entrar en "una cultura de silencio".

“No podemos rezar bien o incluso pensar bien cuando el ruido distrae nuestra atención a cada paso. Es muy fácil que nuestro tiempo se sature de todo tipo de información inútil que nos impide entrar en un diálogo con Dios”, aseguró.

En su opinión, la relación de una persona con Dios debe ser “reforzada por la Eucaristía, las Sagradas Escrituras y la adoración eucarística”.

Finalmente dijo que se debe estar cerca de aquellos que viven la vocación que uno está considerando. “Hay que ver de cerca lo que es aquella posible vocación, en mi caso fue estar cerca de los sacerdotes y ver lo que hacían diariamente en la Iglesia”, resaltó.





Padre Philip Mulryne O.P.

De futbolista a sacerdote: jugó en el Manchester United y en su Selección, pero decidió dedicar su vida a la religión.

Philip Mulryne se codeó con grandes estrellas, pero tras retirarse optó por una vida espiritual y hasta hizo votos de pobreza, obediencia y castidad.

Como futbolista profesional, Philip Mulryne tuvo una destacada carrera: debutó en 1997 en el Manchester United, brilló en el Norwich de la Premier League y se convirtió en una pieza clave de la selección de Irlanda del Norte durante varios años. Sin embargo, tras su retiro en 2009, optó por un camino poco acostumbrado para los deportistas.






El ex jugador fue ordenado sacerdote de la orden dominicana de la iglesia católica en Dublin. Mulryne decidió alejarse de los flashes, de la fama y del dinero para dedicar su vida a la religión. Su cambio ha sido radical: el voto de pobreza también es parte de su nuevo camino.

Cuando tenía 14 años, en su Belfast natal, Mulryne jugaba para el equipo de fútbol de su parroquia. Allí fue descubierto por un enviado del Manchester United, quien lo invitó a hacer una prueba para "Los Diablos Rojos". El joven quedó y, tiempo más tarde, firmó su primer contrato para hacer su debut como profesional en 1997.

Pero el mediocampista estaba relegado por grandes figuras de aquel tiempo como David Beckham, Paul Scholes, Andy Cole y Ole Gunnar Solskjaer. Debido a la gran cantidad de estrellas que tenía el United, no pudo tener continuidad y fue transferido al Norwich City.

Sus buenas actuaciones le valieron la convocatoria a la Selección mayor de Irlanda del Norte, donde jugó 27 partidos y marcó tres goles. Sobre el final de su carrera, pasó por otros equipos como Cardiff City, Leyton Orient y King's Lynn. En su mejor momento, llegó a firmar contratos por 600 mil libras al año.


Tras retirarse en el 2009, a los 31 años, Mulryne comenzó su camino religioso. Ingresó en el seminario de San Malaquías en Belfast y estudió filosofía. Luego, se trasladó al Pontificio Colegio Irlandés, en Roma, para formarse en teología. Fue en ese momento cuando decidió dedicarse por entero a lo espiritual y se se unió a los dominicanos y tras varios años de estudio, fue ordenado sacerdote en una misa multitudinaria.








Akiko Tamura


Cómo una prestigiosa médico cirujana acabó siendo carmelita descalza en España

Akiko Tamura había salvado vidas en el quirófano. Durante años ejerció como cirujano del tórax, pero en su interior sabía que Dios le pedía más. A pesar de estar feliz con su vida y su profesión, desde que hizo la primera comunión supo que el Señor le pedía todo.

Al principio “la idea de ser carmelita descalza me parecía una auténtica payasada”, pero Dios le hizo ver que, con 37 años, la quería en el Convento del Buen Pastor que esta congregación tiene en Zarautz, Guipúzcoa en España.

El padre de Akiko, de origen japonés, se convirtió al catolicismo del budismo sintoísta gracias a la oración de su madre, católica y española.

“Cuando mi padre se bautizó, sus hermanas –mis tías- cuentan que cambió a mucho mejor. Había encontrado a Dios”, explica.

Cuando Akiko tenía cinco años le diagnosticaron a su abuela, que vivía en Tokio, cáncer de ovario terminal. Junto con su padre y un hermano viajaron para estar con ella en los últimos momentos.

“Cuando mi abuela estaba muriendo pidió ser bautizada y fue mi padre quien lo hizo. Después ella murió. Ese momento me impactó mucho. Después me contaron que durante su enfermedad, mi abuela tuvo un crucifijo y una estampa de San Josemaría debajo de su almohada”.



Akiko nació en Madrid y decidió estudiar medicina en la Universidad de Navarra en España, aunque su sueño era cursar la carrera en Estados Unidos, pero consideró que entre sus prioridades estaba discernir qué quería Dios de ella.

Terminó la carrera y comenzó a preparar el MIR, un examen final que los estudiantes de medicina deben realizar en España para comenzar a trabajar como Médico Interno Residente en un hospital y en una especialidad que se le asigna según la calificación en ese examen.
 
“Durante el tiempo de preparación al examen MIR viví en una residencia con las adoratrices, ese fue mi primer contacto con la vida religiosa. Aunque nunca pensé que acabaría siendo monja y menos de clausura”.

Comenzó a trabajar como cirujana torácica en Madrid y durante todo ese tiempo “rezaba a Dios para que me hiciera ver qué quería de mí”.

Durante los años de discernimiento, Akiko asegura que de una manera u otra le han acompañado la imagen del Jesús de la Divina Misericordia y la Virgen de Medjugorje.

Intentó leer a Santa Teresa de Jesús para acercarse a la realidad de las carmelitas ya que poco a poco esa idea iba tomando forma en su mente y en su corazón, pero desistió de leer a la mística.

Mientras tanto, “me encontraba a pacientes a los que le había salvado la vida y pensaba que ahí era donde Dios me quería”.

Hasta que un Jueves Santo, mientras conducía estaba rezando el rosario y le volvió a preguntar a Dios “¿qué quieres de mí?”. “En ese momento supe que era ser carmelita descalza. Tuve una profunda paz de saber que estaría cantando para Dios como un pajarito y que Dios estaría siempre conmigo”.

Durante los oficios del Jueves Santo, Akiko no podía parar de llorar al repetir “Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. 


En abril de 2012 comunicó a su familia su decisión y en agosto de ese año entró en el Convento del Buen Pastor de Zarautz, en Guipúzcoa, (España), desde allí asegura que “si dejas que Dios entre en tu vida se producen milagros en ella. Yo cada mañana pienso y me digo: Soy carmelita, soy feliz y soy libre y no lo cambiaría por nada del mundo”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué experiencias más conmovedoras