San Francisco y el origen del pesebre navideño.
Tal vez estará hecho con madera, paja o cartón, con figuras hechas en barro, en cerámica o talladas en madera, adornando tu sala. Esta representación del nacimiento de Jesús de manera pictórica o escultórica, y que forma parte insustituible de las tradiciones propias de las festividades navideñas en la Iglesia Católica tiene su origen en 1223.
Aquí la historia.
San Francisco de Asís; uno de los santos más populares, tanto entre católicos, protestantes y no cristianos, por cautivar la imaginación de sus contemporáneos presentándoles la pobreza, el amor a la naturaleza, la obediencia con la pureza y fuerza de un testimonio radical; pasó la Navidad de 1223 en Greccio, en el valle de Rieti. Con tal ocasión, había dicho a su amigo, Juan da Vellita: "Quisiera hacer una especie de representación viviente del nacimiento de Jesús en Belén, para presenciar, por decirlo así, con los ojos del cuerpo la humildad de la Encarnación y verle recostado en el pesebre entre el buey y el asno". En efecto, el Santo construyó entonces en la ermita una pequeña casa de paja; llevaron un asno, un buey y gran cantidad de otros animales, e invitó a algunos vecinos del lugar para reproducir como un homenaje la adoración de los pastores.
Nueve días antes del 25 de diciembre convocó a todo el pueblo para celebrar una misa en presencia de la representación del Nacimiento. San Francisco cantó el Santo Evangelio y predicó sobre la natividad del rey pobre sobre la pequeña ciudad de Belén con tanto amor y devoción que todos los presentes vivieron una verdadera navidad.
Se le atribuye haber comenzado en aquella ocasión la tradición del "belén" o "nacimiento". Nos dice Tomás Celano en su biografía del Santo: "La Encarnación era un componente clave en la espiritualidad de Francisco. Quería celebrar la Encarnación en forma especial. Quería hacer algo que ayudase a la gente a recordar al Cristo Niño y cómo nació en Belén". San Francisco de Asís pidió luego la autorización al Pontífice Honorio III para reproducir siempre el misterio del nacimiento.
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