miércoles, 4 de septiembre de 2019

Hace 3 años se canonizaba a la Madre Teresa de Calcuta.



Ya pasaron 3 años de ese hermoso acontecimiento. Le agradezco a Dios nuestro Señor, por esta gracia tan inmensa que me concedió. Nunca había participado de una canonización en la Plaza de San Pedro (y mucho menos con un Papa argentino, impensable) pero más impensable fue verme en la canonización de Madre Teresa, que para mí siempre fue el modelo de santidad del siglo XX. Sobre ella no les voy a contar, porque ya la conocen de sobra. 

Esa fiesta transcurrió con muchísimo calor y un sol radiante que abrazaba (en los dos sentidos: el humano y el divino) a los casi 250.000 participantes que habíamos llegado de todas partes del mundo, para conjuntamente con el Papa Francisco, proclamar la santidad de la Madre Teresa de Calcuta. Múltiples lenguas, colores de piel, vestimentas y creencias (me he encontrado con grupos de Luteranos, hinduístas, musulmanes y judíos que participaron de ese momento). 

Ya el calor se convirtió en cantos, momentos de silencio, de aplausos, de llanto y risas, tantos hermanos, todos reunidos era indescriptible. Un sólo idioma, LA SONRISA Y ALEGRÍA DE CORAZÓN. Comparto algunas fotos de ese momento que perdurarán por siempre en mis retinas y en mi corazón.

Acá comienza la gran aventura y gracias a mi obispo el Padre Damián Bitar, que me facilitó las cosas.



Apenas llegué a Roma, me puse a disposición de las Misioneras de la Caridad, para ayudarlas en lo que hiciera falta.


La habitación de Madre Teresa en Roma, en la casa de las hermanas.



Casa de las Misioneras de la Caridad en Roma.





 Y el momento más esperado, la canonización en la Plaza de San Pedro.









Luego de casi 8 horas, entre la llegada (de madrugada) hasta el final, la desconcentración de los miles de peregrinos. Los autobuses no daban a basto para trasladarnos y los saris estaban por todos lados. Una verdadera alegría de espíritu.



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