domingo, 17 de agosto de 2014

Papa Francisco en Corea.


El Papa Francisco acaricia a los enfermos y discapacitados en la “Casa de la Esperanza” con los pies descalzos y recibe la sonrisa de Myan, joven con grave patología cerebral.


Agosto 16 de 2014 (RV).- Luego de celebrar la Santa Misa en la que beatificó a Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros mártires, que «vivieron y murieron por Cristo y ahora reinan con Él en la alegría y en la gloria» en la Puerta de Gwanghwamun, este sábado 16 de agosto, el Papa Francisco se trasladó a la Nunciatura Apostólica en donde almorzó con el séquito Papal, para transferirse aproximadamente a las 15,15 hora local a Kkottongnae.

Kkottongnae, que significa “colina de las flores”, fundada en los años 70 por el padre John Woong Jin, de la comunidad de Renovación Carismática “Kkottongnae Brother of Jesus”, se inspira en Mt.24, 40: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. 
El pequeño pueblo que inició con el sueño de un mundo en donde “nadie queda afuera”, es la estructura más grande en manos a la Iglesia Católica en Corea, y es una verdadera ciudad de caridad, que sirve a quienes no tienen fuerzas para ir hacia adelante, como los sin techo, los alcohólicos y los enfermos.





El complejo que cada año recibe a miles de personas, se encuentra en la Diócesis de Cheongju, y surge en una colina que incluye hospitales, alojamientos, una universidad y centros de recuperación para los pobres y los enfermos abandonados de cualquier edad, que representan las “flores” de la obra.

Esta organización humanitaria ha abierto sede también en ocho países, entre los cuales, Bangladesh, Filipinas, Uganda, Haití, India, Canadá y EE.UU, funciona gracias a las donaciones de los socios y subsidios del gobierno, y a la gestión de las Hermanas de Jesús, los Hermanos de Jesús, y más de 1000 voluntarios.






El Santo Padre ingresó en la “Casa de la Esperanza” aproximadamente a las 16.30 hora local, con los pies descalzos, en señal de respeto, y se detuvo brevemente en oración en la capilla, para dirigirse después al encuentro de los enfermos. Allí, después de algunos cantos y pequeños regalos que le hicieron, se detuvo a acariciar con ternura a cada uno de ellos impartiéndoles su bendición. El Santo Padre donó al Centro un mosaico que representa el misterio de la Natividad.





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