lunes, 4 de septiembre de 2017

A un año de la canonización de Madre Teresa.







Un día como hoy, 4 de septiembre de 2016, el Papa Francisco canonizó a la Madre Teresa de Calcuta, a la que calificó como “una generosa dispensadora de la misericordia divina”, una de las figuras más icónicas de la Iglesia Católica y el mundo en el siglo XX.


Este evento se realizó en el marco del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco, que tuvo lugar del 8 de diciembre de 2015 al 20 de noviembre de 2016.

El Pontífice presidió la celebración desde un altar instalado en el atrio de la Basílica de San Pedro.

Hoy hace un año que he participado de un acontecimiento que me ha marcado para siempre y que fue la canonización de Madre Teresa de Calcuta. He querido participar en Roma de la beatificación de ella, pero por cuestiones de trabajo fue imposible que viajara y desde ese momento me propuse, si Dios quería, que iba a estar en su canonización. 

Apenas me enteré del acontecimiento, le pedí a mi obispo el Padre Damián Santiago Bitar que además de ser un excelente padre y pastor es un gran amigo, para ver qué posibilidades tenía de conseguir un lugar no tan lejano del altar que se iba a armar en la Plaza de San Pedro para esa ocasión. 

Cartas y trámites hicieron que en forma totalmente gratuita, como todas las entradas que se dan para las celebraciones en Roma, lograra una linda ubicación. Apenas llegué a Roma fui a la casa de las Misioneras de la Caridad para ver en qué podía ayudar, personas de muchas nacionalidades, variedad de lenguas y vestimentas, pero todos teníamos algo en común, la alegría en nuestras caras, que es el idioma universal para podernos relacionar.

Aproveché para conocer la habitación que Madre Teresa usaba en Roma cada vez que iba, muy pequeñita, sencilla y frente a la capilla de las hermanas, se escuchaban cantidades de anécdotas de sus estadías en esa casa. La hermana Prada fue mi guía. Las Misioneras de la Caridad inundaban Roma, lo que me alegraba mucho porque me hicieron recordar los años en que trabajé con ellas en las islas de las Lechiguanas, en Zárate, provincia de Buenos Aires. Recordaba a las hermanas Bina, Roshina y Araceli, siempre alegres y serviciales.


 


También me puse al tanto de los diferentes eventos que se iban a realizar durante toda esa semana en la ciudad eterna, tan distintos y variados que resultaba difícil decidirse y ver en cuáles participar. Conciertos, representaciones teatrales, peregrinaciones, horas de adoración y silencio, etc. etc. Aproveché a acercarme a San Pedro para ver los preparativos y  pasar por la Puerta Santa del Jubileo para ganar la indulgencia.

 En el balcón principal del templo se colgó el retrato oficial de la religiosa para la canonización, que se tituló: “Santa Teresa de Calcuta: Portadora del Amor de Dios”, realizado por el artista estadounidense Chas Fagan, por encargo de los Caballeros de Colón.

 
El sábado 3 de septiembre de 2016, me fui a dormir temprano ya que al otro día era la canonización y quería estar bien temprano en la Plaza de San Pedro, a las 10 de la mañana empezaba la celebración y sabía que era mucha la gente que iba a ir. Jamás había participado de una misa de canonización. 

A las 4 de la mañana me levanto y a las 5 ya salgo en el autobús rumbo a la Plaza, creyendo que sería uno de los primeros, ¡qué iluso que soy!

 Apenas tomo la Vía della Conciliazione me encuentro ya con una multitud, muchas de estas personas habían dormido allí. 

Sacerdotes, religiosas y laicos de todas las edades y todas las nacionalidades, rezando el rosario o cantando, todo era alegría y eso se contagiaba. 

Un domingo súper caluroso, pero lleno de caridad, la gente compartía su agua, su paragua para protegerse del sol o sus caramelos. 

Muchas horas de espera hasta poder entrar, pero se pasaron rápido gracias al espíritu de fiesta que se vivía.


Ya ubicado en mi lugar, como no podía ser menos, entre dos sacerdotes salesianos indios y una religiosa del mismo país. 

Como había que esperar unas 3 horas para que empezara la celebración, me puse a charlar con muchas personas, algunas de ellas se habían convertido al catolicismo gracias a Madre Teresa (dicho por ellos mismos), otros de religión Luterana, Judíos, Musulmanes y hasta algún ateo que fue para acompañar a otra persona y ver de qué se trataba una canonización. Según decían éramos unas 150.000 personas, era un mar de gente.


Librito de la canonización en mano y a seguir la Misa como Dios manda, rezando y cantando rebosantes de alegría. Banderas multicolores que brillaban con la luz del sol abrasador y botellitas de agua que pasaban de mano en mano hasta llegar a destino, una verdadera fiesta.

Cuando inició la Eucaristía se presentó un relicario que contenía los cabellos y sangre de Santa Teresa de Calcuta. Tenía forma de cruz con un corazón de color blanco y azul, que aludía al sari que usaba la religiosa.


Durante la Misa, el Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, Cardenal Angelo Amato, hizo la petición al Santo Padre para que la religiosa sea inscrita en el libro de los santos y se leyó una breve reseña biográfica.

Luego se cantaron las letanías de los santos y el Papa Francisco leyó la fórmula de canonización.

En su homilía, el Pontífice exhortó a los fieles a preguntarse “¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida?” y aceptarla.

Recordó que el “seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso” y afirmó que la Madre Teresa durante toda su vida fue “una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana”.

El Papa también expresó su deseo de que “esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión”.

“La misericordia ha sido para ella la ‘sal’ que daba sabor a cada obra suya, y la ‘luz’ que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento”, destacó.

En la ceremonia estuvo presente la Superiora General de las Misioneras de la Caridad, la congregación fundada por la Santa Teresa de Calcuta, la hermana Prema Pierick; y Marcílio Haddad Andrino, el brasilero cuya curación producida gracias a la intercesión de la religiosa permitió el milagro para la canonización.

 Durante la misa me vino el recuerdo de las manos de Madre Teresa, tan ásperas, acartonadas, pero llenas de caridad y su sonrisa agradecida de siempre. 

Todas las personas que siguen el blog y el Facebook estuvieron presentes en el momento de la eucaristía, por ustedes he rezado, especialmente por los que más lo necesitaban.

 

 

Era mi puerta de entrada a este retiro espiritual que me había organizado: pasar por la Puerta Santa y la canonización de Madre Teresa, regresar a ciertas iglesias y basílicas romanas que tanto me habían gustado, de Italia a España para hacer la ruta carmelitana entre Ávila y Segovia, las Teresas me seguían pero ahora se agregaba el hermano Juan de la Cruz, un poco de familia que nunca viene mal y terminar este viaje junto a la Madre y Bernadette en Lourdes (en otras entradas les contaré algo más).

Terminada la celebración, no hubo Angelus en la ventana papal ya que lo hizo desde las escalinatas de la Basílica de San Pedro. Luego el papamóvil que pasó por su recorrido tres veces, debido a la cantidad de gente que había y pude verlo al Papa Francisco o Cardenal Bergoglio vestido de blanco. 

 

Muy emocionante fue volver a ver al ahora Papa Francisco, tantos años siendo mi Pastor en Buenos Aires (posteriormente me mudé a la diócesis de Oberá en Misiones, Argentina), participando de sus Misas o bien verlo por alguna calle del centro de la ciudad o en el metro. Me costaba creer que era realidad, creo que tomé conciencia en ese momento que el Papa es argentino.

La desconcentración duró muchas horas, casi tanto como la entrada a la Plaza, a las 5 de la mañana llegué, a las 10 fue la celebración y a las 3 de la tarde estaba tomándome el bus rumbo a la casa salesiana, donde me hospedaba, ya era hora de descansar un poco y poderme refrescar.

De todos los actos posteriores en los que participé, en honor a Santa Teresa de Calcuta, hubieron dos que fueron inolvidables: el concierto y la representación “cantada” de la vida y obra de la Madre Teresa y la veneración de sus reliquias en la Basílica de Letrán.

 


 

 
En fin, estos momentos ya no se me borrarán más, están conmigo para siempre y espero rindan frutos espirituales. Lo quería compartir con ustedes ya que entre todos formamos este espacio. Dios los bendiga.


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