martes, 4 de diciembre de 2018

Nuevos beatos mártires de Argelia.





Nuevos Beatos: Pierre Claverie y 18 compañeros religiosos y religiosas, mártires de Argelia asesinados, por odio a la Fe, en Algeria entre 1994 y 1996.

Fecha de beatificación: 8 de diciembre de 2018.

Breve Reseña

El Papa Francisco aprobó, el 26 de enero de 2018, el decreto que reconoce el martirio de Mons. Pierre Claverie, Obispo de Orán, Argelia, asesinado el 1 de agosto de 1996, y de otros 18 religiosos y religiosas de Argelia, asesinados por terroristas islámicos, entre los que están los 7 monjes trapenses del monasterio de Tibhirine inmortalizados en la película De dioses y hombres. Con el reconocimiento del martirio tan sólo queda determinar la fecha de su beatificación.

"Estamos muy contentos con la decisión del Santo Padre", ha dicho a la Agencia Fides, Su Excelencia Mons. Paul Desfarges, Arzobispo de Argel, al comentar sobre la autorización del Papa Francisco, "En nuestro comunicado hemos querido resaltar que no podemos pensar en nuestros mártires sin recordar a los cientos de miles de argelinos y argelinas que han fallecido por permanecer fieles a su fe en Dios y su conciencia (...) Deseamos que con esta beatificación sea un signo de perdón y de paz para todos, porque se trata de hombres y mujeres de paz y perdón que han dado su vida por todos".

Monseñor Pierre Claverie

Pierre Claverie, de nacionalidad francesa, nació en un barrio obrero de Argel llamado Bab el Oued, el 8 de mayo de 1938. Creció en el seno de una familia no particularmente devota, pero que profesaba el credo católico y que llevaba cuatro generaciones viviendo en Argelia. Pierre tuvo su primer contacto con la orden de los dominicos a los 11 años, cuando se apuntó a un grupo de Boy Scouts bajo la supervisión de religiosos de esta orden.


 


Después de terminar sus estudios secundarios, fue a Grenoble, Francia, para estudiar en la Université de Grenoble. Fue en esta ciudad donde conoció el rechazo hacia las personas que se manifestaban en contra de la presencia de Francia en Argelia. Fue también allí donde se dio cuenta de las limitaciones de lo que hasta entonces él consideraba Francia, y que más tarde llamaría ¨La burbuja colonialista¨.

En 1958, Pierre entró en la orden de los Dominicos y empezó su noviciado en el monasterio de Lille. Terminó sus estudios en Le Saulchoir, un instituto dominicano cerca de París. Durante este tiempo, la guerra de la independencia de Argelia, que había empezado en 1954, llegó a su fin en 1962. Tres años más tarde, en 1965, Pierre Claverie fue ordenado sacerdote.

Regresó a Argelia y, tras haber ejercido como director de Instituto, fue nombrado Obispo de Orán en el año 1981. Gran conocedor de la religión islámica, durante su ministerio se esforzó por acercar a cristianos y musulmanes y promover el diálogo interreligioso.

Desde 1992, y después del estallido de la guerra civil en Argelia, la Iglesia católica, que servía principalmente a trabajadores extranjeros en la zona, recibió diversas amenazas. Muchas voces desde Europa aconsejaban a la Iglesia católica abandonar el país, sin embargo, Pierre Claverie se opuso firmemente a esta idea, ya que, aunque nunca conseguiría obtener la nacionalidad argelina, él se consideraba argelino y se negaba a abandonar a las personas de este país, cuyo destino estaba inexorablemente ligado al suyo. Durante este tiempo, él también se negó a quedarse callado, ya que cuando lo consideraba necesario, no dudaba en criticar públicamente las dos fuerzas que vivían la tragedia de la guerra civil: El frente islámico de Salut (FIS) y el gobierno argelino.

El 26 de mayo de 1996 ocurrió el tristemente famoso asesinato de los monjes del monasterio de Tibhirine. Pierre Claverie sabía que su vida también estaba en peligro y aun así continuó en Argelia. El primero de agosto de 1996, una bomba estalló en la puerta de entrada al obispado llevándose la vida de Mons. Claverie y de su joven chófer y amigo Mohamed un poco antes de la medianoche.
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Los mártires de Tibhirine.

Queremos recordar ahora la muerte, martirial, de siete monjes trapenses. Se encontraban en un monasterio en las montañas de la zona del Atlas, en Tibhirine, cerca de la ciudad de Medea. El monasterio había recibido el nombre de Nuestra Señora de Atlas.

Los monjes, procedentes de Francia, se dedicaban a la oración y al servicio. Era una manera silenciosa y llena de amor de testimoniar su fe en Cristo y su amor a los hombres, también a aquellos que pertenecen a una religión diferente de la propia.

Querían mostrar que era posible una convivencia fecunda entre cristianos y musulmanes, que el Amor de Dios se ofrecía a todos, que existían caminos para unir a personas de culturas, razas y religiones distintas.

El territorio en el que se encontraba el monasterio llegó a ser, con el inicio de las violencias, sumamente inseguro. Grupos armados podían moverse con bastante facilidad entre las montañas, sin que el ejército lograse controlar sus movimientos.

Las autoridades de la zona ofrecieron a los monjes la posibilidad de ser protegidos por la policía, o de refugiarse en alguna ciudad más segura. Los monjes se negaron. Luego fue un jefe de los grupos terroristas quien les pidió que se marchasen. También dijeron que no: estaban allí como hombres de paz, como religiosos, y el mismo Corán alaba la vida de quienes se dedican por entero, como ellos, al servicio de Dios.

El 24 de diciembre de 1995 se presentó un grupo de terroristas. Pidieron medicinas y dinero. También pidieron que uno de los monjes, el hermano Luc (un médico de 80 años, muy amado por la gente del lugar), dejase el monasterio para atender a los terroristas heridos. El abad, padre Christian de Chergé, respondió que sus peticiones eran imposibles. No tenían dinero, y el hermano médico era muy anciano para ir a las montañas.



Después de esta “visita”, el abad y los demás trapenses sabían que su vida corría peligro. Pensaron en dejar el monasterio, para evitar un “suicidio colectivo”.

A los pocos días se presenta el obispo y habla con la comunidad. Respeta la decisión que han tomado, pero les pide que reflexionen en el significado de su “huida”: muchos otros religiosos y religiosas se dejarán llevar por el pánico, y abandonarán a sus comunidades.

El abad invita a los monjes a la oración. Desde el diálogo con Dios, cada uno debía decidir si permanecer en el monasterio o abandonar la zona. Uno por uno da su sí a la idea de seguir en el lugar en donde Dios los había destinado. El martirio se convierte, desde ese momento, en una posibilidad real, muy cercana.

El momento de la prueba no se hizo esperar. El 26 de marzo de 1996, siete monjes del monasterio fueron secuestrados por un grupo de terroristas. Otros dos monjes quedaron allí, al no haber sido descubiertos por los “visitantes”.

Los secuestradores piden a Francia la liberación de varios terroristas como canje por los monjes. Francia se niega a negociar. Juan Pablo II, desde Roma, pide, suplica, que los monjes sean liberados.

El 21 de mayo de ese mismo año los siete monjes fueron asesinados. Sólo el 30 de mayo fueron encontrados sus restos mortales cerca de Medea.

Junto con el abad, padre Christian de Chergé, dieron su vida el maestro de novicios (padre Christophe), otros dos sacerdotes (padres Bruno y Célestin) y tres hermanos (Luc, el anciano médico, Michel y Paul).

¿Qué sentido puede tener, en la vida de los pueblos, en Argelia y en el mundo, ese sacrificio, esa muerte? La clave de lectura podemos encontrarla en el testamento espiritual que había escrito, entre diciembre de 1993 y enero 1994, el abad, padre Christian de Chergé. En este testamento muestra su amor a Cristo y, desde ese amor, su amor a las poblaciones musulmanas de la zona.

El P. Christian quería que su posible muerte violenta no fuese vista como signo de la crueldad de los argelinos, muchos de ellos hombres y mujeres de buena voluntad, sino que tuviese un significado distinto, que sólo Dios puede dar al derramamiento de sangre de un mártir. Podemos leer algunas de sus frases:

“Si me sucediera un día -y ese día podría ser hoy- ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos los extranjeros que viven en Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba entregada a Dios y a este país. Que ellos acepten que el único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal. Que recen por mí.

¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda? Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato. Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos. En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia. He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente.

Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido”.

El testamento expresa un profundo deseo de reconciliación, de amor, de respeto hacia los musulmanes, hacia tantas hombres y mujeres de una religión no siempre bien conocida, no siempre bien estudiada, no siempre vista con la mirada con la cual Dios sabe leer la historia de los seres humanos. Volvemos a transcribir otras líneas del escrito del P. Christian:

“Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista: ‘¡qué diga ahora lo que piensa de esto!’ Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad. Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con Él a sus hijos del Islam tal como Él los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de su pasión, inundados por el don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias”.

Las palabras finales del testamento son una invitación al perdón, una especie de abrazo profundo, sincero, a quien pueda llegar a convertirse en “verdugo”, cuando lo único que quería el abad del monasterio de Nuestra Señora de Atlas era sentirlo como hermano y amigo:

"Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente para este gozo, contra y a pesar de todo.

En este gracias en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy y a vosotros, oh amigos de aquí, junto a mi madre y a mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido!

Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías. Sí, para ti también quiero este gracias, y este ‘A-Dios’ en cuyo rostro te contemplo.

Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío. ¡AMÉN! IM JALLAH!"

San Juan Pablo II supo entrever el significado de la muerte del P. Christian y de sus compañeros: una entrega a Dios por Argelia, por la gente de un pueblo que ha sufrido y sufre cada vez que algunos de sus hijos se apartan del camino del amor. En una carta enviada por el Papa a los cistercienses reunidos en capítulo general, les decía:

"El testamento que dom Christian de Chergé nos ha dejado ofrece a todos una clave que nos permite comprender los trágicos acontecimientos en medio de los que él y sus hermanos han tenido que moverse y cuyo significado final ha sido el don de sus vidas en Cristo. 'Mi vida -escribía- está entregada a Dios y a este país'" (carta de Juan Pablo II del 10 de octubre de 1996).

La sangre de unos monjes se derramó, por unos instantes, en el suelo entre las montañas de Argelia. No vemos ahora su fecundidad. Más allá de las estrellas, donde Dios lee lo que hay en los corazones de sus hijos, la ternura divina ha acogido a estos siete hijos suyos, mártires del amor, fieles seguidores de la ternura y del servicio que nos testimonió, con su vida y con su muerte, Jesús, el Hijo del Padre, el Hijo de María, nuestro Hermano y Salvador.


A continuación los nombres de los 19 mártires que conforman este grupo, ordenados según la fecha de su martirio:


8 de mayo de 1994 en Argel





1. HENRI VERGÈS

Religioso profeso de los Hermanos Maristas
Nacido el 15 de julio de 1930 en Matemale, Pyrénées-Orientales (Francia)

2. PAUL-HÉLÈNE SAINT RAYMOND

Religiosa profesa de las Hermanitas de la Asunción
Nacida: 24 de enero de 1927 en París (Francia)


23 de octubre de 1994 en Bab-el-Oued, Argel




3. MARÍA CARIDAD ÁLVAREZ MARTÍNEZ

Religiosa profesa de las Hermanas Misioneras Agustinas
Nacida: 9 Mayo de 1933 en Santa Cruz de Salceda, Burgos (España)

4. ESTHER PANIAGUA ALONSO

Religiosas profesa de las Hermanas Misioneras Agustinas
Nacida: 7 Junio de 1949 en Izagre, León (España)





27 de diciembre de 1994 en Tizi-Ouzou

5. ALAIN DIEULANGARD

Sacerdote de los Misioneros de África (Padres Blancos)
Nacido el 21 de mayo de 1919 en Saint-Brieuc, Cotes-d' Armor (Francia)

6. CHARLES DECKER

Sacerdote de los Misioneros de África (Padres Blancos)
Nacido: 26 de diciembre de 1924 en Amberes (Bélgica)

7. JEAN CHEVILLARD

Sacerdote de los Misioneros de África (Padres Blancos)
Nacido el 27 de agosto de 1925 en Angers, Maine-et-Loire (Francia)

8. Christian Chessel

Sacerdote de los Misioneros de África (Padres Blancos)
Nacido el 27 de octubre de 1958 en Digne, Alpes-de-Haute-Provence (Francia)


3 de septiembre de 1995 en Belcourt, Argel

9. DÉNISE LECLERC (BIBIANE)

Religiosa profesa de las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles
Nacido: 08 enero 1930 en Gazeran, Yvelines (Francia)

10. JEANNE LITTLEJOHN (ANGÈLE-MARIE)

Religiosa profesa, Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles
Nacida: 22 de noviembre de 1933 en Túnez (Túnez)


10 de noviembre de 1995 en Argel
 
11. ODETTE PRÉVOST

Religiosa profesa, Hermanitas del Sagrado Corazón
Nacida el 17 de julio de 1932 en Oger, Marne (Francia)



21 de mayo de 1996 cerca de Médéa

12. CRISTIANO DE CHERGÉ

Sacerdote trapense profeso
Nacido: 18 de enero de 1937 en Colmar, Haut-Rhin (Francia)

13. PAUL DOCHIER (LUC)

Religioso trapense profeso
Nacido el 31 de enero de 1914 en Bourg-de-Péage, Drôme (Francia)

14. CRISTOPHE LIBRETÓN

Sacerdote trapense profeso
Nacido el 11 de octubre de 1950 en Blois, Loir-et-Cher (Francia)

15. MICHEL FLEURY

Religioso trapense profeso
Nacido el 21 de mayo de 1944 en Sainte-Anne, Loira Atlántico (Francia)

16. LEMARCHAND CRISTIANO (BRUNO)

Sacerdote trapense profeso
Nacido el 01 de marzo de 1930 en Saint-Maixent, Deux-Sèvres (Francia)

17. CÉLESTIN RINGEARD

Sacerdote trapense profeso
Nacido el 27 de julio de 1933 en Touvois, Loira Atlántico (Francia)

18. PAUL FAVRE-MIVILLE

Religioso trapense profeso
Nacido el 17 de abril de 1939 en Vinzier, Haute-Savoie (Francia)


1 de agosto de 1996 en Orán

19. PIERRE-LUCIEN CLAVERIE

Sacerdote dominico profeso
Obispo de Orán
Nacido el 8 de Mayo de 1938 en Argel (Argelia)

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