GUIDO
MARIA CONFORTI nació en Ravadese (Parma – Italia ) el 30 de marzo de 1865.
Era
el octavo de los diez hijos de Rinaldo Conforti y Antonia Adorni.
La
óptima educación cristiana recibida de su madre, la complementaron los Hermanos
de las Escuelas Cristianas en cuya escuela de Parma realizó su primaria. Guido
solía decir que su vocación se debía a la educación recibida de estos
religiosos y, además, a una singular experiencia que tuvo contemplando el
Crucifijo.
Venciendo
la resistencia de su padre, en 1876 entró en el seminario, donde realizó
brillantemente sus estudios, distinguiéndose por su diligencia, piedad y
obediencia. Durante sus estudios de teología, el Beato Andrés Ferrari fue su
rector en el seminario.
Sin haber sido aún ordenado sacerdote Guido fue
nombrado vicerrector del seminario, tarea que continuó realizando después de su
ordenación sacerdotal que tuvo lugar el 22 de septiembre de 1888. En esta
misión pudo mostrar sus elevadas dotes de educador siendo un modelo para los
jóvenes seminaristas por su testimonio de santidad y caridad pastoral.
Su
vocación sacerdotal y misionera había nacido a los pies del Crucifijo. "No
es posible - escribió - fijar la mirada en este modelo divino sin sentirse
empujado a cualquier sacrificio por grande que sea".
"El
Crucifijo es el gran libro que ofrece a nuestros ojos horizontes
infinitos". De hecho, a pesar de que la vida de Guido transcurrió en la
región italiana de Emilia, su mirada abarcaba los horizontes de toda la
humanidad, y nunca desfalleció en el deseo ardiente de anunciar el Evangelio a
todos los hombres.
El "espectáculo" de la cruz le hablaba "con
la elocuencia de la sangre", manifestándoles el amor infinito de Dios
hacia la humanidad. En 1895, Guido funda una Congregación Misionera de hombres
consagrados a Dios con el único fin de llevar el Evangelio a los no cristianos.
El
9 de junio de 1902, el Siervo de Dios fue llamado a regir la Arquidiócesis de
Rávena. El día de su ordenación episcopal pronunció los votos religiosos junto
con el voto de dedicarse sin reservas al anuncio del Evangelio "ad
gentes". En Rávena, la enfermedad le obligó a largos períodos de
inactividad. Su profundo sentido de responsabilidad pastoral hacia el rebaño
que le había sido confiado le llevó a presentar su dimisión que fue aceptada.
Regresó
humildemente a su Instituto Misionero donde, recuperada algo su salud, se ocupó
en la formación de los alumnos misioneros y a la redacción de las
Constituciones de su familia misionera.
A
finales de 1907, el Santo Padre confió al Siervo de Dios la diócesis de Parma.
Durante 25 años él fue buen pastor, signo viviente de la "solicitud maternal
de la Iglesia hacia todos los hombres, tanto fieles, como infieles, por su
preocupación particular por los pobres y los más débiles".
La
catequesis fue el punto principal de su tarea pastoral: instituyó las escuelas
de la doctrina cristiana en todas las parroquias, preparó a los catequistas con
apropiados cursos de cultura religiosa y pedagógica. Fue el primer obispo de
Italia que celebró un congreso de catequética en su diócesis.
Cinco
veces realizó la visita pastoral a las parroquias, celebró dos sínodos
diocesanos, instituyó y promovió la Acción Católica, especialmente de los
jóvenes. Cuidó de manera especial la cultura y la santidad del clero, la
formación de los seglares, las asociaciones y la prensa católica, las misiones
populares, los congreso eucarísticos marianos y misioneros.
Logró reconciliar a
los ánimos divididos, se preocupó por llevar a los extraviados a la unidad del
rebaño y fomentó el amor y el respeto incondicional hacia el Papa.
Su
presencia en los momentos difíciles de la historia de aquellos años en la
ciudad de Parma fue discreta, casi inobservada, pero eficaz y con resultados.
Durante las huelgas de 1908, fundó un grupo de abogados dedicados a la defensa
de los derechos de los campesinos y de los sacerdotes.
Cuando una parte de la
ciudad se opuso violentamente a la instauración del fascismo y se corría el
peligro de un baño de sangre, la mediación de Conforti obtuvo la retirada de
las milicias fascistas, evitando así una guerra civil.
La
preocupación por la Iglesia local que le había sido confiada no le quitó la
"preocupación por aquellos lugares del mundo donde la Palabra de Dios no
ha sido anunciada". Creía firmemente que el anuncio del Evangelio "ad
gentes" fuese el camino más seguro por la nueva evangelización de su
pueblo. Se entregó incansablemente a la tarea de "la Evangelización ad
gentes" ya fuese a través de su familia misionera, como colaborando con
las varias iniciativas de animación misionera en Italia y en el resto del
mundo.
Puso
especial cuidado en colaborar en la fundación y en la difusión de la Pontificia
Unión Misionera del Clero, de la que fue su primer presidente. "Fue
providencial que, en la fundación de la Unión Misionera del Clero, al lado de
P. Pablo Manna se encontrase Guido María Conforti, que no sólo ayudó
excepcionalmente con su consejo y su colaboración a la naciente Unión, sino que
con su autoridad logró para dicha Unión la aprobación pontificia" (Pablo
VI ).
En
1928, Conforti viajó a China para visitar las comunidades y los lugares que
habían sido confiados a la familia religiosa de la que él era Superior General.
Su viaje fue signo de la comunión entre las Iglesias.
El
5 de noviembre de 1931, consumido por su incansable tarea pastoral, habiendo
recibido devotamente el Sacramento de los Enfermos y el Santo Viático, después
de haber profesado públicamente su fe y haber implorado la bendición de Dios
para su clero y su pueblo, Guido María Conforti entró en la Casa del Padre.
El
Papa San Juan Pablo II lo beatificó el 17 de marzo de 1996.
Fue
canonizado el 23 de octubre de 2011 por el Papa Benedicto XVI.







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