Este
título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido
en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera
de todas las gracias
La
Virgen es el medio para profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en
la fe, la esperanza y la caridad.
Cooperación
de María a la obra de la Redención
«Asociada
por un vínculo estrecho e indisoluble a los misterios de la Encarnación y de la
Redención ... ; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la
Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de
Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas
de los redimidos». (Credo de Pablo VI, n. 15)
Cristo
es el único mediador entre Dios y los hombres porque Él solo, con su muerte,
logró la reconciliación perfecta con Dios, pero dice Santo Tomás que «también a
otros podemos llamarlos mediadores por cuanto cooperan a la unión de los
hombres con Dios».
A María
se la llama Medianera o Mediadora desde muy antiguo. Este título se le reconoce
en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia,
introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera de todas las
gracias.
«María,
que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo
descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. Para que ese
mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para
que ésta sepa recoger los grandes valores de su herencia católica y afrontar
valientemente los retos del futuro» (Juan Pablo II en España).
María
es Corredentora.
Trajo
al mundo al Redentor, fuente de todas las gracias. María dio su consentimiento
libre para que viniese el Salvador al mundo: «He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38). Dice Santo Tomás que representaba a
toda la naturaleza humana.
Se le
suele contraponer a Eva y así como ésta fue causa de la perdición, María por su
obediencia lo es de la salvación. Y si aquélla era «madre de los vivientes», la
«Nueva Eva» es madre de los que viven por la fe y la gracia.
Desde
el siglo XV se llama a la Virgen CORREDENTORA y la Iglesia lo usa en algunos
documentos oficiales. No debe entenderse como una equiparación con Cristo,
único Redentor, ya que ella también fue redimida. La suya es una cooperación
indirecta por cuanto puso voluntariamente toda su vida al servicio del
Redentor, padeciendo y ofreciéndose con Él al pie de la Cruz, pero sin
corresponderle el título de Sacerdote, exclusivo de Cristo (cfr. Vat. li, LG,
60).
Mediadora
de todas las gracias.
Por
este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de
Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. (LG, 62)
Madre
de los hombres.
Compañera
singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del
Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándole, alimentándolo, presentándolo al Padre
en el Templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la Cruz, cooperó en forma
enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza
y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las
almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia. (LG, 61)
Esta
doctrina se apoya en la tradición antiquísima de considerar a María como madre
espiritual de todos los cristianos. Parece natural que la que cooperó por la
Encarnación a darnos a Cristo, fuente de todas las gracias, y la que estuvo
presente junto a la Cruz, interceda sin cesar y cuide de sus hijos, como madre
espiritual.
María
es Madre de la Iglesia.
«María
es la Madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el Pueblo de Dios, una madre
de todos los que creyeron en su Hijo. Ha colaborado y sigue colaborando en la
obra de la Salvación y se preocupa constantemente de los hermanos de su Hijo
que están aún peregrinando por el mundo» (C.v.e., P. 460)
Prototipo
de la Iglesia.
También
hay que recordar que María es «prototipo de la Iglesia» y que toda la gracia se
comunica por medio de la Iglesia.
Pues en
el misterio, de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen,
precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente y singular como
modelo tanto de la Virgen como de la Madre. (LG, 63)
La
Virgen es para la Iglesia medio de profundizar en el misterio de Cristo, de
progresar en la fe, la esperanza y la caridad. La Iglesia ha alcanzado en la
Santísima Virgen la perfección.
El amor
maternal de María es también el modelo con que en la Iglesia han de actuar
todos aquellos que tienen la responsabilidad de llevar a Dios a los hombres
(cfr. LG, 65).










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