"Confiamos a Santa María de Guadalupe,
Patrona de México y de todo el
continente, el destino de los pueblos americanos y de su nueva
evangelización". San Juan Pablo II, enero 1999.
La
Virgen Santísima se apareció en el Tepeyac, México, a san Juan Diego el martes
12 de diciembre de 1531, apenas diez años después de la conquista de México. La
madre de Dios viene para dar a conocer el evangelio a sus hijos nativos del
nuevo continente y para "mostrar y dar" todo su "amor y
compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre".
Como
prueba de su visita la Virgen milagrosamente hizo que en aquel lugar
aparecieran preciosas rosas de Castilla y que su imagen se quedara
permanentemente en la tilma de su siervo.
Durante
cuatro días la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su
propia lengua, el náhualtl. Al identificarse, María usó la palabra
"coatlallope"; un sustantivo compuesto formado por "coatl"
o sea, serpiente, la preposición "a" y "llope", aplastar;
es decir, se definió como "la que aplasta la serpiente". Otros
reconstruyen el nombre como "Tlecuauhtlapcupeuh" que significa:
"La que precede de la región de la luz como el Aguila de fuego". De
todas formas el vocablo náhualtl sonó a los oídos de los frailes españoles como
el extremeño "Guadalupe", relacionando el prodigio del Tepeyac con la
muy querida advocación que los conquistadores conocían y veneraban en la
Basílica construida por Alfonso XI en 1340. En España existían dos advocaciones
a la Virgen de Guadalupe, en Cáceres y en La Gomera. Sin embargo la Guadalupe
Mexicana es original. ¡La Virgen se comunicó de manera que la entendiesen tanto
los indios como los españoles!.
La
Virgen de Guadalupe dio al indio Juan Diego un delicado trato de nobleza
elevando proféticamente la condición de todo su pueblo. El Señor "derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes". Al mismo tiempo, La Virgen trajo
reconciliación y no división entre los nativos y los españoles. Les ayudó a
ambos a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie sino un don de
amor para todos. La Virgen pide a Juan Diego que vaya al obispo. El obispo de
México era Fray Juan De Zumárraga, franciscano. De esta manera la Virgen enseña
que se debe someter a la autoridad legítima que Jesús estableció en la Iglesia.
Cuatrocientos
años debieron pasar para que la cultura occidental reconociera admirada que la
imagen impresa sobre el ayate indígena era un verdadero códice mexicano, un
mensaje del cielo cargado de símbolos. Helen Behrens, una antropóloga
norteamericana descubrió en 1945 lo que los ojos de los indios habían
"leído" en la pintura de la "Madre del verdadero Dios por quien
se vive" aquel diciembre de 1531.
Guadalupe
propicia la Evangelización del continente.
Los
misioneros tenían poco éxito a pesar de su intensa labor, en gran parte por el
mal ejemplo de muchos que llamándose cristianos, abusaban de ellos. Pero la
Virgen de Guadalupe se presenta como mujer nativa y les enseñó que el regalo de
la fe es para todos sin distinción. La imagen de la tilma es toda una
catequesis (ver abajo). Resultado: En los 7 años después de las apariciones 8
millones de nativos se convirtieron a la fe católica.
Esto representa un
promedio de 3000 conversiones diarias. Si recordamos que por la predicación de
San Pedro el día de Pentecostés se convirtieron 3000 hombres, podemos apreciar
que la Virgen inició un verdadero Pentecostés que duró 7 años.
La
Virgen de Guadalupe continúa guiándonos a Jesús. Los milagros obtenidos por la
Virgen son tan extraordinarios que no se puede menos que exclamar: "El
poder divino está aquí". Dios Todopoderoso se complace en derramar sus
dones por medio de aquella a quien El escogió para ser su madre.
El
Santuario, Tepeyac.
El
Tepeyac es el santuario mariano mas visitado del mundo, superando en visitas a
Lourdes y Fátima. Cada año 20 millones de fieles se acercan a la venerada
imagen para expresar a la Madre del Cielo el testimonio de su cariño y
veneración. El día de la fiesta, el doce de diciembre, se calcula que casi tres
millones de personas acuden al santuario.
En la
actualidad la imagen milagrosa está en la nueva basílica construida junto a la
antigua que se ha hundido notablemente. Los fieles pueden contemplar el cuadro
desde una estera móvil que a sus pies se desliza para movilizar a los fieles y
dar cabida a las multitudes que desean venerarla. Como en todo santuario
mariano, la basílica de Guadalupe cuenta con una capilla del Santísimo donde
los fieles constantemente adoran al Señor.
La
Basílica nueva tiene forma redonda que simboliza la tienda que albergaba el
Arca de la Alianza en su marcha por el desierto; las lámparas interiores que
cuelgan del techo recuerdan la nube que guiaba al pueblo de Dios día a día y la
refulgente pared de oro que sostiene el cuadro, representa la columna de fuego
y luz que indicaba el camino durante la noche.
Historicidad.
Durante
el proceso de estudio para para canonización de Juan Diego se estableció una
comisión para estudiar su historicidad. El padre Fidel González fue asistido en
esta labor por Eduardo Chávez Sánchez y José Luis Guerrero Rosado (Cf. «El
encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego», Editorial Porrúa, México
1999, 564 pp.). Presentaron 27 documentos o testimonios indígenas guadalupanos
y 8 de procedencia mixta indo-española. Entre todos ellos, destaca el «El Nican
Mopohua» y el llamado Códice «Escalada».
No se
pueden explicar con elementos históricos algunos aspectos decisivos de la
historia de México sin tener en cuenta el milagro de Guadalupe. Como, por
ejemplo, el que, después una conquista dramática y tras dolorosas divisiones y
contraposiciones en el seno del mundo político nahuatl, en un lugar
significativo para el mundo indígena, en el cerro del Tepeyac, se levantara en
seguida una ermita dedicada a la Virgen María bajo el nombre de Guadalupe. No
explican tampoco cómo Guadalupe se convirtió en señal de una nueva historia
religiosa y de encuentro entre dos mundos hasta ese momento en dramática
contraposición.
....
Existen otras muchas pruebas históricas sobre la existencia de Juan Diego,
como, por ejemplo, la tradición oral, fuente decisiva al estudiar a los pueblos
mexicanos, cuya cultura era principalmente oral. Esta tradición, en esos casos
suele obedecer a cánones bien precisos y, en el caso de Guadalupe, siempre
confirma la figura histórica y espiritual de Juan Diego. Quien quiera
profundizar en el aspecto histórico del vidente de Guadalupe, puede leer a
continuación el artículo inédito escrito por una de las personalidades más
competentes en la materia, Fidel González, presidente de la Comisión histórica
sobre Juan Diego constituida por la Santa Sede.
La
siguiente historia es tomada del escrito del indio Nican Mophua del XVI.
Un
sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy
de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a clase de
catecismo y a la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac amanecía
y escuchó que le llamaban de arriba del cerro diciendo: "Juanito, Juan
Dieguito".
Él
subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era
brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo:
"Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?... sabe y ten
entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa
María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive; del Creador cabe quien está
todo; Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un
templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa
pues yo soy vuestra piadosa madre; a ti,
a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores
míos que me invoquen y en Mí confíen; oír allí sus lamentos, y remediar todas
sus miserias, penas y dolores.
Y para
realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del obispo de México y le
dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que mucho deseo, que aquí en el llano
me edifique un templo: le contarás puntualmente cuanto has visto y admirado y
lo que has oído... Hijo mío el más pequeño; anda y pon todo tu
esfuerzo"
Él se
arrodilló y le dijo: "Señora mía, ya voy a cumplir tu mandado; por ahora
me despido de ti, yo tu humilde siervo". Y se fue de prisa a la ciudad y
camino al Palacio del Obispo, que era Fray Juan de Zumárraga, religioso
franciscano.
Cuando
el Obispo oyó lo que le decía el indiecito Juan Diego, no le creyó. Solamente
le dijo: "Otro vez vendrás, hijo mío y te oiré más despacio, lo veré muy
desde el principio y pensaré en la voluntad y deseo con que has venido".
Juan
Diego se volvió muy triste porque no había logrado que se realizara su mensaje.
Se fue derecho a la cumbre del cerro y encontró allí a la Señora del Cielo que
le estaba aguardando. Al verla se arrodilló delante de Ella y le dijo:
"Señora, la más pequeñas de mis hijas, Niña mía, fui a donde me enviaste a
cumplir tu mandado; aunque con dificultad entré a done es el asiento del
prelado; le vi y expuse tu mensaje, así como me advertiste; me recibió
benignamente y me oyó con atención; pero en cuanto me respondió, pareció que no
la tuvo por cierto... Comprendí perfectamente en la manera que me respondió,
que piensa que es quizás invención mía que Tú quieres que aquí te hagan un templo
y que acaso no es de orden tuya; por lo cual, te ruego encarecidamente, Señora
y Niña mía, que a alguno de los principales, conocido, respetado y estimado le
encargues que lleve tu mensaje para que le crean porque yo soy un hombrecillo,
soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente
menuda, y Tú, Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, me envías a un
lugar por donde no ando y donde no paro."
Ella le
respondió: "Oye, hijo mío el más pequeño, ten entendido que son muchos mis
servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan
mi voluntad; pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y
que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el más
pequeño, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. Dale
parte en mi nombre y hazle saber por enero mi voluntad, que tiene que poner por
obra el templo que le pido."
Pero al
día siguiente el obispo tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era necesaria
alguna señal maravillosa para creer que era cierto que lo enviaba la misma
Señora del Cielo. Y lo despidió.
El
lunes, Juan Diego no volvió al sitio donde se le aparecía nuestra Señora porque
su tío Bernardino se puso muy grave y le rogó que fuera a la capital y le
llevara un sacerdote para confesarse. Él dio la vuelta por otro lado del
Tepeyac para que no lo detuviera la Señora del Cielo, y así poder llegar más
pronto a la capital. Mas Ella le salió al encuentro en el camino por donde iba
y le dijo: “Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te
asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra
alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás
bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué
más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la
enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro que ya sanó...
Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo, allí donde me viste y
te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas,
recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia.”
Juan
Diego subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y
exquisitas rosas de Castilla, siendo aquel un tiempo de mucho hielo en el que
no aparece rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho o
larga ruana blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la
Señora del Cielo.
Ella le
dijo: “Hijo mío el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal
que llevarás al obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que
él tiene que cumplirla: Tú eres mi embajador, muy digno de confianza.
Rigurosamente te ordeno que sólo delante del obispo despliegues tu manta y
descubras lo que llevas. Contarás bien todo; dirás que te mandé subir a la
cumbre del cerrillo que fueras a cortar flores; y todo lo que viste y
admiraste; para que puedas inducir al prelado a que te dé su ayuda, con objeto
de que se haga y erija el templo que he pedido.”
Juan
Diego se puso en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la
presencia del Obispo le dijo: “Señor, hice lo que me ordenaste, que fuera a
decir a mi Ama, la Señora del Cielo, Santa María, preciosa Madre de Dios, que
pedías una señal para poder creerme que le has de hacer el templo donde ella te
pide que lo erijas; y además le dije que yo te había dado mi palabra de traerte
alguna señal y prueba, que me encargaste, de su voluntad.
Condescendió
a tu recado y acogió benignamente lo que pides, alguna señal y prueba para que
se cumpla su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a verte;
le pedí la señal para que me creyeras, según me había dicho que me la daría; y
al punto lo cumplió: me despachó a la cumbre del cerrillo, donde antes yo la
viera, a que fuese a cortar varias rosas de Castilla (...). Ella me dijo por
qué te las había de entregar; y así lo hago, para que en ellas veas la señal
que pides y cumplas su voluntad; y también para que aparezca la verdad de mi
palabra y de mi mensaje. He las aquí: recíbelas”.
Desenvolvió
luego su blanca manta, y así que se esparcieron por el suelo todas las
diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la
preciosa imagen de la Virgen María, Madre de Dios, tal cual se venera hoy en el
templo de Guadalupe en Tepeyac. Luego que la vieron, el Obispo y todos los que
allí estaban, se arrodillaron llenos de admiración. El prelado desató del
cuello de Juan Diego la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo y
la llevó con gran devoción al altar de su capilla. Con lágrimas de tristeza oró
y pidió perdón por no haber aceptado antes el mandato de la Virgen.
La
ciudad entera se conmovió, y venían a ver y admirar la devota imagen y a hacerle
oración; y le pusieron por nombre la Virgen de Guadalupe, según el deseo de
Nuestra Señora. Juan Diego pidió permiso para ir a ver a su tío Bernardino, que
estaba muy grave. El Obispo le envió un grupo de personas para acompañarlo. Al
llegar vieron a su tío estaba muy contento y que nada le dolía. Y vinieron a
saber que había quedado instantáneamente curado en el momento en que la
Santísima Virgen dijo a Juan Diego: "No te aflija la enfermedad de tu tío,
que no morirá ahora de ella: está seguro de que ya sanó".
El
Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada Señora del
Cielo. La ciudad entera desfilaba para admirar y venerar la Sagrada Imagen,
maravillados todos de que hubiera aparecido por milagro divino; porque ninguna
persona de este mundo pintó su preciosa imagen.
Descripción
de la Imagen.
La
imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en un tosco tejido hecho
con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear
cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido más fino de algodón. La
trama del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a través
de ella, y la fibra del maguey es un material tan inadecuado que ningún pintor
lo hubiera escogido para pintar sobre el.
La
imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural, una
obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser entendida y
aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es imposible de describir
aquí la rica y complicada simbología que contiene este cuadro-códice porque
cada detalle de color y de forma es portador de un mensaje teológico.
El
rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues
en aquel momento todavía no habían mestizos de esa edad en México.
María
asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza,
rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. El cuadro
que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac mide aproximadamente 66 x 41
pulgadas y la imagen de la Virgen ocupa unas 56 pulgadas del mismo. La Virgen
está de pié y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las
tradicionales "Inmaculadas". Esta oportuna inclinación evita que el
empate que une las dos piezas del tejido caiga dentro de la faz de la Virgen.
El manto azul salpicado de estrellas es la "Tilma de Turquesa" con
que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del
portador. Los rayos del sol circundan totalmente a la Guadalupana como para
indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana está embarazada de
pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura, el ligero
abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que
aumenta a la altura del vientre. Su pie esta apoyado sobre una luna negra,
(símbolo del mal para los mexicanos) y el ángel que la sostiene con gesto
severo, lleva abiertas sus alas de águila.
La
Virgen de Guadalupe se presentó ante sus hijos como la Madre del Creador y
conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere acogerlos
a todos, indios y españoles, con un mismo amor de Madre. Con la prodigiosa
impresión en el ayate comenzaba un nuevo mundo, la aurora del sexto sol que
esperaban los mexicanos.
La
imagen ha sufrido serios atentados y ha salido incólume de ácidos corrosivos y
hasta de una bomba de gran tamaño que, en 1921, un desconocido escondió entre
flores que malvadamente le ofrecía. Al explotar la bomba, causó gran
destrucción. El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen quedó
retorcido y sin embargo la imagen de la Virgen quedó intacta. El cristal del
marco de su imagen no se rompió. Ver
estudios
Los
Papas y la Virgen de Guadalupe.
Pío X
proclamó a Nuestra Señora de Guadalupe "Patrona de toda la América
Latina"; Pío XI, de "todas las Américas"; Pío XII la llamó
"Emperatriz de las Américas"; y Juan XXIII, "La misionera
celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas". En esta
gran basílica Juan Pablo II beatificó al indio Juan Diego el 6 de mayo de 1990.
En sus
cuatro visitas a México, Juan Pablo II ha visitado el Tepeyac y honrado con
profundo amor filial a la Virgen de Guadalupe a quien ha encomendado el
continente Americano y su nueva evangelización.
La
Virgen de Guadalupe, defensora de la vida.
El Papa
Juan Pablo II nos enseñó que, ante la actual cultura de la muerte, encontramos
esperanza en la Virgen de Guadalupe, la gran abogada y defensora de la vida
humana. Ella apareció embarazada. Los
indios comprendieron que les visitaba la Madre de Dios. Tras la conversión, los
indios cesaron de ofrecer sacrificios humanos que hasta entonces eran comunes.
Por eso la Iglesia pide hoy día su intercesión para defender la vida contra el
genocidio del aborto y otras amenazas contra los inocentes.
En su
cuarta visita a México, del 22 al 26 de enero de 1999, Juan Pablo II puso a los
pies de la Virgen el documento del sínodo de las Américas que en aquella
ocasión entregó a la Iglesia como fundamento para la Nueva Evangelización que
solo es posible por la obra del Espíritu Santo.
La Virgen es la que propicia la obra divina con su FIAT. Así es
corredentora con su Hijo Jesucristo. La cuarta visita del Papa a México
coincidió con el 26 aniversario de la legalización del aborto en USA,
poniéndose así de relieve la gran batalla mundial por la dignidad de la vida
humana.
Estudios
Científicos sobre la Imagen de la Virgen de Guadalupe.
Los
asombrosos descubrimientos en torno al cuadro de la Virgen de Guadalupe tienen
a los científicos en gran asombro. Se ha formado una comisión de científicos
para investigar los fenómenos inexplicables de esta tela que era la ruana o
poncho del indio Juan Diego.
La
Fenómeno de la Tela.
Lo
primero que llama la atención de los expertos en textiles es que la tela del
ayate sobre el que está la imagen de la Virgen es de fibra vegetal de maguey.
Por su naturaleza, esta fibra se descompone por putrefacción en veinte años o
menos. Así ha sucedido con varias reproducciones de la imagen que se han
fabricado con este mismo tejido. Sin embargo el ayate de la imagen ha resistido
mas de 470 años en perfecto estado de conservación. Por causas ininteligibles a
los expertos, el ayate de la imagen es refractaria a la humedad y al polvo.
La
imagen de la Virgen de Guadalupe estuvo 116 años expuesta a las inclemencias
del ambiente, sin protección alguna contra el polvo, la humedad, el calor, el
humo de las velas y el continuo roce de miles y miles de objetos que fueron
tocados a la venerada imagen, además del constante contacto de manos y besos de
innumerables peregrinos. Todo esto sin que se haya deshilachado ni desteñido su
bella policromía.
El
Fenómeno de la Imagen.
La
pintura que cubre la tela es otro misterio. El sabio alemán Kuhn, premio Nobel
en Química, ha estudiado esta pintura, y su respuesta dejó atónitos a los
oyentes: "Estos colorantes no son ni minerales, ni vegetales, ni
animales". No han podido explicar el origen de los pigmentos que dan color
a la imagen, ni la forma en que esta fue pintado.
Se
podría pensar que la tela ha resistido tanto porque la habrían encolado y
preparado de manera especial como a otras pinturas famosas, para que tuviera
gran resistencia. Pero el Señor Callaga, del instituto espacial NASA, de
Estados Unidos, la ha estudiado con aparatos de rayos infrarrojos y ha
descubierto que la tela no tiene ningún engomado ni preservativos, y que no se
puede explicar cómo esa imagen ha resistido cuatro siglos en un lienzo tan
ordinario. Con estos rayos infrarrojos se ha descubierto que la imagen no tiene
esbozos previos -como se ve en los cuadros de Rubens y Tiziano-, sino que fue
plasmada directamente, tal cual se la ve, sin tanteos ni rectificaciones.
La
imagen no tiene pinceladas. La técnica empleada es desconocida en la historia
de la pintura. Es incomprensible e irrepetible.
El
Fenómeno de las Pupilas.
Un
famoso oculista, Lauvvoignet, examinó con un poderoso lente la pupila de la
Virgen, y observó, maravillado, que en el iris se ve reflejada la imagen de un
hombre. Esto fue al principio de una investigación que condujo a los más
inesperados descubrimientos.
Por
medio de la digitalización se observa en la pupila de una fotografía todo lo
que la persona estaba mirando en el momento de tomarse la foto. El Dr. Tosnman,
especializado en digitalización, le ha
tomado fotografías a la pupila de la Virgen de Guadalupe. Después de ampliarlas
miles de veces, logró captar detalles imposibles de ser captados a simple
vista. ¡Ha descubierto lo que la Virgen miraba en el momento de formarse la
imagen en la tilma de Juan Diego!
Los
detalles que aparecen en las fotografías de la pupila de la Virgen de Guadalupe
son: un indio en el acto de desplegar su ruana ante un religioso; un
franciscano en cuyo rostro se ve deslizarse una lágrima; un hombre con la mano
sobre la barba en señal de admiración; otro indio en actitud de rezar; unos
niños y varios religiosos franciscanos más. O sea, todas las personas que según
la historia de la Virgen de Guadalupe, escrita hace varios siglos, estaban
presentes en el momento en que apareció la sagrada imagen.
Lo que
es radicalmente imposible es que en un espacio tan pequeño, como la córnea de
un ojo situado en una imagen de tamaño natural, aún el más experto miniaturista
lograra pintar todas esas imágenes que ha sido necesario ampliar dos mil veces
para poderlas advertir.
La
ciencia moderna se queda sin explicaciones ante las maravillas de la imagen de
la Virgen de Guadalupe. Es una realidad
irrepetible. Sobrepasa todas las posibilidades naturales, por lo que se puede
decir que estamos ante un hecho sobrenatural.
Una
tilma que no se corrompe. Unos colores que no fueron pintados. Una pupila que
contiene toda la escena y todas las personas del momento del milagro. Estamos
ante una imagen que ni el tiempo ni los atentados de hombres llenos de odio han
podido vencer.
La
Virgen no se impone, no reta, no humilla a sus enemigos. El milagro de su presencia en el Tepeyac es
real pero muy sutil. Es un milagro que no aparece como tal a primera vista.
Quiere ser mas bien confirmación de la verdad para ayudar a los corazones que
se han endurecido pero que aun buscan.
Para
los sencillos de corazón los milagros no son necesarios para tener fe. Ellos
captan por la gracia del Espíritu el amor solícito de la Madre del Cielo que
viene por ellos.
Los
enemigos de la Virgen son muchas veces personas muy poderosas, pero pasan y se
hacen polvo. La Virgen permanece como testigo del amor de Dios que es eterno.
Ella ha querido ser un faro plantado en el corazón del continente Americano
para atraer a todos a Cristo, Salvador y Vida Eterna, única esperanza ante la
ruina en que se encuentra la humanidad.
Ella ha querido darnos un milagro para ayudar a las generaciones
incrédulas. Ha querido demostrar con su característica humildad, que la ciencia
tiene su función pero también sus límites.
Ella nos recuerda las palabras del ángel: "Para Dios nada es
imposible".
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