El
sueño de un llamado a ser un hombre feliz
"Oré,
estudié, soñé ...."
Mario Borzaga nació
en Trento (Italia) el 27 de agosto de 1932, le encantaba trepar a los
árboles, andar a caballo o por las calles en una bicicleta demasiado grande
para él o bien caminando por las montañas.
Al
crecer en un ambiente de familia, profundamente cristiana experimentó una
atracción para el sacerdocio y fue al seminario menor diocesano, del cual
escribió: "Me encantó Jesús en los sacramentos y las devociones a María, en
este lugar: oró, estudió con éxito y soñó”.
En
el seminario mayor descubre su amor por la naturaleza, madurado en él una
observación sensible de la gente y las cosas que se expresan, esto lo
manifestaba regularmente en su diario. Sus compañeros seminaristas hablaron
acerca de su profundidad espiritual que llamó a Mario, a un compromiso más
profundo.
UN
SUEÑO MISIONERO.
Mientras
escucha el discurso de un misionero visitante, Mario se dio cuenta de su vocación
al apostolado de frontera como Misionero Oblato, y para lograr esto, fue
necesario cortar vínculos con su familia y amigos.
Él,
en consecuencia comenzó su año de noviciado en la Congregación de los
Misioneros Oblatos de la Virgen María Inmaculada, definiéndolo como "el
año en el que probamos nuestras posibilidades de entrega total al Señor, un año
en el que nos encontramos con las renuncias, debemos vaciarnos por completo de
nosotros mismos, del mismo modo que vaciar una bolsa de basura, sin remordimientos,
sin quejas. "
Durante
sus años de preparación para ser un misionero, tenía un objetivo espiritual
claro: parecerse lo más posible a Cristo sacerdote, víctima y apóstol.
Quería
lograr esto por medio de la Eucaristía y su profunda devoción a María Inmaculada.
La Eucaristía como fruto del sacrificio de Cristo en la cruz, es decir, el gran
acto de amor. María Inmaculada, porque ella dio a Jesús al mundo, y Mario
quería imitarla hasta el punto de convertirse en un misionero como ella: como
portador de Cristo Salvador.
LAOS,
la desilusión.
A
los 25 años fue ordenado sacerdote y en 1957 fue enviado a Laos en misión, con
el primer grupo de misioneros italianos, uno de los países más pobres del mundo
con un pequeño porcentaje de cristianos.
Su primer año fue difícil y lo pasó en el
remanso de la misión. No fue capaz de comunicarse con la gente, se esforzó por
aprender el idioma local, y fue incapaz de ejercer su ministerio sacerdotal
plenamente, esto lo llevó a expresar sentimientos de inutilidad para la misión:
"Mi cruz soy yo mismo.
Mi cruz es el idioma que no consigo aprender. Mi
cruz es mi timidez que me impide decir una palabra en Laos. "
Allí recibió una muestra de las dificultades por
las que pasa un misionero extranjero, pero en ella buscó la presencia de Dios:
"Todo es tuyo, incluso el malestar, la angustia, el remordimiento, la
oscuridad ...
Finalmente, a los 26 años de edad, recibió la
responsabilidad de su primera misión. Las demandas aquí eran superiores a sus
fuerzas: el cuidado de los que ya se habían convertido al cristianismo, el
apostolado con los que estaban lejos, aprender un nuevo idioma, atender una escuela de formación para los nuevos
catequistas, y las colas de enfermos para ser atendidos todos los días.
Los
retos eran difíciles, y Mario experimentó el peso de esta responsabilidad. En
lugar de ceder, fue capaz de encontrar en su gran amor a Jesús la fuerza
necesaria para seguir creyendo que estaba en este lugar porque era donde Dios
quería que fuera: "Los misioneros estamos hechos de esta manera: dejar
todo es normal, moverse constantemente es una necesidad; mañana las carreteras serán
nuestras casas; si estamos obligados a detenernos temporalmente en una casa,
nos tenemos que transformar en un camino hacia Dios. "
Su
breve existencia – no llegó a su cumpleaños número 28 - llegó a su fin en la
soledad del bosque, después de caminar por la ladera de la montaña, mientras
regresaba de un viaje apostólico con Paul Thoj Xyooj laico catequista de 19
años. Ellos fueron condenados a muerte por un grupo de guerrilleros comunistas,
interrumpiendo así para siempre en esta tierra, el maravilloso sueño de este
joven misionero.
"Desapareció" en la última gira apostólica, junto
con su catequista, que intentó defenderlo y corrió su misma suerte, en
Kiukatiam (Loung Prabang), el 1º de mayo de 1960. Fueron asesinados por odio a
la fe (martirio “in odium fidei”) por
guerrilleros comunistas del Pathet Lao, que después habrían asumido el control
del país, hasta la proclamación de la República democrática popular de Laos en
1975. Para la Iglesia comenzó una fase crítica.
En 1976 fueron expulsados todos
los misioneros, mientras las iglesias, capillas y propiedades fueron
confiscadas. Los primeros signos de una débil liberalización llegaron en 1991,
con la aprobación de la nueva Constitución, que reconoce la libertad de culto.
Después se fue dando la progresiva apertura hacia el mundo exterior hasta
llegar a la situación de hoy, entre dificultades y perspectivas esperanzadora
Extra:
El
martes 5 de mayo de 2015, el Papa Francisco recibió en audiencia al cardenal
Angelo Amato SDB, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en
ella autorizó a este Dicasterio promulgar el decreto de beatificación.
Los obispos de Laos, esperan su visita “ad
limina apostolorum” desde hace ocho años. Lo confirmó el Vicario apostólico de
Luang Prabang, Tito Banchong Thopanhong, que definió este año 2015 como «un año
de bendición para la pequeña Iglesia laosiana», y recordó que en diciembre de
este mismo año serán ordenados tres nuevos sacerdotes en su vicariato: «Un
signo de gran esperanza», que se suma al «fuerte impulso» que da la inminente
beatificación de Borzaga y Thoj Xyooj.
«Qué
alegría ser santos, ser apóstoles, ser mártires a fuego lento». Así escribió en
su diario el joven misionero de los Oblatos de María Inmaculada Mario Borzaga,
como si estuviera prediciendo el fin de su aventura terrena, en el norte de
Laos en 1960.
«Cada
instante es un paso hacia la santidad o un paso hacia atrás», escribió Borzaga
en 1959. La figura del joven sacerdote misionero –explicó el postulador de la
causa, Angelo Pelis– fascina especialmente a los jóvenes. Se ha editado: “Diario
de un hombre feliz”, que describe la personalidad de Borzaga y su vocación a la
santidad.
La
figura del joven misionero italiano fue, seguramente, un impulso, pero el caso
del catequista Pablo Thoj Xyooj, el primer laosiano que llega a la gloria de
los altares, tiene un significado particularmente importante hoy.
La Iglesia
católica en Laos, efectivamente, está pasando por una delicada fase de
transición en la que el pequeño rebaño de los fieles locales (45 mil católicos
en un país de seis millones de habitantes y de mayoría budista) tiene cada vez
más libertad, mientras gradualmente va disminuyendo la presión del régimen,
presupuesto para una obra pastoral serena y para el crecimiento de la fe.
El 11 de diciembre de 2016, la Iglesia Católica en Laos dio un paso histórico celebrando, en la catedral de la capital Vientiane, la solemne liturgia de beatificación de 17 nuevos mártires, entre misioneros y laicos laosianos.
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