Marta es
hermana de María y de Lázaro y vivía en Betania, pequeña población distante
unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.
Jesús
Nuestro Señor vivía en Galilea pero cuando visitaba Jerusalén acostumbraba
hospedarse en la casa de estos tres discípulos en Betania, que, tal vez, habían
cambiado también su morada de Galilea por la de Judea. Marta se esforzó en
servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la
resurrección de su hermano.
San Juan
nos dice que "Jesús amaba a Marta y a su hermana María y Lázaro" (Jn
11:5).
Lucas
añade: "Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada
Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que,
sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba
atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa
que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» -Lucas
10:38-40
No podemos
estar seguros de la motivación de Marta al hacer su petición al Señor pero todo
parece indicar que se quejaba contra su hermana. Nuestro Señor aprecia el
servicio de Marta, pero al mismo tiempo sabía que era imperfecto. Muchas veces nuestro
servicio, aunque sea con buena intención, está mezclado con el afán de
sobresalir, la compulsión por ser protagonistas, la competencia para sentirnos
que somos los mejores. Es entonces que salen las comparaciones. ¿Por que la
otra no hace nada y soy la que trabajo?
«Marta,
Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o
mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»
-Lucas 10: 41-42
Esa única
cosa de la que hay necesidad es de poner todo el corazón en amar a Dios,
atender a Jesús que nos habla, que quiere levantarnos de nuestra miseria.
Toda vida
activa debe surgir de la contemplación. La vida activa sin contemplación lleva
al alma a dispersarse perder de vista el fin. La vida contemplativa se
concentra en Dios y se une a El por la adoración y el amor. La vida
contemplativa es una especie de noviciado del cielo, pues la contemplación es
la ocupación de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo alabó la
elección de María y afirmó: "sólo una cosa es necesaria". Eso
significa que la salvación eterna debe ser nuestra única preocupación.

Jesús
encontró más digna de alabanza la actitud contemplativa de María. Cuanto
quisiera El Señor que todos, como María, nos sentáramos ante el para
escucharle. Ella se consagraba a la única cosa realmente importante, que es la
atención del alma en Dios. También el Padre nos pide que, ante todo, escuchemos
a Su Hijo (Mt 17-5).

San Agustín
escribe: "Marta, tú no has escogido el mal; pero María ha escogido mejor
que tú". San Basilio y San Gregorio Magno consideran a la hermana María
modelo evangélico de las almas contemplativas y su santidad no está en duda,
sin embargo, es curioso que, de los tres hermanos, solo Marta aparece en el
santoral universal.
La
resurrección de Lázaro

Pero Jesús,
que estaba al otro lado del Jordán, continuó su trabajo sin moverse de donde
estaba. A los apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para gloria de
Dios". Y luego les añade: "Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me
alegro de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, porque ahora
vais a creer".
A los
cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa
estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos
hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le
dijo: "Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero
aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá"
Marta le
contesta: "Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los
muertos".
Jesús
añadió: "Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque
haya muerto vivirá. ¿Crees esto?"
Marta
respondió: "Sí Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el
que tenía que venir al mundo."
Jesús dijo:
"¿Dónde lo han colocado?". Y viendo llorar a Marta y a sus
acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban:
"Mirad cómo lo amaba".
Y fue al
sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús:
"Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor ya huele mal
porque hace cuatro días que está enterrado". Le dice Jesús: "¿No te
he dicho que si crees verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra y
Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió,
llevando el sudario y las vendas de sus manos.
El
Banquete

De los años
siguientes de la santa no tenemos ningún dato históricamente seguro, aunque
según la leyenda de la Provenza, Marta fue con su hermana a Francia y
evangelizó Tarascón donde según cuenta la leyenda Santa Marta derroto a la
Tarasca, un dragón que amenazaba a la ciudad. Ahí se dice que encontraron, en
1187, sus pretendidas reliquias, que todavía se veneran en su santuario.
Los
primeros en dedicar una celebración litúrgica a santa Marta fueron los
franciscanos en 1262, el 29 de julio, es decir, ocho días después de la fiesta
de santa María Magdalena, identificada por algunos como su hermana María.
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