Stanley
Francis Rother nació en un pequeño pueblo llamado Okarche, ubicado en el estado
de Oklahoma (Estados Unidos), donde la religión, la educación y la granja eran
los pilares de la sociedad.
El
joven llevaba una vida sencilla y trabajaba en la granja familiar. Al estar rodeado
de sacerdotes sintió el llamado de Dios y partió al seminario. Ahí comenzaría
la verdadera aventura de su vida.
En
el seminario reprobó varios cursos. La hermana Clarissa Tenbrick, que fue su
profesora en quinto grado, le escribía para alentarlo y le recordaba que el
Santo patrono de los sacerdotes, San Juan Vianney, también tuvo los mismos
problemas en el seminario.
Mientras
Stanley estaba en el seminario, San Juan XXIII pidió a Iglesia en Estados
Unidos que envíe ayuda y que establezca misiones en Centroamérica. En respuesta
a ese llamado, la diócesis de Oklahoma y la diócesis de Tulsa fundaron una
misión en Santiago Atitlan, una comunidad indígena muy pobre en Guatemala.
Unos
años después de haberse ordenado, el P. Stanley aceptó la invitación de unirse
a la misión. Ahí pasó los siguientes 13 años de su vida.

Por
su parte, el P. Stanley se dio cuenta de que todo lo que aprendió en la granja
de su familia le podría servir ya que como sacerdote misionero no sólo estaba
llamado a celebrar la Misa, sino también a ayudar en el trabajo cotidiano de
los campesinos.

El
“Padre Francisco” también era conocido por su bondad, su entrega, su alegría y
su preocupación por sus parroquianos, los niños lo seguían y lo querían mucho.
La
guerra civil y el martirio
La
violencia de la guerra civil llegó hasta la aldea. Sin embargo, las
desapariciones, los asesinatos y el peligro no amedrentaron al “Padre
Francisco”. Más bien se mantuvo firme y se convirtió en el apoyo de su pueblo.

“La
realidad es que estamos en peligro. Pero no sé cuándo o qué forma usará el
gobierno para reprimir más a la Iglesia. Dada la situación no estoy listo para
irme. Pero si es mi destino y debo dar mi vida aquí, será así. No quiero
abandonar a este pueblo… aún se puede hacer mucho bien en estas
circunstancias”.
La
carta termina con lo que sería su frase más famosa: “el pastor no puede huir
ante la primera señal de peligro. Oren por nosotros para que podamos ser la
señal del amor de Cristo para nuestro pueblo, que nuestra presencia los
fortalezca para que enfrenten estos sufrimientos como preparación para el Reino
que se acerca”.
A
principios de 1981, su nombre fue incluido en una lista de amenazados de muerte
-lo consideraban un enemigo por proteger a sus parroquianos y proclamar el evangelio-,
por lo que regresó a Oklahoma y fue advertido de no volver. Pero él no podía
abandonar a su pueblo, así que regresó para pasar la Pascua con su pueblo en
Guatemala.
A
la 1:30 a.m. del 28 de julio el “Padre Francisco” fue despertado por el grito
de “Padre, han venido por usted” pronunciado por una persona que fue conducida
a punta de pistola hasta su habitación.
Lo
esperaban tres hombres enmascarados conocidos como “ladinos”, los hombres que
masacraban a los indígenas y campesinos pobres.
Eran conocidos por sus
secuestros y ahora querían “desaparecer” al P. Stanley.
Él se resistió, no
quería poner en peligro a la misión de la parroquia. Luchó durante 15 minutos
hasta que le dispararon dos veces. Así murió.
El
1 de diciembre de 2016 el Santo Padre Francisco autorizó a la Congregación para
las Causas de los Santos la promulgación del decreto reconociendo el martirio
del P. Stanley Rother.
Beatificado
el 23 de septiembre de 2017 en el Cox Convention Center, Oklahoma City (Estados
Unidos) presidió la celebración el Cardenal Angelo Amato.
Información
publicada originalmente en CNA
Traducida
al castellano para ACI Prensa por María Ximena Rondón.
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