Santa
Alfonsa de la Inmaculada Concepción nació en Kudamalur, región de Arpookara, en
la diócesis de Changanacherry, India, el 19 de agosto de 1910, de la antigua y
noble familia de los Muttathupadathu.

La
mamá, María Puthukari, la dio a luz prematuramente al octavo mes de embarazo,
después del susto provocado por una serpiente que se le enrolló en la cintura,
mientras dormía. Ocho días después, el 28 de agosto, la pequeña venía bautizada
según el rito siro malabar por el párroco Padre José Chakalayil y recibía el
nombre de Annakutty, diminutivo de Ana. Era la última de cinco hijos.
Transcurridos
apenas tres meses, murió la madre. Annakutty pasó sus primeros años en casa de
los abuelos en Elumparambil. Allí vivió un tiempo particularmente feliz para su
formación humana y cristiana, durante el cual aparecieron en ella los primeros
gérmenes de vocación.
Su abuela, mujer piadosa y caritativa, le transmitió la
alegría de la fe, el amor a la oración, el impulso de la caridad para con los
pobres. A los cinco años la niña sabía ya dirigir, con entusiasmo infantil, la
oración vespertina de la familia reunida, según el uso siro malabar, en la
«sala de oración».
El 11
de noviembre de 1917, Annakutty recibió por primera vez el pan eucarístico.
Decía a sus amigas «¿Saben por qué hoy estoy particularmente contenta? ¡Porque
tengo a Jesús en mi corazón!». Y en una carta a su padre espiritual, del 30 de
noviembre de 1943, le había confiado: «Desde la edad de siete años no soy más
mía. Me he dedicado toda a mi Esposo divino. Lo sabe bien Su Reverencia».
El
mismo año de 1917 comenzó a frecuentar la escuela elemental de Thonnankuzhy,
donde estableció una sincera amistad también con los niños hinduistas. En 1920,
acabado el primer ciclo de instrucción, llega el tiempo de trasladarse a
Muttuchira, a casa de la tía Anna Murickal, a la que la mamá la había
encomendado antes de morir, como madre adoptiva.
La tía
era una mujer severa y exigente; con tratos despóticos y violentos exigía de
Annakutty la obediencia a sus más mínimas disposiciones o deseos.
Asidua en las
prácticas religiosas, acompañaba a la sobrina, pero no compartía la amistad de
la joven con las Carmelitas del monasterio vecino, ni sus largas jornadas de
oración al pie del altar. Sin embargo estaba bien determinada a procurar un
ventajoso matrimonio a Annakutty, obstaculizando los claros signos de su
vocación religiosa.
La
virtud de la Santa se manifestó en aceptar esta severa y rígida educación como
una senda de humildad y paciencia por amor a Cristo, resistiendo tenazmente los
reiterados intentos de noviazgo a los que trataba de obligarla su tía.
Para
sustraerse al compromiso de matrimonio, Annakutty llegó al punto de provocarse
voluntariamente una gravísima quemadura, poniendo el pie en brasas ardientes.
«Mi noviazgo estuvo determinado cuando tenía trece años cumplidos.

El
propósito de disimular su singular belleza no valió del todo para librarla de
las atenciones de los pretendientes. También en los años siguientes la Santa
tuvo que defender la propia vocación, incluso durante el año de prueba, cuando
se intentó darla en matrimonio con la complicidad de la misma maestra de
formación. «¡Oh, vocación que he recibido! ¡Don de mi buen Dios!... Dios vio el
dolor de mi ánimo aquel día. Dios alejó las dificultades y me afianzó en este
estado religioso».
Fue el
P. Giacomo Muricken, su confesor, quien la orientó hacia la espiritualidad
franciscana y le hizo conocer la Congregación de las Franciscanas Clarisas. El
24 de mayo de 1927 Annakutty ingresaba en su colegio de Bharananganam en el
actual territorio de la diócesis de Palai de los siro-malabares, para asistir
como interna a la séptima clase. El año siguiente, el 2 de agosto de 1928,
Annakutty iniciaba el postulantado, tomando el nombre de Alfonsa de la
Inmaculada Concepción, en honor de san Alfonso María de Ligorio, celebrado
aquel día. El 19 de mayo de 1930 tuvo lugar la vestición religiosa durante la
primera visita pastoral a Bharananganam del Obispo Mar Giacomo Kalacherry.
El
período de 1930-1935 estuvo marcado por graves enfermedades y sufrimientos
morales. Pudo enseñar a los niños en la escuela de Vakakkad sólo el año escolar
de 1932-33. Después, a causa de su debilidad, desempeña la tarea de auxiliar
enseñante y de catequista en la parroquia. Estuvo encargada también como
secretaria, sobre todo para escribir cartas oficiales, por su hermosa letra.
En 1934
fue introducido en la Congregación de las Franciscanas Clarisas el noviciado
canónico. Deseando comenzarlo de inmediato, la Santa, a consecuencia de su
inestable salud, no fue admitida hasta el 12 de agosto de 1935.
Casi una semana
después de comenzado el noviciado se presentaron hemorragias de la nariz y de
los ojos, un profundo agotamiento orgánico y llagas purulentas en las piernas.
La enfermedad se agravó a tal punto que se temió lo peor.
El cielo vino en
ayuda de la santa novicia. Durante una novena al siervo de Dios P. Kuriakose
Elía Chavara -carmelita, hoy beato- fue milagrosa e instantáneamente curada.
Reiniciado el noviciado escribía en su diario espiritual sus santos propósitos:
«No quiero actuar o hablar según mi inclinación.
Cada vez que falte haré una
penitencia... quiero estar atenta y no contradecir jamás a ninguno. A los demás
diré sólo palabras amables.
Quiero controlar mis ojos con rigor. Por cada
pequeña falta pediré perdón al Señor y la expiaré con una penitencia. De
cualquier tipo que sean mis sufrimientos no me lamentaré jamás y cuando deba
afrontar cualquier humillación buscaré refugio en el Sagrado Corazón de Jesús».

Pero Jesús quería conducir a su esposa a la
perfección por el camino del sufrimiento. «Hice mi profesión perpetua el 12 de
agosto de 1936 y vine aquí a Bharanganam el día 14 siguiente. Desde aquel
tiempo parece que me ha sido confiada una parte de la Cruz de Cristo. Ocasiones
de sufrir me vienen en abundancia... Tengo un gran deseo de sufrir con alegría.
Parece que mi Esposo quiere cumplir este deseo».

En toda
situación sor Alfonsa mantuvo una gran reserva y una actitud caritativa hacia
las hermanas, soportando en silencio sus sufrimientos. En 1945 sus enfermedades
se agravaron. Un tumor difundido por todo el organismo transformó su último año
de vida en una continua agonía.
Una gastroenteritis con complicación en el
hígado le provocaba violentas convulsiones con vómitos, hasta cuarenta veces al
día. «Siento que el Señor me ha destinado a ser una oblación, un sacrificio de
sufrimiento... Considero el día en que no he sufrido como un día perdido por
mí».
En esta
actitud de víctima por amor al Señor, contenta hasta el último momento y con la
sonrisa de la inocencia siempre impresa en sus labios, sor Alfonsa terminó
serenamente y con alegría su camino terreno en el convento de las Franciscanas
Clarisas en Bharananganam a las 12:30 horas del 28 de julio de 1946, dejando el
recuerdo de una hermana llena de amor y santa.
El 8 de
febrero de 1986 Alfonsa de la Inmaculada Concepción Muttathupadathu fue
proclamada beata por el papa Juan Pablo II en Kottayam, India. Y el 12 de
octubre del año 2008, Benedicto XVI la canonizó solemnemente en la Plaza de San
Pedro.
Con la
canonización, la Iglesia que peregrina en la India muestra a la veneración de
los fieles de todo el mundo su primera Santa.
En su nombre fieles provenientes
de todas partes del mundo se unen en el único agradecimiento a Dios, en el
signo de dos grandes tradiciones oriental y occidental, romana y malabar, que
Alfonsa vivió y armonizó en su vida santa.
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