PRIMEROS
AÑOS
San Luis
nació en Montfort, Francia el 31 de enero de 1673 de una familia muy numerosa,
el siendo el mayor de 18 hermanos. Uno de ellos murió en su infancia, 3 fueron
sacerdotes y 3 religiosas. San Luis sobresalía entre sus amigos por su
habilidad y su extraordinaria fortaleza física. De carácter era mas bien tímido
y prefería la soledad.

Pero no
todo en su juventud era de color de rosas. Su padre, Jean Grignion, tenía la
fama de ser uno de los hombres más coléricos en toda la región de Rennes. Y
como Luis era el hijo mayor, era quien sentía mas el peso de la furia. Su papá
constantemente lo incitaba a la ira. Ya por si mismo Luis tenía un temperamento
tan fuerte como el de su papá, lo cual le hacía aun mas difícil soportar
aquellas pruebas.. Para evitar un enfrentamiento con su papá, y el mal que su
ira podría traer, Luis salía corriendo. Así evitaba la ocasión de pecado. Era
todo lo que Luis podía hacer para controlar su temperamento. En vez de
empeorar, a través de estas demostraciones de ira de su papá, Luis aprendió a
morirse a si mismo y pudo aprender a ser paciente, dulce y crecer en virtud. Su
papá, sin quererlo le proporcionó un medio para entrar en la lucha por la
santidad a una temprana edad.
UN TOQUE
DE GRACIA LO LLEVA AL SACERDOCIO


En 1693, a los 20 años, siente
el llamado de consagrar su vida a Dios a través del Sacerdocio. La primera
reacción de su padre no era favorable, pero cuando su papá vio la determinación
de su hijo, le dio su bendición. Y así, a finales de ese año, San Luis sale de
su casa hacia París.
EL
SEMINARIO
En aquella
época había seminarios separados para ricos y pobres. Cuando llega San Luis al
seminario, viéndolo en tan miserable condición, los superiores lo mandan al
seminario de los pobres. Así se privó de las ventajas ofrecidas en el mejor
seminario. En el seminario, San Luis fue bibliotecario y velador de muertos,
dos oficios que eran poco queridos por los demás. Mas en el plan providente de
Dios le proporcionaron oportunidades de mucha gracia y crecimiento.

El oficio
de velar a los muertos fue también de gran provecho. Era su responsabilidad
pasar toda la noche junto con algún muerto. Ante la realidad de la muerte que
estaba constantemente ante sus ojos, San Luis aprendió a despreciar todo lo de
este mundo como vano y temporal. Esto lo llevó a atesorar tesoros en el cielo y
no en la tierra. El llegó a reconocer que nada se debe esperar de los que es de
este mundo más todo de Dios.
Su tiempo
en el seminario estuvo lleno de grandes pruebas. San Luis era poco comprendido
por los demás. No sabían como lidiar con el, si como un santo o un fanático.
Sus superiores, pensando que toda su vida estaba movida mas bien por el orgullo
que por el celo de Dios, lo mortificaban día y noche.
Lo humillaban y lo
insultaban en frente de todos. Sus compañeros en el seminario, viendo la
actitud de los superiores, también lo maltrataban mucho. Se reían de el, lo
rechazaban muy a menudo. Y todo esto San Luis lo recibió con gran paciencia y
docilidad. Es mas, lo miraba todo como un gran regalo de Cristo quién le había
dado a participar de Su Cruz.
SACERDOTE
El 5 de
junio de 1700, San Luis, de 27 años, fue
ordenado sacerdote. Escogió como lema de su vida sacerdotal: "ser esclavo
de María". Enseguida empezaron a surgir grandes cruces en su vida. Pero no
se detenía a pensar en si mismo sino que su gran sueño era llegar a ser
misionero y llevar la Palabra
de Cristo a lugares muy distantes.

Tenía como único deseo dar gloria a Dios en
su sacerdocio y en sus obras misioneras. Mas como siempre, San Luis obedeció
con amor.
Después de
casi un año en el seminario, por fin San Luis se encontró con un sacerdote
organizador de una compañía de sacerdotes misioneros, que le invitó a
acompañarlo en otro pueblo. Sus superiores, aprovechando esta oportunidad para
salir de el, le dieron permiso. A San
Luis le esperaba otra gran decepción pues cuando llegó a la casa de los padres
misioneros, vio tan grandes abusos y mediocridad entre ellos que no le quedaba
duda de que no podía quedarse. Escribió inmediatamente a su superior del
seminario pidiendo regresar a París pero este le dijo que estaba siendo
malagradecido y le hizo quedarse. San
Luis, que obedecía santamente a sus superiores, se quedó. Aun no le daban
permiso para confesar y pasaba los días enseñándo el catecismo a los niños.
CAPELLÁN
DE HOSPITAL

De vuelta
en París, el predilecto de la Virgen Santísima empieza a ver como las puertas
se le cerraban con rapidez. Muchos, no entendiéndolo, crean falsos testimonios
de el, desacreditándolo como sacerdote y como hombre. Es rechazado hasta por
sus amigos mas íntimos. Fue tanto el rechazo contra el, que en uno de los
hospitales en que servía, su superior le puso una nota bajo su plato a la hora
de la cena informándole que ya no necesitaba de su ministerio. Hasta su propio
obispo empieza a dudar seriamente de el y dos veces lo manda a callar.

RECURSO
AL PAPA QUIEN LE HACE MISIONERO
San Luis
decide, en el año 1706, recurrir al Santo Padre, el Papa Clemente XI. Quería saber si en verdad estaba errado como
todos decían o si cumplía la voluntad de Dios, lo cual era su único deseo. Se
logra el encuentro y San Luis recibe del papá la bendición y el título de Misionero
Apostólico.
Durante su
vida apostólica como misionero, San Luis llegará a hacer 200 misiones y
retiros. Con gran celo predicaba de pueblo en pueblo el Evangelio. Su lenguaje era sencillo pero lleno de fuego
y amor a Dios. Sus misiones se
caracterizaban por la presencia de María, ya que siempre promovía el rezo del
santo rosario, hacía procesiones y cánticos a la Virgen. Sus
exhortaciones movían a los pobres a renovar sus corazones y, poco a poco,
volver a Dios, a los sacramentos y al amor a Cristo Crucificado. San Luis
siempre decía que sus mejores amigos eran los pobres, ante quienes abría de par
en par su corazón.
FUNDADOR

Después de
la muerte del fundador, la
Compañía de María fue gobernada durante 39 años por el Padre
Mulot. Al principio había rehusado unirse a Montfort en su trabajo
misionero. "No puedo ser
misionero", decía, "porque tengo un lado paralizado desde hace años;
tengo infección de los pulmones que a penas me permite respirar, y estoy tan
enfermo que no descanso día y noche."
Pero San Luis, inspirado por Dios, le contestó, "En cuanto
comiences a predicar serás completamente sanado". Así ocurrió
SUS
VIRTUDES
Los santos
son hombres que aman con todo el corazón y el corazón da fruto en virtud. Los frutos no se dan sin la entrega y el
sacrificio perseverante. San Luis
Grignion de Montfort es un hombre de oración constante, ama a los pobres y vive
la pobreza con radicalidad, goza en las humillaciones por Cristo.
Algunas
anécdotas:
En una
misión para soldados en La
Rochelle, estos, movidos por sus palabras, lloraban y pedían
perdón por sus pecados a gritos. En la
procesión final un oficial caminaba a la cabeza descalzo, llevando la bandera.
Los soldados, también descalzos, seguían llevando en una mano el crucifijo y en
la otra el rosario mientras cantaban himnos.

-En una
ocasión, cuando el obispo lo había mandado a callar, San Luis obedientemente se
retiró en oración. Fue durante ese tiempo que escribió "A los Amigos de la Cruz", un fabuloso
tratado que enseña la necesidad y la práctica de llevar la cruz.

-En La Rochelle trataron de
envenenarlo con una taza de caldo y, a pesar del antídoto que tomó, su salud
fue dañada permanentemente.
-En otra
ocasión trataron de asesinarlo cuando caminaba por una estrecha calle. El tubo
un presentimiento de peligro y escapó por otra calle.
¿Y CUÁL
ES LA
ESPIRITUALIDAD TAN ATACADA?
La
espiritualidad de San Luis María sigue hoy día siendo amada por el Papa y
perseguida por muchos aun de la
Iglesia. Es porque enseña un camino muy claro y exigente que
no permite ambigüedades ni medias tintas. El amor lo reclama todo.
La
espiritualidad de San Luis María de Montfort se basa en dos fundamentos:
1- Reproducir
la imagen de Cristo Crucificado en nosotros.
2- Hacerlo
a través y por medio de nuestra consagración a María como esclavo de amor.
En otras
palabras: vivir la Cruz
Redentora a través de María.
Toda la
vida de S. Luis fue centrada sobre un deseo:
La adquisición de la
Sabiduría Eterna que es Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de
María.
Optó por
una condición radical de vida formulada como "La santa esclavitud" o
la esclavitud voluntaria de amor a la Virgen Santísima
para llevarnos a la de Cristo. A ella le entregamos cuerpo y alma para que haga
con nosotros lo que quiera pues todo lo que ella quiere es de Dios. La Virgen, Gestora de Cristo,
pasa a ser la que dispone de nosotros.

San Luis no
ve en María una simple devoción piadosa y sentimental, sino una devoción
fundada en teología sólida, la cual proviene del misterio inefable de lo que
Dios ha optado realizar por su mediación y por su perfecta docilidad a esa
obra. Esto es muy importante, ya que es este desarrollo lo que ha hecho posible
la revolución teológica que causó S. Luis de Montfort.

ESCRITOS
San Luis
dio a la Iglesia
las obras mas grandes que se han escrito sobre la Virgen Santísima: El Tratado de la Verdadera Devoción
a la Santísima Virgen
, el Secreto de la Virgen,
y El Secreto del Rosario. A estos se añade "A los Amigos de la Cruz". La
Iglesia ha reconocido sus libros como expresión auténtica de
la doctrina eclesial. El Papa Pío XII, quién canonizó a San Luis dijo:
"Son libros de enseñanza ardiente, sólida y autentica."
MUERTE Y
CANONIZACIÓN
- San Luis
murió en Saint Laurent sur Sevre el 28
de Abril de 1716, a
la edad de 43 años.
- Fue
beatificado en 1888 y canonizado el 20 de Julio de 1947.
- Es
venerado como sacerdote, misionero, fundador y sobre todo, como Esclavo de la Virgen María.
Sobre la
tumba de San Luis de Monfort dice:
un hombre a
quien el fuego del amor consumió,
y que se
hizo todo para todos, Luis María Grignion Monfort.
-¿Preguntas
por su vida? No hay ninguna más íntegra,
-¿Su
penitencia indagas? Ninguna más austera.
-¿Investigas
su celo? Ninguno más ardiente.
-¿Y su
piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote
de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras.
Infatigable,
tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los
huérfanos,
y
reconciliador de los pecadores.
Su gloriosa
muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió.
Maduro para
Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.
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