UNA
TEMPRANA VIDA DE VIRTUD
Santa
Catalina nació en 1347 en Siena, hija de padres virtuosos y piadosos. Ella fue
favorecida por Dios con gracias extraordinarias desde una corta edad, y tenía
un gran amor hacia la oración y hacia las cosas de Dios. A los siete años,
consagró su virginidad a Dios a través de un voto privado.

Ellos le dieron varios trabajos duros para distraerla. Santa Catalina
sobrellevó todo esto con dulzura y paciencia. El Señor le enseñó a lograr otro
tipo de soledad en su corazón, donde, entre todas sus ocupaciones, se
consideraba siempre a solas con Dios, y donde no podía entrar ninguna
tribulación.
Más
adelante, su padre aprobó finalmente su devoción y todos sus deseos piadosos. A
los quince años de edad, asistía generosamente a los pobres, servía a los
enfermos y daba consuelo a los afligidos y prisioneros. Ella prosiguió el
camino de la humildad, la obediencia y la negación de su propia voluntad. En
medio de sus sufrimientos, su constante plegaria era que dichos sufrimientos
podían servir para la expiación de sus faltas y la purificación de su corazón.
INTIMIDAD
Y CELEBRACIONES ESPONSALES CON JESÚS


Ella escuchó una voz que le decía, "Hija,
estaba en tu corazón, fortificándote por la gracia." En 1366, Santa
Catalina experimentó lo que se denominaba un ‘matrimonio místico’ con Jesús.
Cuando ella estaba orando en su habitación, se le apareció una visión de
Cristo, acompañado por Su madre y un cortejo celestial. Tomando la mano de
Santa Catalina, Nuestra Señora la llevó hasta Cristo, quien le colocó un anillo
y la desposó Consigo, manifestando que en ese momento ella estaba sustentada
por una fe que podría superar todas las tentaciones. Para Catalina, el anillo
estaba siempre visible, aunque era invisible para los demás.
SU
SERVICIO AL PRÓJIMO
Luego de
tres años de vida solitaria en su hogar, Santa Catalina sintió que el Señor la
estaba llamando en ese momento a llevar una vida más activa. Por lo tanto,
comenzó a relacionarse más con los demás y a servirlos.

Todos sus
discursos, acciones y su silencio inducían a los hombres al amor a la virtud,
de tal modo a que nadie, de acuerdo al Papa Pío II, que se acercara alguna vez
a ella regresaba sin ser una mejor persona. Santa Catalina era capaz de
reconciliar a los peores enemigos, más a través de sus oraciones que de sus
palabras. Por ejemplo, un hombre a quien ella estaba tratando de persuadir para
que llevara una vida virtuosa, cuando Santa Catalina vio que sus palabras no
estaban teniendo efecto, ella hizo una pausa repentina en su discurso para
ofrecer oraciones por el. Sus oraciones fueron escuchadas en ese mismo
instante, y un cambio radical, se produjo en el hombre. Luego se reconcilió con
sus enemigos y adoptó una vida penitencial. Los pecadores más empedernidos no
podían resistir sus exhortaciones y oraciones en pos de un cambio de vida.
Miles acudían a escucharla o solo a verla, y fueron ganados por sus palabras y
por su ejemplo de arrepentimiento.

UNA
CONCILIADORA PARA LA IGLESIA

El Papa
Gregorio XI, que residía en Avignon, escribió a la ciudad de Florencia, pero
sin éxito. Ocurrieron divisiones internas y asesinatos entre los florentinos, y
pronto se demando su reconciliación. Santa Catalina fue enviada por los
magistrados de la ciudad como mediadora.
Antes de llegar a Florencia, se reunió
con los jefes de los magistrados, y la ciudad encomendó toda la situación a su
criterio, con la promesa de que debía ser seguida a Avignon por sus
Embajadores, quienes debían firmar y ratificar las condiciones de
reconciliación y confirmar cada cosa que había hecho.
Su Santidad, luego de
haber tenido una conferencia con ella, en admiración de su prudencia y
santidad, le manifestó: "No deseo nada más que la paz. Dejo esta cuestión
totalmente en sus manos; solo le recomiendo el honor de la Iglesia." Sin
embargo, los florentinos no fueron sinceros en su búsqueda de la paz, y
continuaron sus intrigas secretas para apartar a toda Italia de su obediencia a
la Santa Sede.

El Papa, sorprendido de que tuviera conocimiento por revelación lo
que jamás había revelado a nadie, resolvió inmediatamente hacerlo. La Santa pronto partió de
Avignon. Se cuenta con varias cartas escritas por ella y dirigidas al Papa, a
fin de adelantar su retorno a Roma, en donde finalmente falleció en 1376.
Posteriormente,
Santa Catalina escribió al Papa Gregorio XI en Roma, exhortándole firmemente a
contribuir por todos los medios posibles a la paz general de Italia. Su
Santidad le encomendó la misión de ir a Florencia, aún dividida y obstinada en
su desobediencia.
Ella vivió un tiempo allí en medio de varios peligros incluso
contra su propia vida. A la larga, ella logró que la gente de Florencia se
dispusiera a la sumisión, a la obediencia y a la paz, aunque no bajo la
autoridad de Gregorio XI, sino del Papa Urbano VI. Esta reconciliación ocurrió
en 1378, luego de lo cual Santa Catalina regresó a Siena.
CONCLUSIÓN
DE LA VIDA DE
LA SANTA

En 1378,
cuando Urbano VI fue electo Papa, su temperamento hizo que los cardenales se
distanciaran, y que varios de ellos se retiraran. Luego declararon la elección
nula, y eligieron a Clemente VII, con quien se retiraron de Italia y residieron
en Avignon. Santa Catalina escribió largas cartas a los cardenales quienes
primero habían reconocido a Urbano, y luego eligieron a otro; presionándolos a
volver a su pastor legal.
Ella también le escribió a Urbano mismo, exhortándolo
a sobrellevar con temple y gozo los problemas en que se encontraba, y a aplacar
el temperamento que le había llevado a tener tantos enemigos. A través del
Padre Raimundo de Capua, su confesor y posteriormente su biógrafo, el Papa
pidió a Santa Catalina regresar a Roma. El la escuchó y siguió sus
instrucciones. Ella también escribió a los reyes de Francia y de Hungría para
exhortarlos a renunciar al cisma.
Mientras
trabajaba afanosamente para extender la obediencia al verdadero Papa, la salud
de Santa Catalina comenzó a deteriorarse.

Cuando
los guardias abrieron el bolso, parecía que ya no contenía su cabeza sino que
todo el bolso estaba lleno de pétalos de rosa. Una vez que regresaron a Siena,
volvieron a abrir el bolso y su cabeza estaba visible nuevamente. Debido a este
relato, Sana Catalina a menudo es observada sosteniendo una rosa. La cabeza
incorruptible y el dedo pulgar fueron sepultados en la Basílica de Santo
Domingo, donde se conservan en la actualidad. El cuerpo de Santa Catalina esta
enterrado en la Basílica
de Santa María sopra Minerva en Roma, que se encuentra cerca del Panteón.
Las cartas
de Santa Catalina son consideradas como una de las grandes obras de principios
de la literatura Toscana. Ella escribió 364, y más de 300 de ellas se conservan
en la actualidad. En sus cartas dirigidas al Papa, a menudo se refería al mismo
con afecto como “Papa” o “Papi” (“Babbo” en italiano).

A
menudo considerada como una analfabeta, Santa Catalina es reconocida por
Raimundo en su biografía como capaz de leer latín e italiano, y otro
hagiógrafo, Tommaso Caffarini, manifestó que la santa podía escribir. El Papa
Pío II canonizó a Catalina en 1461, y el Papa Pablo VI le otorgó el título de
Doctora de la Iglesia
in 1970, haciéndola una de las primeras mujeres en recibir este honor. Su
Fiesta es el 29 de abril.
EN LA CONFESIÓN SE REALIZA LA MISERICORDIA DE
DIOS
Santa
Catalina de Siena, Doctora de la
Iglesia: Los Diálogo 75.

Si la
confesión es imposible, basta la contrición de! corazón. Entonces es la mano de
mi clemencia la que os da el fruto de esta preciosa sangre. Mas, pudiendo
confesaros, quiero que lo hagáis. Quien pudiendo no la recibe, se ha privado
del precio de la Sangre.

En este
bautismo conoce que mi operación (es decir, el tormento de la cruz) fue finita,
pero el fruto del tormento que por mí habéis recibido es infinito en virtud de
la naturaleza divina, que es infinita, unida con la naturaleza humana, finita,
que fue la que sufrió en mí. Verbo, vestido de vuestra humanidad. Mas porque
una naturaleza está unida y amasada con la otra, la Deidad eterna trajo de sí e
hizo suya la pena que yo sufrí con tanto fuego de amor.

Esto os
manifesté en la apertura de mi costado, donde halláis los secretos del corazón,
demostrándoos que os amo mucho más de lo que puedo manifestar con un tormento
finito. ¿En qué te he revelado que es infinito? En el bautismo de la Sangre, unido con el fuego
de mi caridad, derramada por amor, con el bautismo general, dado a los
cristianos y a quienes quieran recibirlo, del agua, unido con la Sangre y con el fuego, en
que el alma se amasa con mi Sangre. Para dároslo a entender, quise que del
costado saliese sangre y agua. Con esto he querido responder a lo que tú me
preguntabas."
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